Re edición, Encuentro Accidental, Capítulo 4
Los enredos van haciendose notar cada vez mas...
Hola Alemblue, se me hace bastante extraño que el capitulo de encuentro accidental original no este en la pagina, de todas maneras lo puedes leer aqui n.n :
http://generandoelkaoz.blogspot.com/2013/08/capitulo-19-intuicion-dolorosa.html
Capítulo 4 – Amor forzado
— Cuando te recuperes y te den de alta, puedes quedarte en mi departamento en lo que tienes a tu bebé — le sonrió Leila a su amiga — luego vemos cómo le hacemos.
— ¿No será un problema para ti? — le preguntó Vanessa a la muchacha con la voz débil.
— No lo será, todo estará bien y estoy segura de que los demás estarán de acuerdo — mientras terminaba de hablar, se oyó el intermitente sonido de alguien tocando la puerta — parece que ya debo irme.
— Espera, Leila — le detuvo la otra — cuídate de Claire, sé lo que te digo, no le conocemos y he visto algunas actitudes que…
— Oh, vamos, ella es buena chica, además hace tiempo que no se junta con nosotros.
— Sólo ten cuidado.
Al salir de la habitación, el siguiente en entrar fue Martín; ella resopló y se acomodó la sudadera abierta color rojo que llevaba, al levantar la vista, se encontró con la inmutable Lilian, quien le observaba fijamente, apoyada en la pálida pared del pasillo.
— ¿Cómo fue ahí adentro? — preguntó ésta, curiosa, hacía un rato se había quitado sus gafas de lectura.
— Creo que ella está bien, me dijo los motivos por los que trató de suicidarse — suspiró Leila — no tiene dónde quedarse, le dije que cuando saliera, podía quedarse en mi depa.
— ¿Estás segura? — la otra frunció el ceño, dubitativa.
— Claro que sí — se dibujó una media sonrisa en su rostro — tengo los medios.
— ¿Qué te dijo ella?
— Sólo me lo agradeció, creo que es lo natural.
Lilian tenía una extraña actitud, Leila sólo ladeó la cabeza a un lado, confundida; pero esa confusión fue olvidada cuando ella se sugirió que fuera a descansar, pues junto con Martín, harían lo propio luego de salir del hospital. La muchacha de ojos grises no se lo hizo pedir dos veces, debía aceptar que todo el estrés y el susto ocasionado por la imagen de Vanessa tirada en el suelo, le habían afectado bastante en el ámbito psicológico. Aunque trataba de no demostrarlo, aun se sentía algo aturdida.
Al salir del edificio el cielo ya estaba oscuro, fue hacia la parada más cercana y tomó un bus para regresar. Sacó el celular del bolsillo del pantalón y vio fijamente la foto que tenía como fondo de pantalla: en ella estaban sus amigos más queridos; la imagen comenzó a tornarse borrosa a causa del movimiento del vehículo, suspiró y guardó el pequeño aparato hasta que llegara a casa. En cuanto llegó, entró directamente a su habitación y se acostó en la cama, tenía hambre, pero no ganas de comer; pensaba en que tendría que habilitar la sala del escritorio para Vanessa o tal vez para ella misma. Pensó en la pregunta que le hizo Lilian en aquél pasillo, ¿estaba bien lo que iba a hacer? Tal vez el padre de aquella criatura debía hacerse cargo, era probable que él hubiera desaparecido para no tener responsabilidad alguna.
De nuevo, sacó su celular y se dispuso a enviar un mensaje de texto.
“Para: Claire
Acabo de salir del hospital, pasaron algunas cosas en la facultad, si te contara D:”
Después de quince minutos de eterna espera en que prefirió gastar su batería en alguno que otro juego, el aparato vibró, asustándole. Al contrario de lo que todos creían, a pesar de que la chica nueva dejó de almorzar con aquél grupo de chicos, seguían comunicándose mediante mensajes de texto. Martín era el único que sabía de esto y también trataba de hablar con ella mediante ese sistema; aunque él insistía en que sólo era en plan de amistad, Leila siempre le molestaba con ello en tono de burla.
“De: Claire
Pense que hoy no sabría nada de ti jajaja, diego y tu estan bien?”
Frunció el ceño, ¿preguntaba si Diego y ella estaban bien? Recordó lo que Vanessa le dijo “cuídate de Claire, no le conocemos y he visto algunas actitudes…”, a Claire realmente le interesaba aquél muchacho, su novio. Negó con la cabeza y no respondió, planeaba hablar con ella a primera hora al día siguiente. Con este pensamiento y después de revisar las redes sociales en su celular, se quedó dormida con la ropa puesta.
A la mañana siguiente, Leila salió muy apurada pues se había quedado dormida. El clima se notaba muy sombrío para ser de mañana, así que usó su muy amada sudadera cerrada negra que tenía algunos dibujos abstractos de colores. Compró el mismo café de todos los días de la misma cafetería y corrió, pues llegaría atrasada a la clase que tenían esa mañana. Al entrar al aula, vio a Claire sentada en primera fila, le hizo una seña para saludarle, ésta sólo asintió con la cabeza; luego fue a sentarse donde Martín, se veía muy solo sin Vanessa por los alrededores.
La clase pasó normal, Leila tomaba la mayor cantidad de apuntes que podía, el resto del tiempo lo mataba jugando con su celular o haciendo dibujos en los costados del cuaderno. Una duda continuaba en su cabeza, ¿sería buena idea que su amiga embarazada se quedara en su departamento? A momentos, Martín le distraía pidiéndole que le tomara fotos a Claire mientras ella estuviera distraída, “¿de qué te sirve tener una foto en la que esté de espaldas?” , replicaba Leila en tono de burla, a lo que su amigo sólo decía “ por favor, no seas malita, ¿sí?”. A pesar de la tontería que estaban haciendo de tomar fotos a la espalda y medio perfil de la chica nueva sin que ella se diera cuenta, era una buena manera de reír y al menos, relajarse un poco de lo que había pasado el día anterior.
Leila estaba decidida a hablar con Claire, por lo que, al terminar la clase, alistó sus cosas muy rápido para alcanzarle antes de que se fuera.
— ¿Vas a hablar con Claire? — Le preguntó Martín con una mirada sonriente — vamos.
— No — le detuvo la muchacha — tengo un tema muy importante que hablar con ella — bajó la voz — es sobre Diego.
— ¿Sigues creyendo que quiere quitarte a tu novio? — le preguntó, con las cejas levantadas — mira, esas insinuaciones también me afectan — rió él, nervioso.
— Lo sé — ella le dio palmadas en la espalda — por eso iré a aclarar las cosas.
Leila se alejó de su amigo a paso rápido y fue a caminar al lado de Claire, después de un incómodo saludo y una que otra pregunta trivial y vacía, por fin la muchacha de ojos grises se decidió a entrar al tema que le interesaba. Pasaban por el pasillo en donde varios estudiantes estaban apoyados, charlando sobre sus asuntos, copiando clases pasadas o revisando sus notas en los tablones de anuncios.
— Supe lo que le pasó a Vanessa, de hecho toda la facultad lo sabe — comentó la chica nueva — me alegra que Diego y tú estuvieran bien.
— ¿Te preocupa tanto Diego? — espetó Leila, volteándose a ver a su "amiga"— me parece un tanto sospechoso — le atacó.
— ¿De dónde sacas eso? Al final creíste todas las intrigas de Vanessa, ¿eh? — la otra conservó la calma y su tono de voz se tornó muy seria — mira, no nos conocemos tanto tiempo, no impactará en mí que dejes de hablarme— resopló — pero he aprendido a "detectar" cuando alguien no es de confianza y te digo, cuídate de Vanessa, ella no me inspira confianza y sé que oculta algo, se nota en su mirada, se nota en su intento de suicidio...
— No hables así de ella — le detuvo la otra — ella es mi amiga y yo sé que me quiere, no trates de cambiar la conversación.
— Está bien, sí — levantó las manos a los lados, molesta — me gusta Diego y te lo quiero quitar, ¿es lo que querías escuchar? — se notaba su nerviosa voz, Leila frunció el ceño y apretó los labios, muy molesta— sí, todas las sospechas de Vanessa eran ciertas; es muy evidente que quiero algo con él; siempre le busco, le envío mensajes de texto a su celular y le estoy tomando fotos creyendo que no se da cuenta — la chica nueva negó con la cabeza, lanzándole una mirada de reproche, se dio la vuelta y se alejó a zancadas.
— ¿Pero qué...? — Leila no se resistió, corrió detrás de ella y le jaló del hombro — ¿a qué rayos estás jugando? — la muchacha se soltó del agarre con molestia y se acomodó el sencillo suéter rojo que llevaba.
— A nada, es Vanessa quien ya te lavó el cerebro, adiós.
Se quedó ahí de pie, notando que varios estudiantes le miraban fijamente, extrañados, algunos se reían, otros se mantenían serios; pero en cuanto la tensión pasó, regresaron a sus tareas. No sabía qué pensar, era la segunda persona que le decía que no confiase en su querida amiga con la que compartía su desinterés por los estudios. También estaba el hecho de que Claire hubiera "confirmado" que sí estaba interesada en su novio, pero lo hizo de una manera tan sarcástica que sólo parecía una mentira, otra intriga como las de Vanessa.
De una buena vez se quitó aquellas ideas de la cabeza y se quedó con lo único seguro: Claire ya no era su amiga, sólo podía confiar enteramente en Martín y Lilian, Diego era su novio, Vanessa se quedaría en su departamento en todo lo que duraba el embarazo; aun debían ir a averiguar cómo estaba.
Aquella mañana, Diego no asistió a ninguna de sus clases, prefirió ir a quedarse en el hospital con Vanessa todo el tiempo que pudiera sin tener que darle explicaciones a Leila. Mientras conversaban, él expresaba su satisfacción al ver que el plan del “casi suicidio” había funcionado; en verdad había sido un “casi suicidio” pues ella ni siquiera necesitó transfusión de sangre alguna. Estaba muy feliz, pues creía que, después de que Leila hubiera aceptado ayudar a Vanessa económicamente, él no tendría que continuar con aquella falsa relación; incluso estaba feliz de que aquél asunto no hubiera afectado al feto.
— Supongo que ya no tendré que estar con Leila, ¿verdad? — le sonrió con su semblante altanero de siempre.
— ¿De qué hablas? — la voz de la muchacha había mejorado sólo un poco, pero su semblante aun se notaba pálido y demacrado — el plan sigue, Dieguito, será muy sospechoso que de repente — hizo hincapié en el “de repente” — termines con ella porque yo viva con ella. Además no me ha prometido dinero, sólo sé que al menos tendré dónde quedarme.
— ¿Pero qué diablos? — Se quejó — yo ya no quiero estar con ella, no le gusto.
— Todavía tenemos que hacer que se aleje de Martín — ignoró la muchacha — todavía estoy pensando en eso.
— Pues yo no estoy de acuerdo con…
Fue interrumpido por el repentino sonido de la puerta de la habitación abriéndose. Entró un muchacho muy apuesto de cabello castaño claro y ojos color miel, tenía un traje de tela muy elegante color crema y corbata marrón. Entró sin apuro alguno y cerró la puerta detrás de él, ignorando a Diego por completo, fue hasta la cama y se agachó frente a Vanessa.
— Pero si es mi hermanito Felipe que volvió de España, ¿cómo te va con los estudios que mis papás y yo te pagamos? — le preguntó la chica con mucho sarcasmo. El joven negó con la cabeza y le abrazó con urgencia.
— Supe lo que te paso porque me llamaron de tu universidad, aproveché que estoy en la ciudad estos días para venir a visitarte — explicó — ¿por qué lo hiciste?
Se quedó en silencio y volteó hacia Diego, viéndole como a un intruso; como si recién se hubiera enterado de su presencia. Él ni siquiera le saludó, sólo asintió con la cabeza diciendo un débil “mejor los dejo”, no tenía ganas de escuchar la misma plática de reproche, “¿por qué lo hiciste?”, “eres tan joven”, “nada es lo suficientemente grave como para terminar con tu vida”, “es un pecado”, “es un delito”, “Dios te va a castigar”; las mismas tonterías de siempre cuando había cosas más importantes. El dinero era una de ellas.
Se sentó en una de las sillas de espera del pasillo, sin decir una palabra, a pesar de que sabía que era necesario para la subsistencia de Vanessa, de su hijo y de su propio ser; se sentía muy sucio no sólo engañando a Leila, sino también echando mano del dinero del Centro de Estudiantes. Era ya muy tarde para arrepentirse, pues junto a su grupo político se habían embarrado de mucha mierda en un fango de corrupción y gente perversa que estaba metida en drogas, lavado de dinero e incluso fraudes internacionales. Por sí mismo, tampoco tenía mucho dinero, pues solía acostarse con la que sería su madrastra y joven conquista de su padre, que le pagaba sus estudios; eso nunca se lo diría ni a Vanessa ni a nadie, pues le daba mucho asco. Mucha mierda en un mundo tan pequeño y él ya estaba cansado de todo aquello, su única salvación era Leila.
Tratando de mantener toda la calma posible, observaba cómo enfermeras y doctores pasaban de rato en rato. Había momentos más agitados, otros más tranquilos; desesperados civiles entraban al pabellón de accidentes para poder visitar a sus familiares. Parecía haber pasado mucho rato y el hermano por fin salía, aunque en realidad sólo fueron tres minutos.
Diego se sobresaltó y alzó la vista para encontrarse con la asesina expresión del hermano de Vanessa; éste tenía las facciones endurecidas y los labios tan apretados que se notaban desfigurados, sus fosas nasales se ensanchaban de rato en rato por la fuerza con la que respiraba. Arrojó la puerta y plantó la acusadora mirada en el rostro de Diego, quien sintió un retorcijón en el estómago, parecía “temor”, algo que no sentía desde que su madre les había abandonado.
— ¡Tú! — el grito se oyó en todo el pasillo mientras varios visitantes se volteaban a mirarle, muy asustados. Diego tragó saliva mientras Felipe le jalaba del cuello de la camisa a rayas que llevaba y le levantaba con toda su fuerza — ¡vienes conmigo!
No opuso resistencia alguna, ya esperaba que algo así ocurriera, si se defendía, no sería en un lugar donde hubiera tanta gente. El hermano le condujo hasta la azotea del hospital que era protegida por rejas color negro. No había nadie. Con un brusco movimiento, el joven fue arrojado al piso con mucha fuerza, se lastimó las manos y las rodillas al caer, pero al instante se levantó. No pensaría mirar desde abajo a aquél sujeto.
— ¡¿Qué le hiciste a mi hermana?! — Vociferó el hermano — ¡Ella me lo dijo! ¡Tú eres el padre de esa criatura!
— ¡Lo soy! ¡¿Y eso qué?! ¡Nos amamos! — recibió un terrible puñetazo en el rostro que le dejó tonto durante un instante, pero sin dudarlo respondió con otro. Aquello sólo ocasionó que Felipe le diera un fuertísimo rodillazo que le dejó sin aire y prefirió ya no contra atacar.
— Eso no es amor, ella quiso suicidarse por tu culpa.
— Tú nunca lo entenderías, ella siempre trabajaba para ti… para que tú estudiaras — decía de manera muy entrecortada — pero yo le mantendré, yo responderé por ese hijo.
— Qué bueno, porque desde hace mucho que ella no tiene entrada libre a la casa de mis padres — dicho esto, se alejó.
Los días siguientes, antes de que Vanessa se fuera a vivir al departamento de Leila, ésta pasaba su vida común y corriente. Sabía que aun a pesar de tener a Diego a su lado y tratando de estar con ella en cada momento, su vida había perdido el sentido; era como si el impacto que causó el incidente del intento de suicidio hubiera durado poco más de una semana. Algo que le dejó algo vulnerable y a pesar de que a momentos se sentía asfixiada, debía aceptar que su novio hacía la diferencia entre lo monótono y lo “poco menos común”.
Por otra parte, veía cómo Martín invitaba a Claire a pasear a distintos lugares. Unas dos o tres veces, le comentó a su amigo que la chica nueva le parecía conocida de algún otro lugar, pero estaba tan distraída que no había tenido tiempo de pensar detenidamente en eso; tampoco era algo que le importara realmente. Con la próxima llegada de Vanessa a su departamento, no podía pensar en otra cosa que no fuera preguntarse qué necesitaría su amiga para estar bien y cómoda.
Durante esa semana, se dedicó a salir con Diego para comprar lo que fuera necesario para la muchacha, él se mostraba feliz mientras hacían eso. Invitó a Lilian para que les acompañara, ella sólo se negaba “debo corregir las prácticas que entregaron en Sociología”, decía. En esos días, también recibió varios correos electrónicos de sus padres: su padre, Taylor Emerson, estaba en la capital de México mientras que su madre, Gloria Emerson; se tomaba unas “merecidas” vacaciones en París junto a un grupo de señoronas. La única de la familia que se encontraba en su ciudad de origen era Leila.
Un día, decidió invitar a Diego a su departamento para que acomodaran las cosas que habían comprado: un catre y colchón para situar en el estudio donde dormiría Vanessa, también debían re ubicar escritorios, libros y demás asuntos sin importancia. Ella le permitió al joven acercarse un poco más dentro de la relación e incluso ya se decían “te quiero”; aun así, había algo que no terminaba de convencerle. Ese “algo” sería el detonante de lo que ocurrió en aquella tarde.
Leila y Diego acomodaban la casa, éste último le veía de rato en rato constantemente y a pesar de que ella tenía una vista de él de reojo, se sentía observada y sabía que él no paraba de mirarle; algo que le incomodaba, pues estaban solos en el lugar y en los últimos días, aquél había puesto en evidencia que quería algo más que besos o abrazos.
— Leila, ¿eres feliz conmigo? — preguntó el sujeto, de un momento a otro.
— Pues — ella levantó las cejas, sorprendida — ya llevamos tres meses juntos, claro que sí — sin querer, giró los ojos de tal manera que parecía estar mintiendo, el joven frunció el ceño, viéndole fijamente mientras dejaba el escritorio que había estado moviendo.
— ¿Te gusta alguien más? — insistió.
— Nunca me interesaron estas cosas — rió, nerviosa y algo incómoda.
— ¿Me quieres?
— Pues sí — parecía algo obvio — no habría seguido contigo si no te quisiera…
Él se acercó a ella con mucha lentitud, era evidente la diferencia de quince centímetros que había entre ellos. Le veía de una forma muy extraña, sus ojos claros, algo vacíos, pero a la vez tan enigmáticos; denotaban deseo y necesidad.
Guiados por sus instintos más humanos, se unieron en un profundo beso que poco a poco se fue convirtiendo en el reflejo de sus pasiones más ocultas. Leila se dejaba llevar sin resistencia alguna, su personalidad siempre fue así: aunque trataba de aparentar el ir contra la corriente, terminaba dejándose arrastrar por ella; sin embargo, su mente volvió a la realidad y su corazón ya no palpitaba de emoción sino susto cuando sintió su espalda golpear la pared a la que Diego le estaba arrinconando. La muchacha comenzó a incomodarse, sería su primera vez, ¿en verdad quería que fuera con un sujeto como él? ¿A quien realmente no quería? ¿Con quien no era feliz? ¿A quien sólo le seguía la corriente, sólo para probar? Si llegaban más lejos, la relación duraría más y ella simplemente ya no lo aguantaba.
Cuando sintió la mano de él subiendo por su cintura y tratando de llegar al broche de su ropa interior, le detuvo abruptamente y le empujó para que se separara de ella. Él le miró con los ojos muy abiertos y el ceño fruncido, se notaba muy molesto.
— ¿Qué pasa? — le preguntó, un tanto agresivo.
— No quiero — le dijo ella de manera cortante.
— ¿Por qué? ¿Hice algo que no te gustara? — el sujeto levantó una ceja, su rostro se endureció en una expresión que no había visto en él hasta ese momento.
— Esto es un error — negó ella — no soy feliz contigo, tampoco te quiero — ladeó la cabeza a los lados mientras salía de la habitación e iba a la puerta de entrada y la abría — por favor, sal de aquí.
Diego tenía una expresión enfurecida, pero no dijo nada, lo único que hizo fue tirar unos cuantos adornos de la cómoda de entrada y arrojar la puerta con tanta violencia que Leila dio un salto de susto.
Aun a pesar de aquello y de su confundido corazón, se sintió liberada.
Al fin, pudo respirar de nuevo.
Gracias por leerme! Les invito a que lean la continuación aquí: http://generandoelkaoz.blogspot.com/2014/12/capitulo-5-reciprocidad.html
Les sugiero: http://generandoelkaoz.blogspot.com/p/ficcion.html
y me visiten en mi blog: http://generandoelkaoz.blogspot.com/ gracias por sus comentarios y valoraciones! Atte. Wind