Re edición, Encuentro Accidental, Capítulo 3

Tratando de actualizar lo más pronto posible :3

Gracias por tu comentario Artwork! Yo no podría haberlo expresado mejor, si existe una re edición de Encuentro Accidental es porque creo que se puede mejorar bastante n.n

Capítulo 3 — Reflejos

El blanco mosaico del suelo yacía manchado de sangre, sangre que poco a poco se iba expandiendo hasta atravesar la línea entre la puerta de baño y los lavabos donde sólo había una chica arreglándose el cabello después de haberse lavado las manos. Sus ojos oscuros vieron entonces, que en el reflejo del espejo frente a ella, se podía ver aquella mancha oscura y escarlata que provenía de la pálida y temblante muñeca recién cortada de la chica que había estado usando aquél retrete.

El grito de la desconocida estudiante no se hizo esperar, “¡¡Alguien se ha suicidado en el baño!!!”, vociferaba mientras salía con los ojos tan abiertos cual los de un búho y la boca desfigurada del pánico. Corría como si una estampida le persiguiera y como si el camino hasta el centro de estudiantes fuera interminable.

Eran las cinco de la tarde y el cielo estaba tan ennegrecido que parecían ser las siete de la noche, algo muy agradable para cualquiera que disfrutara de la lluvia y de la oscuridad. Leila estaba sentada en el escritorio junto a Lilian, quien le indicaba cómo hacer algunos cálculos estadísticos que estaban llevando en Sociología pues se acercaba el segundo parcial. Martín estaba sentado en una de las sillas de la entrada con los ojos cerrados y tratando de dormir; por su parte, Diego jugaba en la consola de juegos junto con otros dos simpatizantes del centro de estudiantes.

La rutina fue interrumpida por la abrupta entrada de la desconocida chica que arrojó la puerta semi abierta dando un portazo que hizo despertar a Martín y respingar a Leila y Lilian. La muchacha les vio, jadeante, mientras Diego se levantaba a toda velocidad del sillón e iba a recibirle con una amenazante expresión.

— ¡¿Qué chingados te pasa?! ¡No puedes entrar así al centro tirando la puerta! — le gritó, pero ella parecía no escucharle.

— ¡Hay una chica en el baño, está sangrando! ¡Llamen a una ambulancia o algo! — se le notaba muy asustada, era obvio que ella no haría la llamada.

Los presentes se vieron entre sí muy desconcertados y las cejas antes contraídas de Diego, ahora estaban muy levantadas y arqueadas, en señal de susto. Jaló a Martín para que fueran a ver de qué se trataba mientras le pedía a Lilian que llamara una ambulancia. Leila no lo pensó dos veces y también dominada por la curiosidad, salió corriendo detrás de su novio y su amigo; quienes ya se habían adelantado, lo último que escuchó antes de salir de la sala fue la apurada voz de Lilian hablando con la encargada del hospital.

Al entrar al baño, Leila vio que Diego y Martín abrían la puerta del baño debajo de la que se veía la sangre chorrear hasta un pequeño sumidero. La reacción fue de susto y desconcierto extremos, la muchacha de ojos grises se acercó a ellos para ver la terrible escena que se presentaba ante ellos: la chica tenía los ojos entrecerrados, su rostro era pálido y la sangre salía a borbotones de sus heridas muñecas. Había tratado de suicidarse.

Tres meses antes…

Los días pasaban normales, Vanessa era el tipo de chica a la que no le gustaba vivir días monótonos, siempre buscaba nuevas emociones y nuevas formas de pasarla bien aunque fuera por un instante. Cuando estaba en la escuela estatal, solía ser una chica muy triste y resentida con el mundo, pues además de que debía trabajar mientras estudiaba, todo el dinero que sus padres y ella ganaban, era invertido en los estudios de su hermano mayor que en ese momento ya estaba en España. Ese resentimiento le llevó a dejar de lado absolutamente todo, los estudios, los amigos, los pasatiempos.

Todo aquello cambió cuando decidió trabajar para ella y dejar de enviar su dinero a su hermano mayor e invertir en su propia educación. Claro que, el impulso de estudios que tuvo inicialmente sólo duró eso, el inicio; el inicio antes de conocer al sujeto que sería su perdición: Diego, quien al ser uno de los ejecutivos más importantes del centro de estudiantes, le aseguró que él podía hacer que sus notas figuraran como “excelentes” en el sistema, aun a pesar de que ella no asistiera a clases y aun a pesar de que no diera un solo examen. Ese método les había fallado en el semestre anterior, pues las “conversaciones” no habían sido hechas a tiempo.

Para evitar problemas de ese tipo, en el semestre actual planeaba esforzarse aunque sea un poco; esfuerzo que también se vería afectado pues estaba embarazada de Diego; de nuevo, ese hombre sería la causa de su perdición. Nunca olvidaría aquél día en que se conocieron, no fue una tarde lluviosa ni por algún accidente automovilístico del que él le hubiera salvado, ni siquiera porque sus padres hubieran sido amigos; fue tan simple como asistir a la misma clase. Él repetía esa materia y ella la pasaba por primera vez, le conoció al mismo tiempo que a Leila y Lilian.

Lilian era la clásica chica estudiosa que pondría los estudios por sobre todo tipo de aspecto, fuera sentimental e incluso amistad; a ella no parecía importarle nada más que lo académico, aunque se notaba en su mirada que siempre estaba atenta a todo lo que pasaba a su alrededor. Leila era la chica perezosa que dormía en clases, nada más tenía de especial; hasta que un día, cuando tenían más confianza, les dijo que ella era la hija de Taylor Emerson, el segundo hombre más rico del país. Aun así, ellas no tuvieron ningún impacto en su vida. Sólo Diego.

Lo que sentía por él iba mucho más allá de toda explicación lógica y más aún porque él se mostraba igual de interesado por ella. Fue un tiempo en que la relación entre los dos fue muy evidente para los ojos de todos; sin embargo, fue un día en que Leila invitó a todos a su casa de campo, en que toda su visión del mundo cambió. El ver los lujos en los que ella vivía, el probar el tipo de comida que allí se servía, le dio una nueva perspectiva del mundo: esa no sería la primera vez y última vez que experimentaría todo eso. Y Leila sería quien le patrocinaría.

A Diego y Vanessa les tomó cuatro meses el distanciarse en apariencia y a los ojos de todos, su especial relación de “amistad” fue sólo circunstancial. Pero ellos seguían encontrándose en secreto, fuera de los horarios de clase en cafeterías a los que ningún conocido iba y algunas noches en la sala del centro de estudiantes. Fue una de esas noches en que no sería la primera vez en que aquél salón era utilizado para saciar las tentaciones más carnales y fue la segunda noche, la causa por la que tenían un problema aun más grande: un embarazo. Según Vanessa, todo estaba fríamente calculado y Diego patrocinaría a aquél feto; Leila no era mala persona y parecía estar dispuesta a ayudar a todo el que se lo pidiera, pero no podían escatimar detalles y recursos. Debían asegurar su futuro de alguna manera pues el dinero que ella ganaba por su trabajo y el que Diego conseguía echando mano de los fondos del centro, no sería suficiente para mantener una criatura.

Las semanas venideras, poco a poco, Leila fue acostumbrándose a la idea de tener a Diego cerca de ella en todo momento; éste le compraba flores, le llevaba chocolates dentro de cajas en forma de corazón, le llevaba peluches de felpa, le enviaba mensajes todos los días e incluso le invitaba a cenar a buenos lugares. Ella no era muy afecta a tener relaciones de ese tipo, pero tenía que aceptar que aquél joven era muy atento y parecía interesarse de verdad en lo que ella pensaba y decía; poco a poco, con todos aquellos gestos y detalles, él fue ganándose aunque fuera un poco de cariño por parte de la muchacha, quien poco a poco comenzaba a tomarle más en cuenta.

Cuando cumplieron un mes, el joven parecía querer acercarse a la chica mucho más de lo que había hecho hasta ese momento, con mucha lentitud ella dejó que él le diera besos en la mejilla y luego en la boca; incluso al caminar, dejaba que él le tomara de la mano y entrelazaran sus dedos. Leila debía aceptar que todo aquello era muy nuevo para ella y no le desagradaba tanto como esperaba.

En cuestión de amistades, Martín, como siempre, muy amable intentando ligar con Claire, invitándole a comer e incluso llevándole uno que otro libro como presente. Lilian por su parte, al ser la auxiliar de una de sus materias, les daba muchos pequeños trabajos prácticos que servirían para aumentar sus promedios en el final. Claire, sin embargo, parecía intentar alejarse de todo ellos, algo que Leila no le permitía pues la chica nueva le agradaba bastante y era muy interesante conversar con ella, pues sabía de cosas que no se oían todos los días; se notaba que leía mucho. Se hizo más cercana a ella y ya se habían quedado a estudiar en la biblioteca unas cuantas veces. La única que iba cambiando, era Vanessa, se le veía subir de peso, pero a la vez su rostro se veía más pálido y demacrado.

Esa relativa paz, sin embargo, no duró mucho; pues de un momento a otro, Leila comenzó a notar que Vanessa le hacía algunas extrañas insinuaciones a Claire; le decía cosas que tenían que ver con su relación con Diego. Con el pasar de los días y aquellas constantes intrigas por parte de aquella muchacha, fue entendiendo que se refería a que la chica nueva estaba interesada en Diego. ¿Cómo era eso posible? ¿Cuándo había ocurrido? ¿Era cierto?

Después de las dos primeras insinuaciones durante uno de sus habituales almuerzos en la cafetería de la facultad, Leila comenzó a sospechar de Claire e incluso vio la actitud de ésta a mayor detalle. Fue en el medio día de un miércoles mientras se servían lo de siempre: hamburguesa a la parrilla con arroz y una solitaria salchicha.

— ¿Esta tarde quieren ir al centro comercial? — Propuso Martín, emocionado — abrieron un nuevo salón de juegos.

— Me gustaría pero tengo que salir con Leila a otro lugar — rió Diego en tono de burla. La muchacha de ojos grises resopló.

— Pero oye, yo quería ir… — se quejó ella.

—Yo iré, para que no hagas imprudencias en mi ausencia — rió Lilian refiriéndose a Martín quien sólo le sonrió — ¿tú qué dices Claire?

— Sí, estaría bien divertirnos un poco — se encogió de hombros la susodicha, entonces Vanessa habló.

— ¿En serio? Pensé que irías tras ellos — se burló refiriéndose a Leila y Diego.

— ¿Por qué iría detrás de ellos? — Claire frunció el ceño, evidentemente cansada de recibir aquellas incómodas insinuaciones por parte de Vanessa, con quien al final no se llevaba nada bien — deja de decir esas tonterías — rió de manera sarcástica — ¿quién te crees que eres? Estás loca.

— Oigan, ¿qué sucede? — intervino Martín, confundido.

— Es que ella suele perseguir a Leila y Diego, no sé por qué lo hace — se excusó Vanessa encogiéndose de hombros.

— Eso no es cierto y lo sabes — a pesar de todo, Claire mantenía la calma, pero Leila le vio con el ceño fruncido, se notaba extrañada pero a la vez, sentía como si una especie de resentimiento se estuviera cociendo en su interior. Los ojos de la chica nueva se cruzaron con los suyos y ésta se quedó paralizada, como si un rayo le hubiera caído ante aquella mirada — oye — comenzó la chica nueva — no creas lo que está diciendo, nadie debería creer esto.

— Es muy probable, te conocemos desde hace sólo un mes o dos — rió Vanessa — no sabemos quién eres en realidad.

— Okay, ya me cansó esto — sin levantar la voz siquiera, Claire se puso de pie y salió de la cafetería sin mirar atrás, dejando a todos los presentes muy confundidos.

Martín tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, le reclamó a Vanessa por su terrible actitud con la muchacha de la que estaba enamorado, Lilian por su parte se mantenía en silencio, como si reflexionara sobre lo que acababa de pasar. Diego sólo reía encogiéndose de hombros, como si de algo normal se tratase; con un chico como él era muy fácil que ese tipo de cosas pasaran, decía. Fue entonces que Leila se levantó y salió detrás de Claire, debía preguntarle qué era lo que sucedía, si realmente tenía algo en contra de su relación con Diego o en contra de ella. Qué fácil era que las personas ocultaran sus verdaderos rostros bajo máscaras de amabilidad, inteligencia y conocimiento.

Su reacción también fue muy tardía, pues cuando salió, vio a través de las rejas del portón de la facultad, que la muchacha se subía a su bicicleta y se alejaba de la facultad. Vanessa tenía razón en algo, ninguno de ellos conocía a Claire de algún otro lugar, no sabían cómo era ella realmente, sólo sus superficiales y habituales actitudes que eran los de una persona seria y amigable, algo tan común en la vida universitaria que no tenía nada de especial. Leila debía aceptar que la primera vez que le vio, le pareció algo conocida; sin embargo, con todo aquello que ocurría con su relación con Diego, no tuvo tiempo de pensar en ese aspecto y tampoco después, pues ese fue el día en que Claire dejó de andar con ellos.

En la cafetería, Diego le reclamaba a Vanessa en voz baja sólo para que ella escuchara.

— ¿Qué onda con esto? — Le preguntó, molesto — ¿quieres que los demás digan cosas sobre mí y la chica nueva? Sólo harás que Leila se enoje conmigo y me costó ganarme su aprecio.

— Mira, si vamos reduciendo las posibilidades de amistad de Leila, sólo le quedarás tú — explicó la chica — aun estoy pensando cómo hacer que deje de hablar con Martín y Lilian, si se ve sola y desamparada correrá a tus brazos — le sonrió de manera astuta y burlesca — además te acabo de hacer un favor, al poner a Claire en evidencia, Leila le verá como una amenaza, entonces ella protegerá lo que es suyo.

— Espero que tengas razón.

Sin embargo, ninguno de los se dio cuenta de que, a pesar de que no lograba escucharles, Lilian les veía con una extraña expresión, como si les analizara; mientras las sospechas comenzaban a invadir su cabeza.

Después de otras dos semanas de “pacífica” convivencia, sin Claire en su lista de amigos y sin tener éxito en algún tipo de conversación con ella; Leila volvió a su rutina de todos los días, despertar, salir de casa, comprar un capuchino de camino a la facultad, jugar en la sala del centro de estudiantes que estaba menos animada desde que la chica nueva les había dejado; tratar de tomar apuntes en clase, en el camino a casa sacar foto de alguno que otro paisaje interesante, hacer trabajos, dormir, tener ataques de insomnio, recibir mensajes de Diego, salir con él.

Todo era tan monótono que por un momento creyó que todo el año sería de la misma manera. Fue grande su sorpresa cuando comprobó que no sería así, pues cuando menos lo esperó, aquella desconocida chica corrió hasta el centro de estudiantes a avisarles que una muchacha se estaba desangrando en uno de los baños. Su desconcierto y susto fue aún mayor cuando comprobó la identidad de aquél casi cadáver. Era Vanessa.

¿Por qué trató de suicidarse? ¿Por qué? Si lo pensaba bien, en los últimos días se le notaba muy enferma, muy pálida... y había subido de peso.

Después de que los paramédicos le dieran las atenciones necesarias a Vanessa para evitar que siga sangrando, le subieron a la ambulancia en la que le acompañaron Leila, Martín y Lilian. Diego tuvo que quedarse a hablar con los administrativos y dar explicaciones de lo ocurrido en Dirección de Carrera y avisar a los familiares que quisieran saber al respecto.

En la claramente iluminada sala de espera del hospital, Leila, Martín y Lilian se encontraban sentados mirándose los unos a los otros. Leila se preguntaba cuál sería la razón para que una persona tan joven como Vanessa tratara de acabar con su vida; se preocupaba por ella pues le había tomado un gran cariño desde que se conocieron en aquél primer semestre; ella era la única que entendía la pereza que le daba el estudiar para sus materias. En ese momento, los segundos parecían minutos y los minutos parecían horas, el constante sonido hueco del golpeteo del zapato de Martín en el suelo le desesperaba aun más, tanto que tuvo que pedirle que se detuviera. Lilian sacó uno de los libros de la universidad y se veía que trataba de concentrarse, pero su vista viajaba de un lado a otro, evidentemente distraída. Ella por su parte, trató de distraerse con los didácticos juegos de su celular, respondiendo con una sola palabra o dos cualquier cosa que sus amigos dijeran.

— Ya en serio, ¿por qué trató de quitarse la vida? — insistió Martín. Lilian, quien se había puesto sus gafas de lectura, levantó la vista mientras Leila trataba de responder.

— Algo muy malo debió ocurrir — comentó, pensativa.

— Está embarazada — soltó la chica de las gafas, sin rodeos y sin adornos; ante las miradas incrédulas de sus dos acompañantes, continuó — no puedo creer que no lo hayan notado, es más que obvio, debe tener al menos tres meses; apuesto que intentó suicidarse por ese embarazo, debe haber sido un embarazo no deseado.

— ¿Cómo puedes ser tan fría? — Le reclamó Martín, algo molesto — sé un poco más condescendiente con tu amiga que está entre la vida y la muerte.

— La condescendencia no le va a ayudar en nada — replicó Lilian, entonces suspiró y relajó el rostro — espero que se salve, pero lo que hizo no está bien.

Leila no dijo nada, sólo concentró su atención en el trepidante sonido del reloj de pared. Después de eternos instantes, el doctor por fin salió de la habitación donde atendieron a Vanessa, los resultados fueron exitosos: ella estaba fuera de peligro y se le daban los cuidados necesarios para que se mantuviera estable; también confirmó que su amiga estaba embarazada y que por suerte, no se perdió al feto. Antes de irse, les dijo que podían entrar al cuarto unos cuantos minutos, pero sólo uno a la vez.

La muchacha de ojos grises entró a la habitación en silencio y vio a querida amiga dormida, con sondas respiratorias en las fosas nasales y una palidez muy característica, sus oscuras ojeras eran terribles. Acercó una silla a la cama y se sentó, no dijo nada; debía aceptar que el tener a una amiga en ese estado era algo completamente nuevo y en verdad no sabía cómo debía reaccionar o qué decir si despertaba. Entonces sólo se quedó observándole. Sólo se escuchaba el sonido del marcador del pulso. Todo parecía tranquilo.

Al momento siguiente, notó con sorpresa que la mano de Vanessa comenzaba a moverse, instintivamente le detuvo, con miedo de que sus heridas en las muñecas se abriesen por el movimiento. Al volver a observar su rostro: sus ojos comenzaron a abrirse y, lastimados por la luz, se mantuvieron entrecerrados; inspeccionó la habitación y sonrió débilmente al encontrarse con la mirada amigable de Leila. Casi inaudible, musitó.

— Leila, ¿qué haces aquí?

— Hola — le mostró una sonrisa de lado y bromeó — casi te perdemos, ¿eh? Una chica distraída te vio en el baño y nos avisó — apretó los labios y arqueó las cejas, con mucha tristeza — yo te vi, en verdad, nos diste un gran susto — parecía estar a punto de llorar — ¿qué es lo que te impulsó a hacer esto? ¿Qué habríamos hecho sin ti? Martín y Lilian están afuera, deseosos por verte; Diego vendrá después.

— Yo — lágrimas se enjugaron en los ojos de Vanessa — no merezco que se preocupen por mí.

— Si quieres puedes contarme qué pasó tal vez pueda ayudarte — le sonrió Leila, era habitual en ella el intentar aconsejar o al menos servir como instrumento de desahogo para sus amigos más queridos.

— ¿De verdad puedes ayudarme? — su amiga le miró fijamente a los ojos, ella sólo asintió, muy segura de sí — siempre he trabajado para ayudar a mi hermano mayor a estudiar — su débil voz era apenas audible — cuando decidí hacer algo por mi cuenta me fue mal, estoy embarazada de un hombre que me utilizó, mis padres me echaron de casa, me echaron del trabajo con el que pagaba un cuarto de mala muerte en un barrio marginal — Leila oía todo esto con mucha angustia — ya no tengo dónde ir, ni siquiera tengo dinero para sacar copias, he estado comiendo lo que ustedes me invitan.

— ¿Por qué no me dijiste? — Preguntó con un tono muy suave — te hubiera ayudado sin dudarlo, no había motivo para que llegaras a estos extremos, sabes que puedes contar conmigo — rió, dejando de lado su modestia — tengo bastante dinero.

— Entonces, ¿me vas a ayudar?

— Sí.

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