Re edición ENCUENTRO ACCIDENTAL - Capítulo 2

Espero que les guste esta nueva version :3 espero sus valoraciones y comentarios! n.n

LadyBlack, el punto con una re edicion es corregir todos los errores de fondo, lógica de las situaciones, verosimilitud; luego los errores de forma como redacción, estilo y todo eso. La anterior versión la escribi cuando tenia 15, la corregi un poco a los 17, pero ahora que tengo esta edad, considero que la  anterior version es insalvable asi que la escribire de nuevo, puede que el final cambie o no, pero muchas circunstancias pueden cambiar. Gracias por tu comentario! n.n

HombreFX, gracias! es un gusto ver que sigues por aqui :3

Capítulo 2 – Miradas acusadoras

Otro nuevo Lunes, otra nueva semana, una nueva oportunidad. Eran las cinco de la mañana y los pajarillos cantaban al ritmo de la brisa de madrugada, incluso el sonido de uno que otro taxi pasando por la calle a esas horas, complementaba la paz de la ciudad. La neblina cubría los pisos más altos de los edificios y mientras avanzaban los minutos, el cielo se iba despejando.

Un ambiente muy pacífico que era perturbado en la habitación del departamento de la tercera planta de aquél edificio de catorce pisos. Leila daba vueltas y vueltas en su cama, sin poder dormir: se levantó ya unas cinco veces en distintas horas, escuchó música, se puso a leer comics, revistas de humor y uno que otro libro; incluso trató de estudiar un poco de las materias de la universidad, creyendo que así lograría dormirse. Otro lunes con un horrible ataque de insomnio, una excelente manera de comenzar la semana.

Tomó su celular y buscó alguno de sus juegos, uno de esos en los que tenía que hacer explotar bolitas del mismo color, entonces le llegó un mensaje de texto.

“De: Diego

Como estas Leila? Yo no puedo dormir, estuve pensando en ti toda la noche :3”

Leila levantó las cejas, no podía negar que aquél mensaje le había hecho sonreír y sentir algo nerviosa; pero frunció el ceño, ¿acaso aquél chico había tenido un ataque de insomnio igual que ella? Negó con la cabeza y prefirió no responder, suspiró y al salir de la bandeja de entrada de sus mensajes, dio con el fondo de pantalla de su celular: una foto que ella misma había tomado en la que ella estaba al medio, Martín a su derecha, Lilian detrás de él apoyando su cabeza en su hombro, Vanessa a su izquierda poniéndole cuernitos a Leila, Claire sonreía con tranquilidad a un lado de ella, Diego que era más alto estaba detrás de todos haciendo un gesto muy gracioso. Aquella foto había tenido lugar en la fuente de su facultad.

La muchacha sonrió y trató de cerrar los ojos por enésima vez, rogando al cielo que le dejara conciliar el sueño; desde muy pequeña tuvo problemas para dormir y aquello nunca se le había quitado, menos aun con la agitada vida universitaria.

Eran las doce del día y el sol se levantaba en lo alto del cielo, no había ni una dichosa sombraen el patio de la facultady la mayoría de los estudiantes se refugiaban en la cafetería o en los pasillos. Algunos “simpatizantes” estaban en la desordenada sala del centro de estudiantes; abucheando, celebrando y gritando, todo a la misma vez mientras en la gran pantalla del televisor se reflejaba la carrera que estaba teniendo lugar entre Claire y Diego, quienes estaban sentados en el sillón de en frente y tenían un mando de la consola de juegos cada uno, se notaban muy tensos y concentrados.

Era la última vuelta y el coche modelo Lamborghini rojo de Diego adelantó al Mercedes negro de Claire, quien frunció el ceño, no faltaba más de la mitad del circuito y un atajo que sería su única salvación, aunque todo apuntaba a que iba a perder.

— ¡No! Yo le aposté a Claire — se quejó Vanessa en voz alta — ¡le aposté todo lo que gané en la mañana! — más de la mitad de los presentes se mostraban quejumbrosos al igual que ella; era habitual que en la sala del centro de estudiantes hicieran apuestas y rondas de partidas de distintos juegos: peleas, estrategia, rol. Aquél día decidieron jugar carreras y Claire no había perdido ni una sola vez desde que le dieron el mando de la consola hacía ya dos horas, muchos que se confiaron a que también le ganaría a Diego, le reclamaban y le hacían poner aun más nerviosa. Aun así, Martín le observaba algo atontado y maravillado, algo que no pasó desapercibido para Lilian, a quien no le llamaba mucho la atención ese tipo de competencias y si estaba ahí era por sus amigos.

En muy poco tiempo, Claire se había integrado al grupo de Leila, Vanessa, Lilian, Diego y Martín; con éste último pasaba todas las clases pues ambos estaban en primer semestre por primera vez, algo que no molestaba al joven, pues según él se había enamorado de ella y se la pasaba haciendo insinuaciones y trataba de hacer señales que ella no parecía notar. Todo indicaba que le era indiferente. Lilian y Diego por su parte, se llevaban muy bien con ella, a pesar de que sólo se veían en la sala del centro de estudiantes; Vanessa por su parte no hablaba mucho con ella pues no habían tenido oportunidad de conocerse mejor. Respecto a amistad, quien mejor se llevaba con la chica nueva era Leila, quien siempre se mostraba amigable con ella.

— ¡Éste es el último atajo que tienes para ganar! — anunció Martín mientras en la pantalla se veía cómo los autos de Diego y Claire llegaban a una pronunciada curva en la que era necesario bajar toda la velocidad, el atajo consistía en un desvío empinado de tierra al que se debía entrar con velocidad moderada pues de lo contrario el carro se elevaría por los aires y se volcaría, algo que no le convendría a ninguno de los competidores.

— ¡Pero ese lugar está difícil! — replicó Claire, pero era su última oportunidad, si no utilizaba ese camino corto, perdería la carrera y todos los que habían apostado por ella le pedirían algún tipo de re embolso (ya había ocurrido antes).

Entonces el Mercedes negro giró violentamente y sin bajar la velocidad subió por aquél empinado desvío que le hizo saltar por los aires, todo iba bien hasta que un pino golpeó su cola y le hizo dar al menos tres locas vueltas en el aire mientras caía al asfalto en donde se volcó a centímetros de la meta. Diego y su Lamborghini estaban a punto de llegar, entonces Claire apretó el botón para enfilar su automóvil que re apareció delante de la meta: como si hubiera llegado primero. La chica alzó las manos lanzando un grito de victoria acompañada por un montón de estudiantes que celebraban el resultado.

— ¡Eso es jugar sucio! — Diego se levantó y arrojó el mando de la consola al sillón en donde rebotó graciosamente; el joven se notaba muy enojado — ¡hiciste trampa! ¡Eso es trampa!

— No es trampa — explicó Claire tranquilamente mientras ponía ambos brazos detrás de la nuca y se apoyaba en el sillón — desde que comenzamos a jugar en la mañana, dijimos que sí podíamos utilizar los atajos, además nunca toqué a tu coche, no hice trampa — rió — fue una suerte que haya pasado esto — soltó en carcajadas mientras Diego se calmaba y volvía a sentarse en el sillón.

— Bueno, si me disculpan — Vanessa comenzó a pasar por cada uno de los asistentes cobrando el dinero de la apuesta — paguen, paguen — cuando recolectó una buena cantidad, sacó dos monedas de cinco y diez pesos y se las dio a Claire — tu comisión — rió.

— ¿Y Leila? — Dudó Diego, Claire volteó a verle, algo extrañada — ¿le han visto? Le mandé un mensaje en la mañana pero no contestó.

— Tal vez se quedó dormida o algo así — comentó Vanessa encogiéndose de hombros mientras los estudiantes salían de la sala para ir a almorzar a la cafetería o a cualquier otro sitio.

— Nosotros deberíamos ir a comer — Martín se levantó y se dirigió a Claire con una sonrisa — ¿te invito algo?

Después de que cerraran la sala del centro de estudiantes, los cinco amigos se dirigieron a la cafetería para poder almorzar. Diego se encontraba conversando con Claire acerca de los distintos tipos de videojuegos y algunas estrategias, también continuaba bromeando acerca de la supuesta “trampa” que hizo ella en su última carrera.

— Yo gané limpiamente — rió la muchacha mientras estaban a punto de subir las gradas.

— Sí, pero… — se detuvo en seco mientras Claire oía la jadeante voz de Leila llamándoles con mucha urgencia, cuando volteó a verle, se notaba muy cansada y apresurada, tenía ojeras y su sudadera yacía abierta y muy desordenada mientras corría hacia sus amigos. Diego ignoró por completo la conversación que estaba teniendo con ella y corrió hacia la recién llegada.

— ¡Leila! — exclamó, emocionado; Claire suspiró mientras le veía fijamente abrazar a la muchacha de ojos grises, quien hacía sólo dos días había aceptado ser novia de aquél joven.

— Qué bueno que llegas — le saludó Lilian con un beso en la mejilla, Martín y Vanessa sólo levantaron la mano sonriendo; sin embargo, ésta última vio con extrañeza la actitud de la chica nueva.

Diego abrazó a Leila por los hombros y subieron a paso normal a la cafetería, Vanessa se juntó a Claire y le hizo subir más rápido.

— Te gusta Diego, ¿verdad? — le espetó en un susurro, la chica nueva alzó las cejas, sorprendida, pero era evidente que algo había sido descubierto.

— ¿Qué dices? Pues claro que no — negó ella, tajante — esas cosas son lo último en que pienso ahora mismo.

— Cierto, olvidé que eres becada — le sonrió de manera astuta — pero siempre hay tiempo para las cosas del corazón, tú sabes; lo que él siente por ella no es tan fuerte aun, es sólo atracción física — aseguró mientras Claire no podía creer lo que oía, pero se mantenía callada y enfocada en el frente — y tú eres muy linda, fácilmente puedes…

— Escucha — la chica nueva se mostró firme — aunque sintiera algo por él, no haría absolutamente nada, no soy ese tipo de persona y aprecio mucho a Leila.

— Qué raro, sólo se conocen desde hace una semana — rió Vanessa con algo de malicia — bueno, si cambias de opinión, sólo dímelo y yo te ayudo.

— ¿Qué es lo que tanto cuchichean ustedes? — Martín se hizo oír con una voz burlona mientras entraban a la cafetería y juntaban dos mesas para poder sentarse en grupo.

Durante el almuerzo, Claire y Vanessa se lanzaban miradas, la una se notaba muy incómoda mientras que la otra le sonreía de manera burlesca y con complicidad. La chica nueva bajó la vista y se quedó absorta en su comida: una hamburguesa a la parrilla con arroz y una salchicha; negó con la cabeza, ya no tenía hambre. Vio a Leila y Diego, él le abrazaba por los hombros, muy orgulloso, pero no le miraba a los ojos en ningún momento; ella parecía insegura y se limitaba a hablar con Martín y Lilian, ¿qué clase de actitud era esa? Prefirió pasar de largo y mejor salir de ahí, después de todo aun tenía tiempo de conseguir otros amigos. Frunció el ceño y le ofreció su comida a Martín, quien aceptó con mucho gusto.

— Olvidé que tenía que recoger unos documentos del ministerio de inmigración — mintió mientras se levantaba — lo olvidé por estar jugando toda mañana — rió algo nerviosa mientras alzaba su mochila, los demás se despidieron de ella de manera muy natural. Todos le creían, pues ella apenas había llegado a la ciudad, había viajado con su madre desde Alemania y aun tenían varios asuntos pendientes respecto a papeleo.

— Oye, espera — le detuvo Leila — yo voy contigo — le sonrió y al instante alzó su bolsa de cuadernos, dispuesta a ponerse de pie.

— Pero, Leila — se quejó Diego mientras la chica se soltaba de su abrazo e iba detrás de la nueva — acabas de llegar.

— Tengo que pedirle prestados algunos apuntes — rió la muchacha con una clara expresión de disculpa. Detrás de ella, Vanessa le miraba con una ceja levantada, claramente extrañada.

Leila y Claire salieron de la cafetería, ésta última estaba muy incómoda, pues no era cierto que debía ir a recoger documento alguno; incluso se preguntaba por qué su compañera de almuerzo se habría levantado tan rápido estando al lado de Diego. La muchacha de ojos grises no parecía inmutarse del extraño ambiente que les rodeaba, pero estaba aliviada de haber podido salir de allí.

— Gracias por dejarme acompañarte — resopló — Diego ya estaba asfixiándome — se quejó, divertida.

— ¿Qué? ¿Entonces por qué aceptaste estar con él? — le preguntó, desconcertada, aunque debía aceptar que no le sorprendía el comentario después de la actitud que había visto hacía apenas unos instantes; aun así, le era difícil ocultar su tono de reproche.

— No lo sé, él llevaba mucho tiempo insistiendo, pensé que tal vez estaría bien probar — se encogió de hombros, era evidente que no le daba mucha importancia — vamos, no he tenido ningún novio desde que entré a la universidad.

— Bueno… — Claire dejó salir una risa nerviosa — pero no creo que sea buena idea jugar con los sentimientos ajenos — Leila no le respondió.

¿De qué hablaba? Se mostraba preocupada por los sentimientos de una persona desconocida cuando su principal prioridad era sacar las calificaciones académicas más altas posibles; no meterse a un juego de re encuentros y problemas amorosos. No, al contrario de lo que le había dicho Vanessa, ella se mantendría al margen de aquella extraña relación, podía molestarle por algún tipo de impulso emocional que tenía; pero eso debía pasar con el tiempo. Aun así, en esos pocos días que pasó en compañía de aquél grupo de gente, fácilmente se dio cuenta de que Martín quería algo con ella y sobre todo que debía cuidarse de Vanessa; a pesar de no haber hablado mucho con ella, se le notaba muy dispuesta a dirigir alguna especie de drama romántico y, según lo que había visto en aquella semana, era ella quien impulsaba a que Leila le diera el sí a Diego.

En aquella tarde, después de que le explicara a Leila que no había papeleo pendiente alguno que hacer y evadiera unas cuantas confundidas preguntas, las dos chicas fueron al salón de clases donde realmente, la muchacha de ojos grises le pidió los apuntes de la clase de la mañana a la que no había asistido. Mientras copiaba, le explicaba el por qué se había quedado dormida; le dijo que sufría de constantes ataques de insomnio, fruto de los traumas que sufrió de pequeña al haber sido víctima de mucho abuso escolar. Claire escuchaba con mucha atención, algo le decía que esa historia la había oído antes, ¿en ella misma, tal vez? No, cuando era pequeña solía ser la típica niña normal que asistía a la escuela, tenía uno que otro amigo y pasaba días pacíficos; mucho antes de mudarse a Alemania donde vivió desde los once años hasta los dieciocho.

Debía aceptar que Leila parecía buena persona y era agradable hablar con ella, aunque también era algo torpe con sus gestos y descuidada con sus pertenencias; sin embargo, aun a pesar de eso, no podía evitar un poco de rencor hacia ella dada su relación con Diego. ¿Tendría razón Vanessa? ¿La atracción entre ellos sería sólo física? Esperaba que esa relación terminase en menos de un mes, pero sí le sería tortuoso ver que ellos comenzaran a quererse de verdad; tal vez lo mejor sería dejar de pasar los recesos y almuerzos con aquellos muchachos que podían haber parecido muy amigables al inicio, pero después de una semana, la situación se estaba tornando un tanto incómoda.

— ¡Ya te dije que no es mi culpa! — Decía Diego, muy molesto ante los reclamos de Vanessa, blanqueó los ojos, muy fastidiado — es ella la que no hace absolutamente nada, yo hice todo lo que pude — estaban en la cerrada sala del centro de estudiantes, los únicos en el lugar eran la susodicha y él.

— ¿Todo lo que pudiste? — La chica rió de manera muy burlona y algo ofensiva — tu relación con ella es tan fingida que me da náuseas, ni siquiera se miran el uno al otro — reclamó con una expresión de incredulidad — mira, si eso es cariño, yo soy la reina de España.

— No entiendo qué es lo que te apura, sólo dame tiempo y ya.

— Ya no hay tiempo, Dieguito, ayer me dieron los resultados de la prueba de embarazo — su voz se tornó más seria y algo temerosa, el joven abrió los ojos de par en par, esperando lo peor — sí, dio positivo.

— Mierda — se llevó las manos a la cabeza y le dio la espalda mientras sentía cómo todos los músculos de su cuello se contraían a la misma vez y estampaba un puño contra la pared, sin importarle que sus nudillos ardieran de dolor — ¡¿cómo rayos vamos a mantener a esa cría?! ¡¿Ya pensaste en eso?! — vociferó sin contenerse.

— Tú no me grites — le apuntó Vanessa con un dedo — que alguien te va a oír — negó con la cabeza en señal de reprobación, Diego apretó los labios viéndole con mucha rabia — yo te dije que usáramos protección y tú no quisiste — él bajó la vista, resoplando — pero desde mucho antes que eso ocurriera ya te había dicho que a Leila le sobra el dinero, tú y yo sabemos que su familia es la segunda más adinerada de México, tú sólo tienes que sacarle unos cuantos pesos, con eso nos bastará.

— Sería mucho más fácil que tú le pidieras apoyo ahora que esperas un hijo, como amiga — el joven se arrojó en el sillón — ¿o sabes qué? Mejor quítate esa cría de encima, me alejo de Leila y todos más felices.

— ¿De qué demonios hablas? — la chica frunció el ceño, incrédula — puedo ser muy fría, incluso puedo burlarme de un niño en silla de ruedas, pero nunca mataría a mi propio hijo, incluso si mis padres me echan de casa — dudó un momento — y creo que lo van a hacer.

— Perdona lo que dije — él se levantó y le abrazó con mucha ternura, algo muy distinto de lo que le mostraba a Leila — pero es que, podrías simplemente pedirle ayuda como amiga, no es necesario que me enrolle con ella, a quien quiero es a ti.

— ¿Y si no me quiere ayudar? No está de más el plan B… — sonrió la muchacha aferrándose a Diego — oye, le gustas a Claire — rió, él levantó las cejas, sorprendido.

— ¿En serio? Vaya, debo decir que me lo esperaba, nos ve raro a Leila y a mí cuando estamos juntos — rió — pero no me vengas a decir que quieres que también seduzca a la chica nueva, no sabemos nada de ella y está becada, no debe tener mucho dinero.

— Si no te lo digo para que le seduzcas — Vanessa blanqueó los ojos — te lo digo para que pienses, si pudiste enamorar a una chica que apenas te conoce, ¿cómo es que no puedes enamorar a Leila?

— Está bien, pensaré en eso — se encogió de hombros el joven, entonces se separó un poco de ella y le vio fijamente con una rara expresión en los ojos.

Si había algo importante en su vida, esa era Vanessa, a quien conoció en la universidad; su relación siempre se había mantenido en secreto. No le importaba nada ni nadie, sólo ella y probablemente el hijo que tendría de él: el hecho de jugar con sentimientos ajenos para sacar algo de dinero le tenía sin cuidado y sería sencillo de hacer; pues haría todo por ella.

— ¿Qué pasa? — le preguntó la muchacha con algo de desdén, también se notaba tensa con todo aquél asunto del embarazo.

— ¿Sabes qué es lo genial de que estés preñada? — Él le sonrió de manera pícara, ella alzó las cejas, algo confundida — lo genial es… que no puedes quedar preñada dos veces — le guiñó el ojo de manera significativa.

— Oh, creo que lo entiendo.

Pero fue acallada por los labios de aquél joven, quien con desesperación, fue empujándole hasta recostarle en el sillón doble color marrón frente al televisor donde en la mañana habían estado jugando aquél video juego de carreras, donde ahora sólo se veía el borroso reflejo de aquella embustera pareja que se deshacía en caricias.

Por tercera vez, la sala del centro de estudiantes sería testigo de la razón por la que Vanessa estaba embarazada de Diego.

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