Raúl 3 (Mayo 2007)
Polvazo dominguero con un tío algo mayor que yo, y con el que empiezo a recuperar una serie de recuerdos olvidados.
Esta historia que os cuento ocurrió hará unos diez años, y es totalmente real, vivida en primera persona…
Aquella tarde de domingo había terminado de comer lo poco que mi estómago me permitió, pues había salido la noche anterior, y cuando bebía alcohol siempre me levantaba hecho una mierda y con mal cuerpo.
Me tiré en el sofá y encendí la tele después de darme una ducha rápida. Casi sin darme cuenta, dos minutos después estaba rascándome la polla y sobándomela un poco. Me puse cachondo al recordar que llevaba sin quedar con ningún tío unos cuatro días.
Desde que me independicé he podido tener sexo libremente en mi casa, en mi cama, cómodamente. No como hasta hacía unos meses, que me tenía que buscar la vida en el coche, ya que con mis padres en su casa no era plan de llevarme a alguien.
Cogí el portátil y lo encendí. Intentaría encontrar a alguno con el que pasar un buen rato, me apetecía, aunque normalmente no me faltaban candidatos y solía tirar de agenda.
Nunca he sido un chico de gimnasio, pero siempre he practicado deporte, por lo que me mantengo en forma. Además, en mi trabajo tengo que subir y bajar cientos de escaleras al día, así que tengo buenas piernas y culo prieto.
Por aquella época tenía veintiséis años. Era fijo en mi empresa, tenía el coche pagado y sabía llevar mi vida. Trabajaba solo de lunes a viernes, por lo que salía casi todos los sábados con mis amigos.
Solía ligar y traerme a algún chico a casa, pero la noche anterior me pasé con el alcohol y decidí dejarlo pasar.
Como muchas tardes de domingo me metí en las páginas de contactos que solía frecuentar para estos casos, y además abrí mi Messenger para ver si veía conectado a algún conocido. Lo mismo que cualquiera hace hoy en día, putizorrear, o buscar, aunque hoy se hace con las app en los móviles, mientras hace diez años se usaban otros medios.
Al rato de estar chateando con un par de tíos, se conectó en mi Messenger uno con el que había hablado solo en un par de ocasiones, nunca había quedado con él.
Me saludó y enseguida me pidió poner ambos las cámaras (webcams) y que nos viéramos. Yo no recordaba ni quién era, así que accedí para ver si lo reconocía. Pero no, cuando vi su rostro supe que nunca lo había visto.
Estuvimos charlando al principio de manera simpática y cordial. Él tendría más de treinta y cinco, por lo que me sacaba unos diez años. Era moreno de piel, y de pelo, y tenía los ojos verdes. Me gustó bastante cuando lo vi. De cuerpo estaba bien formado, se le veía un tío ancho, de brazos fuertes, pero también vi que tenía algo de tripa. Aún así, el tío era tremendamente atractivo. Llevaba puesta una camiseta de tirantas blanca.
Yo estaba en calzoncillos, y él lo vio por la cámara, pero como me mostré de manera natural él no hizo ninguna mención. Soy bastante masculino y mis atributos así lo demuestran. Pareció gustarle también lo que veía.
En cierto momento de la conversación le pregunté que si fumaba, y me contestó que sí, por lo que le hice señas por la cám de manera cómica y le enseñé un cigarro, un librillo de papel de liar y una piedra de hachís con la que me disponía a hacerme un porro.
Con las bromas él me mostró una botella de ron entera y un par de vasos de tubo y me invitó a su casa. También me dijo que de buen rollo, que era por echar un rato con un tío que le parecía agradable y no para sexo explícitamente.
A mí realmente me apetecía, y si luego surgía algo más a mí el tío me ponía, por lo que sería fácil. Me vestí y me dirigí a su casa en poco tiempo, pues vivíamos en una ciudad pequeña y nuestras casas no quedaban muy lejos. Aparqué y llegué a la dirección que él me había dado por el Messenger.
Al tocar el timbre me respondió enseguida, y subiendo unas escaleras llegué al piso más alto.
Cuando me abrió la puerta y le vi me quedé muy tranquilo. Lo que vi en la cámara era real, el tío merecía la pena. Era de mi misma altura, y llevaba la misma camiseta y unas bermudas grises, y marcaba buen paquete. Yo llevaba puesto un pantalón vaquero corto y muy ajustado, y una camiseta. Ambos llevábamos zapatillas de sports.
Los principios siempre eran fríos, y sin embargo Raúl, que así se llamaba el tío, me lo hizo muy ameno y natural, como si fueramos dos colegas que quedaban.
Quizás fui yo el más cortado, no sé si por sacarme él a mí unos diez años y me imponía, o porque él era más extrovertido que yo.
Me enseñó su piso sin llegar a entrar en ninguna de las estancias, y terminamos en una salita que tenía acceso a un balcón amplio que quedaba al aire libre. Allí estuvimos buena parte de la tarde.
Llegué a su casa en torno a las cuatro del mediodía, y en dos horas ya llevábamos 4 porros y había caído la botella entera de ron. Habíamos estado hablando de todo un poco, de su vida, de la mía, riendo y riendo. El caso es que Raúl abrió una segundo botella de ron y volvió a llenar nuestras copas.
Me lié un nuevo porro mientras Raúl empezó a preguntarme sobre sexo, quería saber un poco mi experiencia y demás. Le sorprendí cuando le dije directamente que había hecho menos de pasivo y más de activo, aunque le dije que me consideraba versátil y que me gustaba todo.
Seguimos hablando de sexo, de muchos temas relacionados con nuestras experiencias, hasta que un momento dado me preguntó que si estaba caliente.
Yo quedé callado, sin saber muy bien qué responder, porque el bulto que marcaba su pantalón gris era goloso, pero también parecía enorme y sabía que él era solo activo.
-Porque mira cómo me tienes. –Raúl se sacó la polla y la agarraba con una mano-. Mira, desde que has llegado…
Me miraba con cara de cerdo, con ganas de taladrarme el culo en ese momento. Se agarraba la polla y se bajaba la piel liberando su brillante capullo.
Le miré a los ojos y vi cómo le brillaban debido al alcohol y a los porros. Le di una profunda calada al que tenía en mi mano y luego lo dejé en el cenicero. Expulsé toda la calada y me acerqué andando de rodillas hasta donde estaba él sentado.
-Mira cómo me tienes de caliente, Dani. –Raúl seguía masajeándose la polla, liberando y guardando su capullo en la piel del prepucio-. Ven aquí, chúpamela…
Antes de que yo me agachara, Raúl me agarró por la cabeza y me agachó hacia abajo, atrayéndome hacia su polla. Tuve que abrir mucho lo boca, porque si no hubiera chocado mis labios violentamente con su pelvis. Luego me empujó repetidamente la polla dentro de la boca.
Sentí todo su precum en la campanilla, y en el acto apareció en mi boca aquel característico sabor. No era tan tremenda como había imaginado, era gorda y más larga que las últimas que había tenido, pero me entraba bien por la garganta y la podía mamar entera. La tenía dura.
Cierto es que no me esperaba para nada aquel arrebato de pasión en Raúl, pero al rato de empezar a mamársela se relejó. Me la sacó bruscamente y me cogió de la barbilla atrayéndome hacia su boca. Me metió la lengua en la boca y nos estuvimos besando un buen rato, jugando con las lenguas.
Él se mostraba en todo momento algo dominante, como si estuviera gustoso por manejar el polvo y dirigirlo por donde él quería.
Llevó sus manos a mi entrepierna y empezó a sobármela.
-¿La tienes dura? –Me preguntó mientras me mordía los labios-.
-Sí…
Nada más responderle me desabrochó el pantalón y me lo bajó. Luego me hizo sentarme encima de él teniendo aún mi slip puesto. Se colocó la polla y me la puso contra el esfínter, apretándolo con su capullo y haciéndome sentir la tela en el ojete. Estuvo jugando un buen rato así, mientras yo movía la pelvis y refregaba mi culo por todo el largo de su falo.
-¿Te la clavo? –Me pellizcaba en los pezones, mientras se recostaba en el sofá. Luego me obligó a inclinarme sobre él y me agarró los cachetes del culo con sus manos-.
-¿Aquí? –Le hice señas y le indiqué que estábamos en aquel balcón. No había edificios cercanos que nos pudieran ver a aquella altura, pero a unos cincuenta metros sí que los había, y nos verían desde varias docenas de viviendas-.
Eran casi las siete de la tarde de un domingo de Mayo. Hacía buen tiempo y no hacía frío como para follar a la intemperie a esa hora, pero no era plan dejarte ver en aquella situación, con aquel pollón en el culo.
-Ven, vamos. –Raúl se levantó y cerró unas cortinas, aislando la visión. Luego me cogió de la mano y me llevó al interior de la salita, donde cogimos las copas y la botella de ron, y nos fuimos a su dormitorio-.
Dejamos las copas sobre una cómoda. Estaba algo mareado por el ron, pero estaba como una moto de caliente. Miré a Raúl por detrás. Su espalda era más ancha que su cintura, tenía piernas y brazos fuertes, proporcionados, y podía verle un viejo tatuaje en uno de los gemelos. El tío tenía buen culo.
Me tumbé en la cama boca abajo, mientras Raúl cogía una toalla del interior de un armario y la ponía a los pies de la cama. Giré la cabeza y vi su polla. Babeaba precum. Le mediría unos diecinueve o veinte centímetros, era más gorda que la media, y recta, con buen capullo. Tenía buenos huevos también, y todo recubierto de una buena cantidad de vello, pero totalmente recortado con maquinilla.
Se puso de rodillas sobre la cama, muy cerca de mí, y me cogió la cabeza con sus manos para volver a meterme el rabo en la boca. Lo movía lentamente, dentro hasta la campanilla, fuera hasta que mis labios rozaban y besaban su capullo.
A veces me follaba la boca de manera violenta hasta que me daban arcadas, pero luego me la sacaba y me la hacía chupar despacio. Posteriormente arremetía de nuevo y me volvía a ahogar con su rabo. Mis ojos lagrimeaban, pero yo no cerraba la boca y le dejaba hacer. Me encantaba que un tío así me hiciera aquello. Me ponía muy cachondo que me usaran.
La verdad es que me siempre me había considerado gay, y activo, hasta hace dos años que me follaron por primera vez, y empecé a probar. Hoy, creo que soy algo más pasivo que activo.
Sin aviso ninguno, Raúl paró y fue directo a mi culo. Primero me lo comió, refregándome su barba por el ojete. Luego me escupió un par de veces y metió un dedo. Me masajeó un rato, mientras me chupaba por fuera y lo sacaba y metía de nuevo.
Los porros siempre me habían puesto muy caliente, pero recuerdo perfectamente aquella ocasión, aquel polvo con Raúl.
Hubo un momento que no recuerdo bien, supongo que debido al alcohol, en el que sé que empezó metiéndome aquel primer dedo, pero mi siguiente sensación es la de tener sus cuatro dedos dentro de mí. Y gozarlo…
-¡Oogghh… -Exclamé, salido perdido, mientras apretaba mi agujero y notaba sus dedos moverse-. ¿Cuántos tienes metidos?
Recuerdo que yo estaba tumbado en posición fetal en aquella cama, y él estaba detrás de mí, con su mano metida en mi culo.
-¿Quieres popper? –Me preguntó en el oído-. Te puede entrar entera.
-¿Tienes? –Él asintió, sacando sus dedos de mi interior y yendo al cajón de la mesita de noche. Yo apreté el esfínter, y recuerdo que me sentí abierto. Aún así cogí el popper que Raúl me dio y lo aspiré dos veces-. Nunca me han metido un puño.
-Yo antes te lo he metido. –Me dijo Raúl con cara de pícaro-.
-¿Entero? –No le creí, porque sí sentí dedos, pero el puño no-.
Recuerdo que sentí un calor enorme por el popper, y mi cuerpo se empezó a relajar de repente.
-Ven, pónmelo en pompa. –Raúl me cogió por las caderas y me puso a cuatro patas, yo me dejé hacer-.
Noté como se acercaba a mi agujero, pero no con sus dedos, o con su mano. Me hundió el rabo en seco. Los diecinueve centímetros y todos los que le midieran. Recuerdo que grité con dolor. Él se inclinó sobre mi espalda y me tapó la boca con una mano, mientras me sacaba media polla de golpe.
-¡Ah! Tío… -Me quejé de nuevo con dolor-.
-Shhh, perdona, Dani... –Me dijo en voz baja en el oído-. No creía que fueras tan poco profundo. Lo siento.
-¿No te he dicho antes que he sido activo habitualmente? –Le dije mientras apretaba mi esfínter todo lo que podía. Había sentido un enorme dolor, desgarrador. Sentí que había tocado en lo más hondo de mí-.
Aún tenía media polla abriendo mi culo. Y empujó adentro sin meterla entera. Paró y sacó un poco, y volvió a hundirla casi entera. Supo relajármelo desde aquella primera estocada.
Raúl me demostró tener mucha experiencia. Su polla se movía de manera única. Estuvo mucho rato follándome a cuatro patas, con diferentes ritmos y moviendo la cadera como pocos.
Me hizo sentarme sobre él y cabalgarlo, moviendo mi cadera mientras su rabo llegaba ahora sin dolor a lo más hondo. Me sentía abierto y partido en dos cuando subía y bajaba sobre ella.
Raúl me hacía daño constantemente, dejado llevar por el momento. Era su actitud lo que me ponía muy cachondo y me dejaba permitirle que se pasara del límite en cuanto a juego y placer. Me estrujaba tanto los pezones que en poco se me pusieron morados, y a veces tenía que darle tortas en sus manos, pues me cogía ambos cachetes del culo y me los abría de par en par, estirando tanto la piel que recubre el ojete que me provocaba un intenso dolor.
A veces, Raúl me acercaba a la nariz el botecito de popper, y yo aspiraba. Él aprovechaba esos momento de éxtasis para agárrame por la cintura y empotrarme con la polla, bien dentro y fuertemente, incluso aprovechaba y me metía un par de dedos además de su rabo mientras yo le cabalgaba como nunca le había hecho a ningún tío anteriormente.
Le vi disfrutar al máximo en sus ojos, cuando logró meterme el puño. Me había hecho ponerme boca arriba, con mis piernas abiertas y exponiéndole de frente el agujero de mi culo. Luego me había puesto una almohada bajo los riñones, y gracias al lubricante, consiguió meterme el puño y me folló despacio con él.
Al rato, y cuando le pedí que me lo sacara, Raúl se escupió en la polla y ésta sustituyó a su puño de nuevo. Comenzó a entrar y salir de mí con violencia nuevamente. Le veía la cara, me miraba directamente a los ojos y sonreía. El tío estaba gozando con mi culo.
Se reclinó más aún sobre mí y empezó a comerme la boca. Sus embestidas aumentaron.
Cogió mis pies y se los colocó sobre sus hombros, exponiendo aún más mi agujero a él. Desde esa posición podía ver cómo me la metía una y otra vez, y vi que toda su polla estaba reluciente y brillante por el lubricante, pero también se notaban restos blanquecinos. Me la sacaba completamente, y yo veía todo el capullo empapado. Luego entraba por mi esfínter, y lo sentía recorrerme hasta dentro y dar en el tope.
Me había estado follando el culo a pelo todo el tiempo. Y no sabía muy bien por qué, porque acababa de conocer esa misma tarde a Raúl, pero era el segundo tío en toda mi vida que me follaba sin protección.
Raúl jadeaba fuerte mientras me embestía más y más.
-¿Estás sano? –Le pregunté-.
-Sí, claro. –Me dijo mientras me metía dos dedos junto a su polla. Saltaba sobre mí, golpeando su pelvis contra la mía. Yo no me tocaba la polla, pero sentía un enorme placer venir-. ¿Quieres dentro la leche? ¿Te preño?
-¡¡Síiiii!! –Le pedí, y le miré a los ojos-. Llénamelooooo…
En ese momento exploté. Hasta siete chorros vi salir de mi rabo. Él sonreía, pero enseguida me la hundió fuerte, dejándose caer sobre mí, y terminando sus últimas embestidas.
-Aagghh… -Se corrió dándome varios empujones-.
Me noté el culo húmedo, y vi su cara sonreír mientras me lo miraba.
Terminamos entre risas. Algo más tarde me vestí, y él también. Miré el reloj y eran casi las diez de la noche de aquel domingo. Nos despedimos y me marché.
Creo que ha sido uno de los mejores polvos de mi vida, a pesar de que este polvo fue el tercero que Raúl y yo tuvimos, eso sí… Sin que yo, siquiera, recordara los otros dos primeros. Al menos hasta ese momento. Si queréis saber más sobre Raúl y yo, hacédmelo saber.
Un saludo a todos.