Rareza (I)

Álex, la tierna hermafrodita, sigue superando los complejos de la mejor forma... ¡¡¡Experimentando!!! La serie contiene Filial, Lésbico, Gay, Erotismo y amor, Primera vez,... ¡¡¡Variedad!!!

Capítulo 2 : Mis complejos y yo pasamos a mejor vida

Hola. He vuelto para contaros otro capítulo de mis inicios en la vida en la que estoy inmersa. Antes os puse en antecedentes de mi "particularidad" y de todos los problemas que esto produjo en mi familia. Ésta se había visto mermada por la pérdida de mi padre en un accidente cuando ya no vivía con nosotras pero fue igualmente dolorosa. Ese fue el detonante, según os conté, por lo que mamá y yo estrechamos mucho los lazos. Y quizá fue demasiado porque esto llevo a que hiciéramos el amor las dos en las dos facetas de mi sexualidad.

Para los que no me recuerdan o no leyeron mi anterior relato, aquí os dejo el link para que lo podáis leer.

http://www.todorelatos.com/relato/119657/

Contaros que después de este estreno a lo grande, cambié de forma de ser de una forma brutal. Todos mis esquemas e ideas preconcebidas habían caído como un castillo de naipes en una tormenta de arena. Todo lo que antes me cohibía y me retraía frente a los demás había pasado al recuerdo gracias a la demostración de mamá que me hizo ver que podía ser  la persona que decidiera y no estar influida por las características de mi cuerpo. Además éste pasó a ser un elemento grandioso para proporcionarme placer y disfrutarlo plenamente.

Desde ese día empecé a hablar mucho con mamá. Ésta me contaba todo lo referente al sexo sin cortarse para nada ni irse por las ramas. Además estuvimos repasando muchos informes médicos de toda la vida para repasar la información en ellos contenida y saber a qué enfrentarme conmigo misma.

En estos informes estaba detallada toda mi anatomía interna, los órganos existentes, los ausentes y los compartidos. Por ejemplo, deciros que no sólo el clítoris no está. Mi próstata es de características femeninas pero conservando la funcionalidad de permitir a mis existentes vesículas seminales (responsables de mis eyaculaciones masculinas) vaciar su carga en el orgasmo. Los testículos los tengo como cualquier mujer, es decir, bastante atrofiados, sólo que en mi caso sí tienen una mínima funcionalidad que me proporcionan y poco más de testosterona a mi cuerpo, ayudando a mi pene a excitarse y endurecerse al empalmarme pero para nada más. Gracias a eso me libré de tener demasiado pelo como los osos de los hombres.

Otros órganos ligeramente tocados son mis ovarios. Son plenamente funcionales pero los óvulos de mi cuerpo no son viables, lo que me hace totalmente imposible quedarme embarazada. Aparte de eso, vagina y úteros son normales (sí, para mi desgracia no me libro de sufrir la regla). El resto de mi cuerpo es funcional, estética y hormonalmente femenino salvo por lo ya descrito.

Poco a poco, entre las charlas y mis propias vivencias me solté de forma definitiva. Incluso con el sexo. Si bien con mamá nunca jamás volvimos a  tener relaciones, ella me instruyó en el mundo del placer onanista para conseguir satisfacerme y, de paso, mejorar mi propia aceptación. Descubría todas y cada una de las distintas variantes de placer que mi cuerpo me daba y me dediqué con fervor a explorarlas. Vaya, dicho de otra forma, me volví una salida y una pajillera insaciable... toda una viciosa guarrilla, jejeje. ¡¡Y cómo lo disfruté, ostras!!

Por este cambio de personalidad, al volverme mucho más abierta (y no me sean mal pensados) empecé a tener más amigos en clase. Además me apunté a un gimnasio para tonificar el cuerpo y hacer un poco de ejercicio. Aprendí a esconder bien mi pene (al estilo de las travestis) y empecé a usar ropa deportiva que, no sólo marcaba mis formas sino que resaltaba (y en ocasiones mostraba) mi cuerpo. Me hacía gracia cómo me miraban el culo cuando creían que no me daba cuenta (aprovechaba la pantalla apagada del móvil como espejo para vigilar mi retaguardia) y cómo babeaban cuando, fingiendo disimulo, me metía las manos por el mallot para subirme las tetas y colocarlas en su sitio después de trotar en la cinta.

Jajajaja... Más de uno se volvió estrábico e incluso, a otro chaval, se le cayó una pesa en el pie cuando saqué culazo fingiendo colocarme la pernera de las mallas, agachándome sin flexionar las rodillas. Me lo pasaba en grande poniendo a los chicos nerviosos. Si ellos supieran...

Huelga decir que todo esto me ponía cachonda como una perra y las sesiones masturbatorias que me dedicaba eran, en una palabra, memorables. A falta de un consolador como el de mi madre (me daba todavía un poco de apuro cogérselo y más aún hacerme con uno) me hice con un pequeño calabacín de tamaño similar y tacto liso y, embadurnado de aceite, me follaba con él hasta casi mearme. Después terminaba con una paja en mi polla que ya me dejaba totalmente saciada y reventada. ¡Qué bien que dormía esos días!

Pues en uno de los grupos en los que me acoplé conocí a Marina. Es una chica que también era un poco cortada en cuanto se hablaba de cuerpos. Y es que podía ver en ella los mismos complejos que yo tenía muy recientemente. No es que fuera fea, todo lo contrario. Rubia de pelo ondulado, boca preciosa de dientes níveos y unos ojazos azules aguamarina (desde luego el nombre parecía puesto adrede para que fuera acorde al color de los ojos). Todo esto hacía que resultara muy guapa de cara. Su problema era que tenía tendencia a tener algunos quilos de más. Siempre estaba a dieta y, cuando decíamos de tomar algo, se cortaba de forma clara. Siempre con cosas light, se veía en su cara el deseo de tomar cosas "prohibidas" en su dieta.

Para mí, pensaba que exageraba bastante. Cierto es que no tenía el cuerpo de otras pero, su constitución era fenómena. Los quilos de más los tenía perfectamente repartidos por su cuerpo. Las tetas eran grandes, el culo redondo y las piernas fornidas (no fofas). Lo que los chicos llaman una jamoncita deliciosa, vaya. Yo creo que esas medidas 100–70–95 la hacían una mujerona muy deseable para la mayoría de los hombres (aunque claro que siempre hay algún hombrecito gilipollas dispuesto a hundir el ánimo de otros). Yo me la imaginaba como compañera perfecto de algún hombre alto y grande que le hiciera juego.

Pero bueno, Marina se veía así y aspiraba a tener un cuerpo como el mío,  un poco más delgado y eso la ponía sensible. Pero cuando se olvidaba de eso, era una tía divertida y encantadora que podría competir con cualquier otra del grupo.

Quizás por esa empatía surgida por la comprensión, me junté mucho a ella y en apenas tres meses nos hicimos muy amigas. Quedábamos para salir a pasear, de compras, tomar algo y, por supuesto, con la pandilla. En esos meses aún no me había surgido la oportunidad de decirla mi condición. Pensé que debía decírselo si quería mantener con ella una buena relación. Pero tampoco iba a forzar la situación por lo que esperaría a que se diera por ella sola. Y efectivamente eso ocurrió más o menos un mes después.

Estábamos Marina y yo en mi casa después de clase, tomando un refresco (no digo marcas que no me subvenciona ninguna, :–P) y hablando de lo habitual: las clases, los chicos, sacando los ojos a alguna/s "amiga/s" cuando se dio esta conversación.

– Claro. Para tí es fácil Álex. Tu no tienes que estar compitiendo contra todas para intentar llevar a tu terreno a algún chico. Cualquiera que te vea te dirá que estás muy buena y querría salir contigo. Pero yo tengo más limitaciones para eso.

– Venga, que tampoco es para tanto. Lo que te pasa es que estás demasiado acomplejada y te ves mucho peor de cómo eres. Tienes un cuerpo exuberante que gusta a muchos. Pues no veas cómo te miran a veces que parecen lobos afilándose los dientes.

– Ya... lo que miran son las tetorras que tengo que parece que no comieron de sus madres de pequeños y andan con complejos de mamones. Además, con el atajo de salidos que hay no hace falta más que enseñar canalillo para que vengan babeando, jajaja –¿veis? cuándo se distrae se relaja y hace bromas y todo.

– Tú misma lo dices. Si quieres ligar no tienes problemas.

– Sí Álex, pero no quiero que se me acerque un tío, me folle y luego a otra cosa. Además que luego cogería una fama de puta de aúpa porque, ¿qué tío no andaría por ahí diciendo lo que me ha hecho, como son las peras de la zorrona y todo eso? Yo quiero un tío que me quiera estar conmigo, que me ame, me respete casi siempre y que no me respete nada cuando me ponga mirando a Cuenca.

– Pues no le des vueltas. Seguro que, tarde o temprano, encontrarás tu media naranja. No tienes que darle vueltas... Más fácil que yo seguro que lo tienes. –esto último se me escapó bajito porque era algo para mí, pero ella me oyó.

– Si claro. La gordita pillará y tú no... Como eres tan esperpento, ¿verdad?. –dijo con un poco de muchísimo retintín.

– Pues aunque no te lo creas, seguro que encontrarás al hombre definitivo de tu vida antes que yo. El mío tendría que ser tan especial como yo. –lo de especial lo dije con el mismo tono que ella y claro, se picó...

– ¡Oh! Pobrecita. La que se va a quedar a vestir santos. Si es que es la maldición de las que están buenas, que tienen que encontrar a un adonis para que las haga juego.

– No es eso. Yo me conformo con cualquiera que me acepte tal como soy y...

– Claaaaaaro. O sea que ahora yo soy la deseada y tú la solitaria, ¿no?

– No te pases Marina que no sabes de lo que hablas. Yo sí tengo problemas reales para que me acepten y mucho mayores que las estupideces por las que te haces tú de menos y te lo demuestro cuando quieras.

– ¡Pues cuando te de la gana! No te jode la tía ésta ahora.

– Te lo repito, Marina. Te estás pasando y no tienes ni puta idea de nada. –como veis me había puesto ya de mala ostia y todo la tonta esta. Pensaba mandarla un torpedo a la línea de flotación para que espabilara

– Pues venga, a ver... ¡Ahora es tan buen momento como otro! Demuestrame que estoy equivocada.

– VALE. Pero lo vamos a hacer juntas. Nos desnudamos las dos y luego comparamos lo de cada una... si es que te atreves, claro. –reconozco que ahí usé el tono de más mala leche que pude para conseguir enrabietarla, cosa que hice a la primera.

– ¡¡¡VENGA!!!

Y tras este grito se empezó a desvestir, quitándose la cazadora y la camiseta que llevaba. Y era cierto lo de sus tetas. La pobre tela del sujetador que apenas conseguía sujetar sus perolas estaba tan tirante como la cuerda de una ballesta. Yo decidí no quedarme atrás y me saqué también la camisola que llevaba puesta, quedando mi pechos al aire ya que, al entrar en casa, me había librado de él para estar cómoda un rato. Vi que se mordía ligeramente el labio con un cierto gesto de rabia al ver mis pechos, redonditos y desafiantes a las leyes de la gravedad. Enfurruñada cogió con fuerza los laterales del pantalón que llevaba y se los bajó del tiron, mostrándome el culo y las piernas al haberse dado la vuelta.

– ¿Qué? ¿Igualitas somos, no? Ay, ¡perdón! Que yo soy la guapa, que se me había olvidado. –estaba realmente picada conmigo y de qué forma. Y yo, como tampoco estaba muy tranquila que se diga, decidí darla con todo en los morros.

– Pues mira a ver si ves algo que no pueda gustar a los chicos.

Y diciendo eso me despeloté del todo, eso sí, teniendo precaución de esconderla la polla de momento dándola la espalda. Vi que me miraba también el culo y, cuando estaba a punto de abrir la boca para decirme, seguro, alguna otra bordería, me giré ensenándola mi masculino atributo. Puedo decir que si no hubiera estado enfadada me habría partido de risa por la cara de susto que puso.

– ¿Qué? Seguro que cualquier chico al verme le va a dar un morbo que te cagas la posibilidad de que, cuando esté despistado, le meta esto por el culo. ¿Qué apostamos?

– Pe, pe, pe... Si, si... –Marina se había quedado totalmente bloqueada. Sólo tartamudeaba, me miraba a los ojos, miraba la polla y vuelta a empezar.

– A ver. ¿Tienes ahora narices de seguir afirmando que yo lo tendré más fácil que tú? A ver... ¡¡¡dime, cooooñoooooooo!!!

El grito que la metí tuvo la virtud de desbloquearla lo justo para que reaccionara. Se sentó sobre la cama (creo que de no haberlo hecho se habría caído de culo) y clavó por fin su mirada en mi cara, dándose cuenta del cabreo que llevaba.

– Pero Álex, ¿cómo te has hecho eso?

– ¿Perdón? –ahora sí que me quedé a cuadros yo, lo que relajó mi cabreo un poco– ¿A qué te refieres con que cómo me hecho esto? ¿Crees que me lo he puesto yo?

Una chica no tiene... eso. –lo señaló sin atraverse a llamarlo por su nombre.

– Pues siento desilusionarte pero no me lo he puesto por gusto. Nací así.

– Pero,... no lo entiendo. ¿Cómo... es eso... posible. Es imposible, ¿no?

Resumiendo, la conté todo lo referente a mi anatomía. Según hablaba ella iba pasando de la sorpresa al asombro por lo raro del tema. La conté lo que dijeron los médicos, los problemas de mi niñez, todos los traumas y problemas que mi condición había generado en mí y en mi familia. También la conté que todo el retraimiento que había vivido y que había superado recientemente y que precisamente eso me hacía comprender, en parte, sus complejos. Pero que si yo había logrado pasar página y empezar a relacionarme y superarme como cualquier otra, ella también podía. Lo que no me pareció oportuno fue contarle que el mecanismo de superación fue como fue y que, además, la responsable había sido mi propia madre.

– Joder, Álex. ¡Qué fuerte! Siento mucho que lo pasaras tan mal. Si hubiera sido yo no habría podido con ello, ¡fijo!

– No Marina. Tarde o temprano lo harías porque no te quedaría otra. Como me ha pasado a mí. Lo que quiero saber es cómo llevas lo que acabas de saber.

– No tengo ni idea. Me tienes tan flipada que no sé ni lo que pensar.

– Ya. –bajé los ojos con un poco de tristeza. Había apostado a que no me rehuiría y parecía que había fallado.

– Tía, ¿a ver qué te esperas? Reconoce que esto deja flipado al más pintado.

– Bueno, sí. Pero por favor, aunque no quieras volver a quedar conmigo, te ruego que no lo digas por ahí. No quiero volver a pasarlo mal ahora que remonto la cabeza.

– ¿Pero qué coño dices? Aaaah –me hizo levantar la cabeza y me encontré con una mirada dulce– ¿Crees que voy a pasar de tí? Tranquila, que no es eso. Lo tuyo es muy fuerte pero has confiado en mí para sincerarte y, tal como yo lo veo, es un gran voto de confianza que me das y esto es algo que sólo se puede contar a las buenas amigas por lo que... ¡gracias por la confianza!

Me dio un dulce beso en la mejilla que hizo que me ruborizada. Bueno, por el beso y porque clavó sus enormes tetas contra las mías (seguro que ya habíais olvidado que ambas seguíamos desnudas). Apoyé la cabeza sobre sus hombros y exhalaba aliviada. Ella me acariaba la espalda en un roce de cariño del abrazo consiguiendo que me relajara.

Un rato después nos sentamos y empezamos a charlar de forma menos inocente. Me empezó a preguntar (porque me reconoció que la comía la curiosidad) por el funcionamiento de mis sexos... de ambos. Alucinó cuando la dije que era capaz de disfrutar con los dos, tanto penetrando yo como que me penetraran. Ella, un poco cohibida, me reconoció que aún era virgen y que estaba deseando ya probarlo, que la picaba el gusanillo. Hablamos sobre ello, de como fue mi primera vez (como mujer) y que cómo era, que si dolía la primera vez y esas cosas. La conté que a mí me llevaron casi al límite y que, posiblemente por eso, no lo noté tanto.

– Jo, ya me gustaría a mí que fuera como contigo. Por una parte tengo ganas pero también miedo porque llevo muy mal lo del dolor.

– Sólo tienes que abandonarte y confiar que la persona en la que confíes, valga la redundancia, sepa ponerte en el estado adecuado.

– Aatchís... Uy, tengo un poco de frío. Me mola esto de estar desnudas pero tengo un poco de frío. Si no te importa me voy a vestir. Además es tarde y me tengo que ir.

– ¡Ostras! Es verdad. Mi madre está a punto de llegar.

Nos vestimos y la acompañé a la puerta donde la di un gran y fuerte abrazo. Estaba contenta porque había confiado en ella y no me falló. Cuando se apartó para irse la vi un poco ruborizada pero, riendo, me dijo que era una tonta y con una carcajada abrió la puerta y se fue al ascensor mientras me sacaba la lengua. Me hizo gracia es gesto infantil, la verdad.

Pasaron unas semanas en las que Marina y yo nos hicimos ya oficialmente inseparables. De hecho, muchas veces si querían algo de ella y no la encontraban me llamaban a mí. Éramos como el Yin y el Yan. Imposible pensar en una sin la otra pegada.

Una noche de sábado quedé con mi madre en pasar la noche en casa de Marina que se iba a quedar sola. El plan era hacer una especie de fiesta de pijamas pero poco inocente. Quedaríamos con la panda para salir hasta las tantas y luego dormir solitas hasta que nos echaran de la cama los antidisturbios. Y eso hicimos. Nos los pasamos genial. Bailamos como peonzas, nos reímos como locas e incluso nos tomamos un par de cubatas (nos los pasaron unos chicos del grupo que eran mayores) no muy fuertes, Malibú con piña para ser exacta, pero que nos pusieron a tono a lo bestia.

Llegamos casi a las cinco de la mañana (recuerden que aún no teníamos ninguna los 18) que para nosotras era todo un logro. Cuando nos metimos en la habitación nos molestaba toda la ropa y nos desnudamos las dos quedándonos sólo en braguitas yo y en un tanga súper incitante Marina que la quedaba de muerte. Eso me hizo hacer el siguiente comentario.

– Joder tía, ¡qué cuerpazo te gastas!

– Anda ya. Tú si que tienes un cuerpo espectácular.

– Vamos a ver Marina. Yo tengo un cuerpo esbelto y tú lo tienes voluptuoso pero, si quieres, te puedo conceder que las dos tenemos un cuerpo espectácular.

– Jo, tía, ¿de verdad lo crees? Crees que soy bonita.

– Marina, te lo voy a decir de otra manera. Si fuera un tío ya me habría intentado enrollar contigo.

– ¿En serio? ¿Lo dices de verdad? Piénsalo bien, porfi...

– No me hace falta pensarlo. Cualquiera te pillaría por banda y te follaría hasta reventar. Ya te he dicho muchas veces que no estás tan mal como tú te crees y que tu cuerpo es delicioso.

– ¿Y lo harías? ¿Me follarías?

– ¿Pues no te lo acabo de decir, coño? Pues claro.

– No tía... Lo digo de verdad. ¿Querrías follarme tú?

– ¿Cómo? ¿Me estás pidiendo lo que creo que estás diciendo?

– Sí Álex. De verdad. Tú misma me has dicho que crees que podrías ser bisexual ya que disfrutas con los dos, –(eso era verdad, ya lo habíamos hablado)– y a mí me da un poco de miedo para la primera vez hacerlo con un chico. Sin embargo tengo confianza ciega en ti. Por eso te pregunto, ¿quieres ser tú mi "primer chico"?

Marina me miraba con cara de corderita degollada de tal manera que me dio lástima. También es cierto que sabía que ninguna de las dos estábamos borrachas por lo que decía era totalmente consciente, aunque seguramente la habría hecho soltarse. Y lo cierto es que, como ya he dicho, Marina me parece una tía cañón. Con todo esto me di cuenta que me estaba empezando a excitar. Tanto mi pene empezaba a coger forma como un conejito se empezaba a humedecer ante la perspectiva de follar con Marina. La miré a los ojos durante un minuto, más o menos, y como contestación me acerqué a ella y la di un beso en la boca, tierno pero decidido y definitivo. Marina cerró los ojos, se abrazó a mí y colaboró en el beso. Aún sin jugar con las lenguas el beso fue bastante apasionado.

Nos tumbamos sobre la cama sin parar de besarnos desnudándonos por entero. Marina acarició mi polla con mimo, como calibrándola a ver cómo evolucionaba. Suspiró en mi boca al notar que ya estaba dura por completo. Movía la mano de arriba a abajo, tallándome el miembro en una tranquila y placentera paja. Después de un rato en el que veía que me estaba gustando demasiado, me libré de su boca y fui bajando por su cuerpo, dándola besitos, hasta llegar a sus tetazas, metiéndome sus pezones alternativamente en la boca para jugar con ellos, chupeteando y rasguñándolos con los dientes, algo que vi que la hacía suspirar más fuerte. Luego me reconoció que sus tetas siempre han sido muy sensibles.

Me entretuve un rato mamando de sus pechotes mientras la acariciaba desde la barriga hasta el culo pasando por su empapada vagina que estaba esperando mis caricias. Cada vez que tocaba su clítoris se estremecía sobre la cama. Seguí bajando los besos en dirección a su intimidad hasta que llegué a su depilada entrepierna, oliendo su aroma de mujer excitada. Había estado viendo con mi madre varias películas porno en la que me mostró muchas maneras de ver y practicar el sexo, diciéndome cuáles eran más reales y separando las meramente acrobáticas del género por lo que sabía perfectamente cómo comer bien un coño (al menos en teoría).

Empecé a pasar mis labios contra sus labios vaginales, como si la besara, pero sin entrar aún más internamente, calentándola con ello. Recorría desde la parte superior hasta el ano, dejando un rastro de humedad por toda la zona. Cuando me decidí a meter la lengua más internamente, metiéndola en su cálido coño y estimulando su íntimo botón fue cuando se volvió loca. Jadeaba como un caballo al galope, sujetando mi cabeza en un vano intento de evitar que me quitara. Acariciaba con mis manos su jugoso culete, el cual me sorprendió por la tremenda dureza que tenía, y ayudaba a mi lengua con caricias en la ingle a la vez que mi la comía todo el chocho incrementando sus sensaciones.

No me di cuenta de nada y su orgasmo me sorprendió. Dando un grito colapsó dando culetazos sobre la cama. Por un momento tuve incluso miedo de que me echara de la cama y todo por la violencia de sus convulsiones. Dejé que descansara un poco (y de paso también mi lengua) y me tumbé junto a ella. Momentos después abrió los ojos (los había tenido cerrados todo el tiempo) y me miró agradecida.

– Ostias tía... ¡qué corrida me acabo de pegar! Ha sido la más fuerte de mi vida.

– Vaya. Me alegro. Pero sabes que aún no hemos acabado, ¿verdad?

– Cuento con ello. Estoy berraca perdida. Quiero que me folles ya.

– A sus órdenes. –dije con una sonrisa.

Me puse sobre ella bien acoplada entre sus piernas, colocando la punta de mi miembro sobre su cálida y mojada intimidad. Para ponerme un poco a tono empecé a mover mi miembro sobre su raja, acariciando su repuesto clítoris, arrancando de nuevo jadeos y suspiros en Marina. Estuve un poco así hasta que creí llegado el momento. Ante mi muda pregunta Marina asintió, cerrando los ojos. Empecé a puntear sobre su vagina, metiendo un poco nada más el glande dentro de ella. Noté su velo interior y empecé a hacer como hizo mi madre, ir apretándolo poco a poco, follándomela un 'poquito'. Veía que estaba tensa por eso hice ese jueguito.

Cuando vi que estaba distraída (o relajada) empujé con mi polla hacia su interior, despacio pero hasta todo lo dentro que pude llegar cuando mi pubis chocó con el suyo. Apenas hizo un mohín pero sí se quedó un poco tensa. Esperé un poco a que pasara el trago y comencé con el movimiento propio del coito de forma lenta pero profunda. Poco a poco empezó a jadear de nuevo al ritmo de mis empujones. Procuré no dejarme llevar y seguir así puesto que parecía que la gustaba más.

– Ufff. Más... mássss.

– ¿Estás bien? ¿Te molesta algo?

– ¡Joder! Estoy en la gloria. Fóllame más fuerte, joder. ¡¡¡Daaaaaaameee!!!

Dicho y hecho. Subí el ritmo hasta donde llegué, dándola con todo lo que tenía. Su respuesta fueron aullidos de placer y contracciones vaginales. Estuve así como unos cinco minutos en los cuales tuve que parar mi propio orgasmo todo lo que pude. Pero Marina no tenía ese problema y ya se había corrido otra vez e iba en busca del tercero. Éste llegó cuando yo ya no pude más y empecé a correrme en el fondo de su vagina. Ella, al sentir mis chorros dentro, fue cuando llegó al ansiado tercer orgasmo, chillando las dos de puro placer y con los cuerpos agarrotados por las sensaciones.

Caímos juntas en la cama, poniéndome yo a su lado para no incomodarla. Empecé a pensar más fríamente sobre lo que había hecho. ¡Me había follado a Marina y. no solo eso, sino que yo había sido su "primer hombre". Le di vueltas a lo que había oído contar en alguna ocasión de chicas que se habían obsesionado con su primera vez, con el chico con el que había sido, algunas incluso lamentando el hecho en sí por haber sido de una o de otra manera,... Esperaba que Marina no se rayara por lo que habíamos hecho y que no se jodiera la relación que teníamos porque me dolería perderla por un polvo... Me reí mentalmente. ¡Seguro que todo esto que me pasaba por la cabeza no lo haría por la de ningún chico! En fin, que como tampoco podía yo realmente hacer nada en especial decidí esperar acontecimientos. Estos fueron al día siguiente porque, tras el bajón de sensaciones y la noche movidita que habíamos tenido, caímos las dos fundidas en los dulces brazos de Morfeo.