Raquel y yo (6)
Continuación del trío entre Fran, Raquel mi mujer y yo...
Antes de dirigirme al dormitorio me acerqué a la cocina y saqué una botella de cava del congelador, y tomando tres copas y una cubitera me encaminé hacia el dormitorio. Raquel y Fran ya se habían tumbado en la cama y se estaban besando mientras él extendía el poco semen que quedaba sobre sus tetas con la yema de los dedos. Al entrar y verlos carraspeé un poco para llamar su atención y tuve que hacerlo una segunda vez antes de que levantaran su cabeza y me miraran. Les enseñé la cubitera y tendiéndoles las copas se sentaron en la cama. Raquel descorchó la botella de cava y nos sirvió a cada uno una copa.
Por nuestro encuentro brindé yo.
Por tu mujer, y por ti. brindó Fran.
-Por el sexo. sentenció Raquel
Y bebimos el cava, tirados desnudos sobre la cama iluminada por las velas mientras en el comedor todavía sonaba la música en el equipo. Y charlamos y bebimos durante largo rato, con extraña pero reconfortante familiaridad hasta que la botella se vació y nuestras copas se agotaron dejándonos una maravillosa sensación de paz. Raquel estaba echada de lado sobre la cama como una moderna maja desnuda, con la cabeza apoyada sobre la mano mientras con la otra acariciaba su pelo en un sensual gesto, y al hacerlo sus pechos se elevaban, tensos y desafiantes confiriéndole un aspecto realmente encantador. Fran sentado a su espalda en el borde de la cama tenía una mano sobre la cadera de mi mujer y suavemente la acariciaba recorriendo un lento camino entre su cintura y su culo, y yo miraba embobado el bello aspecto que ambos presentaban. Fran, con su ondulado cabello rubio y su aspecto vigoroso, mirando embelesado a Raquel con sus tímidos ojos azules, y ella, sus suaves curvas trazando un ondulado perfil sobre sus opulentas carnes, los ojos semicerrados y una expresión en su rostro de una impresionante belleza. Si Goya levantara la cabeza y decidiera volver a pintar, estoy seguro que mataría por una mujer así.
Nuestras voces se fueron apagando al contrario que las caricias sobre la tersa piel de Raquel, que cada vez abarcaban más extensión, explorando cada vez más allá de sus caderas. Yo me había medio tumbado frente a ella y acariciaba sus pechos sin dejar de mirarla a la cara mientras la mano de Fran recorría un largo y sinuoso camino entre la cintura y el muslo, que a veces se desviaba pasando por su abultado vientre, rodeando el ombligo y rozando a continuación con la yema de los dedos el encrespado vello púbico. Ella permanecía con los ojos cerrados sin moverse, disfrutando del tacto de nuestras manos sobre su cuerpo, la boca entreabierta, su pecho ascendiendo y descendiendo al compás de su respiración, que poco a poco, muy lentamente y de forma casi imperceptible, iba haciéndose más irregular al tiempo que apenas audibles gemidos escapaban de entre sus labios.
Fran se tumbó a su espalda y se arrimó contra ella, estrechándola con fornidos brazos, posando sus manos sobre los pechos de ella que rebosaban entre sus dedos. Con un sensual y erótico movimiento de su mano ella apartó el cabello que caía sobre su hombro ofreciéndole el cuello que él enseguida devoró con pequeños mordiscos. Yo ahora no podía acariciar sus tetas, que pertenecían a Fran quien las masajeaba como si quisiera moldearlas entre sus dedos, así que puse mi mano sobre la cadera de Raquel y la deslicé hacia atrás, hacia sus nalgas, de carnes prietas y duras a pesar de su tamaño. Ella había comenzado a moverse lentamente restregándose contra Fran y enseguida logré averiguar la razón, ya que al coger una de sus nalgas entre mis dedos percibí el duro roce de la erecta virilidad de Fran contra mi mano. Me pegué bien a Raquel entrelazando mis piernas con las suyas y la besé en los labios mientras sobaba apasionadamente sus glúteos, que seguían moviéndose rítmicamente restregándose contra el cuerpo de él. Sobre mi pecho notaba los dedos de Fran interponiéndose entre mi piel y los pechos de Raquel, al igual que mi mano se debía interponer entre su culo y su polla, lo cual no le impedía restregarla con fuerza, oprimiéndola contra el dorso de mi mano.
Yo a mi vez restregaba mi ya erecta polla contra el vientre de Raquel, que respondía con pasión a mis besos y caricias introduciendo su lengua en mi boca, restregándola contra la mía y acariciándome la cara con la punta de los dedos, hasta que de repente se apartó de mí con cierta brusquedad, y extrañado abrí los ojos para ver con sorpresa que Fran la había cogido por la cintura y la había obligado a arrodillarse. Él mismo se había arrodillado frente a ella, con la rígida verga frente a su cara, y sosteniendo entre sus manos la cabeza de ella le dijo con tono brusco en el que se percibía su enorme grado de excitación.
- Venga, va le dijo-, chúpamela para que pueda metérsela por el culo a Javier. Es eso lo que quieres, ¿no? ¿No deseabas verme reventándole el culo?
Y diciendo esto empujaba su cara hacia la imponente verga que palpitaba frente a sus ojos.
- Espera un momento le dijo Raquel-. Ponte un condón
Y antes de que él pudiera alargar la mano hacia la mesa de la noche sobre la que estaban los preservativos, yo ya había cogido uno y aparté un poco a Raquel para poder colocarme frente a Fran.
- Deja, ya se lo pongo yo le dije con voz entrecortada por el deseo y por la idea de sentir aquella polla taladrándome el culo.
Y colocando mi mano sobre ella cerré los dedos sobre aquel grueso tronco, duro y caliente, que se tensó inmediatamente al sentir el contacto. Deslicé la mano suavemente a lo largo de aquella maravillosa extremidad sintiéndola palpitar, como si tuviera vida propia y luego la volví a bajar con cierto temor, ya que yo estoy acostumbrado a tocar la mía propia, pero no la de los otros. Pero escuchando el pequeño suspiró que salió de sus labios me animé y comencé a masturbarle sin prisas. Era curioso, sentir esa polla en mi mano, como si fuese la mía pero sin disfrutar yo mismo de la paja. Aunque no se puede decir que yo no disfrutara, porque la verdad es que me estaba excitando sobremanera al sentir como aquel trozo de carne vibraba entre mis dedos, cómo se deslizaba su piel a lo largo del tronco, arrancándole a cada sacudida un nuevo gemido. Y si no hubiera sido por Raquel que permanecía expectante a mi lado mirando con concupiscencia aquella verga que ansiaba meter en su boca, habría continuado masturbándole hasta conseguir que se corriera. Pero renunciando a mi más inmediato deseo, saqué el condón de su envoltorio y se lo coloqué.
Tan pronto lo hube hecho, Raquel me apartó a un lado y sin titubeos se la metió en la boca. Yo me aparté a un lado y volví a disfrutar del espectáculo de mi mujer haciéndole una mamada a otro hombre. Tras unos instantes en los que me dediqué a observar cómo aquella polla entraba y salía de la boca de Raquel, mi vista se dirigió entonces a sus pechos, que colgaban como dos enormes bolsas, moviéndose suavemente cada vez que ella se la tragaba. Luego mi mirada recorrió la delicada curvatura de su arqueada espalda hasta llegar a su soberbio culo, amplio y grueso, de redondeados mofletes, sostenido por las dos recias columnas de sus muslos. Ante aquella tremenda visión no pude hacer más que acercarme a la mesa de noche y coger el tubo de gel lubricante, del cual eché un buen chorro en el llamativo culo, y sin más preámbulos me arrodillé tras Raquel entre sus muslos y agarrándola por la cintura y de una sola embestida se la metí hasta el fondo.
Ella gimió al sentirse penetrada y como hace siempre que follamos en esa postura comenzó un suave movimiento de vaivén de adelante hacia detrás. Y si la visión de ella a cuatro patas con el culo abierto y la polla entrando y saliendo de él ya bastan para ponerme a mil, imaginaos cómo estaba yo al verla además moviendo la cabeza de arriba abajo para chupársela a Fran, que gemía cada vez que ella bajaba la cabeza.
Y si no hubiese sido por él, que de repente se apartó, llevándose consigo a Raquel, me habría corrido en dos o tres embestidas más. Y es que cuando se la meto en el culo a Raquel soy incapaz de controlarme y no aguanto más que unos pocos embates al estrecho agujero, y eso a pesar de haber mejorado respecto al primer día que lo hicimos, que fue meterla, dar dos sacudidas y correrme.
Como os digo, Fran se apartó, y Raquel se apartó con él, sin dejar de chuparle la polla, y me dejó ahí de rodillas, empalmado y a punto de correrme, todavía agarrado al vacío que había dejado. Y en esos momentos me entraron unos celos terribles. A pesar de lo mucho que había disfrutado viendo como Fran se follaba a mi mujer, verla salir corriendo detrás de esa polla dejándome tal y como me había dejado no me pareció nada.
Raquel, coño le dije cabreado- deja de ser tan zorra y ponte aquí delante.
El que va a ponerse a cuatro patas ahora vas a ser tú me dijo Fran en tono autoritario.
Y sin dudarlo ni un solo instante me giré y me coloqué frente a él a cuatro patas y por el rabillo del ojo vi a Raquel que por fin se había soltado y cogiendo el tubo de gel extendió un poco sobre la polla de Fran. Por fin había llegado el momento que había estado esperando durante los últimos meses, ese para el que me había estado preparando con Raquel y la ayuda de un vibrador. Estaba dispuesto, ofreciéndole mi culo, deseando que me la metiera, anhelando sentir su polla moviéndose dentro de mí. Agaché la cabeza enterrándola entre las sábanas dispuesto a recibir la estocada en mi retaguardia, pero Fran, viendo lo ansioso que estaba por recibirle demoró el momento de la penetración restregándome la polla por el culo. La sentía caliente y dura contra mis nalgas y debido al lubricante que había aplicado Raquel estaba resbaladiza. Él disfrutaba viéndome gemir desesperado por su dispuesta herramienta y se recreaba frotándomela, introduciéndola entre las dos nalgas y apretándomelas con las manos de tal forma que su polla quedaba aprisionada entre ellas como si le estuviese haciendo una cubana.
Y de vez en cuando deslizaba una mano por mi cintura y rodeándola la dirigía hacia abajo hasta agárrame la polla, hinchada y palpitante, y cada vez que lo hacía pensaba que no me podría aguantar y me correría en su mano. Pero él sabía muy bien lo que hacía y cuando veía que me estaba excitando demasiado apartaba la mano y me cogía de nuevo por la cintura para continuar restregándose contra mí con exasperante lentitud. Hubo un momento que se apartó y cogiéndosela con la mano restregó la punta por el agujero del culo y agarrándome a las sábanas con fuerza cerré los ojos pensando que me la clavaría, pero se limitó a meterla entre mis muslos rozándome los huevos con ella hasta colocarla paralela a mi propia polla.
Yo no sé el tiempo que estuvo jugando conmigo de esta manera, pero a mí se me hizo una eternidad y me agitaba inquieto moviendo mi culo contra el ardiente garrote que me quemaba la piel, y su calor llegaba hasta mis testículos y mi polla haciéndome hervir la sangre, y subía todavía más hacia el pecho donde mi corazón latía frenético a mil pulsaciones por minuto, hasta que no pude aguantar más y le grité.
Métemela ya de una puta vez, cabrón, métemela ya.
Era eso lo que querías, ¿verdad? preguntó.
Y antes de que pudiera responderle que sí, que lo estaba esperando y deseando escuché a Raquel.
- Ya lo sabes que sí Pero sigue y no te pares. le dijo tumbada a mi lado.
Y comprendí que la pregunta no me la había dirigido a mí sino a ella, que miraba el perfecto espectáculo que debíamos ofrecer acariciándose el clítoris con la punta del vibrador que había sacado en algún momento del cajón sin yo darme cuenta. Sus ojos no se apartaban de mi culo y de la polla de Fran, mirando con avidez sin perderse detalle. Durante unos segundos retiró la mirada y la dirigió hacia mí, clavando sus ojos llenos de deseo en los míos, y antes de apartarlos de nuevo se metió el vibrador en el coño, que lo engulló con pasmosa facilidad, tragándoselo hasta donde la mano lo sujetaba por la base.
Venga, -me dijo Fran,- suplícame que te folle para que ella te escuche. Suplícamelo.
Fóllame de una puta vez, fóllame, joder.
Repítelo. Venga, más fuerte Repítelo para que ella lo escuche bien.
Fóllame, cabrón, fóllame, -le grité con tal fuerza que hasta los vecinos debieron escucharlo.
Y seguido de mi grito debieron escuchar también el de Raquel que se corrió emitiendo unos fuertes jadeos que retumbaron en la habitación mezclados con el ruidoso chapoteo del vibrador entrando y saliendo de su coño una y otra vez a sorprendente velocidad. Y todavía no se habían apagado sus estertores cuando sentí la presión que ejercía la poderosa verga de Fran contra mi culo, luchando por abrir aquel estrecho agujero. Pero gracias a todas mis sesiones preparatorias con Raquel, la lucha fue débil, y sin apenas esfuerzo mi esfínter se abrió y la cabeza quedó dentro. Fran me inmovilizó agarrándome fuerte por las caderas, y se quedó él también parado, frenándome con fuerza cada vez que intentaba echarme hacia atrás para terminar de una vez con ese suplicio. Hasta que no pude más y le grité de nuevo.
- Clávamela de una puta vez cabrón.
Y tan pronto hube pronunciado estas palabras me soltó y de un solo rápido y certero golpe me la hundió hasta el fondo, volviendo luego a amarrarme con sus férreas manos y quedándose quieto dentro de mí. Unas lágrimas resbalaron por mi mejilla, y os aseguro que no eran de dolor, sino de emoción y alegría. Por fin había vuelto a mí. Aquella polla que ya había estado en mi culo hacía veinte años y que me había perseguido en innumerables sueños a lo largo de mi vida había regresado a mí. Volvía a estar dentro de mí, llenándome con fuerza y haciéndome sentir en la gloria. Pero de repente, con la misma velocidad con la que me había invadido la sacó de mi interior con un sonoro ruido y me mantuvo firme para que no me moviera durante unos eternos instantes.
- Venga, pídele ahora lo que le pedías antes. ¿No ves que lo está deseando? me dijo con tranquilidad.- ¿No querías darle por culo tú a ella también? Mírala, está esperando que se lo pidas
Y yo la miré y me sorprendió su rostro desencajado por la lujuria, mirándonos a ambos todavía masturbándose con el vibrador.
- Venga, Raquel, arrodíllate aquí. le dije, mirándola a los ojos.
Y ella se levantó y se arrodilló frente a mí ofreciéndome de nuevo su culo todavía dilatado y enrojecido, en el que no dudé en clavarle mi polla de un solo movimiento. Y tan pronto como se sintió llena desplazó una de sus manos hacia abajo empuñando el vibrador y lo introdujo de nuevo en su coño, esta vez con cierta dificultad debido a la posición y la ocupación del agujero vecino.
- Baja un poco el culo, Raquel. dijo Fran a mis espaldas.
Y ella obediente bajó un poco el culo de tal forma que yo me pude reclinar un poco hacia delante y ofrecerle mi culo a Fran, quien me empujó hacia delante y rodeándome con sus brazos agarró las tetas de ella. Y sentí como la cabeza de su polla apretaba buscando la entrada de mi expectante culo sin lograrlo, por lo que alargué una temblorosa mano hacia atrás y cogiéndola la apunté hacia el sitio en el que más deseaba que estuviera en ese momento, y él ejerciendo una ligera presión con todo el peso de su cuerpo metió un trozo, lo justo para que pudiera retirar la mano sin temor a que se saliera. Y empujó con fuerza llenándome al mismo tiempo que Raquel se llenaba de mí. Aquello se convirtió pronto en un concierto de jadeos, suspiros y quejidos en un majestuoso crescendo, acompañado del quejido del colchón ante tanta energía concentrada y del cabecero de la cama golpeteando a todo ritmo contra la pared.
Raquel, con sus dos agujeros llenos se movía con fuerza todo lo que la posición le permitía, y yo a través de la estrecha pared que los separaba sentía la presión ejercida por el rígido consolador que llenaba el vecino agujero, mientras mi propio agujero era asaltado insistentemente una y otra vez. Fran me rodeó con férreos brazos y me aplastó contra él, acariciando mi pecho y besando mi cuello. Me sentía transportado a un insospechado nivel de voluptuosidad, y lo único que deseaba en esos momentos era más. Quería más y más. Y Fran se daba cuenta y me arremetía cada vez con más violencia, haciendo que con cada envite me desplazara hacia adelante y el culo de Raquel se tragara mi rígida polla. Y en el momento en el que ella encendió el vibrador y sentí como mi polla vibraba al unísono, no aguanté más.
- Me corro, me corro, -grité a pleno pulmón. Ese día los vecinos debían de estar escandalizados.
Y antes de terminar de decirlo me vacié dentro de ella con fuertes espasmos, empujando hasta el fondo como si quisiera depositar mi leche en lo más profundo de mi mujer, ayudado por Fran que con sus fuertes estocadas me impulsaba hacia delante. Y Raquel se corrió también, jadeando de una forma brutal, enterrando la cabeza entre las sábanas a fin de ahogar los sonoros aullidos que escapaban de su garganta, hasta que sus piernas fallaron y se derrumbó sobre la cama todavía aullando haciendo que mi polla se saliera del estrecho agujero en el que había estado alojado. Y Fran continuaba empujando aceleradamente por detrás, tirándome hacia delante, y me quedé a cuatro patas encima de Raquel recibiendo aquella gloriosa polla cada vez más dentro de mí, hasta que él tampoco pudo aguantarse más y comenzó a correrse, gritando también como si lo estuvieran degollando vivo, hasta que sus movimientos se ralentizaron y cayó sobre mi, su pecho contra mi espalda, su acelerada respiración cosquilleando mi oreja.
Y luego caímos los tres sobre la cama, completamente rendidos y nos dormimos abrazados, Raquel en el centro y uno de nosotros a cada lado, hasta que me despertó la luz entrando por la ventana. Estaba amaneciendo y a la creciente claridad me incorporé y les miré a ambos, todavía abrazados, la espalda de ella contra el pecho de él y uno de sus pechos cubierto por la nervuda mano. Y me quedé un buen rato observándoles, pensando sobre todo lo que había ocurrido la noche anterior y en todas las dudas que nos habían asaltado anteriormente.
Tardaron todavía un buen rato en despertarse durante el que no aparté la vista de mi mujer, admirando su plácida belleza a la luz del amanecer. Y cuando lo hicieron nos levantamos los tres y tomamos un desayuno tras el cual Fran nos abandonó, prometiéndonos que nos volveríamos a ver otra vez, y dejándome a solas con Raquel.
¿Qué te pareció lo de anoche? le pregunté- ¿Era lo que esperabas?
La verdad es que no. la miré intrigado.- Fue muchísimo, pero que muchísimo mejor. Mira que había soñado mil veces con ello, pero jamás imaginé que fuera a ser tan bestial. Gracias. Gracias por participar conmigo y dejar que participe. Te aseguro que tendrás lo que te prometí, y por mucho que me cueste convenceré a Sonia para que se meta en nuestra cama. Te lo prometo.
Nunca he dudado de tu palabra, cariño. le dije dándole un tierno beso.- Por cierto, tienes que contarme una cosa.
Dime.
¿Cómo diablos conseguiste contactar con Fran? Todavía no me acabo de creer que anoche estuviera en nuestra cama.
Qué tontos sois los hombres a veces. me dijo con una sonrisa.- Fue muy fácil. Fui a ver a Paz al pueblo de tus padres y le pedí si tenía su teléfono. Ella me lo dio y ya está. Fue facilísimo.
¿Fuiste a ver a Paz y le pediste el teléfono? le pregunté atónito- ¿Y qué le dijiste?
Le dije que era tu mujer, que me habías contado lo que hiciste con ella y Fran de joven y que me había calentado tanto que quería que lo repitieras, que no encontraba a nadie que nos gustara a ambos y que puesto que ya lo habías hecho con él, tal vez pudieras volver a hacerlo. Luego le llamé, hablé con él y quedamos un día para conocerle y ya está.
¿Se lo contaste todo? Joder, a ver que cara pongo yo luego si mi madre me envía a la herboristería a buscarle algún encargo.
Joder, Javier, que ella ya pasó por eso mismo. De todas maneras al principio no le dije nada, pero a la que me puse a hablar con ella enseguida conectamos. Es una mujer sorprendente y me cayó simpática desde el primer momento. Fue cuando ya tuvimos más confianza cuando se lo conté, y ella sabiendo que era algo para ti me ayudó encantada.
¿Cuántas veces la has visto? le pregunté extrañado.
Hemos quedado unas cuantas veces. Y ella habla muy bien de ti, se ve que guarda un buen recuerdo tuyo. Y, por cierto, no hace falta que te preocupes por cómo la mirarás si vas a la herboristería. Nos ha invitado a cenar el próximo sábado.
Y a pesar de mi resistencia a encontrarme con Raquel y la mujer con la que mantuve un tórrido verano de sexo fuimos a cenar con Paz y su marido, y no fue tan malo como imaginé. Sigue igual de impulsiva que siempre y con el mismo arrebatador carácter alegre y jovial, y Wolfgang, su marido de origen alemán, es un hombre encantador. Y desde entonces hemos entablado una muy buena amistad y nos vemos a menudo para cenar o ir de excursión algún fin de semana. Y aun sabiendo que Paz tiene conocimiento de nuestro encuentro Fran a pesar de no haberlo mencionado nunca, reconozco que Raquel tiene razón, ¿qué más de que lo sepa, si yo viví con ella la misma experiencia?