Raquel y yo (4)

En el capítulo anterior dí por culo a mi mujer. Ahora me llega el turno a mí, como preparación para el trío que ella me ha organizado.

En el último capítulo os conté como fue la primera vez de sexo anal con mi mujer, y esta vez quiero contaros cómo fue la mía. Aunque propiamente no fuera la primera, ya que ésta ocurrió hace ya más de veinte años cuando yo era todavía un adolescente y un tipo que se acababa de follar a mi novia me diera por culo. Pero bueno, imagino que ya estaréis al tanto de esa historia, así que no entraré más en detalles y os contaré como fue mi segunda primera vez.

Recordaréis cómo Raquel me pidió que le diera por culo y lo mucho que me extrañó su petición después de tanto tiempo de convivencia, y tras insistirle un par de veces logré que me confesara los motivos que la habían llevado a ello.

  • Cariño, -me dijo- cuando metamos a otro tío en nuestra cama, ya sabes que la mayor de mis fantasías es verte follado por otro hombre, y ya sabes que te dije que solo si tú querías él se acostaría conmigo. Solo con verte follando con otro tipo mientras me tocas ya tengo suficiente. O mejor dicho, creía que lo tenía.

  • Explícame eso. –le dije intrigado por esta nueva revelación.

  • Te prometo que cuando te hice esa proposición era lo que sentía en esos momentos, pero a medida que han ido pasando los días me he dado cuenta de que no tendré suficiente con eso. Quiero que me folle el mismo tío que te folle a ti, quiero que me folléis ambos como en las películas, los dos al mismo tiempo, dos pollas para mí sola. De todas formas, y tal como te propuse, por mucho que me disguste me limitaré únicamente a mirar cómo te follan si es lo que tú quieres.

  • Cariño, ¿cómo piensas que sería capaz de hacerte algo así? En esto estamos metidos los dos y ha sido una decisión que hemos tomado juntos. Además recuerda que tras esto la idea es que convenzas a Sonia para organizar un trío, cierto ¿no? –ella me respondió afirmativamente con un suave movimiento de su cabeza- Así que ¿cómo pretendes que no te deje que te acuestes con otro, si luego yo mismo voy a acostarme con tu mejor amiga? No sería justo. Y no pienses que lo tengo todo tan claro, que algunas veces me entran dudas y me pregunto si es correcto lo que vamos a hacer, porque vamos a hacerlo, ¿verdad?

  • Sí, claro que sí, aunque a mí también me entran a veces ganas de dejarlo por temor a lo que pueda pasar. Pero la cosa va hacia adelante. Es más, ya casi tengo al candidato ideal para llevar a cabo nuestra fantasía. Porque es nuestra, ¿verdad? ¿O es sólo mía?.

  • Raquel, cielo, la idea fue tuya y la acepté tentado por la proposición del trío con Sonia, pero créeme si te digo que si la idea de acostarme contigo y con otro hombre no me apeteciera no lo habría aceptado. Lo hice una vez, casi sin desearlo, y me gustó. Así que esta vez espero que sea igual o incluso mejor, y pensando en ello me excito bastante aunque ya te digo que a veces me da un poco de miedo.

  • Bueno, eso me deja más tranquila. Como te digo, me he dado cuenta de que quiero que me folléis los dos, así que es bastante probable que en algún momento alguno de vosotros quiera meterla en mi culo al estar ocupado el otro agujero ¿no? Entonces, ¿Por qué esperar hasta el último momento para descubrir que no soy capaz de soportar una polla en mi culo? Mejor dejar que se adapte poco a poco, ¿no crees?. Fíjate que tras el primer día estuve unos cuantos días con el ano escocido y me dolía al ir al baño, y en cambio ahora no solo no me duele lo más mínimo sino que me encanta.

  • Ya he notado lo que te gusta, jodida, -le dije con una sonrisita.- si en la última semana lo único que he hecho ha sido darte por culo. Pero no vayas a pensar que no me gusta ¿eh?, que yo lo disfruto casi más que tú. Al menos me corro metiéndotela, cosa que tú no eres capaz de hacer sin masturbarte.

Y en efecto, cada vez que lo hacíamos ella se masturbaba con furia al mismo tiempo que yo se la metía y sacaba de su ahora ya no tan cerrado culo hasta alcanzar su propio orgasmo.

  • Pero te aseguro que son orgasmos mucho mejores los que consigo así que de cualquier otra manera

Al día siguiente de esta conversación, al salir del trabajo me dirigí directamente hacia un pequeño sex shop que se encuentra un par de calles por encima de mi oficina. Era un local oscuro, tan solo iluminado por unas pocas luces rojas que guiaban al visitante a través de un largo pasillo hasta un claro al fondo de la tienda. En dicho claro, un pequeño mostrador tras el cual había un chico joven hablando con un cliente y a la derecha un vistoso mostrador. Me dirigí hacia este último para contemplar la más grande colección de pollas que haya visto en la vida. Una tras otra se alineaba un ejército de erectas vergas de plástico, de todas las formas, tamaños y colores que podáis imaginar. Algunas, escuálidas, levantaban su glande al techo intentando parecer más grandes de lo que en realidad eran. Otras, incluso a pesar de estar en posición horizontal se veían exageradamente monstruosas. Las había de un agradable color sonrosado intentando imitar la piel humana y otras de color negro, azul o rojo. Las había de plástico transparente de aspecto duro y frío y las había de un látex de apariencia suave y cálida.

Me quedé frente a la atestada, mi vista recorriendo aquella inusitada orgía de vergas dándome cuenta que la elección no iba a ser tan fácil como había imaginado hasta que noté la presencia de alguien detrás de mí.

  • ¿Puedo ayudarte en algo, chico? –me preguntó el dependiente, con voz ciertamente afeminada, que había salido de detrás del mostrador y se había acercado hasta dónde me encontraba.

  • No, no, sólo estaba echando un vistazo. –respondí azorado lamentándome de mi mala suerte. De entre todos los sex shops de la ciudad había ido a elegir uno con un dependiente gay, y no es que tenga nada en contra de ellos, pero me moría de la vergüenza de tener que pedirle lo que andaba buscando.

  • Bueno. De todas maneras, si necesitas ayuda aquí estoy para ayudarte.

Y diciéndome esto dio media vuelta de forma amanerada y se encaminó de nuevo hacia el refugio de su mostrador, pero antes de que lograra alcanzarlo le interrumpí.

  • Bueno, ejem…, en realidad estaba buscando, lo que quiero es, ejem…, un tubo de gel lubricante.

  • Para sexo anal imagino, ¿no? –me contestó con una naturalidad que me hizo enrojecer todavía más a la que asentí con un leve movimiento de mi cabeza.

Sé que a muchos de vosotros os puede parecer absurda mi turbación ante semejante estupidez, porque realmente sé que es lo que es, pero no podía evitarlo. Era la primera vez desde mi adolescencia que entraba en un sex shop, e incluso en aquella época lo había hecho con un cierto temor, entrando sólo a mirar sin atreverme nunca a pedir nada. Y las pocas veces que había comprado alguna película porno lo había hecho cogiéndola del expositor y colocándola sobre el mostrado junto con el dinero sin mirar siquiera al dependiente, evitando en todo momento su mirada. Una mirada que podría leer claramente en mi cara que me iba a encerrar en mi habitación y me iba a matar a pajas viendo la película. Pobre chaval, imaginaba que pensaría, es tan desgraciado que ni siquiera tiene a nadie con quien follar y se tiene que matar a pajas, seguro que la tiene tan diminuta que ninguna mujer quiere estar con él, seguro que es virgen todavía… Sí, es una gilipollada, lo sé, pero así es como me sentía en aquellos momentos.

  • ¿Necesitas algo más, chico? –me preguntó sacando un tubo de un abarrotado cajón tras el mostrador.

  • No, bueno, esto… sí,…quería también un vibrador. –dije enrojeciendo hasta las pestañas.

  • Para sexo anal también ¿verdad? –me respondió clavando sus ojos en los míos con una sonrisita en su boca.

  • Sí, sí, -le respondí en apenas un murmullo. Y armándome de valor continué- A ver si tienes alguno para iniciarse.

  • Claro que sí, chico.

Joder con la manía de llamarme chico, pensé, si casi le sacaba quince años. Se dirigió hacia la vitrina que había estado contemplando y abriéndola comenzó a sacarme polla tras polla mientras me comentaba las ventajas y desventajas de cada una.

  • Mira, este está muy bien, -me decía- pero si va a ser la primera vez no te lo recomiendo. Tal vez para empezar te diría uno de estos. Tiene vibración, pilas recargables, mando a distancia y lo puedes usar también en el baño. Y si quieres uno bueno, aunque bastante más caro, puedes llevarte uno de estos, que tiene todo lo mismo que el otro pero como verás el material con el que está hecho tiene la suavidad y la textura de la piel. Luego tengo estos otros, de plástico duro y con tres niveles de vibración, aunque particularmente a mí no me gustan demasiado. Prefiero alguno de estos otros.

Y sin dejar de hablarme continuaba llenándome las manos de pollas de plástico, y yo las miraba un instante y se las volvía a dar indeciso, sin saber muy bien cual elegir. Jamás habría imaginado que comprar un vibrador fuese algo tan difícil. Finalmente me dejé aconsejar por el dependiente pidiéndole uno de los primeros que me había sacado, y abriendo un cajón bajo la vitrina sacó una caja de cartón con una pequeña ventanita de plástico transparente a través de la cual se veía el sonrosado látex. Lo tomé en mis manos y observándolo un instante, me atreví a preguntarle.

  • Pero ¿Este es para iniciarse? ¿No es demasiado grande?.

  • Mira, chico –otra vez la manía de chico- Te podrías llevar algún plug, más pequeños y que están bien para iniciarse. Pero una vez lo hubieras hecho vendrías corriendo a comprarme uno de estos. Así que mejor te llevas directamente uno más grande, que a fin de cuentas lo más importante es una buena lubricación. Si lubricas bien, incluso este te parecerá poco. Pero te aseguro que haces una buena compra, y te lo digo por experiencia, que yo tengo uno igual.

Vaya, a fin de cuentas no había sido tan mala suerte que me tocara un dependiente homosexual, porque ¿quién mejor que él para asesorarme en una compra tan especial?. Cerró la vitrina y le acompañé hasta el mostrador, dónde envolvió mi adquisición en un discreto paquete, y tras pagarle abandoné la tienda con el sentimiento de que no había sido tan terrible. Si es que a fin de cuentas los problemas que nos atormentan están la mayoría de las veces en nuestras propias cabezas.

Mientras me dirigía hacia a casa no podía dejar de aprobar el buen sentido de Raquel al querer habituarse al sexo anal antes del trío para evitarse sorpresas, porque si el día señalado me aparece un tío con una polla del mismo tamaño que las réplicas de la tienda yo me acojono vivo, aun a pesar de haber ya probado una en mi juventud.

Esa noche, como llevaba haciendo durante casi un mes, Raquel se puso a cuatro patas ofreciéndome su culo, y yo, que ya había sustituido el bote de aceite de masaje por el lubricador en el cajón de mi mesa de noche, comencé a aplicarle el gel por el ano. Ella al notar la diferencia se giró extrañada a mirarme.

  • Venga, va, que luego me das tú a mí… -le dije con sugerente voz.

  • ¿Y eso? ¿De dónde has sacado ese gel? ¿Y qué es eso de que luego te doy yo a ti? –me preguntó intrigada.

  • Pues eso, que luego me das tú a mí un poco de gel. Y que luego me das tú por culo.

  • ¿Qué yo te dé por culo? Pues no sé cómo voy a hacerlo. Por muy grande que digas que tengo el clítoris no creo que me dé para tanto.

  • No seas tonta. Abre el cajón y mira lo que he comprado.

Ella se apresuró a hacer lo que le decía y disfruté de la cara de sorpresa que puso al coger la caja entre sus manos y contemplar el contenido. No tuve que decirle nada para que la abriera y sacara el alargado vibrador, y no os podéis ni hacer la idea de la agradable sensación que me invadió al verla desnuda frente a mí con una polla de plástico en sus manos, mirándola primero a ella y luego a mí con ojos excitados. La rodeó entre sus dedos y la sacudió un poco.

  • ¿De verdad quieres que te meta esto por ahí detrás? Es enorme, ¿no?

  • Me dijo el dependiente que con una buena lubricación y paciencia no tiene que haber ningún problema para que entre. Y que superada la primera vez lo demás viene solo. Aunque qué te voy a decir, si ya lo sabes tú bien. Las últimas veces te la he metido sin apenas lubricar y apenas te has quejado.

  • Ya, ya, pero aun así me parece muy grande. No te lo tomes a mal, pero esto es mucho más grande que tu polla.

  • Cariño, tengo que estar preparado para el trío, ¿no crees? A fin de cuentas hay bastantes probabilidades de que el otro tío la tenga más grande que yo ¿no?, que tampoco es que yo sea un superdotado.

  • Lo suficiente para mí, cariño, lo suficiente para mí

  • Pero dejémonos de historias y vamos directos al grano. ¿Vas a hacerlo?

  • Por supuesto que sí. ¿Crees que iba a renunciar a algo así?

Y se agachó y cogiendo mi fláccida polla con la mano se la metió en la boca y comenzó a chupar. Y mientras su cabeza subía y bajaba alcanzó el bote de lubricante y cogiéndolo entre sus manos lo abrió y lo acercó a mi culo, donde depositó un generoso chorro de gel. Estaba frío y me hizo estremecer, pero lo que realmente me estremeció fue sentir cómo su dedo lo extendía sobre el agarrotado esfínter. Era una sensación de lo más agradable y cerré los ojos y me zambullí de lleno en esa nueva sensación. Con sus maniobras había conseguido que mi polla alcanzara un decente estado de rigidez que abarrotaba su sensual boca. Poco a poco sentía que el masaje de su dedo alrededor del ano lo iba relajando. Yo estaba en la gloria sintiendo la suavidad de la presión por ella ejercida, deleitándome con el resbaladizo contacto de su dedo trazando círculos cada vez más cerrados alrededor del centro, que no era otro que el agujero de mi culo, al mismo tiempo que disfrutaba de una de las sensacionales mamadas de Raquel.

A pesar de que estaba esperando ese momento no pude evitar sorprenderme al sentir como incrementando la presión de su dedo este se abría paso a través de la entrada del culo. Di un pequeño respingo y mi polla se endureció de repente de tal forma que sorprendida Raquel la sacó de su boca y me miró con una sonrisita.

  • ¿Quieres que pare, mi amor? –me preguntó, la baba resbalando por su barbilla.

  • Joder, Raquel, joder, no pares…Sigue chupándomela… -le contesté con voz entrecortada.

Y ella se la volvió a meter en la boca, siendo consciente de la enorme excitación que me estaba provocando. Y sabiendo que en ese momento ya me había atrapado, que me tenía a su merced para jugar conmigo como quisiese, continuó jugando con su dedo en mi culo, con la polla en su boca pero sin chuparla lo más mínimo. Y yo me moría de ganas de que lo hiciera, quería que me la mamara, que la chupara hasta dejarme seco y me arrancara la última gota de leche. Me agitaba sobre las sábanas, nervioso, gimiendo de placer, incapaz de contenerme, pidiéndole, suplicándole.

  • Chúpala, chúpala, venga va, chúpamela.

Pero ella se limitaba a mantenerla entre sus inmóviles labios, y mi polla parecía cada vez más a punto de explotar. Yo no sé si alguna vez os han hecho algo así, pero os aseguro que es la tortura más placentera a la vez que dolorosa que os puedan infligir. Sentir como sube el nivel de excitación hasta unos niveles insospechados para descubrir que no puedes hacer nada por remediarlo, que la única forma en la que puede acabar todo es con una explosión que libere toda la tensión acumulada en la punta de la polla.

Raquel estaba disfrutando y me apartó la mano cuando intenté cogerle la cabeza con el objeto de obligarla a seguir chupando. Y no podía dejar de preguntarme a mí mismo que si me encontraba tan excitado sintiendo tan solo un dedo dentro de mí, qué ocurriría cuando me metiera la polla de látex. O me reventaba el culo de dolor o explotaba de placer en su boca.

Y ella debió de leer mi pensamiento, ya que de repente sacó el dedo de dentro de mi culo e inmediatamente sentí el contacto de la cabeza de látex. Instintivamente, separé las piernas y tumbado de espaldas como estaba en la cama, las levanté hacia arriba flexionándola hacia atrás intuyendo que de esta forma facilitaría la penetración que en ese momento ansiaba. Porque he de reconocer que era lo que estaba esperando. Me moría de ganas de sentir cómo me la introducía, de notar cómo mi culo se abría, y si Raquel en ese momento me hubiese dicho que no continuaba, creo que hasta habría sido capaz de gritarle o incluso pegarle, tal era mi excitación.

Y Raquel empujó con fuerza y sin ninguna dificultad el enorme vibrador comenzó a hundirse lentamente en mi culo arrancándome gemidos de placer. Apenas sentí dolor, tan solo un ligero escozor mil veces superado por el gusto de sentir aquella polla plastificada dentro de mí. Y mientras ella iba hundiéndola en mis entrañas continuaba con la polla dentro de su boca sin moverse lo más mínimo. Era algo indescriptible, una placentera e insufrible tortura que me estaba llevando a unos límites de voluptuosidad impensables. Y alcanzando entonces un punto en el que no podía penetrarme más comenzó a sacarlo con lentitud y sentía como mis carnes se cerraban tras la rígida verga. Y continuó sacándola hasta que con un sonoro "plop" abandonó mi culo y me sentí vacío. Y no pude menos que suplicarle.

  • Métemela, cabrona, métemela hasta el fondo, fóllame el culo hasta reventarme.

Y Raquel se sacó la polla de la boca y mirándome con ojos viciosos me susurró.

  • Pídemelo, pídemelo. Quiero que me lo supliques.

Y vaya si le supliqué, no podía hacer otra cosa. Deseaba por encima de nada volver a sentirme lleno, sentir como mi culo se dilataba para tragarse aquella fantástica polla. Y ella me volvió a penetrar muy lentamente mientras se volvía a colocar mi inflamada polla en la boca sin hacer el más mínimo movimiento con su lengua o sus labios. Y aun a pesar de que me moría de ganas por una buena mamada era más el deseo de mi culo de ser follado, cosa que ella intuía casi mejor que yo, y me folló de una forma que me resulta difícil explicaros.

Las entradas y salidas del vibrador eran cada vez más rápidas, más frenéticas hasta acabar en una enérgica sacudida. Y cuando pensé que estaba en la cima de mi gozo, Raquel encendió el vibrador y aquella desproporcionada verga comenzó a vibrar dentro de mí y fue más de lo que pude soportar. Tal vez creáis que exagero, pero lo cierto es que me sentí a punto de desmayar y mi polla explotó dentro de su boca en una violenta corrida, y ella apenas hizo ningún movimiento con su cabeza, apenas un pequeño gesto por el inesperado golpe del primer chorro de leche, y permaneció ahí quieta, recibiendo chorro tras chorro en el fondo de su garganta, en una corrida que se me hizo eterna.

Tardé un rato en recuperarme, en volver a respirar con normalidad y poder mover mis brazos. Me había quedado exhausto, mis músculos completamente relajados, incapaz de moverme. Ella se sacó la todavía chorreante polla de la boca y dejando el vibrador todavía hincado en mi culo se deslizó por encima de mi cuerpo y acercó su boca, de la cual salía un reguero de leche, a la mía y me besó, abrazándose a mí. Y pude saborear mi propio semen saliendo de su boca, mezclado con su saliva. Y apartando sus labios de los míos los guió hasta mi oreja y me susurró muy suavemente.

  • Te quiero, mi amor. Te quiero, te quiero, te quiero. Y no sé si sabes lo feliz que me has hecho, lo mucho que me ha gustado esto.

  • Más feliz me hiciste tú a mí, cariño. Ha sido algo brutal, una corrida demoledora como ninguna que jamás haya experimentado. Ahora entiendo porqué durante estas últimas semanas solo has querido que te la metiera por el culo. Ha sido muchísimo mejor que mi primera vez con aquel tío, mil veces, un millón de veces mejor. Estoy que no puedo todavía ni moverme

Y luego me quedé dormido abrazado a ella soñando con gigantescas pollas que me penetraban una y otra vez derramando interminables chorros de semen dentro de mí, y en mis sueños veía a Raquel arrodillada entre mis muslos recogiendo con su lengua el auténtico río de leche que salía de mi enrojecido culo mientras repetía una y otra vez: me gusta, me gusta, me gusta,

Desde esa noche hemos utilizado el vibrador en nuestras relaciones prácticamente a diario, tanto ella como yo, y os aseguro que esa ha sido una de las mejores compras que he realizado nunca. Con él Raquel ha disfrutado por primera vez, como preparación para el trío, de una doble penetración. Ha taladrado mi culo una y otra vez, y aunque ninguna ha sido como esa primera noche me ha provocado las mejores corridas de mi vida. Ha ocupado un privilegiado lugar en el bolso de mi mujer, que lo lleva a todas partes con ella, por si le hace falta, me dice. Y vaya si la hace falta, porque he de confesar que nunca la había visto tan salida como estas últimas semanas, lo cual me encanta ya que me pone igual de salido a mí y al mismo tiempo me asusta verla tan desbocada. ¿Hasta dónde llegaremos con todo esto? De momento hasta el trío, y luego ya veremos.