Raquel y yo (21)

- Por favor, Wolfgang, Juan,… tirárosla ya de una puta vez- dije con voz trémula, a punto de echarme a llorar-. Quiero que os la folléis y acabar con esto de una puta vez. Por favor.

Wolfgang la atrajo hacia él en un estrecho abrazo y la besó en la boca y Juan se unió desde atrás encajando su polla entre las nalgas de mi mujer y besándola en el cuello. Pude ver cómo ella se retorcía de gusto al sentirse atrapada entre aquellos dos hombres cuyo deseo podía apreciar abrasando su piel por delante y por detrás. Wolfgang se apartó de ella y con firmeza la empujó hacia la cama obligándola a subirse a ella de rodillas. La empujó con delicadeza hacia delante de tal forma que quedó a cuatro patas y sin más rodeos se situó tras ella con la brillante cabeza de la polla apuntando directamente hacia su sexo. La agarró por la cintura y le bastaron un par de intentos para lograr encontrar el camino.

Raquel, al sentir cómo su coño se abría bajo la presión de aquel rígido falo gimió y enterró la cara entre las sábanas. Juan, viendo que Wolfgang había tomado la iniciativa y le había robado el puesto que él mismo deseaba ocupar, se arrodilló frente a Raquel y agarrándola por el pelo le dio un suave tirón obligándola a levantar la cabeza para encontrarse con su palpitante polla, que sin titubear se metió en la boca en un solo ágil movimiento haciendo que le temblaran las piernas al sentir aquella humedad que le envolvía. Los tres comenzaron a moverse en un acompasado movimiento de tal forma que cuando Juan metía la polla en su boca Wolfgang la sacaba de su coño y viceversa haciendo parecer que fuera la misma barra de carne que la atravesaba entrando por la boca y saliendo por detrás. Raquel de vez en cuando giraba su cara hacia mí y sus ojos se clavaban en los míos apenas durante unos segundos, el tiempo justo que tardaba aquella dura verga en salir y volver a entrar en su boca. Yo veía cómo al salir ella separaba los labios y los apretaba con fuerza contra la cálida carne cuando notaba que volvía a penetrarla, y me desesperaba en mi forzada posición. Me revolvía inquieto sobre el sillón con la polla presionando con tal fuerza contra la bragueta del pantalón que no entiendo como no la reventó. Nunca jamás había estado tan excitado como en esos momentos, o si lo había estado en alguna ocasión al menos entonces había tenido la posibilidad de actuar de alguna manera. Pero ahora me veía incapaz de hacer nada para aliviar la tensión que amenazaba con hacer estallar mis nervios, mas que retorcerme sobre la silla para sentir el roce del pantalón contra la polla.

  • Giraros un poco para que Javier pueda verlo todo. –Dijo Raquel una de las pocas veces que aquella dura verga abandonó su boca dejando un grueso hilo de baba colgando de su barbilla.

  • Eres una zorra salida. –Le dije mientras ellos obedecían sin rechistar su orden y se giraban a fin de ofrecerme el mejor plano posible-. Estás completamente loca, Raquel. Desátame al menos una mano para que pueda hacerme una paja, ¿es que no ves que estoy a punto de reventar?

  • ¿Y sacarme,…ahhh, esta maravilla, ah, de mi coño? –Me respondió apenas sin respiración entre jadeo y jadeo-. Este tío es… ohhhh,oh,…una auténtica,…sí, sí, así, ohhh, una máquina de follar.

Y casi antes de pronunciar la última palabra se había vuelto a meter la verga que Juan agitaba frente a su cara metiéndosela hasta el fondo en un solo rápido movimiento. Y tuve que seguir escuchando aquellos gemidos a tres voces que llenaban la habitación acompañados por el constante golpeteo del vientre de Wolfgang contra el culo de mi mujer cada vez que llegaba hasta lo más hondo de su coño. Y acompañando a dicho sonido veía su culo temblar como un flan a cada embestida y cómo se transmitía el movimiento a sus muslos y a su barriga como si fuese un terremoto haciendo bailar todas sus carnes.

  • La verdad es que Javier tiene razón –dio Wolfgang sin dejar de arremeter contra su coño-. Estás completamente salida.

Y le soltó un manotazo en el culo que retumbó entre las cuatro paredes y le dejó una marca roja en la piel.

  • Sí, cabrón, dame más, dame, -gimió Raquel.

Y Wolfgang le soltó otro manotazo mientras Juan, viendo que los gemidos de Raquel se incrementaban de tal forma que ahora su polla estaba más tiempo fuera que dentro de su boca, se inclinaba hacia delante y la agarraba por los dos pechos manoseándolos con fuerza y pellizcándole los pezones. No sé si fueron los cachetazos que le propinaba Wolfgang o las fuertes manos sobre sus pechos el detonante para que, lanzando un agónico grito al mismo tiempo que se movía con enorme fuerza de adelante hacia atrás, se corriera entre fuertes jadeos que amenazaban con dejarla sin respiración.

  • SIIII, Ahhh, Ahhh, así, joder, así, reviéntame cabrón, no pares de follarme, ahhhhhhh,….aaaagghhhh

Y a pesar de haberse corrido continuaba meneándose con fuerza. Normalmente cuando follamos y ella se corre se queda completamente relajada, cae rendida sobre el colchón y necesita unos pocos minutos para recuperarse, pero esa vez su orgasmo había sido solo el punto de partida de una frenética carrera que parecía no tener fin. Se movía con tremenda furia espoleada por los manotazos de Wolfgang que estaban dejando sus nalgas rojas como la pulpa de la sandía y golpeada en la cara sin cesar por los pollazos que le propinaba Juan que agarrándosela con la mano la blandía frente a ella como una cachiporra. Y entre grito y grito encontraba un hueco para tragarse momentáneamente aquella verga que la atosigaba, tiempo justo para arrancarle un prolongado gemido que moría cuando sus labios la escupían de nuevo para seguir gritando como una loca.

  • Tu marido tiene razón –gemía Wolfgang tras ella arremetiendo con fuerza-. Estás completamente salida.

  • Cabrón, -gimió ella-, si quieres verme salida de verdad métemela en el culo.

Wolfgang no necesitó que se lo pidiera una segunda vez y la sacó con presteza.

  • Sí, así, ahora métemela ahora en el culo. –Gimió ella casi en un sollozo.

Y pude ver como Wolfgang empujaba con fuerza arrancándole un grito a Raquel que se echó hacia delante enterrando la cara entre las sábanas y agarrándose con fuerza a ellas. Reculó hacia atrás y volvió a arremeter en otra rápida embestida que calculo debió bastar para llenarla completamente. Él se quedó quieto, agarrándola con fuerza por la cintura, hasta que ella se levantó y giró la cabeza hacia atrás buscando la mirada de Wolfgang.

  • ¿Quién te ha dicho que pares? –le preguntó-. Venga, muévete.

Y al volver a girarse hacia delante su mirada se clavó en la mía durante unos eternos segundos. Su cara tenía la misma desequilibrada expresión que ya había visto en ella en la fiesta de Madrid, salvo que esta vez en lugar de asustarme lo único que consiguió fue excitarme todavía más aumentando mi tormento.

  • Zorra –le dije-. Eres una puta.

Y sin decirme nada se giró hacia la polla de Juan y la metió toda en su boca mientras Wolfgang comenzaba a moverse detrás de ella muy lentamente. Juan debía estar a punto de correrse ya que agarró la cabeza de mi mujer colocando una mano a cada lado de su cara y la obligó a moverse de arriba abajo. Raquel le dio un manotazo obligándole a apartar las manos, ya que nunca le ha gustado que le agarren la cabeza mientras la chupa, manía que al parecer tenemos muchos hombres. Y la verdad es que Raquel no necesitaba que la animaran a ello. Se la chupó con ferocidad, engulléndola con ansia, tragándosela hasta donde no podía más y consiguiendo arrancarle cada vez más fuertes gemidos y haciendo temblar todo su cuerpo. Y todo ello mientras el repique de los huevos de Wolfgang contra su coño se hacía cada vez más rápido y sonoro.

De repente Raquel se quedó inmóvil con toda la polla de Juan dentro de su boca y apretó los labios con fuerza alrededor del grueso troco mientras éste lanzaba un prolongado gemido y se quedaba también completamente quieto con todo el cuerpo rígido, temblando ligeramente. Soltó entonces un par de fuertes jadeos seguidos de un potente grito que pareció dejarle sin fuerzas, y solo entonces volvió Raquel a moverse, esta vez muy lentamente deslizando los labios a lo largo de la polla hasta sacarla completamente de su boca. Enterró entonces de nuevo su cara entre las sábanas recibiendo estocada tras estocada, cada vez con más violencia, que impulsaban todo su cuerpo hacia delante. Juan se quedó un rato quieto viendo cómo Wolfgang machacaba sin piedad su culo, hasta que se quitó el condón y tras lanzarme una mirada como si buscara mi aprobación, o tal vez mi perdón, derramó el contenido sobre el culo de Raquel, un líquido espeso y blanquecino que enseguida resbaló por sus temblorosas nalgas que se agitaban golpe tras golpe.

Yo estaba a punto de reventar y me retorcía sin cesar sobre la butaca en la peor tortura que jamás habría podido imaginarme. Me dolían los huevos y tenía la polla tan dura que no entendía como no me había roto ya los pantalones. Si en ese momento alguien me hubiese pedido todo mi dinero a cambio de soltarme aunque tan solo fuera una mano habría aceptado sin contemplaciones. Y es que necesitaba arrancarme aquel tirante pantalón y sacarme la polla, machacármela, acariciarla, liberar aquella tensión que me estaba volviendo completamente loco hasta el punto de casi llorar mientras suplicaba.

  • Por favor, Raquel, por favor, desátame. No aguanto más. Te prometo lo que quieras, pero suéltame.

Pero Raquel o no me escuchaba o no me quería oír y continuaba recibiendo aquella dura polla en su culo, gimiendo y jadeando también ella como loca. Wolfgang empujaba con tremenda fuerza en golpes rápidos y secos que hacían rebotar sus huevos contra el coño de mi mujer y a pesar de que con tal violencia debía estar dejándole el ano escocido provocándole dolor ella no hacía más que murmurar en voz muy baja.

  • Así,… así,… no pares,… reviéntame el culo, cabrón, dame,… más,

Wolfgang aceleró su mete y saca hasta convertirlo en una frenética carrera que terminó de forma brusca con un potente grito. Se agarró con furia a la cintura de Raquel atrayéndola hacia él y se quedó completamente quieto durante unos segundos antes de retirarse un poco y volver a arremeter con gran fuerza lanzando un nuevo y poderoso grito. Repitió el mismo movimiento un par de veces hasta quedarse quieto, la polla hincada todavía hasta el fondo en el culo de mi mujer. Y antes de que pudiera hacer cualquier otro movimiento Raquel levantó su cara de las sábanas y se echó hacia delante hasta que la verga que la llenaba se salió produciendo una ventosidad.

  • Hijo de puta –dijo cabreada-, ¿es que no ves que todavía no me he corrido? ¿Qué coño hago yo ahora?

  • ¿Porqué no le quitas las esposas a Javier y le ayudas un poco? –Preguntó Wolfgang lanzándome una mirada llena de compasión-. Creo que el pobre lo necesita tanto como tú.

Raquel me lanzó una tensa mirada.

  • Todavía no le toca, tendrá que aguantarse un poco –dijo con decisión.

  • Joder, Raquel, hazle caso. Voy a reventar. Desátame, por favor –le imploré.

  • Tengo otra cosa pensada para ti –y girándose hacia Wolfgang primero y luego hacia Juan-, y ahora, ¿qué pensáis hacer conmigo? ¿Vais a dejarme así?

Wolfgang la empujó hacia atrás en la cama y separando sus muslos me ofreció una perfecta visión del agujero de su culo, rojo como un tomate tras la brutal follada que acababa de recibir. Deslizó dos dedos por la raja de su sexo que se abrió mostrando el interior húmedo y sonrosado.

  • Es cierto –dijo-. Esto no se puede quedar así. Juan, pásame el vibrador.

Juan cumplió su petición sin tardanza y le tendió la mano que sostenía el sonrosado vibrador que tantas veces había utilizado yo mismo para masturbarla y que ahora iba a servir para el mismo fin pero con diferentes personajes. Raquel miró de reojo el enorme falo de látex y se relamió de gusto.

  • Tú sí que sabes entenderme –dijo mirando a Wolfgang-. Aunque ya sabes que no es esto lo que necesito, pero para salir del paso mientras ambos os recuperáis un poco ya me viene bien, ahhhh

Vi claramente como Wofgang, con un hábil movimiento de muñeca introdujo el rígido aparato entre aquellos carnosos labios que se abrieron con facilidad. Su sexo estaba tan húmedo que se hundió hasta el fondo sin ninguna dificultad dejando fuera tan solo unos pocos centímetros de rígido plástico. Lo dejó ahí enterrado durante unos segundos antes de sacarlo lentamente cogiéndolo con la punta de los dedos y yo miraba como salía, mojado y brillante como si lo hubieran untado en aceite. Cuando llegó más o menos a la mitad se detuvo y giró la base activando la vibración del aparato que produjo un sordo zumbido que se mezcló con el gemido de Raquel al sentir cómo aquella barra de plástico vibraba en su interior. Todo su cuerpo se tensó y elevó el culo de las sábanas al sentir cómo de nuevo el vibrador volvía a penetrarla, esta vez transmitiendo aquella rápida vibración a todas las terminaciones nerviosas de su vagina. Gritó cuando la cabeza del aparato alcanzó el fondo de su coño y volvió a dejar caer su culo sobre la sábana estirando las piernas. Desde donde estaba sentado no podía verle el rostro, cuya visión me tapaban sus generosos pechos que temblaban como un par de flanes, pero la había visto ya tantas veces gozar con su juguete que se dibujaba con claridad en mi mente su cara contraída en aquella mueca de placer. Ojos cerrados, cabeza echada hacia atrás y mordiéndose el labio inferior de forma repetitiva.

Sus gemidos se intensificaron cuando Juan comenzó a acariciar con la yema de dos dedos su clítoris en un rápido movimiento circular que se acompasaba a la perfección con la entrada y salida del consolador que continuaba emitiendo su monótono zumbido. Sabía por sus gemidos y su forma de moverse que estaba a punto de correrse y en ese momento habría dado cualquier cosa con tal de verme libre de mis ataduras y poder apartar aquel instrumento frío como el hielo de su coño y follármela. Y estoy seguro de que si hubiese podido hacerlo me habría bastado un solo roce con ella para correrme de la forma más brutal en que nunca lo había hecho. Pero lo único que pude hacer fue escuchar sus gritos mientras todo su cuerpo se tensaba tragándose el vibrador hasta la empuñadura e intentando frotar mi polla contra la tela que la cubría en un imposible y exasperante movimiento.

Tuve que asistir como un mero e inmóvil espectador a su orgasmo, viendo sus tetas balancearse con fuerza de lado a lado, escuchando el chapoteante sonido que producía el consolador al entrar y salir de su coño mientras Juan y Wolfgang la animaban a correrse susurrándole esas guarradas que tanto la ponen.

  • Te gusta, ¿verdad? –Le preguntaba Wolfgang sin dejar de meter y sacar aquel brillante vibrador a increíble velocidad-. Venga, córrete ya, guarra.

  • Qué pasada de tía –exclamaba Juan a su lado masajeando sin cesar su clítoris-, está al rojo vivo la muy zorra.

Y ella gritaba y gritaba hasta que quedó completamente relajada tendida sobre la cama respirando aceleradamente, y solo entonces pararon ellos. La habitación quedó en silencio, roto tan solo por mis gemidos mientras me revolvía sobre la butaca como una fiera enjaulado, agitándome sin cesar y retorciéndome. Tras unos minutos que me parecieron horas, Juan le habló a mi mujer.

  • Joder, Raquel. Deberías desatar a Javier y ayudarle antes de que le dé un ataque.

Ella se levantó levemente apoyándose sobre los codos y me miró largamente.

  • No –dijo tajantemente-. Hice un trato con él.

  • No seas cabrona –le grité-. Creo que ya lo he cumplido más que sobradamente, zorra.

  • Mmmm, me gusta que me llames así, cariño –me dijo con una sonrisita-. Pero el trato era que tenías que verme follar con ellos dos, así que no te desataré hasta que veas cómo me corro mientras uno me la mete por delante y otro por detrás. Lo de ahora no ha sido más que un precalentamiento, ¿verdad, chicos?

Ellos dos la miraron, luego me miraron a mí y Wolfgang se encogió de hombros resignado.

  • Lo siento, Javier, pero si es lo que tu mujer desea tendremos que dárselo, ¿verdad Juan?

Este me miró y asintió afirmativamente con la cabeza mientras Wolfgang se quitaba el condón que todavía envolvía su polla, que se había empequeñecido de forma drástica, y derramaba su contenido sobre el vientre de mi mujer, quien lo extendió con la yema de los dedos en círculos alrededor de su ombligo.

  • Eres una zorra. Estás loca –le dije a ella dejando escapar las palabras entre los labios con violencia.

Haciendo caso omiso de mis palabras se dedicó a juguetear con el semen sobre su vientre mientras ellos la miraban con lujuria al mismo tiempo que la acariciaban con suavidad deslizando los dedos por su cuerpo en intrincados recorridos que abarcaban desde sus tetas hasta sus pies. Ella se retorcía de gusto sintiendo aquellas cuatro manos sobre su piel y de vez en cuando emitía un pequeño gemido.

  • Joder, cómo me estáis poniendo otra vez –susurró en voz baja-. Me encanta lo que me hacéis. ¿Por qué no me metéis un dedo en el coño para comprobarlo?

  • ¿Y por qué no te metes tú mi polla en la boca y compruebas cómo me la puedes poner?

El que con estas palabras me sorprendió fue Juan que nervioso se arrodilló al lado de Raquel y agarrándose la polla por la base la sacudió como un péndulo encima de su cara golpeándole los labios con ella. Al sentir el repique de aquel fláccido badajo sobre su cara estiró la cabeza y abriendo la boca la cazó al vuelo engulléndola con ansia, chupando y absorbiendo como si deseara vaciarlo a través de su pene. Él la sacó, o más bien la arrancó, de sus labios y le propinó una serie de golpes sobre la cara que por los grititos que ella daba parecía que le agradaban.

  • Me encanta el sabor de tu leche –le dijo Raquel.

  • Entonces disfruta de ella todo lo que quieras –le contestó Juan.

Y tumbándose sobre la cama a su lado la empujó con la mano obligándola a arrodillarse a su lado. No se lo tuvo que pedir dos veces antes de que ella se agachara sobre aquel colgajo, que al parecer ya estaba dejando de serlo, y lo engullera con desatada furia mientras Wolfgang pellizcaba sus tetas con sus nervudas manos.

Tras unas pocas chupadas Juan la agarró por los muslos y la obligó a girarse hasta colocarla paralela a su lado. Raquel, dándose cuenta de lo que pretendía le ayudó levantando la pierna y pasándola por encima de su pecho se sentó a horcajadas sobre su cara y movió su depilado chocho sobre ella. Pude ver cómo Juan sacaba la lengua y lamía la sonrosada raja como si fuese un delicioso helado, momento que aprovechó ella para volver a enterrar su cara entre los muslos de él en donde palpitaba de nuevo su erecto miembro, preparándose para un renovado ataque a mi mujer. Porque a pesar de que desde mi posición ya no podía verlo (sólo veía el culo de Raquel agitándose en breves sacudidas) por los gemidos de ella y los comentarios que hacía de vez en cuando estaba claro que el colgajo que él había sacudido sobre la cara de Raquel hacía tan solo unos minutos se había convertido, como si del patito feo se tratase, en una esplendorosa verga que hacía las delicias de Raquel.

Wolfgang observaba con atención su culo, masajeando sus nalgas y separándolas de tal forma que me mostraba con claridad el ano todavía enrojecido y un atisbo de la lengua que se movía un poco más abajo y que no sabía si le producía más placer a ella o a mí, que no podía dejar de gemir atado en mi forzada posición. Una de las veces en las que vi aquel agujero abrirse, él soltó un gran salivazo con certera puntería sobre el estrecho orificio, a lo que ella gimió de gusto, antes de acariciarlo con la punta del dedo índice y trazar cerrados círculos sobre el palpitante esfínter. Y de forma casi imperceptible para mí, no para ella que comenzó a jadear, fue hundiendo primero una falange, luego la otra y luego la otra hasta que su nudillo rozó la delicada piel que rodeaba al agujero de su culo. Me estiré sobre la butaca tratando de verle la cara sin conseguirlo debido a la posición en la que se encontraba, así que me concentré en aquel dedo que la invadía por detrás, deliciosa invasión a juzgar por la forma en que comenzó a menearse.

  • Agh, sí, así –mascullaba ella-, prepáramelo para lo que me vas meter luego.

Al parecer a Wolfgang la situación también le excitaba, lo suficiente como para que su polla fuera estirándose de forma lenta pero constante, y yo me desesperaba ante mi impotencia.

  • Venga, joder –les gritaba-. Folláosla ya para que me desate y pueda acabar con este suplicio.

Al oírme gritar, Raquel se sacó la polla de la boca y giró su cara hacia mí. Su boca brillaba empapada en sus propias babas, que se escurrían por su barbilla formando colgantes hilillos que atraparon mi mirada.

  • Sí, sí, pídeles que me follen. Joder, cómo me pone escucharte suplicarles algo así- me dijo antes de volver a clavarse en aquella dura y brillante verga.

  • Por favor, Wolfgang, Juan,… tirárosla ya de una puta vez- dije con voz trémula, a punto de echarme a llorar-. Quiero que os la folléis y acabar con esto de una puta vez. Por favor.

Y estoy casi seguro, a pesar de que ella no dijo nada, de que escuchándome suplicar de esta forma Raquel se corrió en la boca de Juan, cuya lengua se agitaba como con vida propia arañando su sexo con furia. De repente, con inesperada prisa, Raquel se incorporó quedando sentada sobre su cara, ahogándole en su sexo. Se estiró hacia detrás y soltó con fuerza una gran bocanada de aire que hizo temblar sus pechos, y girándose echó una rápida mirada a la entrepierna de Wolfgang tratando de evaluar el estado en el que se encontraba. Encontrándolo satisfactorio gateó de rodillas a lo largo del tendido cuerpo de Juan, quien aspiró aire con fuerza al verse libre de la presión de aquel húmedo coño, hasta situarse en la misma posición que antes solo que esta vez lo que amenazaba partir su coño no era la lengua sino la polla del hombre que yacía entre sus piernas. Antes de sentarse sobre ella se giró y me miró, una mirada larga y tendida que sostuvo hasta que comenzando a bajar su cuerpo se sentó sobre la polla aplastándola con el peso de su cuerpo. Soltó una maldición al ver que no había acertado, y sin dejar de mirarme agarró la dura verga con una mano y esta vez sí, al bajar de nuevo su cuerpo se hincó en ella. Tan pronto como se sintió llena se olvidó de mí y se echó hacia delante, rozando las piernas de Juan con sus pechos, y al hacerlo sus nalgas se separaron y el agujero de su culo se abrió.

Y verla clavada en aquella verga con el culo abierto, ofreciéndome un primer plano de él como si de una película pornográfica se tratara, fue más de lo que pude resistir y comencé a brincar como un poseso sobre la butaca con tanta violencia que esta se desplazó hasta quedar pegada a la cama.

  • Cabrona hija de puta –le grité-. ¿Por qué me haces esto? Desátame y déjame que te reviente el culo, que es precisamente lo que quieres, ¿no zorra?

  • No, ohhh,…no, Javier… AAAAhhh. Quiero que lo haga Wolfgang, ahhh –balbuceaba.

  • Raquel –gimió Juan bajo ella-, debería ponerme un preservativo.

  • A la puta mierda el condón –gritó exasperada-. Fóllame, fóllame, fóllame...

Wolfgang se puso de pie detrás de ella y se agachó hasta casi sentarse sobre el pecho de Juan que me miraba alelado, su boca todavía brillante del caliente líquido del sexo de Raquel. Le propinó una fuerte cachetada en el culo que la hizo gritar no sé si de dolor o de placer y agarrándose a ella con fuerza la penetró con brutalidad haciéndola gritar al sentir cómo su escocido culo se abría de nuevo. Estaba completamente descontrolada, gritando de forma ininteligible mientras brincaba con fuerza sobre aquellas dos pollas que la llenaban por ambos lados, gimiendo de tal forma que parecía que la estuvieran matando. Matando de placer. La muy zorra.

Sus gemidos se mezclaron con los míos, que eran de auténtico dolor, casi sollozos y que era incapaz de contener. Impotente, me quedé quieto observando aquellas dos pollas entrar y salir en el cuerpo de Raquel. Al parecer no tenían la misma urgencia que yo sentía y se movían despacio, disfrutando de cada avance tanto como del retroceso, recreándose en la sensación de poder que proporciona tener a una mujer suplicando que la folles. Cabrones. Habría dado cualquier cosa por poder ocupar su lugar. Sin poder hacer nada, miré y miré aquel repetitivo movimiento sintiendo un angustioso hormigueo por todo el cuerpo.

  • Joder, Javier, joder,… Ni te imaginas lo bueno que es esto –acertó la muy a zorra a decirme.

En esos momentos habría sido capaz de estrangularla con mis propias manos, aunque reconozco que no habría sido entonces capaz de soportar el silencio. Necesitaba seguir escuchándola gemir y gritar, verla en los brazos de aquellos hombres que la follaban sin pausa animándola con sus propios gritos.

  • Venga, zorra, venga. Te gusta, ¿verdad? –le susurraban.

Y precisamente fueron esos mismos sonidos que tan loco me volvían los que me hicieron apretar las piernas con fuerza y tensar todo mi cuerpo respirando con dificultad. Inmediatamente sentí como se empapaba mi pantalón al salir unos débiles borbotones casi sin fuerza de mi maltrecha polla, que sirvieron al menos para aliviar en cierto modo la tensión acumulada en mi entrepierna. Si me pongo a recordar, creo que esa era la primera vez en mi vida en la que me corría sin tocarme, aunque la verdad es que la corrida no me supo a nada.

Y mientras yo me corría de aquella triste manera ella continuaba gritando asaetada por ambas pollas en un creciente ritmo que la acercaba cada vez un poco más a la locura. Mi mirada pronto se vio atrapada en el hipnótico movimiento de los tres cuerpos moviéndose en alocado baile al son de sus jadeos.

No soy consciente de quien terminó primero o de cuál de ellos gritó más. Solo sé que cuando todo concluyó Raquel quedó tendida boca abajo sobre la cama, desmayada y sin apenas fuerzas para moverse, mientras en la sábana se formaba una gran mancha entre sus muslos. Juan y Wolfgang quedaron igualmente exhaustos tendidos uno a cada lado del cuerpo de mi mujer en completo silencio, roto tan solo por el galopante palpitar de mi corazón.

Y cuando por fin Raquel se incorporó, poniéndose a cuatro patas sobre las empapadas sábanas, me miró recuperada ya en cierto modo su cordura.

  • ¿No te dije que iba a ser maravilloso? –me dijo.

  • Por favor, Raquel, desátame ya –le imploré.

  • Tranquilo, Javier, tranquilo. Ahora nos ocuparemos de ti –y pude ver cómo miraba con lujuria la húmeda mancha que se había formado en mi bragueta-. Ahora nos ocupamos de ti

CONTINUARÁ