Raquel y yo (10)

La noche no había hecho más que comenzar y Sonia estaba dispuesta a follar conmigo...

Si durante la cena se había respirado un ambiente tenso, tras haber follado las cosas cambiaron y se volvieron mucho más naturales. Tomamos la copa que antes habíamos dejado a medias, sentados los tres desnudos en el suelo del salón y la conversación fluyó como siempre lo había hecho entre nosotros tres. Es curioso, pensé, que antes de la cena la situación fuera tan tirante y ahora que estamos todos en pelotas nos encontremos tan relajados. Recuerdo cómo reímos cuando Raquel miró a su amiga y le dijo.

  • Sonia, me parece a mí que el semen no le sienta muy bien a tu maquillaje. –Le dijo con gran seriedad

Efectivamente su maquillaje se había estropeado y la sombra de ojos se había difuminado en una gran mancha negra dándole un aspecto de lo más grotesco. Sonia le pidió a Raquel la leche desmaquilladora y unas toallitas y frente a nosotros procedió a quitar aquella recargada capa de maquillaje que se había aplicado con la intención de estar lo más sexi posible, dejando al descubierto a la auténtica Sonia, la que se basta por ella misma para ser todo lo sexi que quiera. Y vaya si lo estaba. Yo no podía dejar de mirarla, sentada en el suelo con las piernas cruzadas totalmente desnuda y mirándose en el espejo mientras frotaba su cara con una toallita. Estaba tan hermosa que me podría haber pasado horas contemplándola.

Estuvimos mucho rato hablando sobre lo que acababa de ocurrir, sobre el cómo habíamos llegado a eso gracias a lo cual me enteré del arduo trabajo que había hecho Raquel para convencerla de algo así, y sobretodo de hacia dónde nos conduciría toda esta situación. Hablamos de lo que habíamos sentido, y les conté a ambas la sensación que tuve de no obtener lo que esperaba, ante lo cual ambas me respondieron que todavía podían darme muchas cosas más. Hablamos de fantasías, de todas las cosas que nos gustaría hacer, o que nos hagan. Hablamos de sexo y hablamos de amor. En fin, estuvimos largo rato hablando hasta que poco a poco el silencio se fue apoderando de nosotros, tal vez debido a cierta modorra producida por el alcohol. E incluso en silencio nos encontrábamos cómodos, mucho más de lo que lo habíamos estado antes de la cena.

Tras un largo instante de silencio, Sonia fue la encargada de romperlo. Se acercó a mí y con mucha ternura tomó mi pene colocándolo sobre la palma de la mano y dándole unos ligeros toquecitos con los dedos de la otra mano, dijo con tono cariñoso.

  • Pobrecita, chiquitina, que dice que la hemos decepcionado y se esperaba mucho más. Espera un poquito, pequeña, que vas a ver fuegos artificiales. Ea, ea, ea, vamos, tranquila, chiquitina. –Decía acunándola en su mano.

Raquel rió con ganas la ocurrencia de Sonia, pero luego simulando estar terriblemente enojada la reprendió.

  • ¿Chiquitina? ¿A ti te parece chiquitina? Pues te aseguro que antes cuando la tenía ahí metida no me parecía nada chiquitina.

  • Claro, como tú ya te la has metido… -le decía Sonia-. Yo todavía no he tenido ese gusto

  • Y vaya gusto… -dijo Raquel desencajando los ojos y mirando hacia el techo con cara de goce-. Y si no lo has tenido tonta has sido, que para algo estás aquí, ¿no?

  • ¿En serio da tanto gusto? ¿Y yo también puedo sentirlo? ¿Porqué no haces que se le ponga dura para que me lo pueda demostrar?

  • ¡Qué zorra que eres! –Le dijo Raquel-. ¿Nunca te lo había dicho?

  • Sí, sí, muy zorra. Pero la que se la ha metido por ahí has sido tú y no yo.

Y mientras le decía esto, Raquel se había arrimado a mí separando con un leve empujón a Sonia que todavía me la agarraba, y tomando posesión de mi polla comenzó a masajearla entre sus dedos con tanta destreza y maestría que pronto consiguió que levantara la cabeza. Aunque he de reconocer que lo que más me excitaba en esos momentos no era la presión de la mano de mi mujer sobre mi "chiquitina", sino ver la cara de Sonia mirando cómo me manoseaba, y cuanto menos chiquita se hacía más brillaban sus ojos. Raquel también se había dado cuenta del deseo con el que nos observaba y movía la mano con extremada lentitud, recreándose en cada gesto.

Mmmm, Javier, hay que ver cómo se te ha puesto… -Me decía pero mirando sin embargo a Sonia-. Hay que ver lo dura que la tienes. Y grande. Es increíble lo que puede llegar a crecer, ¿verdad? ¡Qué bueno sentirla así en la mano!

Y Sonia miraba embobada, los labios entreabiertos y los ojos como platos, mientras la mano de mi mujer se deslizaba suavemente a todo lo largo de mi polla. De repente se había hecho el silencio en el salón, y el único sonido que se escuchaba era el leve gemido que me veía incapaz de aguantar cada vez que la mano de Raquel llegaba a la base de mi verga tirando de la piel hacia abajo y tensando la piel de mi prepucio provocándome un enorme placer.

Y fue Sonia la que rompió ese silencio cuando tragando saliva y con voz trémula, sin dejar de mirar en ningún momento la mano que se movía entre mis dos piernas, preguntó.

  • ¿Puedo cogerla? ¿Me dejas que la coja?

  • Claro que sí, es toda tuya.

Y mi polla cambió de manos sin notar apenas la diferencia, ya que Sonia la agarró con la misma dulzura con la que lo había hecho Raquel y continuó la misma cadencia de movimientos, mirándola atentamente con la cara a escasos centímetros de la punta. Yo miraba alternativamente a la cara de Raquel y a la de Sonia sin lograr averiguar cual de las dos estaba más excitada, si la una masturbándome o la otra viendo como lo hacía su amiga.

  • Te gusta, ¿verdad? –le preguntó Raquel a Sonia-. ¿Te gustaría chupársela? Si quieres puedes hacerlo.

Uf, no os podéis hacer a la idea de cómo me encontraba yo en esos instantes, escuchando a mi mujer decirle a su amiga que me la podía mamar si quería. La verdad es que solo de escucharla hablar así me ponía caliente.

  • ¿En serio puedo chupársela? –decía ella haciéndose la remolona aunque en su cara se veía que se moría de ganas-. Pero yo no sé si él quiere. Igual prefiere que lo hagas tú.

  • Sonia –le dije mirándola a los ojos-. Chúpamela.

Y bastó esta orden para que ella colocara los labios en la punta del glande y tras echar un poco de saliva los deslizara apretándolos con fuerza hacia abajo, abrazando con ellos la verga y arrancándome un gemido. Se la tragó toda hasta que sus labios rozaron la base de la polla y la punta alcanzaba su garganta y la mantuvo ahí un rato hasta que se retiró para coger una bocanada de aire separando bien los labios de los cuales colgaba un hilo de baba.

  • Mmmm, qué rica está, -dijo echando una fugaz mirada a Raquel y otra a mí-. Y de chiquitina nada.

  • ¡Pero qué guarra que eres! –rió Raquel a mi lado, que no se había perdido detalle-. A ver, vuelve a chupársela otra vez.

Y volvió a metérsela en la boca arrancándome un nuevo quejido. Raquel a mi lado acariciaba mi pecho con la yema de los dedos mientras miraba a su amiga, agachándose incluso un poco para ver mejor como aquellos jugosos labios engullían mi polla con asombrosa facilidad. Sonia me agarró por las pelotas y comenzó a mamármela sin prisas, deleitándose en el tacto de aquella barra de carne que llenaba su boca, disfrutando de su sabor y su dureza, y yo no podía hacer otra cosa que gemir de forma descontrolada.

  • Ah, ah,… chúpala, cabrona, oh, chúpala, no pareeees

Raquel a mi lado había comenzado a acariciar su sexo mientras disfrutaba de la visión de la sensacional mamada que me estaban haciendo. Su vista danzaba alternativamente de mi polla a mi cara, y cuando nuestros ojos se encontraban podía apreciar lo excitada que se encontraba. Y pronto nuestras miradas se compaginaron de tal manera que cuando ella miraba a Sonia yo la miraba también, y cuando me miraba a mí, yo la miraba a ella. Porque la sola visión de su cara bastaba para que el grado de placer que aquellos labios me estaban proporcionando se multiplicara por cien. Y llegó a un punto en el que la excitación que sentía era tanta que quería compartirla con mi mujer, y alargando la mano la coloqué sobre la suya y comencé a masturbarla. Su sexo estaba empapado y los dedos, los suyos y los míos, entraban con gran facilidad produciendo un sonoro chapoteo.

  • Ahhhh, ahhhh, -gemía Raquel, mirando a Sonia-. No pares de chupársela, guarra.

Y Sonia chupaba y chupaba, tragándosela toda en cada sacudida de su cabeza, hasta que de un rápido movimiento la escupió y mi polla salió despedida hacia atrás golpeando mi vientre con un sordo chasquido.

  • La guarra quiere que la follen –se limitó a decir con voz consumida por el deseo mientras se sentaba sobre mis muslos-. La guarra quiere sentir como esta hermosa polla la folla una y otra vez.

  • Zorra –fue el único comentario que hizo Raquel.

Sonia levantó un poco el culo apoyándose con las manos sobre el respaldo del sofá y no necesitó más que un par de intentos para ensartarse en la alzada espada que la penetró haciéndola gritar. Aplastó sus pechos contra el mío y me cabalgó con fuerza, brincando encima de mí y rodeándome con sus brazos mientras me besaba.

  • Así, así, fóllame, fóllame –gemía entre beso y beso.

Y sus gemidos se confundían con los de Raquel que ahora se masturbaba febrilmente sentada a mi lado. De vez en cuando Sonia rompía el abrazo que la unía a mí y se inclinaba hacia donde estaba ella para darle un beso en la boca y yo miraba alelado cómo se juntaban sus lenguas, como se mordisqueaban una a la otra, con desmedida pasión. Mis manos habían rodeado la cintura de Sonia y la habían agarrado por el culo, aferrándome a él con fuerza.

  • Me corro, ahhhhh, me corro, me corroooooo, aghhhh, ahhhhhhhhhh –gritó Sonia moviéndose con violencia.

Y continuó moviéndose durante unos instantes hasta que se detuvo y se apartó hacia un lado, dejando el camino libre para su amiga, que jadeaba fuertemente.

  • Venga, Raquel, fóllatelo tú ahora, quiero oír cómo te hace gritar –le dijo todavía jadeante.

Raquel no se lo pensó dos veces y se sentó encima de mí. La agarré por la cintura y la dirigí para ensartarla en mi polla que estaba pidiendo a gritos una corrida, pero ella me frenó.

  • Por ahí no Javier, por ahí no. Métemela en el culo.

Y agarrándome ella misma la polla por la base la colocó sobre el delicado agujero. Se sentó encima y empujó hacia abajo sin lograr hacer que entrara a pesar de lo mojada que la tenía. Volvió a intentarlo una segunda vez sin conseguirlo.

  • ¡Joder! –gimió desesperada-. Joder, joder, joder.

Sonia, dándose cuenta de su desesperación con gran astucia se levantó y se colocó de rodillas en el suelo, tras la espalda de Raquel y entre mis muslos, y escuché como soltaba un gran salivazo sobre el culo de mi mujer que se estremeció encima de mí al sentirlo. Noté como una mano agarraba mi polla y cuando pude darme cuenta Raquel se había sentado ya sobre ella clavándosela en el estrecho orificio y soltando un ahogado gemido.

  • Aaaaahhhhhh, qué bueno.

  • Joder, qué pasada. –Escuché a Sonia entre mis piernas.

Raquel empezó a botar encima de mi polla, que la sentía a punto de reventar, besando y mordiendo mis labios con tal pasión que temí que me los arrancara, hasta que se levantó sacándosela.

  • Espera un momento –dijo dándose la vuelta y dándome la espalda de tal forma que quedaba de frente a Sonia, todavía arrodillada entre mis piernas.

Y se volvió a sentar sobre la afilada verga que esta vez sí entró sin ninguna dificultad y reanudó su trote. Pero ahora su coño quedaba a la altura de la cara de Sonia, quien inmediatamente la acercó y empezó a chupárselo redoblando de esta manera los gritos de Raquel.

  • No paréis, no paréis, -nos gritaba a los dos brincando con furia sobre mi polla-. No paréiiiiiiis.

Y emitiendo un prolongado grito se corrió con Sonia amorrada a su coño, jadeando fuertemente y moviéndose con auténtica furia.

  • No pares, no paresssss –le gritaba yo a ella sintiendo que estaba también a punto de correrme.

Y Raquel hizo un par de fuertes sacudidas hacia abajo que me hicieron explotar dentro de ella emitiendo sonoros jadeos y agarrándole bien fuerte por la cintura, como si temiera que se me fuera a escapar.

  • Joder, joder, -se admiraba Sonia acariciándome las pelotes con ágiles dedos-. Vaya guarra estás hecha, Raquel. En serio, no te imaginaba gritando de esa manera con una polla en el culo

Y Raquel se echó hacia delante todavía clavada a mí y tomando la cara de Sonia entre sus manos la levantó y la besó, un beso largo, muy largo, lleno de cariño hacia su amiga.

Quedamos los tres rendidos en el sofá, exhaustos pero pletóricos y gozamos de la contemplación de nuestros desnudos cuerpos, acariciándonos mutuamente. Más tarde volvimos a follar, y cabalgué a Sonia y luego a Raquel, pero estaba agotado y fui incapaz de terminar lo que había empezado, así que disfruté del hermoso espectáculo que me ofrecieron besándose las dos y masturbándose mutuamente la una a la otra.

Sonia pasó el resto de la noche con nosotros, y al día siguiente cuando nos levantamos algo del encanto se había roto entre nosotros. Parecía como si a la luz del día fuéramos personas diferentes a las que anoche lo habían compartido todo. Una vez Sonia se hubo marchado y quedamos solos Raquel confirmó lo que yo sentía. Había sido fantástico, pero faltaba algo, esa chispa que lo hiciera tan diferente y tan especial como había sido el trío con Fran.

  • No sé, tal vez haya sido un error hacerlo con Sonia –me dijo ella pensativa-. Aquella otra vez en la que me enrollé con ella fue diferente, mucho más natural. En cambio anoche noté la situación un poco forzada, aunque luego cuando nos soltamos la cosa cambió, pero a pesar de todo no me he sentido bien al cien por cien. Y eso que he disfrutado un montón viéndote con ella. ¿Y tú, qué opinas?

  • Comparto tu opinión. Anoche pensé durante un buen rato que no íbamos a ser capaces, no sé, estábamos muy tensos los tres. Y es verdad que a pesar de habérmelo pasado en grande me queda un cierto regusto amargo que no te sabría explicar. Tal vez me había hecho muchas expectativas y he descubierto que no era tanto como imaginaba. Muy bueno, pero diferente de lo que esperaba. Para que me entiendas, ha sido como tenerte por duplicado, no ha aportado nada nuevo como hizo Fran. Es como tener un cromo repetido, ¿sabes? Lo sigues valorando y admirando pero simplemente ya lo tienes. Mejor tener uno diferente, ¿no?

  • Pues cuando estuvimos con Fran yo también podría haber dicho que era un cromo repetido a ti, y sin embargo no lo sentí así. Lo disfruté enormemente y me ofreció cosas diferentes a las que tú me ofreces.

  • Decididamente, me quedo antes con Fran que con Sonia. Me hubieses dicho esto hace unos meses y te habría tomado por loca, pero ya ves, así es la vida. ¿Para cuando volvemos a llamar a Fran? –le dije sonriendo.

  • Cuando tú quieras, mi amor. –Me dijo sonriendo también y plantándome un enorme beso en los labios.