Raquel, Pepe y Nina

Por fin nos pusimos de acuerdo para invitar a Pepe a vernos juntas.

Pepe, Raquel y Nina

Los antecedentes de este relato están en Mi primer trío, Raquel y Tremenda Silvia (si les gustan pueden leer también Educando a Rita, otro relato mío).

Después de una intensa cogida y mientras se quitaba el arnés con el dildo, Raquel me dijo:

Nina, el otro día le conté a Pepe de mi relación contigo. Tenías razón, se puso de lo más caliente y me dijo que le encantaría vernos juntas... con decirte que me pidió que le detallara cómo eres, las cosas que me haces, cómo me tocas y por qué me gusta tanto. Mientras le contaba empezamos a desvestirnos y nos dimos un atorón delicioso.

Pues ya va siendo hora de que me presentes a tu Pepe, ¿no? Te aseguro que la imaginación no te alcanza para saber cómo se va a prender al estar con nosotras.

Como siempre, quedamos en vernos en mi casa. Raquel llegaría temprano y Pepe unos minutos después. La fantasía de Pepe era encontrarnos ya "en acción", así que le presté una llave del departamento. Cuando abrió la puerta yo ya había despojado a mi amiga de sus braguitas de encaje y estaba mordiendo la piel de sus senos por encima del sostén. Pepe era de esos feos con personalidad que pueden resultar muy atractivos, además de que tenía buen cuerpo. A través de los pantalones, su erección delataba el placer que le causaba comprobar que Raquel era tan cachonda que gozaba con una lengua femenina tanto o más que con la suya. Lo que no sabía es que Raquel había llegado realmente temprano, me había desnudado, había frotado mis rosados pezones con su lengua y al mismo tiempo me había masturbado hasta provocarme el primer orgasmo del día.

Nosotras teníamos un acuerdo: Pepe quería penetrar a Raquel por atrás (pensaba que nadie lo había hecho antes) y verla interactuar conmigo, así que fingiríamos para que él creyera que estaba desvirgando su trasero. Nos encontró en la recámara.

Hola, Pepe... tu novia es tan bella que no pude esperar a que llegaras, está buenísima... ¿me la prestas otro ratito? La voy a preparar para ti. – Mientras él se desnudaba, hice que Raquel se acostara con las nalgas al borde de la cama y que sostuviera sus piernas levantadas, juntas, como una gimnasta. Podía ver su oscuro ano. Tiré un poco de los vellos que cubrían el capuchón del clítoris y metí mi lengua en ese huequito de lujuria. Pepe estaba como hipnotizado, no decía nada, pero se acercó y jugueteó con los pechos de Raquel mientras yo la llevaba al clímax. Fui por un tubo de lubricante y dejé a Pepe limpiar muy bien la rezumante vagina de mi amiga. Cuando volví con el lubricante y almohadas extra los encontré besándose muy unidos. – A ver, tortolines... Raquel, acuéstate boca abajo, pon tus nalguitas sobre estos cojines... así, que quede bien alto tu trasero... – separé los cachetes de las nalgas y empecé a decirle a Pepe lo que tenía que hacer – Qué rico trasero, tan apretadito, bésalo, es tuyo – Pepe era muy sensual y eso me gustó bastante; no se fue directamente al hoyo que quería penetrar, se dedicó a pasar la lengua por ambas nalgas para finalmente acariciar la raja hacia arriba y hacia abajo, varias veces antes de trazar círculos de saliva alrededor de los pelos del culo de Raquel.

Ella emitía ligeros suspiros y pedía más. Abrí el lubricante y empapé un dedo de Pepe, puse también otro poco directamente en el juguetón hoyito de la morena. – Introduce tu dedo, no tengas miedo, no vas a lastimarla porque tienes lubricante, mételo hasta el fondo (Se escuchó un "¡Ay!" seco de Raquel); no lo saques, sólo muévelo en círculos lentos, siente los pliegues, ¿verdad que está bien apretadito? Ahora sí dale un poco de mete-saca, suave, déjala que lo goce, te conviene que lo goce... (Raquel empezó a jadear y a sudar) Mete otro dedo bien mojado, no lo muevas todavía, tienes que dejar otra vez que se acostumbre a la penetración, ahora sí, suave, suave...

Yo sabía que Raquel estaba más que lista, así que sin más preámbulo le pasé el tubo de lubricante a Pepe y le dije que se pajeara un poco para cubrir bien su pene y facilitar el proceso. Mientras él se la frotaba quité las almohadas de debajo de las caderas de Raquel para que se acomodara en posición canina. Aquella verga parecía contenta y orgullosa de lograr su sueño, estaba firme y brillaba por el lubricante. Entró poco a poco y una vez que estuvo bien adentro no hizo falta guiar más a Pepe, ya sabía que primero tenía que quedarse un ratito sin moverse y después Raquel se movería sola para ordeñarle la picha. Al primer contoneo de cadera Pepe gruñó:

Muévete, perra, muévete como tú sabes. Jadea para mi, cachorrita.

Cuando lo escuché llamarla "perra" se me ocurrió una idea: colocarme también como perrita y ofrecerle las nalgas a Raquel. Esto nos calentó a todos y nos puso al borde de la explosión. Mi amiga jadeaba al tiempo que olisqueaba mi trasero como si efectivamente fuera una perra en celo, Pepe le daba por el culo y me decía:

Así, Nina, eres nuestra mascota, ¡déjala que te dé una buena lamida!

La lengua femenina me quemaba; Raquel y yo nos conocíamos tanto que no tardó en hacer que me viniera en su boca y mis propias caderas le sirvieron de apoyo para que siguiera balanceando su cuerpo hasta que el semen de Pepe salió disparado hacia sus intestinos y él gemía "Ah, ah, ah, aaaaahhhh..."

Pepe se fue al baño y nosotras nos reímos abrazadas. Los tres habíamos satisfecho nuestras fantasías.