Raquel: entre la realidad y la fantasía
La conocí por casualidad y desde entonces no pude dejar de fijarme en ella, convirtiéndose en mi obsesión particular durante años, hasta que algo pasó, y lo cambió todo para nosotros...
RAQUEL: ENTRE LA REALIDAD Y LA FANTASÍA
(Esta historia está basada en hechos reales, pero hasta cierto punto. A partir de ahí, es pura fantasía que tengo en mi mente, deseando que algún día pueda realizarse. Para satisfacción o decepción, según la persona que lo lea, dejaré a la imaginación de cada lector/a el revelar en que punto la historia real termina y la fantástica comienza. Si a alguno/a le apetece saberlo, ya sabe adonde mandarme la pregunta.)
La historia comienza en 1994, en mi primer año de instituto. Por aquella época no estaba de buen humor. Apenas un año antes mis "amigos" de entonces habían sido cogidos en un pequeño robo en el almacén de un bar, y me habían acusado a mí de ser un cómplice suyo en el robo, lo que era falso. Sólo me habían dicho que lo tenían pensado, pero me negué a participar precisamente por si nos pillaban(no les gustó la idea, de ahí que me incriminaran. Por no haber colaborado, querían que me tragase el marrón). El hecho era que no me quedaban ganas de empezar el instituto y hacer nuevos amigos, reciente esa herida en mi corazón. Ninguna en absoluto.
El año de instituto pasó con más pena que gloria, pues falté la mitad del curso primero por mis ataques de asma(debido al frío que hacía por las mañanas cuando iba, lo que obligaba a volver a casa a recuperarme), y segundo por las pruebas de la mili, ya que dada mi enfermedad, no estaba apto para cumplir con la patria(ni tenía ganas de ir). Lo que sí quedó de esa época, y en años venideros, fue Raquel, la eterna Raquel.
Raquel era una compañera del instituto. De metro 157 o 160 como mucho, larga melena rizada castaño oscuro, ojos azul cristal intensos, un poco pecosa, y un buen cuerpo a pesar de su estatura. Me fijé en ella desde el primer día de clase. Tenía mucho atractivo para mí, más que el resto(aunque las habías más guapas). Me pasé todo el curso mirándola, sin decirle nada. No me atrevía a hacerlo, porqué entonces, como hasta el momento de escribir esto, no he tenido pareja en mi vida: ni novia, ni rollo ocasional, ni el "polvo de una noche" y "si te he visto no me acuerdo" en definitiva, nada. El motivo que puedo dar sobre esa ausencia es que no quiero sufrir por amor, ya que ya sufrí bastante en la vida por unos y por otros. Nunca he deseado tener novia, así de simple. Nunca me sentí necesitado de una, ni comprendí porqué la gente lo buscaba tanto. ¿Qué podía darme una novia que yo no pudiera tener por mí mismo?, me llevo preguntando siempre.
Pero volviendo a Raquel, que es lo que importa, fue mi fijación todo el curso. Yo me sentaba al final de la 3ª fila de pupitres, y ella al principio, con lo que podía verla sin problemas, y bien que la vi durante esos meses, pero nunca le dije nada de ser amigos o algo más, pero no tenía fuerzas en aquel momento para hacer nuevas amistades. Cuando acabó el curso dejé de verla, me sentí bien, pensando que no tendría que pensar más en ella ni consumirme fantaseando con lo que podría ser ella para mí y todo eso. Sin embargo, me equivoqué enormemente. Según acabó el curso, me topé con Raquel un par de veces por la calle. No nos hablamos, por supuesto, porqué no habíamos hecho amistad, pero los encuentros casuales comenzaron a ser una rutina, y lo más raro es que sólo me ha ocurrido con ella. No importa lo que yo hiciera, a donde fuera o porqué calle, que siempre he acabado encontrándome con ella. A veces pasaban un par de días de encuentro a otro, a veces unos meses, pero pasase lo que pasase, siempre he acabado volviéndola a ver, lo que ha llegado a exasperarme a veces.
Los años fueron pasando, los dos hemos ido creciendo, y hemos seguido encontrándonos. Con el tiempo, y siempre de forma accidental, he ido conociendo detalles sobre ella. Sus apellidos los supe de cuando pasaban lista en clase, apellidos que por razones de seguridad no voy a desvelar. Su dirección, porqué coincidió que un par de esos encuentros, la vi saliendo del mismo portal, que estaba en mi ruta diaria de paseo, y también que tiene un hermano menor. Incluso, una vez, el cartero estaba justo echando las cartas en su portal y supe el piso y todo. No se como explicarlo, pero parecía que el Destino y el Azar conspiraban contra mí para que supiera de ella cuanto más mejor. Siempre por casualidad, siempre sin desearlo.
Dicha conspiración llegó a su fin, precisamente, hace cuatro meses, cuando me encontraba en la tienda de revistas del centro comercial de mi ciudad. Estaba ojeando mirando unas y otras, cuando me giré un momento y creí verla de nuevo, pero fue tan fugaz que no estaba seguro. Seguí a lo mío, hasta que me dieron un toque por la espalda, y al girarme, vi que era ella. Me quedé de piedra, totalmente estupefacto.
-Disculpa, ¿sabrías decirme donde queda el bar "El Delfín"?.
-Sí claro-respondí a duras penas-. Sales de aquí por la salida principal, tuerces a mano izquierda, luego subes, giras en la plaza
-Uuuuf espera que no me acordaré de todo ¿Me acompañas y me enseñas donde queda?. Es que ahora mismo consigo recordar el sitio.
-Vale-respondí involuntariamente-. Vamos.
Salimos del centro comercial y empezamos a ir rumbo hacia el bar.
-Tu cara me suena-me dijo-. ¿No nos hemos visto en alguna parte antes?.
-Sí, pero hace muchos años. En el instituto, en el 94. Fuimos compañeros. "El solitario", ¿lo recuerdas ahora?.
-¡Ah sí!, ahora sí-contestó-. El que se sentaba solo en clase, y esos que éramos número par en clase. ¿Por qué siempre te sentabas solo?.
-¿Es que ya lo has olvidado?. Tú te sentabas con otras dos compañeras en vez de con una solo. Alguien debía quedar sin compañero. De todos modos, no me importó.
-¿Y por qué no-preguntó extrañada-?.
Le conté, con pelos y señales, lo ocurrido con los amigos de aquel entonces, y la herida emocional que me provocaron. Raquel torció el rostro en señal de dolor.
-No me extraña que estuvieras siempre solo, pero tampoco es motivo para renunciar a nuevas amistades. Creo que hiciste mal.
-Yo no-respondí-. Estuve cinco años solo por la vida, sin un solo amigo. Créeme cuando te digo que sé muy bien lo que significa la soledad, pero no me arrepiento.
-Ya, ya lo veo. Incluso el tono de tu voz me lo dice. Creo que estás muy solo.
-Ahora no-la contrarié-. Hice nuevos amigos y estoy bien con ellos. Me costó no ser tan cerrado en banda, pero ahora estoy bien, muy bien.
-Me alegro. Nadie debería nunca saber lo que es la soledad, nunca.
-A veces sí lo es, para saber lo que no se debe tener jamás. ¿Si no pasas por malos tiempos como vas a saber cuales son los buenos?.
-Mmmmmmm-murmuró Raquel-. No estoy segura de que tengas razón.
No respondí a su pregunta. No me pareció bueno meterme en más detalles, que solo conseguirían ponerme triste o algo parecido.
-¿Y de novias-volvió a preguntar-?. Habrás tenido alguna supongo-luego calló, bajando la cabeza- Perdona, creo que me he pasado. No tienes que responder.
-No te preocupes. Pues lamento decepcionarte, pero nunca he tenido novias. Ni entonces ni ahora, y ni siquiera un rollo de una noche. Por cierto, creo que no te he dicho mi nombre. Me llamo Iván.
-Lo recordaba de clase, gracias. Supongo que tú aún recuerdas el mío-dijo, y vio que asentí con la cabeza-. ¿En serio nunca has tenido novia?.
Su cara de incredulidad era la misma que ponían todos y todas a quien se lo decía. No podían creerme, a pesar de que no mentía. Le conté el porqué nunca quise novias(algo que no quiero desvelar) y ella hizo un gesto pensativo al escuchar mi historia, como pensando que hubiera hecho ella en mi lugar.
-La verdad es que es muy fuerte lo que me has contado. Por un lado lo entiendo, pero aún así, deberías haberla buscado. Quizá te hubiera dado el apoyo que necesitabas.
-No, no lo creo-dije negando con la cabeza-. Hubiera sido peor, siempre he pensado eso-. Ah mira, este es "El Delfín".
-Cago en la mar y yo sin acordarme. Mira que soy tonta a veces. Muchas gracias por todo.
-De nada.
Me di la vuelta y comencé a irme, a seguir mis asuntos.
-¿Quieres tomar algo-me preguntó desde detrás de mí-?. Si no estás ocupado
Me giré y la miré detenidamente. En aquel momento no estaba seguro de que olvidase donde estaba el lugar por accidente.
-No, no estoy ocupado. De acuerdo, acepto.
Pasé la tarde hablando con ella, charlando y forjando una amistad que parecía llevaban años planeando el Destino y el Azar. Sin embargo, hubo algo más. No un noviazgo, pero sí algo más. A las dos semanas de conocernos, Raquel me invitó a pasar el Sábado juntos solos ella y yo, a lo que acepté encantado. Paseamos, tomamos algo, e incluso paramos por bares de baile, aunque yo no bailé mucho, nunca me ha gustado. Aquella noche, me invitó a su casa, asegurando que estaríamos solos. La situación comenzó a volverse algo sensual, ya que empezamos a hablar de sexo y lo hicimos sin reparos. Estaba preciosa, radiante como una estrella de cine, y me acordé de aquel tiempo donde no paraba de mirarla, cuando estábamos en clase. Ella se dio cuenta, lo vi en sus ojos, e inició una especie de juego, de miradas pícaras, de gestos. Su mano se fue a mi pierna, y con la otra me acarició la cara, con expresión dulce. Acercó su cara a la mía y antes de darme cuenta nos estábamos besando. Era dulce, precioso, muy tierno y cálido a la vez. Nos besamos mucho tiempo, ya ni recuerdo cuanto. Me sentía transportado al cielo, olvidándome de todo y de todos. Raquel comenzó a acariciarme recorriéndome el cuerpo, y con cierta timidez, propia de la inexperiencia, hice lo mismo, notando como mientras nos besábamos su cuerpo reaccionaba a mis caricias. Sin embargo, no me atreví a llevarla al pecho, siendo ella que la cogió mi mano y lo hizo. Firme, bien formado y voluptuoso, acaricié sus pechos por encima del jersey negro que llevaba puesto. Ella, sin pudor alguno, puso su mano en mis pantalones, notando mi inicial erección de la excitación. No dijo nada, solo dejó de besarme, se apartó y se quitó el jersey, enseñando su pecho oculto por el sujetador, que también desapareció rápidamente. Rodeándome con sus brazos, me llevó a ellos y comencé a chuparlos en mi boca, usando mi lengua para excitarla más. Estaba en pleno éxtasis. Ella gemía y se contorsionaba a la vez que comenzó a desnudarme. Al quedarnos desnudos, me abrazó, y me pidió que me metiera entre sus piernas y la devorase con mi boca. Al principio sentí un fuerte rechazo, pero luego me decidí a hacerlo, a no dejar nada de lado. Ella se echó sobre el sofá, se abrió un poco, y me eché después, quedando mi cara justo delante. Un olor embriagador me llegó a la nariz, que me incitó a meter mi lengua dentro. Sin prisa pero sin pausa comencé a devorarla como ella quería, a excitarla. Raquel, en aquel momento, destilaba belleza y felicidad por los cuatro costados, y me encantaba verla así.
-Mmmmmmmm aaaaaah sigue Iván cómeme cómemeeeeeee
-¿Eso te gusta-pregunté en un breve paréntesis al salirme de ella-?.
-No, no me gusta. Me encanta. No te detengas, y sigue. Quiero sentirte.
Volví a hundirme entre sus piernas y seguí degustando su sexo, que empezaba a mojarse no solo de mis lametones, sino de sus propios jugos, que eran riquísimos. Raquel llevó mis manos a sus pechos, y a la vez que la devoraba se los amasaba, haciendo que ella gimiera más aún. No me cansaba de saborearla, pero llegó un momento en que me apartó de ella.
-Ahora es mi turno. Te quiero todo. Todo para mí. Todo mío.
-¿Qué vas a hacer-pregunté-?.
-Ya lo sabrás. Te va a encantar. Vas a disfrutarlo como nunca.
Se agachó y agarrando mi sexo firmemente, bajó la cabeza y lo acogió todo en su rica boca. Comenzó a bajar y subir mientras me hacía descubría un placer que nunca hubiera imaginado que existiese. Su lengua parecía una liana, enroscada a mi sexo sin soltarlo jamás. Me producía intensos temblores de placer, y me sentía en una nube de la que no quería bajar. No quería dejar de estar con Raquel, mi dulce Raquel. Notando que mi dureza no daba más de sí, se salió y miró con ojos centelleantes.
-Vamos, mi cielo. Entra en mí. Quiero sentirte dentro de mí.
-Y vaya que me sentirás-dije irónico-. Te lo voy a dar todo.
-Síiiiiii lo quiero todo vamos, ven
Se volvió a echar y me puse encima suyo. Guié mi sexo hacia el suyo, y lentamente la penetré hasta el final. Un fuerte estremecimiento nos recorrió a los dos, quedándonos inmóviles por unos segundos. Después, poco a poco, comencé a moverme dentro de ella, que pasó la pierna derecha por detrás de mí, para aferrarme. Sus manos también me rodeaban, atrapándome para no escapar, pero en aquel momento escapar era lo que menos pensaba hacer. La embatía con suavidad, como si fuésemos dos amantes enamorados. El solo oírla gemir era maravilloso. Mis manos aferraron sus tersas nalgas y le di un poco más fuerte, arrancándole nuevos jadeos, más fuertes e intensos que los de antes. Acaricié su pequeño cuerpo por todas partes, deleitándome con sus pezones, endurecidos del enorme placer. Raquel me atrajo hacia ella, queriendo fundirse en mí, perderse, sentirme tanto como le fuera posible.
-Aaaaaaaah aaaaaaahh aaaaaaaahh sigue mi amor, sigue
-Te adoro Raquel te quiero te lleno todaaaaaaaa síiiiii te lleno de míiii
-Vamos mi amor ya lo siento lo siento veniiiiiir no pares, no pareees
-Eres una diosa te quiero aaaaaaaaaah aaaaaaaah aaaaaaaaah aaaaaaaah
-¡¡Oh que bien!!, ¡¡Más, máaaaaaaaaaas!!, ¡¡Dame máaaaaaas!!, ¡¡AAAAAH!!.
-Ya está ya está AAAAAAH AAAAAAAAHH AAAAAAAAHHH
-Te quiero Iván, te quieroooo ¡¡AAAH!!, ¡¡AAAAAHH!!, ¡¡AAAAAHHH!!...
La bombeé con más fuerza, sintiendo como llegábamos al clímax y como éste nos inundó, estallando juntos, llevándonos hasta el cielo de los amantes. Quedé echado sobre ella, quien con expresión de niña feliz, me seguía acariciando el pelo y la cara, sonriendo tan dulcemente que me conmovió hasta la fibra más sensible. Solté una pequeña lágrima de felicidad, que Raquel enjuagó, besándome luego. Estuvimos abrazados mucho tiempo, hasta que, recuperadas las fuerzas, volvimos a hacerlo, esta vez yo sentado y ella sentada sobre mí, gozando sin para entre orgasmos que nos hacían gritar de placer. Dormí con ella aquella noche, abrazándola, deseando que no llegara el nuevo día. Nunca se ha vuelto a repetir, pero Raquel y yo hemos quedado como amigos, grandes amigos. Salimos juntos, nos divertimos, y no me importaría repetirlo algún otro día. Es maravillosa, sensacional, y la aprecio y quiero, de todo corazón