Raquel (03)
Recomiendo leer Raquel01 y Raquel02 para poder entender la historia. En este capítulo Raquel deja la mansión por primera vez en su vida.
El camino de acceso a pequeño pueblo donde el señor Pérez tenía su mansión era bastante rugoso y pedregoso. El automóvil saltaba con las roturas del pavimento haciendo que Raquel, sin poder sostenerse con sus brazos, se golpeara mas de una vez con la cabina del automóvil o con el mismo Inspector Cabrera.
La posición que había adoptado en un primer momento agachando su cabeza sobre sus piernas ahora le resultaba incómoda a Raquel. Mas de una vez se había golpeado ella misma con sus propias rodillas. Pese a los reiterados pedidos de la joven por que le quitaran las esposas, Cabrera no se las quitaba. Según sus palabras ella estaba "detenida" como sospechosa, y debía ser tratada como tal. No podían darse el lujo de que ella escapara o se arrojara del automóvil en movimiento. Raquel lo comprendió, pero maldecía para sus adentros la difícil posición de sus manos, los golpes que había recibido en sus brazos y espaldas a causa de estar esposada. Mas aun maldecía el hormigueo que comenzaba a sentir en sus brazos a causa de la prolongada postura y los esporádicos calambres que contorsionaban su rostro de vez en cuando.
Sin embargo, Raquel cambió el rostro por uno de pánico total cuando sintió que le comenzaban a venir unas ganas irrefrenables de orinar. ¿Cómo iba a hacer? Estaba custodiada por dos hombres. En realidad eran dos degenerados con placas de policía que habían jugado rato antes con su ropa interior. Al principio Raquel trató de contener su necesidad y lo hizo con bastante éxito. Sin embargo, a los quince minutos la situación era peor que antes, caótica, desesperante. Raquel movía sus piernas tratando de aguantar. Por la vergüenza no podía ni se animaba a decirle a Cabrera lo que sucedía. Continuó así unos minutos, pero luego ya no aguantó más.
-Señor inspector, tengo necesidad de ir al toilete.- dijo finalmente sonrojándose
-Ja ja ja ja ja ja .- rió Cabrera
-¿Has visto algún "toilete" por aquí López?- preguntó guiñándole el ojo a su compañero
- La verdad que no- respondió López
-Pero como dicen aquí en el campo, todo eso es "toilete"- dijo señalando al horizonte
El camino estaba pasando por un valle ente dos grandes montañas. Todo alrededor del mismo estaba nevado recientemente y apenas si se veían algún que otro arbusto allí a lo lejos. Raquel miró espantada hacia afuera. Hacia muchísimo frió evidentemente y la nieve parecía cubrirlo todo. López entonces detuvo el automóvil en el medio de ese páramo y los dos hombres miraron a la joven.
-Vas a bajar y vas a hacer rápidamente tus necesidades, si demoras mas de lo necesario te prometo que lo lamentarás.- amenazó Cabrera
Los hombres tomaron sus abrigos y se los pusieron antes de salir del automóvil. Raquel en cambio continuaba vestida igual que cuando había salido de la mansión. Acostumbrada a la calefacción centralizada no traía mas que su blusa, su falda de uniforme y sus zapatos negros.
Cuando los hombres salieron del auto, el frío entró como un golpe por las puertas abiertas. Raquel pensó que se orinaba allí mismo por el frío, pero se contuvo de hacerlo y se incorporó fuera del auto. Su cintura le dolía por la posición en el auto y apenas si podía caminar del entumecimiento. Su cuerpo comenzaba a helarse y los dolores de sus músculos y sus huesos se volvían mas intensos aun. Tratando de mantenerse en movimiento caminó por el pavimento esperando ordenes de los hombres.
-¡¡Qué esperas perra!!. ¡¡Haz lo que tengas que hacer!!- gritó López
-Pero... mis manos.. desátenme... no voy a poder...- suplicó ella casi llorando
-¿¿Queee?? ¿¿Estas loca??- afuera del automóvil mas que nunca es cuando debes permanecer esposada
Raquel no aguantaba mas su vejiga. Desesperada por la necesidad caminó unos pasos hacia el costado del camino y sintió como se hundía en la nieve hasta la rodilla. Al tercer paso perdió su zapato derecho, luego mas adelante el izquierdo. Por fin, a unos pasos de los hombres se inclinó un poco, pero sintió que lo alto de la nieve no le dejaba agacharse como era lo normal en esos casos. En un intento mas, se agachó un poco mas hasta que sintió que la nieve se pegaba a su pubis y a su culo. Allí no aguantó mas, y sin poder quitarse o correr de costado la ropa se orinó encima sintiendo como el caliente liquido recorría sus pubis, empapaba su tanga y se escurría por sus muslos hasta la nieve. Raquel lloraba desesperada. Se había orinado encima y tenia los pies y las piernas agarrotadas del frío. Su cuerpo olía ahora a orín. Como pudo regresó al automóvil. Solo al levantar la vista se dio cuenta que los dos hombres habían estado observándola bien de cerca con los binoculares y se reían como degenerados por lo que habían observado.
Sin ayuda de ningún tipo y ya sin sentir casi los dedos de los pies, Raquel llegó al lado de los hombres. Mirando al piso con vergüenza se quedó esperando que le abrieran la puerta del automóvil. Hacia muchísimo frío y sus piernas ahora mojadas lo sentían mas aun. Sin embargo parecía que los hombres no tuvieran apuro esta vez. Con total tranquilidad López tomó un cigarrillo del paquete en su bolsillo y lo encendió. Festejando la idea Cabrera le pidió a López que le convidara uno y encendió también el suyo. Mientras tanto las piernas de Raquel temblaban desnudas en el frío viento.
-¡Eres una perra inútil! ¡Mira que hay que ser tonta para orinarte encima..ja ja ja!- dijo Cabrera
Cuando los dos hombres terminaron los cigarrillos los arrojaron a la nieve y uno de ellos por fin abrió la puerta del automóvil. Raquel se metió adentro lo mas rápido que pudo. Esta vez, al lado de ella se sentó López y Cabrera tomó el volante. Raquel no podía evitar ver como López miraba sus piernas. Aun adormecidas por el frío las piernas de Raquel habían tomado un color pálido azulado y poco a poco se iban reponiendo.
Cinco minutos de viaje después López comenzó a fruncir la nariz como si algo oliera mal. Raquel hacia como que nada pasaba, pero sabía que el olor a que se refería López era de su propio cuerpo.
-¡¡Esta perra que se orinó encima no se aguanta mas!!- gritó López
-¡¡Párate!!- le ordeno a la joven
Raquel sintió con total asco y repudio la mano de López que le palpaba sus glúteos y sus muslos. Los dedos del hombre se deslizaban por su pierna haciéndola sentir manoseada sin que ella pudiera evitarlo
De repente, sin que ella pudiera reaccionar. López había abierto su falda y estaba jalándola para arrancársela.
-¡¡Que hace!! ¡¡Nooo!!.- gritaba Raquel
-¡¡No digas que no, puta...!! ¡Ni pienses que aguantaré 2 horas mas con ese aroma enfrente mío! - respondió López
Luego de eso comenzó a jalar fuertemente de la falda tratando de quitarla. Pese a los ruidos a rotura de tela que se escuchaban, la falda aun no cedía. Raquel sentía como la tela se iba rompiendo y lloraba suplicando que no lo hicieran, pero López continuaba jalando. Pero lo que mas la desesperó fue cuando Cabrera, sin soltar el volante con la mano izquierda, con la derecha le alcanzó a López una enorme navaja que en pocos segundos terminó con lo que quedaba de su falda. López olió la falda e hizo una muesca de asco
-¡¡Te orinaste en tu propia falda perra.!!- maldijo López.
De inmediato abrió la ventanilla del automóvil y arrojó la falda al camino. Raquel no podía creer lo que veía. Su falda flotaba allá a lo lejos cayendo lentamente sobre la ruta mientras ellos se alejaban raudamente
-¡¡Sigue habiendo olor... coño!!- maldijo otra vez
-Es ella que está sucia. Parece que no sabe limpiarse y la vamos a tener que limpiar nosotros- dijo Cabrera
Inmediatamente detuvo el auto al costado del camino. Esta vez Raquel no sabía que era lo que se proponían los hombres, pero sabía que nada bueno iba a ser. Estacionado junto a la nieve nuevamente, los hombres bajaron del automóvil y abrieron la puerta de Raquel.
Antes que pudiera intentar salir fue tomada de los cabellos y jalada hacia afuera con lágrimas en los ojos. Sus pies descalzos sentían la rugosidad de las piedras al costado del camino. Jalándola nuevamente del cabello fue arrastrada hasta el borde de la nieve.
-¡¡Ven aquí puta!!.- decía López mientras jalaba.
Raquel lloraba con la cabeza jalada hacia adelante mientras movía sus pies lo mas rápido que podía. En el borde de la nieve fue tomada por los hombres y mientras Cabrera la sostenía de los hombros López ponía sus pies entre los de ella obligándola a abrir sus piernas.
Sin ningún miramiento, López tomó un puñado de nieve con sus manos enguantadas y alzando la mano con la palma hacia arriba la incrustó literalmente en la entrepierna de Raquel. El frío repentino en esa zona del cuerpo hizo que la pobre muchacha intentara saltar hacia atrás, pero las firmes manos de Cabrera no se lo permitieron. Toscamente, rudamente, López continuó frotando la nieve contra el sexo de Raquel, que poco a poco se ponía cada vez mas enrojecido.
Por varios minutos, y totalmente a la intemperie continuaron limpiando en esa forma tosca y despiadada los restos de orín de la piel de Raquel. Por fin, cerca de 15 minutos mas tarde, cuando se cansaron, la soltaron. Raquel cayó ovillada al piso con sus manos entre sus piernas intentando inútilmente calmar ese ardor que le había dejado la salvaje operación.
Llevada de los cabellos nuevamente, Raquel fue vuelta a subir al automóvil, y nuevamente se pusieron en camino, esta vez Cabrera acompañaría a la prisionera. Raquel continuaba masajeándose la zona, que resplandecía por su color rojizo. No podía cerrar sus piernas, y sentía que los dos hombres la estaban mirando.
Sin quitarse los guantes, Cabrera comenzó apoyando sus manos sobre la rodilla de ella. Ante el silencio de Raquel, que continuaba mas preocupada por sus ardores, comenzó a subir la mano lentamente, acariciando sus muslos, calentándolos suavemente.
Raquel lo miró a los ojos. Nunca había sentido una mano de un hombre en sus muslos, y las sensaciones que ahora estaba sintiendo turbaban su cabeza. Sin saber reaccionar, se quedó petrificada, con la mirada atenta a esos dedos que la recorrían, mientras subían mas y mas hacia su entrepierna. De repente, una nueva sensación invadió su cuerpo. Como una oleada de calor que le subía por dentro, hacía que pequeñas gotas comenzaran a aparecer entre sus labios vaginales.
Poco tardó Cabrera en llegar a esas humedades. Sus dedos enguantados habían anclado los labios de la vagina de Raquel bien abiertos, y con una sonrisa perversa observaba como las pequeñas gotas aparecían entre los labios de la prisionera. Muy pronto estuvo tan mojada que los dedos de Cabrera acariciaban la entrada de su sexo, hundiéndose y saliendo de dentro de ella, volviéndola loca de placer.
Los guantes de Cabrera brillaban entre sus piernas mientras Raquel le rogaba que se detuviera. Sencillamente no podía evitar la deliciosa y nueva sensación que crecía en su sexo y se retorcía en el asiento del automóvil sin saber qué hacer.
El hombre se sonreía mientras la miraba debatirse entre el deseo desenfrenado y su intento por controlarse. Quitó la mano de su entrepierna y pasando el dedo por sobre sus muslos se deleitó con sus contracciones. Con paciencia y lentamente se quitó los guantes. Raquel miraba los suaves movimientos del hombre y retomaba su aliento respirando pausadamente sin perder de vista las manos del policía que ahora se acercaban a su piel.
El solo contacto de la piel de las manos del hombre con sus muslos le hizo revivir todas las sensaciones por dentro. Otra vez Raquel luchaba por contener su deseo, pero esta vez era mucho mas difícil. La piel caliente de las manos de Cabrera se acercaba a su pubis y ella deseaba que volviera a tocarla como hacia unos segundos. En cuanto la mano del hombre rozó su sexo Raquel suspiró y gimió instintivamente. Oyéndose a si misma se daba vergüenza, esposada y siendo manoseada por un policía degenerado, pero no podía evitarlo. Sus labios estaban tan húmedos que ya goteaban sobre el tapizado del asiento, y el solo apoyar de los dedos entre sus labios hizo que Raquel arqueara la espalda y empujara su pubis hacia adelante. Totalmente descontrolada Raquel empujaba sobre el dedo tratando de meterlo dentro de ella.
-¿Te gusta mi dedito puta?- le preguntó Cabrera al oído
Las palabras de el policía la habían excitado mas aun. Jamás en su vida había experimentado tanto placer, y deseaba que continuara. Sin poder evitarlo Raquel giró la cabeza mirándolo con ojos de deseo
-Si... por favooor. ayúdame- murmuró Raquel
Los ojos de Cabrera se iluminaron de repente y su dedo se metió hasta el fondo del sexo de Raquel que ahogó un grito de placer en su garganta. La otra mano de Cabrera suavemente comenzó a acariciar su abdomen y poco a poco fue desprendiendo los botones de la blusa de Raquel. Ella no podía ni deseaba en ese momento evitar que la siguieran desvistiendo. Luego el hombre deslizó la blusa por sus hombros hacia atrás, dejándola caer por sus brazos esposados. Solo restaba su sostén blanco, pero cuando la navaja se abrió en manos del policía el problema quedó resuelto. Suavemente el hombre deslizó la afilada hoja de la navaja por encima de la copa de su sostén jugando con la punta de la misma sobre las puntillas y presionando un poco de vez en cuanto para divertirse. Los ojos de Raquel sobre su propio cuerpo no perdían detalle de cada movimiento. Luego de jugar un rato subió la navaja a los hombros de la joven y deslizando la hoja debajo de los breteles los cortó limpiamente y sin mucho esfuerzo.
Pese a su inexperiencia sexual, los pechos de Raquel eran abundantemente grandes. El sostén aun se mantenía por el estiramiento que le provocaban esas dos redondas prominencias de la mujer. Sin embargo, la hoja de la navaja seguía recorriendo el pecho de Raquel y deslizada bajo la unión de las copas del sostén comenzaba a jalar hacia adelante cortando lentamente la tela hasta que se abrió al medio y el destrozado corpiño cayó detrás de ella. Raquel miraba la escena con excitación y pánico a la vez. Luego de eso el policía cerró la navaja guardándola en un bolsillo. Con la misma mano tomó la prenda y abriendo la ventana del automóvil la arrojó también a la ruta. Raquel sabía que ahora estaría obligada a vestirse sin ropa interior y eso la perturbaba muchísimo.
La mano de Cabrera recorría los pechos de la mujer acariciándolos suavemente y sintiendo la delicada textura de su piel. Raquel, no podía evitar la tremenda excitación que esa mano sobre sus pechos le provocaba. En menos de un minuto sus pezones estaban duros como piedra y los dedos del policía jugaban con ellos salvajemente, apretándolos suavemente al principio y bastante mas fuerte luego, provocando algún que otro grito por parte de la mujer.
Excitado, Cabrera quitó la mano del muslo de la joven y abrió su cremallera sacando su enrojecido y endurecido pene hacia afuera. Luego tomó la cabeza de Raquel y la inclinó hacia su pubis. Inmediatamente Raquel abrió los ojos y vio como su cabeza se acercaba a la imponente masa de carne que asomaba del pantalón del policía. La primera impresión fue de sorpresa. Nunca había visto un pene en su vida, y este delante de ella estaba erecto y duro y le parecía enorme.
La fuerte mano del hombre continuaba acercando el rostro de la joven a su verga. Pese al esfuerzo que ella hizo hacia arriba, la punta del pene terminó tocando su rostro. Su rostro de contorsionó en una impresión de asco arrugándose.
-¡¡Abre tu boca, perra!!.- ordenó el policía
-¡¡Nooo.. por favmmmmm!!.- Raquel no pudo continuar la frase
Un certero empujón hacia abajo sobre la cabeza de Raquel hizo que todo el pene se deslizara dentro de su boca y se detuviera justo sobre su garganta. Cabrera suspiro sintiendo la cálida lengua de la joven rozando con su excitada verga. Raquel, sorprendida, trataba de acostumbrar sus mandíbulas a ese gran esfuerzo que le estaba provocando el grueso miembro. Estimulada aun por el dedo dentro de su sexo, gemía de vez en cuando al sentir el calor subiendo en su vientre. Tomada de los pelos, su cabeza subía y bajaba sobre la dura verga del policía. Jamás en su vida había hecho sexo oral con nadie, y la sensación de tener semejante pedazo de pene en su boca le era desconocida y brutal.
-Chupa puta... chupa mi pedazo ... - le ordenaba mientas no paraba de mover la cabeza y acompañarla con su cuerpo.
Raquel se sentía mas humillada aun. Sus labios humedecían la rugosa piel de la verga de Cabrera mezclando su propia saliva con los jugos pre seminales que el hombre ya comenzaba a soltar. Su mente volaba entre las sensaciones de placer y el tratarse de acostumbrar a los empujones de esa verga en su garganta. Su lengua no podía dejar de sentir el tan particular gusto del hombre.
Excitado, Cabrera comenzó a presionar aun mas la cabeza de Raquel contra su pubis. Raquel se sintió ahogar en esos momentos. Por fin cuando relajó su garganta, el pene pasó por ella y comenzó a violarle la garganta. La sensación era rara y única. Por un lado le asustaba tremendamente el no poder respirar en esa situación. Por otro lado sentía con sus labios las rugosidades de la piel de la verga. Con sus ojos abiertos de par en par miraba a Cabrera que se contorsionaba de placer con cada penetración a su garganta. Por fin el hombre la soltó y le dejó sacar su cabeza un poco mas atrás. Raquel tosía con sus ojos enrojecidos por el esfuerzo mirando con pánico al rostro impasible de Cabrera
-Aprende a tragarlo puta... no te atragantes como una infeliz y chupa.-
Inmediatamente presionó su cabeza otra vez hasta que Raquel sintió que esta vez había llegado mas adentro. Un suave dolor le indicaba que su garganta se estaba expandiendo para recibir estas penetraciones. Mientras que el hombre frotaba su verga contra su garganta Raquel sintió que se había quedado sin aire. Sus ojos rojos, sus manos agitándose en la espalda y un par de lagrimas corriendo por su rostro completaban la escena de desesperación de la joven. Cuando estaba casi a punto de desmayar, Cabrera la soltó un poco otra vez y ella volvió a toser. La verga de Cabrera se veía brillante cubierta de la saliva de la mujer y algunos hilos de baba y pre semen se escurrían de su boca dándole un aspecto grotesco a la escena. Raquel tosía cada vez mas atragantada y con su garganta irritada por la intrusión.
Otra vez mas la cabeza fue empujada hacia abajo y los labios de Raquel tocaron la cremallera del pantalón de Cabrera. Cuando los sintió Raquel se dio cuenta de que tenía toda esa tremenda verga en su boca y en su garganta. No podía creer lo que le estaban obligando a hacer. Sacudida hacia atrás y adelante su cabeza frotaba sobre la sensible punta del pene del policía haciéndolo vibrar mas y mas. Fue en ese momento, cuando el hombre comenzó a contorsionarse que Raquel se dio cuenta que iba a descargarse en su boca. Había escuchado hablar de las eyaculaciones de los hombres pero nunca había visto ninguna. Su pensamiento fue cortado abruptamente por una descarga caliente que se deslizó dentro de su garganta hacia su estomago. Una y otra vez sentía los pulsantes borbotones de leche que de derramaban en su garganta. Un aroma extraño invadía su nariz mientras apretaba sus ojos tratando de no pensar lo que estaban obligándole a hacer.
Ya calmado, Cabrera acariciaba la cabeza de Raquel mientras la miraba. La tomó de los pelos y levantó su cabeza mirándola. Apretándole la mandíbula la obligó a abrir su boca y mostrarle los restos de semen sobre su lengua y entre sus dientes. Raquel sentía la boca como pegajosa, le costaba mover su lengua. Totalmente humillada y aun sintiendo el ardor entre sus piernas su rostro estaba rojo de vergüenza y un hilo de semen le goteaba por la comisura de sus labios.
López ya había entrado en lo alrededores del pueblo donde estaba ubicado el destacamento. Cabrera miraba por la ventana del automóvil y sabía que no le quedaba mucho tiempo antes de llegar. Eran las 6 de la tarde y el sol comenzaba a caer detrás de las montañas. En pocos minutos mas el auto se estacionó frente a la plaza mayor del pueblo y Raquel, aun con los dedos de Cabrera dentro de su sexo acariciándolo, no se percató de la detención.
Una gran cantidad de personas recorría la plaza y miraba a los recién llegados en el automóvil. Los vidrios algo empañados por el calor dentro del vehículo entorpecían la vista al interior. Una multitud de curiosos se amontonó alrededor.
Cuando López abrió la puerta del conductor todos intentaron mirar hacia atrás. Luego López caminó unos pasos hacia la puerta de atrás y la abrió del lado de Raquel. Todo el mundo pudo entonces ver a la joven desnuda y esposada. Con su respiración agitada por la reciente estimulación que le había dado Cabrera y su rostro con los restos de semen desparramados en su barbilla Raquel deseaba disponer de sus manos para taparse el rostro y que no la vieran así.
-Parece que detuvieron a una nueva prostituta.- comentaba alguien entre la gente
-Mírale la facha, aun tiene manchada su boca- agregaba otro
-Si, y sus piernas mojadas... ja ja ja... parece que la atraparon en el medio de su trabajo- reía otro
Los mordaces comentarios destruían a Raquel. Se sentía la peor basura del mundo. También podía sentir como todas las miradas del pueblo aterrizaban en su cuerpo. Con sus pechos duros por el frío y apenas cubierta por el saco de Cabrera fue llevada lentamente hasta el departamento de policía.
Cuando entraron Raquel miró y vio como los otros policías giraban sus cabezas mirando su cuerpo, deleitándose con su figura como si la fueran a violar allí mismo. Llevada por largos pasillos llegó a una sala donde otro oficial vestido de uniforme saludó efusivamente a López y Cabrera.
-¡Hey.. veo que consiguieron una buena hembra esta vez!- dijo riendo
-Cierto ¡¡y no sabes como chupa!!- rió Cabrera tomándose la verga delante de sus amigos
Raquel hubiera deseado que la tierra se abriera y la tragara en ese momento. Con sus manos aun en la espalda y su cuerpo desnudo miraba el aparato de fotografía que manejaba el hombre en la habitación y las típicas placas de detención para las fotos.
-Por cierto, tenemos que ficharla para llevarla a la sala - dijo López a su amigo
-Ok pónganla donde siempre.- dijo el hombre encendiendo un cigarrillo
Con gran habilidad preparó el letrero identificatorio y aun con el cigarro colgando al costado de su boca se acercó a ella y lo colgó de su cuello acomodándolo especialmente para que quedara por debajo de sus pechos.
-¡¡No me tomareis la foto así!!- preguntó sorprendida Raquel
-¿Pues donde está tu ropa ?- rió Cabrera
-¡¡Degenerados..!! ¡¡Uds. mismos me la quitaron!!-
-Eso no es lo que dice el informe - rió López
-Aquí dice que te desvestiste en el automóvil para que te dejaremos libre e inclusive intentaste sobornar a mi compañero con una mamada - dijo riendo
Raquel se sintió mas traicionada que nunca en ese momento. Sus ojos de sorpresa fueron rápidamente fotografiados por el oficial. Luego de eso, y tomando otra cámara el oficial se acercó mas a ella y comenzó a tomar docenas de fotografías. López, aprovechó y la obligó a girar para que también pudiera retratar su redondos y deliciosos glúteos. Luego la empujó hacia adelante y fotografiaron su ano y sus labios desde atrás. Raquel lloraba desesperada. Sabia que era inútil resistirse. A quien se iba a quejar si la misma policía la estaba ultrajando así..!! Solo deseaba que terminaran pronto. Algunas fotos de su sexo abierto por las manos de Cabrera, hasta algunas con la gorra de la policía puesta y otras con los dedos de López dentro de su vagina terminaron con el rollo de fotos en la cámara.
-Creo que esta vez sacaremos un buen precio por estas.- rió el uniformado
-Considéralas solo un adelanto, y consíguete además una buena filmadora para esta noche.- dijo Cabrera guiñándole el ojo
- Perfecto, allí estaré.-