Rap, Sexo y Brugal
Otro encuentro con mi dios del morbo particular, en una habitación desconocida.
Miré al hombre que tenía tumbado en mi cama a través del quicio de la puerta del baño. Estaba sin camiseta, totalmente borracho, con un pantalón de chándal y las zapatillas. Me deslicé por el hueco de la puerta y me dirigí hacia la cama. Alzó la vista un segundo como pudo, acariciando con la mirada el tanga y las ligas que llevaba puestas. Me subí con delicadeza sobre él, a horcajadas. Le mordí el labio inferior mientras movía mis caderas lentamente, como cuando bailaba danza del vientre, ondulando mi cuerpo, acercando mi coño a su polla en desquiciantes espirales, cada vez más cerca. Me agarró por el culo mientras me movía sobre él y le mordía el cuello, clavando cinco dedos en cada nalga. Levanté la cabeza para alejarme de él, y desplacé mi cuerpo hacia delante, haciendo que mis tetas rozasen con su cara. Empezaba a moverse debajo de mí, esperando algo. Cogí un pañuelo que tenía atado en mi cadera izquierda y le até la mano a la cabecera de la cama, haciendo lo mismo con la muñeca contraria ante su mirada, aún perdida entre nubes de Brugal. Le pasé la lengua lentamente desde el oído hasta la clavícula, sintiendo cada poro. A intervalos cortos, besaba su piel y soplaba suavemente, provocándole carne de gallina. Seguí haciendo lo mismo por su pecho desnudo, bajando por su ombligo, hasta el borde del chándal. Levanté la vista y noté en su mirada la impaciencia. Sonreí y me mordí el labio mientras le sacaba la polla del pantalón, que empezaba a estar dura. Le miré con cara de niña buena y empecé a pajearle lentamente, dejándole disfrutar, moviendo mis dedos en torno a su polla, y aumentando la velocidad progresivamente. No paraba de mirarle a los ojos mientras lo hacía. Acerqué mis labios a su polla, a escasos milímetros de ella, para que notara mi aliento y lo deseara. Le miré a los ojos y me la metí en la boca, subiendo y bajando. Jugué con mi lengua a lo largo de la misma, moviéndola suave pero a conciencia. Describí círculos alrededor de la polla, cada vez más rápido, para sacármela y lamerla de arriba abajo sosteniéndole la mirada. Se retorció en sus ataduras, queriendo agarrarme del pelo para follarme la boca probablemente. No dejé de mirarle mientras notaba la desesperación y el placer en su mirada. La tenía como una piedra, dura, mojada, caliente. Mi tanga se empapaba con tan sólo pensar en tenerla dentro, abriéndose paso en mi interior, follándome duro. Continué lamiéndosela de arriba abajo para después metérmela en la boca de manera que el filo de mis dientes recorrieron desde la punta hasta el final, lo justo para no molestarle y crearle una sensación que le hizo retorcerse con rabia.
- Suéltame.- me espetó entre dientes.
Me subí sobre él otra vez, moviéndome como al principio, casi bailando con las caderas sobre él y pegando mi tanga empapado contra su polla empalmada y ardiente. Le desaté sin prisa, y cuando se vio libre, me apartó de un empujón de encima de él. Me cogió la cara y me miró fijamente.
-Ponte a cuatro patas. Ya.
Le miré de vuelta y con una media sonrisa le abracé. Pude notar en el segundo que tardó en reaccionar que no lo esperaba. Acerqué mis labios a su oído y le ronroneé.
- Te encanta que sea sólo tu puta. Admítelo.
Con una de las manos que tenía a mi espalda, me agarró de las puntas del pelo y tiró suavemente hacia atrás, con cierta autoridad. Eché la cabeza atrás con una sonrisa. Me miró a los ojos, girando la cabeza y acercó su boca a un centímetro de la mía. Empecé a sudar, las piernas me temblaban.
- Si eres sólo mi puta, cállate y ponte a cuatro patas. Si no te portas bien, al final no habrá recompensa.
Abrió la mano en la que encerraba mi pelo y con las piernas temblando por la excitación me puse a cuatro patas. Me pasó la lengua a lo largo de mi columna vertebral mientras apartaba mi tanga a un lado y colocaba su polla en la entrada de mi coño. Me concedió el beneficio de la duda por un segundo, antes de clavar sus dedos en mis caderas y metérmela de golpe. Aquello me arrancó un gemido, y comenzó a follarme bestialmente. Entraba y salía con fuerza, sin detenerse, un auténtico semental del sexo. Clavaba mis uñas en el colchón de quince euros mientras intentaba controlarme por no gritar. Bajó una de las manos hasta mis tetas, aumentando el ritmo. Apenas podía contenerme, arqueaba la espalda, me iba a dejar las putas uñas contra el colchón. Empecé a dar puñetazos a la cama de puro placer y desesperación. Nuestros cuerpos brillaban por el sudor en a la luz de la lámpara de la mesilla de noche.
Se separó de mí y se bajó de la cama. Leyéndole la mente me levanté de la cama, y me lancé a su cuello, comiéndonos la boca como dos salvajes. Abracé su cintura con mis piernas mientras me sujetaba por el culo, sin parar de mordernos y respirar rápido. Tropezando, llegamos a parar al otro lado de la habitación, donde me empotró contra la pared y me dejó sentada en una mesa que había pegada a la misma. Sin pensárselo dos veces, me volvió a penetrar, follándome contra la pared, agarrándome de las piernas. La mesa se estrellaba contra la pared en un golpeteo continuo, aporreando la pared. Nos mirábamos entre jadeos, y cada vez que le miraba me daba más fuerte. Los golpes de la mesa contra la pared iban en aumento. Tenía el pelo revuelto pero me daba igual. A duras penas me mantenía sobre la mesa, clavando los dedos en la pared, y gritando. Su cuerpo se alejaba y se acercaba del mío, bajó su boca a mis tetas, mordiendo mis pezones duros y volvió a subir a mi boca. Una vez más, me agarró del culo para lo que yo creía que era volver a la cama. Trastabilló por culpa de la borrachera, y caímos a la moqueta, al lado de lo que quedaba de Brugal. Me miró con malicia y me dijo:
-Ahora si que vas a portarte como una puta. Ponte a cuatro.
Obedecí mientras él desenroscaba el tapón de la botella. Entonces sentí un líquido frío por mi espalda, estaba echando el ron por mi espalda. Empezó a lamerlo mientras me follaba como un animal. Me sentía como una puta, sucia, empapada en alcohol, siendo follada bestialmente. Me sentía su puta. Fue aumentando de velocidad, subiéndome al puto cielo. Mientras me corría entre gritos y temblores, noté que iba subiendo el ritmo, hasta que clavando los dedos en mis caderas, se corrió por mi espalda. Se dejó caer a mi lado, exhausto.