Ralph (3)
Se incorpora la cuarta esclava.
Ralph
Introducción
Se incorpora la cuarta esclava
Capítulo 3
Luego de varios llamados, Carlota logró que Perla, una mulata de 22 años, consintiera en ir a verla a la casa de Ralph, quién indicó el papel que debía cumplir cada una. Si no lo hacían a la perfección, sabían lo que les esperaba. Carlota fue atada a una cruz de San Andrés completamente desnuda mientras que Miriam y Claudia estarían vestidas para recibir a Perla y no despertar sospecha hasta que estuviera dentro de la casa.
A la hora convenida Perla golpeó la puerta. Atendieron juntas Claudia y Miriam. Perla ya conocía a Miriam como hermana de Carlota. Se saludaron y la hicieron pasar. Le indicaron que Carlota estaba en el sótano y la acompañaron escaleras abajo. Justo antes de entrar en el sótano Miriam, tomando una capucha negra, se la colocó en la cabeza a Perla mientras Claudia le ajustaba las esposas. De inmediato comenzaron a quitarle las ropas hasta dejarla desnuda.
Perla, sorprendida gritaba y trataba de defenderse, pero la rapidez de las esclavas, su cabeza tapada por la capucha y el hecho de ser dos contra una permitió que pocos minutos después estuviera completamente desnuda y encadenada para ser entregada a Ralph.
-Amo Ralph, te entregamos esta puta para que la esclavices. Su cuerpo, como el nuestro, te pertenece. Hemos cumplido con vuestro deseo de poseer una esclava más.-
Ralph agradeció la entrega de ese cuerpo y de inmediato informó a Perla cuál sería su futuro.
-Serás mi esclava. Por si no sabes cómo será tu vida de ahora en más te lo adelanto. Serás violada todas las que yo quiera. Estarás desnuda por la casa y serás castigada cuando yo lo considere conveniente. Si cometes alguna falta el castigo se convertirá en tortura.-
Para corroborarlo se acercaron a la cruz de San Andrés donde Carlota permanecía atada. Ralph le quitó la capucha y tomó un látigo y le aplicó cinco azotes entre el vientre y las tetas.
-Como verás las esclavas deben estar dispuestas a todo. Ves como tu amiga Carlota soporta los azotes.-
Perla no comprendía por qué la había engañado su amiga. Ésta le explicó que luego de una larga sesión de picana eléctrica ella tuvo que acceder para que cesara el terrible castigo. Perla comprendió de inmediato su situación. Había sido secuestrada sin posibilidades de escapar y que sería sometida a diferentes vejámenes. Encadenada como estaba no tenía posibilidades de nada.
Ralph indicó a Miriam y a Claudia que se desnudaran. Pasó crema por el ano de Miriam y la penetró por el agujero trasero. Luego penetró en la vagina de Claudia donde acabó. Nuevamente Perla comprendió lo que le esperaba. Se sorprendió ver que Miriam puso el culo y ella misma separara sus nalgas para que la cogiera sin la menor duda, lo mismo que Claudia había separado las piernas apenas Ralph se acercó para ser penetrada por la vagina. Perla presentía que su virginidad duraría muy poco. Sería violada muy pronto.
También pudo observar las marcas de látigo tanto en el cuerpo de Carlota como de las otras dos esclavas que ya estaban desnudas nuevamente
El Amo llevó a Perla debajo de una cadena pendiente del techo y le ató las manos en alto, por encima de su cabeza. Todo el cuerpo quedaba a disposición de Ralph. Mientras tanto Claudia, Miriam y Carlota, que había sido desatada, lo rodeaban esperando las órdenes que le impartiera.
La tez morena del menudo cuerpo de Perla le proporcionaban una hermosa vista, pero las lágrimas que mojaban los sus ojos daban una sensación de impotencia que excitaba a Ralph.
-Me estoy calentando y creo que pronto te voy a violar, pero antes será bueno que te castigue esas tetas. Carlota, tráeme la fusta.-
Carlota dudó un momento pero luego se dirigió al armario y trajo la fusta.
-Aquí está Amo. Tenga piedad de Perla. Esta será la primera vez que sea castigada así.-
-No te preocupes esclava. Sólo le haré algunas marcas en las tetas. Quiero violarla pronto.-
Minutos después el himen de Perla era roto por la penetración de Ralph. Las otras esclavas contemplaron el rito en silencio. Se había completado el sueño de Ralph. Ya tenía cuatro esclavas en su poder. Dos de ellas habían sido atraídas por Carlota. Para festejarlo, ordenó a las tres que no estaban encadenadas que se acostaran en el piso con las piernas flexionadas sobre sus pechos y separadas, cosa que obedecieron de inmediato.
Fue en busca del aerosol de Irritol y roció la concha de las tres. Momentos después se retorcían y revolcaban por el piso. El producto estaba provocando una terrible irritación y picazón en las delicadas partes de las jóvenes
Perla lloraba abundantemente, no sólo por haber sido desvirgada y violada sino también por ver cómo eran tratadas las otras esclavas que sumisamente obedecieron a Ralph abriendo sus conchas para ser rociadas con el temido líquido.
Ralph estaba eufórico con la mercadería en su casa. Por otra parte había comprobado que en poco tiempo las tres primeras estaban completamente sometidas y obedecían sus órdenes. Las tres esclavas que estaban en el suelo continuaban con sus gemidos debido a la irritación. Mientras tanto acariciaba los pezones de Perla que comenzaban a endurecerse.
Unos días después Perla, muy a pesar suyo, debió ceder su culo para que Ralph lo penetrara. Fue en ocasión de estar atada a un caballete con su trasero expuesto. Con la ayuda de Claudia, que separó los cachetes de Perla. Ralph untó con vaselina la entrada del ano de la morena. A pesar de los múltiples pedidos de conservar su culo virgen, poco después sintió que lentamente la polla de Ralph se introducía profundamente en sus entrañas. La primera penetración fue muy dolorosa y no dejaba de gemir del dolor.
Luego de su violación anal debió caminar más de una hora por el parque. El dolor de su culo se intensificaba con el movimiento, pero el detenerse implicaba recibir un azote en su espalda con el látigo de cuero que manejaba Ralph
Dos semanas después ya había sido cogida varias veces por el culo y lo había sido un suplicio la primera vez, ahora lo tomaba como algo natural.
Cuando por primera vez tuvo abrir su boca para chupar la polla de su dueño, Perla sintió un poco de repugnancia, en especial cuando el semen llenó su boca. En un esfuerzo tragó el semen, como lo había visto hacer a las otras esclavas. Sin embargo luego de algunas mamadas, ya lo hacía como algo natural.
Menos de un mes más tarde las cuatro estaban completamente domadas y obedientes. Ya habían sido anilladas en sus pezones y en sus conchas. Todas habían probado la mayoría de los castigos que Ralph podía implementar en su sótano. Todas, incluidas Perla, la más reciente incorporación, presentaban sus cuerpos cubierto de marcas del látigo. Se habían acostumbrado a estar la gran mayoría del tiempo desnudas y con sus conchas depiladas. Usaban permanentemente un collar con argollas para ser fijadas en distintos lugares de la casa o ser conducidas fuera de la misma, por el parque que la rodeaba.
Algunas veces debieron caminar por el parque con sus manos atadas en la espalda y con una cadena que unía las anillas de los pezones de las cuatro. No llevar acompasado el paso les implicaba fuertes tirones en sus tetas
Claudia había desarrollado la especialidad de la felatio. Sus chupadas eran magistrales. Por su parte Perla ahora gozaba cuando se la metían por el culo y llegaba al orgasmo fácilmente cuando la bombeaban por atrás y apenas le tocaban el clítoris con los dedos.
Su cuerpo también estaba ahora marcado por el látigo y las quemaduras con cigarrillos aun en las partes más sensibles de su cuerpo. Una vez Ralph había apagado su cigarrillo en la entrada de su vagina
Algo que caracterizaba a Miriam era tener alta resistencia para permanecer colgada de sus tobillos, cabeza abajo, frecuentemente cuando era azotada en todo su cuerpo. Gozaba mirando el cuerpo indefenso de la joven que se balanceaba al compás de los azotes. Sus brazos estirados hacia el suelo, agotada por el castigo y sin fuerzas para defenderse, se presentaba como un blanco favorito de Ralph. Especialmente su culito redondo y bien formado era castigado sin piedad.
Por su parte la flexibilidad del cuerpo de Carlota permitía que permaneciera atada de las maneras más sádicas por largo rato. Tanto el caballete como la picota o el cepo recibían con frecuencia su cuerpo desnudo. Pasaba muchas horas con su concha apoyada en la V invertida del caballete sin encontrar manera de aliviarse de semejante suplicio.
Por su parte Perla tenía especial resistencia a los azotes con varas sobre las tetas. Por lo menos una vez por semana recibía unos treinta azotes el sus pechos y una docena de golpes con los puños cerrados. Parecía que esos castigos ponías las tetas en mejores condiciones en lugar de deteriorarlas como se podía pensar. Si bien podía notarse un ligero temblor cuando iba a ser castigada, su vagina se humedecía siempre. Ya casi se había convertido en una necesidad recibir unos azotes y golpes de puño en las tetas
Todas con frecuencia recibían un castigo con electricidad. Ralph había comprado varios modelos de equipos diseñados especialmente para las distintas partes de la mujer. Esas sesiones de tortura eran recordadas varios días por las esclavas. ¡Cuántas veces les habían puesto pinzas en los pezones o le conectaban los cables a las anillas provocándole descargas o esos consoladores metálicos que torturaban con descargas eléctricas tan profundamente las intimidades de estas esclavas!.
Los labios de sus vulvas había sido reperforados muchas veces por agujas, alfileres y otros elementos punzantes. También sus tetas habían recibido agujas. Todavía tendrían que soportar otros castigos que tenía preparados Ralph pero que no había podido aplicárselos a todas.
Sus dormitorios eran o las celdas o las jaulas. Muy pocas veces eran cogidas en la cama de Ralph pero nunca durmieron sobre ese colchón. Por lo menos una vez cada dos semanas sus conchas y/o sus culos eran pulverizados con Irritol para recordarles que eran simplemente esclavas a las cuales se las podía castigar sin piedad. Las cuatro mujeres habían llegado a la conclusión que el destino les había brindado una oportunidad que nunca imaginaron.
Con cierta frecuencia Ralph organizaba fiestas en su casa para los amigos. A Carlota le colocaba un cinturón de castidad metálico para que ninguno de sus invitados la penetrara. Las otras tres estaban al servicio de los invitados ya fuera acercándoles una bebida o un plato con sándwiches o exponiendo sus cuerpos, sin limitación alguna, a los caprichos de esos mismos invitados. Perla solía ser el centro de atención. Sus carnes firmes, su tez morena y su concha pequeña y apretada hacía las delicias de los invitados. También se ganaba algún pellizco especialmente en los pezones. Generalmente finalizaba la fiesta con azotes a las cuatro porque para eso ni Carlota se libraba del castigo.
Había pasado más de un año desde que Carlota se había transformado en esclava. Ya no recordaba, ni añoraba, su vida anterior. Su único contacto familiar era su hermana, también esclava de Ralph, Miriam era la más castigada con las torturas de Ralph, que generalmente debían ser presenciadas por Carlota y, ocasionalmente, por las otras dos esclavas.
Era tan frecuente estas escenas que ya no conmovían a ninguna de ellas, ni siquiera a quien era la destinataria de los castigos. Había pasado a ser algo completamente natural.
Para mantener ese sentimiento por lo menos una vez por semana debían asistir a la proyección de dos horas de videos en los cuales aparecían jóvenes torturadas de todas las maneras imaginables. Esto les recordaba que los castigos podían ser peores a los que ellas recibían e incluso que podrían ser vendidas a duños mucho más crueles que Ralph.
FIN