Ráfagas de Fuego 14

''decidieron que seguirían el camino hasta el fin de Europa en aquel carro con Blanco y Negro''

Los días pasaron, y Anastasia estaba estudiando en el instituto, lo que podía para su nivel de conocimientos, sus compañeros parecían buenas personas, pero al final acababa sola en los patios, no lo podía evitar, la naturaleza la había creado solitaria y ella no estaba a favor de ir contra la naturaleza.

El pensamiento hacia la posibilidad de querer ser un hombre fue disminuyendo un poco más con el paso de cada día, su cuerpo y mente se lo agradecían profundamente, y ella también se lo agradecía a su mente, pues ya estaba harta de tratar de convencerse de algo que ya sabia. Ahora solo se dedicaba a los estudios, se descargaba libros gratuitos de la base de datos de Munich y se los leía en apenas una semana, se había centrado por completo en su trabajo que era estudiar. Con el tiempo aprendió que debía aceptar su lado masculino, pues estaba conforme y a gusto con su naturaleza andrógina.

Un día, a finales de septiembre se dio cuenta de una cosa, la casera era una mujer transexual, ósea, que había nacido hombre, sí, esa misma, la lesbiana. Eso la dejo un poco trastocada, pues, aunque sabia, de la información buscada en tablet sobre transexualidad, que habían transexuales gays y lesbianas, nunca había visto ninguno, y lo mejor es que se había sentido atraída hacia ella, sonrió mientras lo pensaba.

Octubre estaba próximo, su miedo había desaparecido día a día, ya no le asaltaban los pensamientos de antes y ya no tenía que defenderse de los mismos, su mente solo se preocupaba de estudiar y de cosas vanales, en ocasiones dudaba de que alguna vez hubiera tenido ese miedo, a ser un hombre, que tanto le había afectado con anterioridad, parecía cómo si sus recuerdos exageraran los recuerdos de un miedo ridiculo.

Llegó octubre, y con él llegó el fin del trabajo de sus padres en la fábrica de instrumentos musicales, les habían pagado bien, 1.000 euros cada uno, ahora ya volvían a tener una buena suma, según ponía en su tarjeta de la cuenta corriente europea, tenían ya más de 4.000 euros ahorrados, y en los bordes de la mini pantalla ya les volvían a aparecer cartelitos publicitarios para invertir en proyectos de África y América, ya volvían a ser tenidos en cuenta como potenciales inversores, esa categoría solo se podía alcanzar si tenias más de 3.000 euros ahorrados, por supuesto, cuanto más ahorros, las inversiones que te ofrecían eran más importantes, pero el mero hecho de volver a ser solicitados para participar en el mundo empresarial ya era un honor.

Al acabar el mes la familia se dispuso a partir rumbo a Basilea, se informaron y al parecer habían vuelos hacia allí con los cuales se tardaría menos de 1 hora, pero eso sí, por 500 euros cada pasajero.

Debido a que además tenían sus caballos y su carro, y no querían más problemas de ventas, decidieron que seguirían el camino hasta el fin de Europa en aquel carro con Blanco y Negro.

Cuando les dijeron a las caseras que se iban a Basilea, Victoria Kuhn y su novia, la que se rió de Anastasia y ahora ella sabia porque, les invitaron a cenar como despedida.

Ellas vivían bien, Victoria era una rica heredera y su novia era enfermera en el ejercito noócrata. Anastasia y su familia fueron a casa de Victoria para cenar, al entrar vieron como la casa estaba decorada a imitación de la época de los grandes imperios, grandes muebles barrocos, con un color morado mortecino en la sala de recepción, al entrar provocaba una impresión de soberbia y antigua aristocracia, pero una vez pasaron al salón todo era muy diferente, el color morado había dado lugar a un luminoso verde turquesa, los muebles eran del principio del siglo XXI y eso se podía notar en su simplicidad, aún así, el espacio central de la gran sala estaba colonizada por una larga mesa de madera maciza, con tonos pardo-oscuro y ondulaciones en sus bordes, en el techo colgaban dos lámparas que funcionaban una a velas y la otra por electricidad, la novia de Victoria les invitó a tomar asiento y así lo hicieron, se sentaron mientras miraban a su alrededor, a el gran jarrón que parecía provenir de oriente, a los cuadros de los autores mas modernos, lo cuales casi se podía afirmar que eran del siglo XXIII en lugar de el XXII en el que estábamos, hasta el techo estaba adornado con grabados y pinturas que parecían querer imitar la época del paleolítico, lo cual era moda entonces, pues le daba un toque de gracia a la vez que de historia, se podía ver a simple vista que Victoria Kunh sabia de tendencias y las seguía... privilegios de ser una privilegiada.

-        Y decirme ¿hasta qué ciudad pensáis llegar antes de ir a África? - preguntó Victoria que al parecer ya había estado hablando anteriormente con Vladimir sobre lo de África.

-        No estoy seguro, solo sé que terminaremos en la península ibérica, en Lisboa tengo un amigo que es el que me dará el empleo que busco, pero es itinerante y no se dónde para quieto, quien sabe si cuando crucemos lo pirineos no se halla embarcado en una de sus travesías hacia el antiguo nuevo mundo – respondió Vladimir mientras miraba al techo como pensando en la ubicación de su nómada amistad.

-        Y una cosa que no me entra en la cabeza – preguntó Shura - ¿por qué no te quedaste como hombre si te gustaban las mujeres? - preguntó dirigiendo la mirada fija y fuertemente hacia Victoria – Vamos es que yo no lo entiendo porque podrías haber formado una familia heterosexual completamente normal, y ahora...bueno ahora...

-        Si te digo la verdad, en más de una ocasión en mi juventud me planteé que mi vida fuese así, pero nunca me había sentido identificada con el resto de los chicos, en cambio siempre me había gustado muchísimo más jugar con las chicas, no a juegos propiamente de chicas, pero siempre me he sentido más a gusto y cómoda con ellas, tanto para relación como para amistad.

-        Pero eso no significa nada – dijo Vladimir – yo también tengo muchas amigas chicas y no por ello me han dado ganas de ser una más de ellas – al terminar de decir esto se le escapo una pequeña risita tonta, pero la disimulo por si creían que era con mala intención.

-        Tuve muchas dudas – dijo Victoria – pues ciertamente no me gustaban los hombres, al menos la mayoría no, y por tanto no me consideraba gay, pero aunque me gustaban las chicas jamás me clasifiqué concienzudamente como heterosexual, pues cuando me enamore por primera vez de una mujer, en mis sueños, cuando estaba con ella, yo también era una mujer, y vivíamos felices y aunque eso me desconcertó un poco, lo cierto es que me hacia feliz estar en esa situación, cuando esos sueños, en los que yo era una mujer que estaba con otra mujer, se fueron haciendo más fuertes y mi deseo de hacerlo realidad tomaba más fuerza me fui dando cuenta de que aquel no era mi cuerpo y que debía vivir acorde con cómo soy, cómo siento y cómo amo, acepté frente al mundo que yo no me sentía un hombre como mis compañeros, que yo misma me veía y me trataba a mi misma como a una mujer y no como a un hombre, aunque ese fuera mi sexo de nacimiento.

-        ¿Y fue entonces cuando te cambiaste de sexo? - preguntó Vladimir

-        Sí, tuve que irme a Rusia, y hacerme pasar por gay para lograrlo, pero allí no necesitan muchas explicaciones, en cuanto te ven interpretando un comportamiento homosexual, tipo guiñarle un ojo a los hombres guardas, te arrestan, para así proceder con la reasignación de sexo que ellos creen tan conveniente para cualquier homosexual. Al cabo de 3 meses de ir a Rusia ya había pasado de ser un hombre a una mujer, y volví a Viena con este cuerpo que los rusos me dieron por mi cara bonita.

-        ¿Y no volverías atrás? - preguntó Shura.

-        No, sufro discriminación demasiadas veces, pero aún así prefiero ser feliz, aún con insultos de extraños.

-        ¿Y os conocíais de antes? - preguntó Anastasia, que había salido por una vez de su silencio habitual y sus padres la miraban sorprendidos.

-        No – respondió la novia de Victoria, de la cual Anastasia no conocía el nombre – nos conocimos en un bar de ambiente, yo estaba con mi grupo de amigas de la universidad y ella estaba siendo acosada por unas cuantas bolleras-tigre en busca de su presa.

-        Sí, tiene gracia, de chica ligo más con las mujeres que de chico - dijo Victoria sonriendo y levantando las cejas.

-        O sea, que ahora eres más casanova que antes – dijo Vladimir con mirada picaresca.

-        Sí, casanova lésbico, pero eso fue entonces, ahora soy muy fiel a mi querida Sasha – dijo Victoria mientras le sonreía a su novia, Anastasia se quedo sorprendida ante aquel nombre.

-        ¡¿Sasha?! - dijo Anastasia sin poder evitarlo.

-        Sí, así me llamo, ¿no os lo había dicho?

-        Creo que no – dijo Shura – si lo hubieses dicho creo que nos acordaríamos, y creo que bastante bien.

-        Bueno, pues mejor tarde que nunca, encantada, aunque la verdad, yo sí que me sé vuestros nombres.

-        ¿Os gustaría que fuésemos a un sorteo que organizan esta noche unos amigos en la ciudad? - dijo Victoria sin venir a cuento - Sortean un viaje a París para 10 personas, y si os sobran billetes los podeis vender y a muy buen precio.

-        Bueno, podríamos ir, y si no es muy caro la papeleta, hasta participar. - Dijo Vladimir entre aceptando y convenciendo a Shura y a Anastasia.

-        Yo preferiría gastarme el dinero en comida, que es más seguro, pero bueno, de ilusiones también se vive – dijo Shura.

-        A mi me gustaría, pero y si nos toca, ¿donde dejaríamos los caballos y el carro? - preguntó Anastasia al reflexionar la posibilidad ganadora.

-        Vais al aeropuerto y os darán un cheque por valor de un carro del mismo modelo o parecido para que allí también tengáis un medio de transporte, por lo menos eso fue lo que hice la última vez que viaje a Escocia.

-        Sí, me lo contaste, cuando los tiroteos en Londres ¿no?

-        Sí, entonces, hace ya unos 3... o 4 años, puede que más, no se me dan muy bien las fechas.

-        Bueno pues si queréis vamos yendo ya, que si no, lo sortearán antes de que vayamos.

Victoria se levantó y justo después lo hizo Sasha, Anastasia aún la miraba intentando sacar algún parecido con la Sasha original, esa con la que tantas veces había soñado, con la que tan feliz había sido, la Sasha por la que llegó a adorar aquel nombre.

De la familia de Anastasia la primera en levantarse fue Shura, seguida de Vladimir y finalmente, aunque sin ganas, Anastasia se levanto de la mesa donde habían picoteado unos aperitivos, y donde se suponía que iban a cenar, aunque supuso que lo habían aplazado para después del sorteo.