RAD - Capítulo 16 de 20
Este es mi primer relato con una orientación Sci-Fi. Muy inspirado en los tradicionales hentai japoneses transcurre en un futuro apocalíptico imaginario donde la radiación ha hecho casi inhabitable a nuestro planeta. Espero les interese la propuesta ...
Capitulo 16
El descenso de la cueva en la montaña de regreso a la base fue duro para las dos mujeres. No sin temor a ser rastreadas por el arácnido mutante, hicieron varias paradas para tomar fuerzas por el camino. Laura había tenido un día cansador. Apenas había entrecerrado los ojos unos minutos en la espera en la cueva. Patricia sentía todo su cuerpo entumecido luego de varios días de cautiverio, y su energía había sido consumida por las constantes demandas sexuales del mutante. Su sexo jamás había sido penetrado con tanta frecuencia, sus fuerzas jamás habían sido probadas hasta tal límite.
Más allá de eso, ninguna de las dos había podido probar bocado desde hacía varios días, y ya comenzaban a sentir la debilidad que eso les estaba imponiendo.
Por suerte, encontraron una zona relativamente segura donde descansar. Allí cerca, algunos árboles frutales se ofrecían a sus ojos. Laura observó a su alrededor y consideró que si se turnaban en vigilar, podrían descansar y comer algo durante unas horas sin peligro.
Recostadas sobre un añoso y grueso árbol que cubría sus espaldas comieron algunas manzanas que colgaban en otro árbol ahí cerca. Saciados sus apetito, un suave adormecimiento las atrapó. No podían evitarlo. Laura sabía que lo mas seguro era volver a la base y dormir allí, seguras. Pero no podían dar un paso más en ese estado.
Con la cabeza de Patricia apoyada sobre sus pechos Laura sintió que las fuerzas la abandonaban y cerró sus ojos exhausta.
Una dulce sensación la hizo despertar varias horas después. Era como una lengua que acariciaba sus sensibles pezones y jugaba con ellos. Inmediatamente vino a su mente la imagen de Patricia en la caverna y el deseo que tenía de jugar con su bello cuerpo.
-Hmmm... Patricia... que rico....- murmuró
-¿Hmmm? - escuchó decir a su amiga a su lado mientras se despertaba.
-Pero... ¿entonces? ¿Que es lo que....?- se sobresaltó
Laura abrió sus ojos y todo lo que pudo ver fue una veintena de pequeñas orugas caminando por sus piernas. De repente, una sensación aguda, como la de un pinchazo en la cara interior de su muslo derecho la sobresaltó.
-¡¡Nooo!!- gritó Laura
-¡¡Ayudame Patricia!!- gritaba
En unos pocos segundos una sensación muy extraña invadía su cuerpo. Su mente parecía flotar y no podía mover su cuerpo.
-No me puedo mover...- llegó a murmurar
Sin embargo, todo el resto de su cuerpo, sus sentidos, su percepción, su mente, seguían allí, inalterados y presentes ante ese horrible estado.
Como pudo, Patricia se puso de pie e intentó ayudarla. Sin embargo, nada podía hacer por Laura, que sentía como las orugas comenzaban a estimular su clítoris y sus pezones con gran éxito. Lenta y falta de agilidad, poco tardó Patricia en verse complicada también en la misma situación, cuando una de las orugas subió por su pierna y hundió su agujeta debajo su piel.
Recostada en el piso, caída frente a frente con Laura, podía ver como el sexo de la Doctora se mojaba copiosamente sin remedio y se iba abriendo dejando ver sus rosadas paredes internas.
De entre los escasos matorrales cercanos al árbol que habían elegido para descansar continuaban desfilando más y más orugas hacia ellas. Inmóviles y aterrorizadas observaban una en el cuerpo de la otra cómo las orugas iban cubriendo sus pieles e invadían sus pubis.
Una extraña sensación obnubilaba sus pensamientos. Un relajante estado de paz y extremo éxtasis las hacía sofreír y relajar involuntariamente sus cuerpos. Mezcladas entre las orugas más pequeñas llegaban algunas más grandes, de colores verdes intensos. Anchas como el brazo de Patricia, se deslizaban sobre sus vientres viscosos reptando hacia ellas.
Laura se debatía entre la estimulación química de placer y el pánico total. Jamás había visto un espécimen de ese tipo en su laboratorio. Ya lo sentía presionando para penetrar su vulva y le aterrorizaba lo que ese inmundo insecto pudiera hacerle.
Sus ojos se abrieron entre la sorpresa y el pánico, cuando varias de las orugas más pequeñas comenzaron a expandir ciertas pinzas saliendo de su boca. Lentamente reptaban desde sus rodillas hacia arriba por sus muslos, permitiéndole anticipar aquello que tanto temía, sabiendo que nada podía hacer por evitar esa pesadilla que se anunciaba con lenta morbosidad.
Algunos minutos después, cuando ya Laura parecía desesperar en la locura, con su cabeza erguida tratando de ver lo que sucedía, sintió la primera mordida sobre su labio. Su corazón se agitó y sus manos se crisparon pese al efecto narcótico. Sin embargo, ella misma se sorprendió en esa dulce sensación de dolor que se entremezclaba con el placer en una confusa experiencia. Una tras otra, las pinzas fueron tomando sus labios, como quien deshoja los pétalos de una flor, preparándola paradójicamente para una polinización.
El sexo de Laura se abría lentamente, con la lenta ceremonia del reptar de las orugas hacia atrás. El aire fresco estimulaba generosamente su vagina expuesta y la hacía gemir. Las orugas tensaban cada vez mas sus labios dándole a Laura esas dosis de dolor que parecía estar bebiendo ávidamente.
Fue casi imperceptible al comienzo, pero pronto comenzó a sentirlo con más nitidez. Su propia vagina, sin que ella hiciera nada, comenzó a pulsar y contraerse rítmicamente, en una sensación de deseo que se incrementaba con cada segundo, con cada movimiento de las orugas.
Guiados quizás por las abundantes y calientes secreciones que goteaban desde el sexo de Laura, dos orugas se irguieron lentamente y con la delicadeza y lentitud de sus movimientos comenzaron a explorar la expuesta entrada de la vagina de la mujer. Laura sintió que se deshacía en placer. Un juego perverso de lento deseo y estimulación que la desesperaba sin poder moverse.
Cuando la oruga encontró el palpitante orificio de su vagina, sólo necesitó apoyarse levemente para hundirse hacia adentro. Cinco fueron los centímetros que entraron dentro de ella en ese primer momento. Era notable el esfuerzo que hacía la oruga para continuar su incursión, que avanzaba muy lentamente. Pensó que les llevaría toda una vida copular con esa especie, y se preguntó cuanto tiempo más duraría el efecto del narcótico. No podrían tenerlas así por siempre...
Su curiosidad fue respondida rápidamente cuando sintió que algo se clavaba en su vagina desde dentro hacia afuera. Como las pinzas de las otras orugas, mordían su piel dándole un intenso dolor que paradójicamente ella estaba disfrutando. Mordió sus labios mientras sentía el forcejeo dentro de ella, y su vagina se dilataba más y más a medida que la enorme oruga entraba en ella.
Las sensaciones crecían tanto como su desesperación. Cada tanto podía escuchar los suaves gemidos de Patricia que evidentemente estaba pasando por la misma aberrante violación que ella.
Podía sentir su sexo al límite. Observando a Patricia delante de ella podía ver como un delgado hilo de color rojo chorreaba por sus muslos. Supo entonces que su cuerpo, por lógica, también había sido ultrajado y lastimado de esa forma. Imposiblemente dilatada, la vagina de Patricia acomodaba ya los últimos tramos de la oruga, que se movía rítmicamente a medida que entraba en ella.
Entregada totalmente y sin poder hacer nada más que esperar la lenta agonía, Laura fue sorprendida por un extraño orgasmo. Doloroso, intenso, que amenazaba con despertarla de su inmovilidad, fue recorriendo su cuerpo desde su sexo hasta estallar en su cabeza, y ya totalmente sin fuerzas, sentir como su cuerpo flotaba y sus fuerzas la abandonaban.