RAD - Capítulo 15 de 20

Este es mi primer relato con una orientación Sci-Fi. Muy inspirado en los tradicionales hentai japoneses transcurre en un futuro apocalíptico imaginario donde la radiación ha hecho casi inhabitable a nuestro planeta. Espero les interese la propuesta ...

Capitulo 15

Laura llegó a un descampado y la luna, oculta detrás de algunas pesadas nubes se oscureció. Maldijo mentalmente su escasa suerte mientras esperaba con su espalda sobre un añoso árbol que la claridad volviese. Cada sonido, cada ruido de la noche la sobresaltaban. Desnuda, vulnerable, llevando la preciosa carga capaz de salvar a su amiga solo podía esperar.

Los minutos parecieron horas, y su cuerpo cansado y sexualmente satisfecho solo deseaba dormir. Paradójicamente una sed intensa la hacía sufrir, pese a tener su boca llena de semen.

Por fin las nubes se abrieron y pudo distinguir ahí cerca la entrada de la cueva. Sus músculos se habían enfriado y le costó bastante volver a moverlos, pero en breves momentos estaba nuevamente en camino.

Lentamente se acercaba a la entrada de la cueva observando atentamente cada detalle, esperando en cualquier momento la aparición del arácnido. Sin embargo, todo parecía estar relativamente tranquilo.

Con los primeros resplandores del alba alcanzaba a distinguir el cuerpo de Patricia moviéndose en la oscuridad. Lentamente se acercó a ella. No quería asustarla de muerte, mucho menos con su boca ocupada y sin poder hablar. En cuanto estuvo mas cerca pudo distinguir con mas claridad el movimiento de a pelvis de ella y sus calientes gemidos. Estaba soñando, y su cuerpo parecía reaccionar como si todo fuese real. Iluminada por los dorados rayos de luz que apenas tocaban su piel, su sexo se veía húmedo, brillante, palpitante. Sus manos se abrían y cerraban cómo queriendo atrapar el vacío, sus rodillas intentaban subir y bajar pese a los fuertes amarres marcando deliciosamente su esfuerzo.

Laura no estaba segura de cómo acercarse. Temía que ya fuera demasiado tarde, que el trance en el que se encontraba no fuera otra cosa que delirios por tanto desequilibrio hormonal. Se agachó a su lado y le tocó la frente con suavidad. No parecía tener mucha temperatura, pero no estaba del todo segura. Ella también podía estar igual y no notarlo.

Con sus manos acarició el rostro de Patricia y su mente comprendió el concepto de culpa. Recordaba las súplicas de Patricia cuando fue violada por el primer M15, y una mezcla de lujuria, morbo, culpa le arrancaban deseos de auto castigarse.

Decidida por fin a hacer algo por su amiga, se colocó en cuclillas sobre su tobillo derecho. Con sus manos fue abriendo su sexo mientras sentía como el viscoso semen que tan celosamente había guardado goteaba entre sus labios sobre la extraña atadura del arácnido.

Se levantó y volvió a repetir lo mismo sobre la otra pierna. Era muy humillante sentir como su cuerpo descargaba abundantes cantidades de esperma, esta vez desde su ano.

Para cuando vació sus dos orificios podía sentir la excitación nuevamente creciendo en ella. Sin embargo, su parte racional miraba atentamente las ataduras. Nada cambiaba en el color o forma de las ataduras, y ella comenzaba a desesperar.

Colocó una rodilla a cada lado de la cintura de Patricia y se inclinó hacia adelante. La posición la excitaba mucho más aún. Su sexo aún chorreando de algunas últimas gotas de semen casi rozaba los erectos pezones de Patricia. Con sus propios pechos a escasos centímetros del rostro de ella abrió su boca y dejó caer un abundante cordón de semen sobre la atadura de sus muñecas, primero una, luego la otra.

Exhausta y desesperanzada, rodó hacia un costado y durmió ovillada en un rincón de la cueva. Sólo rogaba que el arácnido le diera un poco de paz por este día.

Intentaba estar alerta, pero su cansancio era mayúsculo, y su cuerpo terminó sucumbiendo al sueño, aún pese a sus mejores esfuerzos.

Algún tiempo después, se despertó sobresaltada por los gritos y gemidos de Patricia. Aún en la misma posición en la que la había visto unas horas atrás, con sus brazos y piernas extendidas sin remedio, vibraba a cada embate del conocido visitante, que parecía empeñado en no dejarla en paz.

Muy dentro suyo y en silencio, tratando de que el arácnido no la notara, Laura lamentaba haberse equivocado. Ya nada podría hacer por Patricia, condenada a ser objeto de martirio sexual por parte de esa bestia mutante. Laura hubiera deseado tener con qué matar al nefasto atacante, pero desnuda y desarmada, solo podía mirar la reiterada escena, recordando en su cuerpo los duros y profundos embates de su miembro dentro de su sexo.

Para cuando el arácnido salió de la caverna Patricia yacía en el piso. Su pecho jadeaba agitado, su cuerpo brillaba en transpiración reflejando los primeros rayos de sol del nuevo día. Sus ojos entrecerrados y sus muslos tensos y temblorosos le daban una magnitud del estado mental de la pobre joven. Sordos gemidos, ecos lejanos de aquellos gritos que la despertaran, eran el único indicio de la devastadora cadena de orgasmos que continuaba incontrolablemente.

Laura se acercó lentamente, con cuidado de no asustarla y se abrazó a su cuello derramando sus lágrimas de desesperación sobre las mejillas de Patricia.

-Perdoname... Ojalá algún día me llegues a perdonar por lo que te hice...- lamentaba Laura

-Yo no creo que me pueda perdonar jamás...- agregó

Fue en ese momento que Laura sintió el brazo de Patricia alrededor de su cuello, abrazándola y apretándola con un intenso cariño.

-¡¡Funcionó!! ¡¡Estás libre!!- gritaba Laura llena de emoción.

-Gracias...- fue lo único que llegó a entender en el debilitado tono de voz que Patricia logró emitir

-¡¡Salgamos YA de acá!! ¡¡Antes que vuelva esa aberración!!- le dijo mirándole a los ojos

Las miradas se cruzaron y hubo un brillo especial en ambas. Como atraídas por un gigantesco magnetismo ninguna de las dos pudo apartar sus ojos. Lentamente Laura se acercó a Patricia y con sus labios entreabiertos envolvió los de ella. El abrazo de Patricia se hizo más fuerte aún y el apasionado beso las unió en el medio de la soledad de sus desgracias. Sus labios se saborearon y sus lenguas se cruzaron con avidez, casi perdiendo la noción del tiempo.

Laura tomó los hombros de Patricia y la ayudó a incorporarse. Su cuerpo le temblaba. Sus músculos débiles y desacostumbrados tras días enteros de cautiverio apenas podían sostenerla en pie.

Apoyada sobre el cuerpo de Laura caminó hasta la entrada de la cueva y con una sonrisa en el rostro sintió sobre su cuerpo los cálidos rayos de sol del día que comenzaba.