RAD - Capítulo 04 de 20
Este es mi primer relato con una orientación Sci-Fi. Muy inspirado en los tradicionales hentai japoneses transcurre en un futuro apocalíptico imaginario donde la radiación ha hecho casi inhabitable a nuestro planeta. Espero les interese la propuesta y obviamente me interesan los comentarios
Capítulo 4
Patricia despertó algún tiempo después. No había ventanas ni relojes a la vista, por lo que desconocía cuanto tiempo había dormido, pero a juzgar por el adormecimiento de algunas partes de su cuerpo, suponía que su sueño había sido de más de 4 horas.
El efecto del gel dentro de su cuerpo la iba abandonando lentamente, y ya podía sentir las sensaciones de sus pechos ardidos, sus pezones sensibles aún al más mínimo roce de aire sobre ellos. Con sus manos intentó calmarlos, pero apenas si podía tocarlos. Luego comenzó a sentir los efectos de la terrible violación de su vagina. Aún semidormida recordaba como flashes a esa horrible cosa metiéndose dentro de su sexo, escupiendo ese inmundo gel que le había hecho perder la cabeza.
Con desesperación intentó llevar sus manos entre sus piernas y asegurarse de limpiar hasta la última gota de esa cosa, pero las cadenas le hicieron recordar repentinamente que eso le estaba vedado. Buscando alguna forma de verse, se recostó de lado en el piso y con pánico se dio cuenta de que su vagina había sido obturada por una especie de mucosa espesa y blanca. Por más que hiciera el movimiento que hiciera, esta permanecía allí, cerrando sus labios menores. Cerrando su vagina... y encerrando dentro de ella vaya a saber que cosa que la había impregnado.
Ovillada en posición fetal, a un costado Patricia fue presa de su angustia y por primera vez en su vida deseó morir. Lloraba desconsolada suplicando que alguien la ayudara, que la sacaran de allí. Tenía mucho miedo. Jamás en su vida había quedado embarazada... y ahora lo estaba, de algo inhumano, de esa cosa horrible!!
De repente, el llanto de Patricia cesó. No lo podía creer. Una sensación de calor intenso recorría todo su ser. Estaba excitada sexualmente otra vez. Refregaba su cuerpo contra las paredes y el piso intentando calmar su necesidad, sin poder controlar su mente.
Desesperada, frotaba sus manos contra su vientre, intentando entender lo que le estaba pasando. Su mente no podía enfocar con claridad, por el efecto del intenso placer, pero aún así pudo sentir que ese tremendo deseo sexual provenía de dentro de su sexo. De algún modo, los huevos que la habían impregnado, se aseguraban se que ella siguiera mansa y feliz. Los podía sentir acariciando de alguna manera las zonas más sensibles de su sexo, violándola dulcemente por dentro.
Los recuerdos volaban en su mente. Podía recordar con claridad la extraña sensación en su sexo mientras los huevos ingresaban por su vagina, extendiéndola como nunca. Esa mezcla de dolor y placer. Era tremendamente adictiva. En ese mismo momento, su cuerpo deseaba sentir esa extraña sensación,
Los huevos dentro de ella continuaron estimulándola. Patricia pensó que enloquecería. Su cuerpo estaba ardiendo en deseo, su sexo palpitaba y se humedecía detrás del gel que lo obturaba, sus pezones estaban como rocas y cada vez era peor. Su mente, aún lúcida, se desesperaba en el pánico, en el terror. Toda su vida había podido mantener cierto control de sus sensaciones, aún cuando había tenido delante de ella hombres irresistibles. Pero esta vez era diferente. Se enfrentaba a lo desconocido, a sensaciones que su cuerpo nunca había sentido, al dolor placentero, al deseo por lo bizarro.
El vientre de Patricia comenzó a inflamarse. Podía sentir como los huevos dentro de ella crecían rápidamente. Algo sucedía en su vagina. Era como si los huevos hubiesen desarrollado apéndices y la estuvieran estimulando por dentro. Era la misma y deliciosa sensación con la que la había torturado tantas horas.
Patricia no aguantó más. Tomada de las cadenas que sostenían sus muñecas del cuello, aulló sacando de dentro de ella la hembra primitiva, mientras se ovillaba y rodaba sobre uno de sus lados sintiendo el inconfundible placer del orgasmo que la devastaba y la sedaba.
A fuerza de reiterados orgasmos Patricia se mantuvo entre la media conciencia y el sopor de sueños gratificados por los estímulos sexuales que el intruso dentro de ella generaba. Su mente ya no pensaba, solo podía esperar el próximo orgasmo, inevitable, intenso, devastador como una hembra hambrienta condicionada a su deseo.
Pasaron varios días en esa celda. Algunas veces sintió entre sueños como era revisada, sin poder despertar. Otras veces un vago recuerdo de alguien que le daba de beber algún líquido nutricional y así la mantenía con vida. Otras, la sensación de la calidez de chorros de agua que limpiaban su cuerpo.
Un día, su despertar fue diferente. En medio de un lugar vidriado, con potentes luces enfocándola, se hallaba sobre una especie de bañadera con agua cálida. Su cuerpo estaba totalmente desnudo, sus manos libres, solo dos barras de metal cromado aparecían a la altura de su cara.
De repente, una extraña sensación invadió su vientre. Era como si los intrusos buscaran salir de dentro de ella. Nuevamente la mezcla entre dolor y placer la hizo aullar guturalmente y tomarse de las barras de metal cromado.
Era lo que mucho había temido. Las criaturas inseminadas dentro de ella buscaban nacer. Habían crecido tremendamente y ya no pasaban con facilidad por su canal vaginal. A cada embestida la hacían ver estrellas de dolor.
Nuevamente el gel entró en acción. Lentamente Patricia sintió como su sexo comenzaba a arder en deseo. Sus músculos distendiéndose, su cuerpo disfrutando del dolor de la expansión vaginal. Bajó la cabeza y pudo ver el bulto que elevaba su pubis. Podía sentirlo presionar por su canal vaginal en sentido inverso, queriendo salir. No lo podía creer, la estaba abriendo en dos, se sentía a punto de desfallecer, pero estaba gozando como nunca antes en su vida.
Poco a poco el bulto fue bajando y entre gemidos y aullidos de Patricia comenzó a estirar el tapon gelatinoso que unía sus labios vaginales, para luego emerger entre las piernas de ella.
El mero roce de lo que estaba saliendo de su cuerpo con sus labios vaginales la llevó a un orgasmo indescriptible, de brutal intensidad, interminable y agónico. Patricia aullaba de placer, sus manos tapándose los ojos sin poder controlarse.
Totalmente empapado en la gelatinosa sustancia, la criatura salida de su vientre parecía una especie de oruga brillante, que comenzó a reptar en sentido inverso, para esta vez subirse sobre el monte de venus de Patricia. Una vez sobre ella, pequeñas micro patas comenzaron a hurgar entre su sexo hasta dar con el clítoris, masajeándolo y segregando mas gel específicamente sobre este punto vulnerable de la muchacha, enloqueciendo a Patricia mas aún.
En su vida Patricia había sentido jamás tanto placer sexual. Sus ojos lloraban, sus piernas temblaban como hojas, en una cadena interminable de orgasmos continuados. Sus manos estaban firmemente sostenidas de los caños mientras su rostro era fiel reflejo de la desesperante situación.
Sin bajar el nivel de tensión Patricia sintió que su sexo se abría una vez más. Gritando al tope de su voz suplicó inútilmente que se detuviera. Una oruga aún más gruesa y más larga que la anterior comenzaba a emerger entre sus labios vaginales, mientras un finísimo hilo de sangre teñía levemente el agua, fiel testigo de su odisea.
En cuanto la segunda criatura salió de su vientre, Patricia sintió como su sexo palpitaba, aún obscenamente abierto y era nuevamente bañado y estimulado por ambas orugas.
Sumida en un éxtasis total Patricia buscó dejarse llevar por el placer. De algún modo una intensa felicidad la invadía. Había ya pasado lo peor y su cuerpo y su mente cansados estaban en paz y gozando del placer.
Las dos criaturas reptaron un poco mas sobre el cuerpo de Patricia, llegando hasta sus senos. Una vez allí se colocaron sobre cada pezón y comenzaron a estimularlos y sorberlos.
Esta vez Patricia, sumida aún en las ondas de placer que renuentes se retiraban lentamente, dejándola aun flotando en una sensación de bienestar y placer, comenzó a sentir un placer diferente. Más dulce, casi instintivamente maternal, Patricia se sentía realizada y completa. Sus brazos laxos a ambos lados del cuerpo, sus pechos bailando lentamente bajo el ritmo de succión de las criaturas, que parecían beber con avidez de su cuerpo.
Inundada por una sensación de inmensa paz y extenuada por el esfuerzo de varios días, Patricia cayó dormida en un plácido sueño.