RAD - Capítulo 01 -

Este es mi primer relato con una orientación Sci-Fi. Muy inspirado en los tradicionales hentai japonesesa transcurre en un futuro apocalíptico imaginario donde la radiación ha hecho casi inhabitable a nuestro planeta. Espero les interese la propuesta y obviamente me interesan los comentarios

RAD

(Una historia SCI-FI Sado)

Capitulo 1

Corría el año 2098, luego del abuso de las fuentes energéticas del planeta y de las últimas guerras, este presentaba un aspecto calamitoso. Sobre su superficie solo quedaban los rastros de las antiguas grandes urbes. Debajo de las cenizas de las explosiones nucleares, en los túneles y refugios antiatómicos sobrevivían los más jóvenes. Algunos de ellos conocían la situación y el estado de la superficie. El nivel de radiación era elevadísimo, por lo que solo se podía salir con trajes protectores.

Lamentablemente en el refugio solo quedaban trajes para mujeres. Los hombres que habían salido a explorar, jamás habían regresado. Diariamente se efectuaba un sorteo para elegir la expedicionaria del día. La salida era absolutamente necesaria ya que el agua y algunas provisiones eran traídas desde afuera y descontaminadas con un pequeño aparato en una zona especial del refugio.

Ese día Patricia estaba preocupada, hacia tiempo que no salía sorteada y temía las probabilidades de que fuera la siguiente. Mas que eso le preocupaba su amiga Claudia que había salido hacía ya un mes y de la que habían encontrado solo su traje. ¿Habría enloquecido?

Cuando el consejo de mujeres se reunió Patricia formaba parte del grupo de no más de veinte mujeres jóvenes nominadas para salir. Finalmente y luego de debatir las necesidades de lo que habría que traer desde el exterior, se procedió al sorteo. Cada una de ellas fue pasando al frente y oprimiendo un botón rojo. Patricia fue la quinta en oprimir, y al hacerlo una luz roja iluminó su rostro. Automáticamente se abrió al costado el contenedor de los trajes.

Minimizando sus temores sonrió y dijo:

  • Bueno, al fin voy a conocer la superficie.-

Todas rieron festejando la broma mientras ella se quitaba la ropa. Quedó en su bombacha y sostén, y se metió dentro del ropaje. Tomó el carrito eléctrico y se encaminó hacia las compuertas a la superficie.

Allí la cosa se veía diferente, los derruidos edificios daban una macabra impresión. El silencio y la soledad asustaban. Montada sobre el asiento del carro lo colocó en modo rastreo y el vehículo solo se fue desplazando a la búsqueda de los materiales de la lista. Era una tarea cada vez más difícil, ya que las provisiones se acababan en las cercanías y era necesario cada vez recorrer más para hallar nuevos suministros.

Al tiempo había ingresado en un viejo depósito recogiendo arroz y conservas en cantidad, cuando percibió debajo de ella una línea de sustancia gelatinosa de color verde pálido que parecía pasar por debajo de su vehículo y desaparecer hacia el exterior.

La curiosidad hizo que siguiera la pista hasta llegar a la entrada de otro refugio.

­ ¡No estamos solos! pensó...

  • Me felicitarán si encuentro otro grupo de gente.-

Buscó y encontró un dispositivo de ingreso, encontró la clave con la ayuda de la computadora del carro y la puerta se abrió. Con curiosidad recorrió las instalaciones buscando el origen de ese extraño rastro. El silencio era casi absoluto salvo unos sonidos humanos apenas audibles a través del sistema de audio del traje. Aumentó la amplificación pero seguían siendo sonidos ininteligibles. Los indicadores del traje señalaban un nivel de radiación casi inexistente, aún mejor que el de su refugio. Con cuidado se sacó el casco del traje para escuchar mejor y efectivamente escuchó unos suaves sonidos humanos que provenían de la habitación contigua. Tomó su única arma. Una pistola defensiva de descargas eléctricas adaptada en el refugio que solo permitía un único disparo. Con cautela avanzó hasta la siguiente habitación, parecía ser el comedor. Una vez pasada la puerta los sonidos cesaron.

Miró dentro del cuarto y observó como ese líquido gelatinoso estaba esparcido por todo el piso cubriéndolo todo hasta diez centímetros de altura. Nunca había visto ni se había enterado de nada igual.

-¿Qué es esto?- se preguntó extrañadísima

Pero lo iba a averiguar de la forma difícil. Desde el techo, una enorme cantidad de líquido verde cayó sobre su cabeza, y cubriendo su rubio cabello se deslizó hacia su cuello. La joven exploradora gritó sorprendida y trató de quitárselo, pero la cosa parecía tener vida propia y volvía a donde ella lo quitara. Suavemente fue fluyendo y metiéndose dentro del traje mientras ella trataba inútilmente de quitarlo. Ya se había hundido profundamente entre sus pechos y bajaba por su abdomen sin que ella pudiera alcanzarlo. En un desesperado y último intento abrió las trabas de su traje intentando alcanzarlo, y lo dejó caer al piso alrededor de ella. A esta altura la gelatina cubría su espalda y bajaba por sus pechos abrazando su delgada cintura. Desde el piso, otra parte de la misma sustancia había avanzado hacia ella y envolvía sus desnudos pies adentro de sus botas, avanzando ya hacia sus rodillas.

-¡¡¡Socorro!!! ¡¡Alguien que me ayude!!- gritaba con desesperación

Pronto sus brazos estuvieron cubiertos por completo y con una fuerza sorprendente fueron obligados a pegarse al cuerpo. Por último, y totalmente consciente de ello sintió que esa cosa subía por su entrepierna y cubría totalmente su bombacha uniéndose en la cintura.

Tan solo le quedaban algunos orificios en su boca narices y ojos. Patricia sintió entonces como era atraída inevitablemente hacia el suelo. Estaba dispuesta a no dejarse vencer tan fácilmente, y opuso toda la resistencia que pudo, pero finalmente cayó boca arriba sobre el fluido verde que cubría ya todo el piso.

El líquido gelatinoso apretaba ahora un poco más sobre su cuerpo aumentando en cantidad. Totalmente lúcida se sintió arrastrada hacia adelante y finalmente dejada en posición frente a una puerta. Allí vio como desde atrás de las mesas aparecían cinco bultos más. Luego de unos momentos se percató que eran otros cuerpos en idénticas condiciones que ella.

A su lado, a unos 2 metros, un muchacho joven trataba de hablarle, aunque ella no podía distinguir bien lo que decía. Nuevamente comenzó a escuchar jadeos. Primero parecían ser de un hombre, luego de unos minutos más, se le sumó una mujer. Por fin pudo entender lo que le trataba de decir el muchacho:

-"Ahí viene"-

Unos segundos después vio que el hombre se sacudía y gemía como si estuviera gozando. Haciendo un poco de esfuerzo pudo incorporar su cabeza y vio como el miembro del hombre, aún flácido, se incorporaba y comenzaba a vibrar y a erguirse. También notó como cambiaba el color del líquido gelatinoso a un naranja pálido, casi transparente. ¿Se estaba masturbando? ¿Como podía hacer eso sin tocarse?

Patricia no entendió lo que estaba sucediendo hasta que sintió que sus piernas se abrían por si solas. Hizo un esfuerzo por resistirse y cerrarlas, pero fue inútil. Allí comprendió. Esta vez no hizo esfuerzo por moverse. Algo alzaba sus piernas y la colocaba en una posición totalmente expuesta. Con las plantas de sus pies pegadas al piso y  sus rodillas flexionadas y piernas abiertas se sentía completamente vulnerable. Las cosas sucedían demasiado rápido, inevitablemente. Sorprendida miraba al muchacho a su lado, que eyaculaba sin poder evitarlo, convulsionándose en la pálida gelatina que crecía y crecía allí donde brotaba el chorro de semen de su miembro, mientras exprimía al límite al pobre joven que se contorsionaba en un orgasmo interminable.

A lo lejos pudo distinguir algo que se acercaba a gran velocidad y reptaba bajo la gelatina. Era una especie de manguera que se acercaba directamente hacia ella. Patricia gritó como desesperada mientras esa cosa mordía su bombacha y la destrozaba llevándosela. Luego vino otra, subió hasta sus pechos y le quitó la última prenda de ropa que le quedaba. Mientras tanto, esa cosa aclaraba su color en la zona de su sexo y sobre sus pechos.  Pronto comenzó a sentirlo de tibio a apenas caliente mientras sus senos eran masajeados y bailaban ante sus ojos.

Durante dos o tres minutos fue sobada en sus pechos y en su pubis, sintiendo muy a pesar de ella que le era placentero. Casi podía sentir como si alguien mordisqueara y jugueteara con sus pezones. Por más que resistió, su mente comenzó a perder el control y su excitación lubricó su sexo. Su clítoris era sobado con maestría y Patricia, sin poder evitarlo más, comenzó a gemir. A lo lejos vio venir dos cosas más que se deslizaban bajo la gelatina. Sin poder controlarse sintió el placer de que se apoyaran sobre sus redondos pechos mientras sorbían con delicadeza y dulzura de sus pezones erectos.

Totalmente fuera de sí misma, y falta de contactos sexuales recientes, Patricia deseaba continuar la morbosa experiencia. Casi deseándolo con calentura animal sintió como algo abría sus labios vaginales. Su mente, absolutamente perdida, esperaba con ansiedad la extraña penetración. Un apéndice más grueso que el resto ya casi reptaba entre sus piernas y comenzó a incorporarse lentamente cerca de su expuesta vagina. Suavemente lo sintió tocar sus labios vaginales y una descarga nerviosa recorrió todo su cuerpo que se erizaba de solo imaginar lo que vendría. Casi deseándolo sintió que el intruso recorría su vagina longitudinalmente buscando un hueco donde entrar. Su respiración comenzó a entrecortarse. Su sexo transpiraba copiosas cantidades de lubricante y tibio flujo y sus manos crispadas buscaban detener la escena. Deslizándose con dulzura el apéndice penetró en su sexo mientras ella temblaba y gemía desesperada. El intruso lenta y suavemente ingresaba más y más adentro provocándole una mezcla de placer y miedo que avasallaba su mente. Finalmente terminó de penetrarla, metiéndose tan profundo que ella sintió su vientre satisfecho como ningún hombre jamás la había hecho sentir.

Con sus piernas abiertas Patricia veía cómo sus pechos se movían mientras su clítoris bailaba y se calentaba bajo el viscoso líquido. Su intruso vaginal comenzaba a engordar y latir efectuando un rítmico entra-sale que pronto la puso al borde de la locura. Su sexo se iba estirando lentamente para acomodar el tamaño del apéndice en su interior. Lo sentía en todas partes, como nunca antes hubiera sentido, sus labios vaginales comenzaban a sentir la tensión del gordísimo apéndice que amenazaba con reventarla desde allí. Pocos segundos después llegó su primer orgasmo y Patricia ya no gemía, gritaba de placer

El intruso seguía embistiendo, forzándose hacia adentro, mientras ella sentía como su vientre se arqueaba y un bulto visible empujaba desde adentro su piel a la altura del ombligo. Su cabeza explotaba en sensaciones. Luego su orgasmo cedió y ella relajó sus tensos sentidos. Pero el intruso seguía dentro de ella. La temperatura comenzó lentamente a subir nuevamente sobre su sexo. El apéndice cambiaba de forma, tamaño, temperatura y textura con total facilidad. Poco a poco, y tan involuntariamente como antes, Patricia comenzó a experimentar nuevamente el placer sexual, y las contorsiones de su pubis se repitieron saboreando los, a veces dulces y a veces salvajes, movimientos de su amante desconocido. Esa cosa dentro de ella, giraba, se sacudía, y hasta a veces raspaba su vagina llevándola más allá de lo que ella pudiera controlar. Sin quererlo sobrevino su segundo orgasmo. Esta vez solo gemía. Mas cansada disfrutó los largos minutos del segundo orgasmo sintiendo que sus fuerzas la abandonaban. Pero el intruso estaba decidido a quedarse. Vibrando mas fuerte aún logró extraerle un tercer orgasmo.

-¡¡¡Basta... basta por favor!!!-  gritaba

Sin remedio su cuerpo entero se sacudió al llegar al clímax dejándola exhausta y laxa. Ya exhausta y sin fuerzas sintió que una vez más se excitaba su interior y arqueando su espalda por fin llegó al último orgasmo cayendo desmayada.

Nunca supo bien cuánto tiempo durmió, pero se despertó nuevamente con sonidos de gemidos. A su izquierda, a solo un metro y medio estaba su amiga Claudia. Sentada con sus piernas abiertas su sexo era penetrado por un enorme apéndice, de sus pechos colgaban sendos tentáculos sacudiendo sus pezones erectos, oprimiéndolos y amasándolos. Sus ojos presentaban evidentes ojeras símbolo de las reiteradas visitas del intruso y se la notaba que había perdido peso.

-¡Claudia!- llegó a decir

-Patricia ayudame...- respondió Claudia

Pero ya ella no podía concentrarse. Otra vez su sexo era masturbado y veía venir a lo lejos los tentáculos que la violarían nuevamente.

-¿Qué es esto?- preguntó Patricia mientras volvía a perder el control

-Son mutantes... Que viven de nuestro placer sexual.- Llegó a decir Claudia

Patricia ya no pudo hablar más. En ese momento el intruso la penetraba violentamente, cortando su respiración con sus embistes. Por momentos la enloquecía de placer. Nuevamente sintió que el tentáculo se deslizaba en su interior y comenzaba a acaricias su sexo provocándole un tremendo frenesí sexual. Recorría su pubis acariciando su suave vello púbico y rozando como sin querer el sensible clítoris expuesto. Se deslizaba tan suavemente como la vez anterior mientras Patricia recordaba las sensaciones momentos atrás y se sentía en el cielo. Luego comenzó a engordar, calentar y latir dentro de ella. Su joven vientre se veía abultado por el intruso, que se movía alrededor de su ombligo. Sus senos erectos eran masajeados formidablemente y sus pezones sentían como delicadamente eran sorbidos por los tentáculos. Su vagina vibraba y su clítoris danzaba en la caliente gelatina

Su sexo era una bomba a punto de estallar. De repente se sintió ir y tuvo un nuevo orgasmo, mientras sentía que un líquido viscoso era escupido en su interior. Podía  sentir cómo quemaba sus entrañas en una sensación de dulce dolor y éxtasis. Los pechos ya le dolían, pero aún eran masajeados y sorbidos. Su sexo se excitaba nuevamente con el frenético vibrar de esa cosa dentro de ella, hasta que nuevamente sintió que su vagina hervía, latía y exprimía el tentáculo. Por segunda vez volvió a eyacular dentro de ella, esta vez más dolorosamente que antes.

Sin desearlo ella, fue puesta de pie y llevada a sentarse sobre el duro miembro del muchacho a su lado.

-¡¡¡No por favor... el culo no...!!!- pedía Patricia desesperada

-Es inútil- gritaba Claudia

Lentamente la aproximación llegó a punto crítico. Mientras ella sentía que el líquido gelatinoso le abría las nalgas supo que esta vez no habría placer. Bruscamente su cuerpo fue atraído hacia abajo mientras sentía que el pene se clavaba en su ano. Poco a poco se fue metiendo y pudo sentir que era violada analmente. Su cuerpo se abría dolorosamente al paso del pene. Cabalgaba sobre el duro miembro lacerando su estrecho ano. Las manos del Hombre, libres por el momento, se alzaron y comenzaron a masajear sus senos y pudo sentir que lo excitaba

-Perdoname Patricia... no lo puedo evitar... pero te siento muy dulce.-

-No puedo decir lo mismo... me esta doliendo.- dijo ella con una mueca de dolor.

-Me voy a concentrar en acabar rápido para que esto termine…- respondió él

-Gracias.- respondió ella

El muchacho continuaba jugando con sus pezones mientras miraba atentamente a sus ojos y su expresión de dolor lo excitaba. Muy pronto comenzó a temblar y su pene latió un par de veces dentro de ella, que sintió aliviada cómo un hilo de semen calentaba su recto y el pene comenzaba a achicarse.

Unos minutos después, tendida en el piso sin poder escapar a ningún lado, Patricia sintió nuevamente la rutina de algo que frotaba sus pechos y su clítoris. Esta vez no lo dejaría tan fácil. Haciendo un esfuerzo extraordinario dominó sus sensaciones bloqueando su propio placer. Los tentáculos no tardaron en llegar, como siempre. Como si nada hubiese sucedido volvieron a posarse sobre sus doloridos y tiernos pezones buscando estimularlos como siempre. El intruso intentó  entonces ingresar a su vulva, pero Patricia se cerraba obstinadamente todo cuanto podía. El líquido que la cubría comenzó a levantar mas y mas temperatura, y a intentar forzar su entrada. Mientras ella luchaba esforzadamente por contraer su vagina y cerrar sus piernas,  vio venir a lo lejos algo más. Este tentáculo era diferente. En su extremo parecía tener un largo aguijón. Reptó rápidamente sobre su muslo izquierdo hasta unos centímetros antes de su sexo.  Allí sintió el dolor de su aguijón mientras se hundía y pulsaba por unos minutos. Podía sentir que le estaba inyectando algo.  Muy pronto Patricia se aflojó, a la vez que su corazón comenzaba a latir desenfrenadamente. No sabía qué era lo que le había inyectado ese aguijón, pero claramente todo su cuerpo comenzó a sentir mucho más nítidamente las sensaciones. Aullaba de odio cuando el intruso se fue metiendo dentro de su sexo otra vez. Con las manos inmóviles e inutilizadas sintió sin remedio que diez, veinte, cuarenta centímetros de esa cosa se hundían entre sus piernas. Sin remedio comenzó a contorsionarse mientras el intruso activaba sus puntos erógenos desde dentro de su vagina. Esta vez gritó desesperada en un frenético orgasmo que arrasó con todo su control mental. Quedaba claro que para es cosa era indispensable su orgasmo sexual, y de alguna forma eso le dio la esperanza de continuar con vida. ¿Pero a  que precio?

Aún tratando de evitarlo, el intruso volvió a excitarla. Patricia continuó resistiéndose todo lo que pudo, pero nuevamente tuvo que morder sus labios intentando evitar acabar. Ese endemoniado engendro era realmente maravilloso. Un millar de sensaciones en su vagina la llevaban al clímax sexual cada vez, mientras que lo único que podía hacer era agitar su cabeza a ambos lados negándose al placer. Era tan perfecto que parecía que por momentos leyera su mente y supiera los puntos exactos para hacerla enloquecer.

Luego de resistirse infructuosamente en varias ocasiones, Patricia se sentía exhausta y agotada. Cada vez demoraba más tiempo en llegar a sus orgasmos, pero cada vez los sentía mas devastadores.

En un determinado momento, cuando su cuerpo laxo ya no podía hacer mas nada, navegando sobre el espeso líquido y entre tentáculos fue arrastrada hasta la siguiente habitación. Allí se encontró frente a frente con el mutante de los tentáculos, el dueño del lugar. Una especie de pulpo gigante, con infinidad de tentáculos y una cara casi humana que emergía sobre un enorme escritorio donde desbordaba. Sostenidos en dos extremos de sus tentáculos estaban dos jóvenes muchachos, que eran dominados algún tipo de vínculo con sus cabezas. En esa sala casi no había líquido gelatinoso. Cuando Patricia sintió que su piel era libre, intentó arrastrarse fuera de allí.

-Ahora verás mi castigo a las rebeldes.-  escuchó en su cabeza

No entendía de dónde provenía esa voz, hasta que lo pudo entender. Ese ser hablaba telepáticamente. Era probable que también de ese modo pudiera leer sus mentes.

La joven miró a su alrededor buscando por donde escapar. Era casi imposible. El único punto de salida era la sala llena de material gelatinoso, y su cuerpo temblaba de solo recordar cómo la pasaba allí.

Como no encontraba salida, buscó y encontró un palo y comenzó a acercársele al mutante para dañarlo. Pero no llegó. Rápidamente fue prendida de un brazo por uno de los musculosos jóvenes. Luego fue arrojada contra la pared donde el palo cayó estrepitosamente al suelo. Allí mismo, y totalmente falta de fuerzas para resistirse, el otro aprovecho su aturdimiento y la arrojó nuevamente hacia el centro de la habitación. Patricia no pudo evitar su trayectoria, y quedó tendida unos segundos sobre el mutante. Para cuando logró incorporarse sus dos brazos estaban tomados por tentáculos y abiertos al máximo… Forcejeó intentando zafarse, pero le fue imposible.  Intentó patear el cuerpo del mutante, pero sus piernas fueron tomadas también por los tentáculos y forzadas a una apertura indecente que dejaba totalmente visible su sexo goteando gelatina desde la roja carne interior

-Ahora vas a ver quien manda aquí. Pero esta vez quiero... que te duela. Te voy a violar como nadie violó nunca y vas a pedir por favor que te coja como antes- escuchó en su mente

­¡¡¡Engendro asqueroso...!!! ¡Jamás te voy a dar el gusto!- murmuró Patricia

Con increíble fuerza, el mutante la sostuvo mientras acercaba a uno de los jóvenes. Cuando llegó al lado de ella, puso sus manos en las rodillas de ella y comenzó a deslizarlas hacia arriba, hacia su ya castigado sexo expuesto. Abrió sus rosados labios e introdujo el palo. El dolor fue terrible. Patricia lloraba mientras sentía que sus piernas se iban a abrir en dos. Sus rodillas se aflojaban, sus brazos le dolían, y sobre todo su sexo le dolía y ardía. Luego saco el palo e introdujo su pene seco y caliente en la castigada concha. Su cara de odio hacia el hombre era terrible, y su sexo comenzaba a sentir como la carne del intruso latía dentro de ella, pero fue dada vuelta (con violador inclusive) para recibir un par de gruesas manos que con brutalidad abrieron nuevamente sus ya lastimadas nalgas para nuevamente sentir que su orto era castigado con crueldad y era penetrada por detrás. Así en una doble penetración fue acercada hasta la cara del mutante.

-¡No... Por favor... así no...!  Sacamelos - pedía ella

-Y ahora viene lo mejor.- dijo el mutante en su cabeza

Uno de los tentáculos comenzó a enrollarse sobre la suave pierna derecha de la joven. Mientras iba apretando y subiendo buscó introducirse a la fuerza en la ya ocupada vagina. Patricia miraba aterrorizada como avanzaba y sentía su tibio y húmedo reptar por las caras internas de sus muslos. Sus labios, algo resecos aún, cerraban el paso a otra penetración, pero en un acomodamiento del pene en su doloroso vaivén pudo ingresar sobre este oprimiendo al máximo el clítoris. Luego fue la otra pierna que sintió que algo trepaba. Pensó en desmayarse, pero no podía...  El siguiente apéndice penetró en su ya ocupado ano mientras ella sentía cómo su ano se hacía pedazos. Otros dos tentáculos mordían sus pezones con pequeños dientes  y uno mas lamía sus senos con un líquido caliente que ardía sobre su piel.

Al borde del desmayo, Patricia sentía que ya no quedaban más lugares por donde violarla y solo deseaba que esto terminase de una buena vez. Los miembros dentro de ella iban y venían cada vez mas rápido y mas fuerte, mientras que los tentáculos se calentaban muchísimo y engordaban. En un momento, sintió las voces en la otra sala que jadeaban desenfrenadas y gozaban en interminables orgasmos.

Un mar de semen bañó por dentro su vagina y su ano mientras un tentáculo más mordía salvajemente su clítoris. Sólo unos pocos minutos mas tarde, la pobre joven quedaba tendida sobre el frío suelo. Sus piernas desgarbadamente abiertas daban cuenta de lo que había sufrido. Cuando pudo despertar de su desmayo, trató de cerrar sus piernas, pero un persistente dolor recorría sus muslos hasta su vientre. Un pequeño hilo de sangre seca se dibujaba en las caras internas de sus muslos.

Con mucho esfuerzo logró volver a incorporarse, mientras sentía que todo su cuerpo había sido castigado. Le dolía todo, pero especialmente en todas sus zonas erógenas. Dirigiéndose hacia la puerta miró nuevamente la gelatina verde y todos los que allí estaban prisioneros. Patricia desistió de escapar por ahí. Volvió a observar hacia el otro lado. Esta vez, con más tiempo vio como una ventana rota daba a otra habitación.

De reojo espió al monstruoso ser. Parecía dormir, o al menos estar muy concentrado en algo. Suavemente se fue deslizando hacia la ventana. De espaldas a la pared miraba la gelatinosa apariencia del monstruo. Una vez al lado de la ventana saltó.  Para su desgracia, sus cálculos habían estado errados, y quedó atrapada entre un lado y el otro, con su cabeza saliendo por el otro lado y sus hombros atrapados a mitad camino.

Suavemente trató de cruzar sin hacer ruido. Pero sus pechos no pasaban por la ventana. Escuchó un extraño sonido detrás y se dio cuenta que el monstruoso ser se había vuelto a despertar y se acercaba a ella.

Nuevamente el tentáculo se deslizaba por su pantorrilla, subiendo por su muslo y peleaba por penetrarla mientras que ella se defendía con los pies al tener las manos inmovilizadas. Finalmente sintió que no podía evitarlo más y su sexo cedió paso al intruso que no perdió la oportunidad y se metió lentamente, deslizándose hasta la misma puerta del útero. La cabeza del apéndice dentro de ella comenzó a crecer y tirando con fuerza trataba de evitar que huyera. En un grito de dolor Patricia se dispuso a hacer su último esfuerzo. Empujó violentamente y cayó del otro lado. Largos raspones todo a lo largo de su sexo eran testigo de la resistencia de ese monstruoso ser a su escape.

Con todo su cuerpo dolorido Patricia buscó desesperadamente su vehículo, o un traje para salir a la superficie. Ambos habían desaparecido. Finalmente prefirió la radioactividad a esperar que la atraparan nuevamente, y arrastrándose como pudo salió del lugar. Iba a ser un largo camino hasta encontrar su refugio. Solo esperaba hacerlo antes de que su cuerpo se rindiera, o que la radiación la quemara.   Desnuda al rayo del sol de la tarde caminaba lentamente debatiéndose entre la conciencia y la inconciencia.