Quizas esta vez III. Malas Noticias.

Corre cuando puedas mi pequeño Ángel.

Lo reconocí, claro que sabía quién era.

Sin duda era guapo y las dos veces, ahora tres, que me lo había encontrado, lo único que había sentido era – ganas de besarlo – no tener una pistola al frete para poder matarlo, siempre me veía con aire de superioridad, se sabia guapo y consideraba a todos los demás por debajo de él.

Quizás antes hubiera caído rendido a sus pies, era totalmente mi tipo, pero lucharía hasta el final contra la necesidad que tenia de voltear o pedirle disculpas, basta de chicos malos, nunca traían nada bueno.

En estas divagaciones me mantuve tan absorto que no preste atención a la clase y está ya había terminado, mire mis notas y la hoja estaba en blanco, salvo la fecha que había apuntado antes de que lo mirara entrar detrás de mí.

Tomé mis cosas y aunque el impulso de voltear estaba ahí, decidí ignorarlo.

Nunca había sentido esta furia. La sensación de tomarlo por la fuerza y hacerle pedir perdón – ¿perdón por qué? – necesitaba someterlo, mirara otra vez a sus ojos y…

Se levanto de la silla y en ningún momento volteo.

No podía permitirle salirse con la suya, en mi cabeza estaba claro que esto era una lucha de poderes que no pensaba perder.

Me levante detrás de el y lo tome por el hombro, apreté suavemente – esa era mi intención – y el volteo

¡Au! – sus ojos sobre mí, al principio tímido, pero instantáneamente cambio a una de desafío - ¿sí? Dime

Y su voz, esa voz debía de haberme causado risa, más afeminada no podía ser, como si la pubertad lo hubiera pasado de largo – yo odiaba a las nenazas – pero había algo en ese tono de prepotencia – incluso había levantado la ceja – que hacia que la sangre bajara a lugares que no debían; el aire debió dejar de oxigenar mi cerebro, porque mi reacción no fue la planeada.

En el momento que mis labios hicieron contacto con los suyos, mi mente se quedo en vacía, poco a poco llenándose con las sensaciones que este chico me provocaba, podía sentirlo pelear contra mí y después poco a poco se dejo llevar, me estaba cediendo el control y aunque nunca me había considerado un hombre dominante, esa simple acción provoco todo tipo de ideas en mi cabeza, cosas que jamás me había planteado, su cuerpo caliente envuelto en mis brazos, sus manos en mi nuca, solo una palabra dando vueltas en mi cabeza. ¡MIO!

Su olor me golpeo como gotas de lluvia sobre la espalda, dolorosas, pero al mismo tiempo placenteras – canela – quería bañarme en su olor, perderme en él, había escuchado muchas veces sobre el despertar de los sentidos. Cuando niño me emocionaba al escuchar los relatos en las reuniones familiares, me imaginaba cuando por fin me sucediera, pero con los años entendí que solo eran cuentos de viejos, no pensé que me sucediera, nunca, a nadie en mi familia le había sucedido.

Pero no había dudas, era algo que se sentía en las entrañas, una certeza mas grande que nada que pudiera conocer, algo antiguo, crudo, salvaje.

Él era mío, para cuidar, proteger y amar.

Quería verlo, necesitaba absorber cada detalle, recordaría este momento para siempre.

Nos separamos lentamente, abrí los ojos a mi futuro y la vista no podía ser mejor, sus ojos aun cerrados, sus labios ligeramente abiertos, rojos, hinchados.

Unas ganas primitivas se apoderaron de mí, necesidad de marcar el resto de su cuerpo, así como había marcado esos labios; mi pene comenzó a doler por la presión de los pantalones.

Abrió los ojos lentamente, saliendo del mismo sueño en el que yo me encontraba

¿Cómo te llamas? – mi voz ronca y necesitada – soy Frank

Su voz ligera y apenas audible

Ángel

Y eso era, un ángel que veía a salvarme de la oscuridad que me rodeaba

Se aclaro la voz

Mi Nombre es Ángel - esa mirada de nuevo en sus ojos, me encendía tanto como me molestaba, había cierto desprecio en ella - ¿por?

Quería desaparecer esa indiferencia de sus ojos

Vamos cariño, hazle honor a tu nombre – acaricie su mejilla - pórtate bien conmigo

Y el infierno se desato, se lleno de furia, el aire olía mal.

¿Quién diablos te crees para hablarme así? – me empujo – no te vuelvas a acercar a mi ¡IDIOTA!

Tomo su mochila del piso y salió disparado hacia la puerta, abriéndose paso entre algunos chicos que estaban en la puerta esperando para la próxima clase; tomé mis cosas y fui tras él, alcance a escuchar una serie de palabras al azar que salían de el mientras bajaba por las escaleras, no podía medir más de 1.65 – tal vez menos – pero mientras lo veía caminar, pude notar como la gente le daba el paso temiendo su cólera. El lobo en mí no pudo hacer otra cosa que gruñir su satisfacción, el destino no podía haberle dado una pareja mejor, esa altivez, el orgullo con el que se mantenía sin mirar atrás, sin mirarme.

Corre cuando puedas mi pequeño Ángel, ya tengo tu olor.

¿Qué diablos? - me desplome en el baño tan pronto como entre - ¿Qué diablos había sido eso?

Mis labios se sentían como fuego – los lamí – aun podía sentir su sabor – menta y algo de alcohol – una sonrisa vino a mi al tiempo que tocaba mi boca, no quería verla en el espejo, me imaginaba como estaba.

Al principio pensé que me iba a golpear, pero después eso – sonreí – había sido fantástico, pero tenia que abrir la boca y decir algo idiota como que tenía que comportarme. Luche con el deseo de regresar a buscarlo. Mi decisión estaba tomada, no a los tipos malos y pensaba mantenerla así, aunque ese beso había sido perfecto, no quería problemas, ya no, esta vez solo seriamos mi mamá y yo, terminaría la carrera, encontraría un buen trabajo y después, quizás pensaría en algo más. Mi vida ya era suficientemente complicada como para agregarle un tipo que claramente apestaba a malas noticias; yo debería de saberlo mejor que nadie, tenia el olfato para eso.

¿Había dicho que se llamaba Frank? – otra risita se dibujo en mi cara, podía sentirla – sí, Frank