Quizá un sueño
Dormía. Se despertó sintiendo placer. Pero... ¿había despertado o fue un sueño?
Tumbada boca a bajo en la cama.
Sólo llevo un tanguita, pequeñito, estrechito.
Estira de la goma, se hunde en mis labios, me roza. Siento escalofríos de placer.
Me muerde en el cuello. Me araña con su barba, que me hace un daño placentero, en el cuello, en los hombros. Con fluido masajea mis hombros, desliza suavemente. Desliza suavemente por mi espalda. Llega a mi nalga izquierda. La masajea. Sigue por mi muslo. Asciende hacia mi espalda. Pasa por mi culo, rico, carnoso. En círculos, asciende su mano a mi espalda. Llega al hombro. Baja de nuevo. Fugazmente para en mi nalga derecha. Sigue al muslo. Alcanza mi rodilla. Sube mas despacio. Acaricia la parte interior de mi muslo. Llega a mi calor. Desliza un dedo por encima de la tela del tanga. Recorre el valle entre mis glúteos. Los masajea, estruja con placer. Las separa, las abre. Baja por el valle. Llega de nuevo a mi intenso calor. Aparta la tela. Un dedo resbaladizo pasa por mis labios, los roza. Apenas los abre. Sube de nuevo a mi espalda. Se entretiene en ella, masajes en círculos. Baja de nuevo, pasa por mis nalgas. Las abre. Alcanza mis labios. Los roza. Se escapa de nuevo la mano por mi muslo hacia mi tobillo.
Baja de nuevo, pasa por mis nalgas. Las abre. Alcanzo mis labios. Los roza. Se escapa de nuevo la mano por mi muslo hacia mi tobillo. Vuelve a subir, lentamente. Se entretiene en mi pantorrilla. Masajea, aprieta. Casi me hace daño, pero es un dolor placentero, deseado. Ascienden de nuevo las caricias. Se regodean en mis nalgas. Noto que son de nuevo separadas. El elástico de mi tanga es estirado. Por mis pies sale la pequeña prenda que acariciaba mi dulce coñito. El valle que guía a mi calor está expuesto, accesible. Dedos traviesos tocan mi caliente raja, la recorren de arriba a bajo. Levemente penetran en mi interior apenas uno o dos centímetros. Estoy muy mojada. No se sabe qué es mi rico néctar y qué es lubricante. Toda mi piel esta suave y resbaladiza. Esos traviesos dedos se alejan de mi tesoro, suben a mi trasero. Quiero que no se vayan que entren en mi, muevo mi culo buscándolos. Pero no van al encuentro de mi caliente entrada. De repente, una palmada suave en mi nalga me hace gemir. Unos segundos y no pasa nada, no noto nada. Giro mi cabeza para intentar oír qué pasa. El oído es lo único que puedo usar. Mis ojos vendados ninguna imagen me proporcionan. Apoyo de nuevo mi cabeza deseando que ocurra algo, contorneándome levemente. Otro azote estalla en mi almohadillado trasero, más fuerte. Me gusta, gimo. Por el azote, mi piel se enrojece, me empieza a quemar, me encanta. Traviesos dedos pasan sus yemas por mi resbaladiza espalda. Un mordisco fuerte en mi culo, me hace gozar. No lo esperaba. Estoy en una caliente indecisión. No sé qué me gusta más, los mordiscos o los azotes. Mi mente me dice “no hay que decidirse por una cosa, quiero las dos”. Lo pido lo demando.
-¡Pégame, muérdeme! –ruego con voz de deseo. Nadie me contesta.
Otro azote, más fuerte, llega. Suena mi trasero. Me quema. Un mordisco en mi enrojecida piel, me hace disfrutar. Estoy muy excitada. Varios mordiscos en mi cuello, en mis hombros. Algo de dolor me producen, sé que me están dejando marca, pero me da igual, no me importa. Me encanta, deseo que me marquen.
Más cachetes en mi culo aterrizan. Las manos que me azotan, me separan bastante mis muslos. El húmedo calor de mi entrepierna se escapa, noto frío en mi tesoro. Mordiscos llegan a la piel de mi culo. Gozo. Un azote suave se estrella en el centro de mi culo, en el valle entre las nalgas. Los dedos de ese azote golpean al mismo tiempo en mi caliente coño, me hace daño. Me encanta, una humedad en mi interior como nunca había notado. El frío de mi raja expuesta se calma por el calor del azote. Otro azote desvía el calor a mis nalgas. Mi tesoro siente frío de nuevo. De repente el calor húmedo de una lengua calienta mis labios, los acaricia varias veces, los abre, penetra un poquito. Ahora me quema el coño, el calor llega hasta el fondo de mí.
Un intenso calor cubre mi espalda, mi culo, mis piernas que son más separadas. Una boca muerde mi cuello. Estoy como loca de deseo, sé lo que va a pasar. Ese calor en mi puerta de entrada me dice que voy a ser penetrada. Muevo mis caderas, buscando, provocando que eso pase. Pero no entra.
Sólo frota mis labios de arriba a abajo. Esas caricias se comunican con las sensaciones de los mordiscos en mis hombros. Las dos juntas son un estallido en mi cabeza. Deseo con locura que entre hasta lo más profundo de mí. Aun con mis movimientos no lo consigo. No puedo evitar pedirlo.
-¡Fóllame, fóllame! Por favor –ruego ya desesperadamente.
No hay contestación, tampoco me penetra. Sólo recibo un mordisco en mi cuello, seguido de un chupetón que me encanta pero se me hace eterno pues deseo otra cosa. Mi mente se ha fugado hacia mi cuello, consciente de esa sensación, por décimas de segundo se ha olvidado de mi raja. En ese instante me sorprende la penetración que se inicia. Entra despacio pero firmemente hasta el fondo. Me encanta. Es una maravilla, el calor de esa carne me llena.
Sale completamente y entra a fondo en un acompasado ritmo. Me vuelve loca. Caigo en la cuenta, no había reparado cuando entró, que es grande. Más grande de lo habitual. Dudo. Pienso que es otra la que entra ahora. Es enorme, no puedo calcular el tamaño. Sin embargo, desliza fácilmente. Me está dando tanto placer, no sé qué toca en mi interior, que mis pensamientos de duda desaparecen, me digo que es la de siempre, que todo es por mi calentura. Destierro pensamientos que creo ridículos y me abandono al placer.
Gimo, gozo. Cada embestida va acompañada del aumento de mi excitación. Cada vez estoy más cerca. El placer es intenso, muy fuerte. Estímulos de distintas zonas, todos a la vez. Me descontrolan. El ritmo de entrada y salida averigua mis deseos. Se acompasa a mi creciente excitación, cada vez es más fuerte. Unos segundos después, ...
Unos segundos después no puedo aguantar más. La ola de placer recorre mi cuerpo, de mi coño a mi cabeza y de nuevo a mi coño. Mis músculos se contraen, aflojan y vuelven a contraerse. Casi me desmayo. No para. Sigo siendo penetrada, una y otra vez. Eso sí, es más suave. Más espaciadas las embestidas. Me voy lentamente tranquilizando, aún siento esporádicas contracciones de placer. Se queda por fin quieta pero dentro de mí. Sigue dura, caliente, llenándome completamente. Sé que esto no ha acabado. Me está dando un leve descanso. Me gusta que siga dentro. Así permanece unos minutos. Empieza a hacer movimientos, pequeños, apenas perceptibles. No me molesta, todo lo contrario. Algo toca al moverse que me inicia de nuevo en una rampa de placer. Me digo que ya no tendré más orgasmos, lo sé, pero me da de nuevo placer y me llena de orgullo que la carne, que me ha hecho gozar tanto apenas hace unos minutos, disfrute.
Va aumentando el ritmo. Fuera, fondo, fuera, fondo... Con fuerza. Mi vagina me sorprende, de repente es muy fuerte el placer. Me retracto, voy a correrme de nuevo.
No sé cómo ha sido posible. Empieza a respirar fuerte, a empujar con fuerza, sé que esta en la cúspide del placer. Sé que me está llenando con su caliente esencia. Se desencadena en mi interior una nueva ola de placer, fortísima, mejor que antes. Parece que no para de penetrar, me encanta. Tanto tiempo como se mueva se prolonga mi placer. Pasan unos dos minutos. Empieza a disminuir el ritmo de entrada, va parando. Al mismo tiempo va bajando mi ola. Deseaba ya que parase. Estoy rendida. Con los empujes mi venda se ha movido solo unos milímetros. Lo único que veo es la hora del reloj de mi mesita, las 11:00 a.m. No tengo fuerzas para moverme, tampoco deseo hacerlo. Me besa suavemente en los hombros y en el cuello. Un jadeo placentero sale de mi garganta.
Me despierto. Estoy en la misma postura que cuando vi la hora. Parece que hubiera despertado de una larga noche de sueño, reparador. Estoy relajada y descansada como no hacia tiempo. El reloj marca las 11:20 a.m. Ya no tengo la venda puesta en los ojos. Estoy sola en la cama. De repente oigo unas llaves entrando en la cerradura de la puerta y que alguien entra en casa. La puerta se cierra intentando no hacer ruido. Unos pasos se acercan a la habitación en la que estoy. Aparece ante mí mi amado, mi pareja, mi media naranja. Acaricia suavemente mi culito, me sonríe. Le sonrío placidamente, gimiendo, como gatita ronroneando.
-Hola, buenos días –me dice, mientras sigue acariciando mis nalgas-. Cómo me gusta verte así en la cama, toda desnudita.
-¿Cuándo te has ido? –pregunto desorientada, pues hace tan solo veinte minutos que estaba aquí conmigo.
-¿Cuándo? –me contesta retóricamente-. A las 8:00 me he ido, ni te has enterado. ¿No te acuerdas? Tenía que ir pronto para recoger aquello e iba haber mucha cola. Ya lo tenemos, por fin.
Al oír estas palabras, mis pensamientos se agolpan en mi cabeza. Van de un lado a otro. Dudo. Me digo que entonces he tenido un sueño, un sueño fabuloso. No creo recordar haber tenido jamás un sueño como ese. Mi media naranja sale de la habitación, va a dejar lo que lleva. Inicio movimientos para levantarme. Sé ya que ha sido un sueño y no me atrevo ni quiero decir nada, me da vergüenza. Pero, al moverme más me noto dolorida. Me siento en el borde de la cama. Me noto dilatada. Al rozarse un muslo con otro, noto la humedad de mi rincón. Empiezo a chorrear ahora que estoy levantada. Justifico la humedad por la excitación de mi sueño. Hago un movimiento de mi mano, un movimiento que no sé porqué, que no hago conscientemente, parece que mi mano tiene vida propia. Quizá empujada por la pequeñísima duda que aún tengo sobre si ha sido un sueño o no. Toco mi humedad, y la huelo ¡Es semen!
¿Ha sido un sueño o no? Y... ¿quién?