Quizá un poco demasiado...

Improvisado y delicioso sexo casero... quizá un poco demasiado fogoso.

¿Se puede saber qué demonios haces ahí día y noche? Deja el ordenata y ven aquí... anda, ven...

Me mira. Veo su cabello castaño rojizo, caer en un mechón revoltoso sobre sus ojos, castaños y traviesos. Su boca, de dientes quizá un poquito demasiado grandes, me sonríe... conozco esa sonrisa como si la hubiera dibujado yo, como si yo se la hubiera hecho. Es una sonrisa traviesa. La usa cuando va a hacer algo "malo", o cuando ya lo ha hecho y espera resultados.

  • Espera un poquito más... ya termino, estoy contestando... es sólo un segundo....

  • No. No quiero esperar más. He esperado todo el día, ahora no te pones con eso.

Bruscamente, echa hacia atrás mi silla y, sentándose sobre mis rodillas, me rodea con un brazo, y con la otra mano apaga el monitor.

-¡No! – grito, cuando le veo dirigir la mano a la toma de corriente, dispuesto a cerrarme el ordenata a capón. Se ríe y me abraza. Sé que le gusta seducirme, que yo me haga la interesante... pero hoy, sinceramente, no tengo ganas de resistirme más. Entierro mi cabeza en su pecho, y abrazo su cuerpo, quizá un poco demasiado delgado, y suspiro levemente.... Casi enseguida, su boca busca la mía, nuestras lenguas se enlazan, mientras sus manos buscan la cinturilla de mi pantalón casi a la desesperada, se introducen bajo la tela y aprietan mis nalgas....

  • Creo que tenemos que redefinir nuestra relación... – digo, casi severa.

Él se queda pensativo.

  • ¿Piensas que hay demasiado sexo en ella...?

  • No, pienso más bien que hay demasiado poco. – Le sonrío, y le beso con fuerza, me aprieta de los hombros, mientras mis manos se dirigen a su pantalón. El tintineo de un cinturón al desabrocharse es uno de los sonidos más dulces de la tierra... Mi compañero se transforma en un hombre desbocado, sediento. Intenta bajarse de mis piernas dormidas, ponerse en pie para que le bese, pero le detengo abrazándole.

  • Tú siempre me haces flotar, mimoso... pero hoy, además, no quiero tocar el suelo. No vale tocar el suelo.

Me mira con gesto de simpática extrañeza... Riendo, con no poca dificultad, pone los pies en las patas de la silla con ruedas del ordenata, y me aúpa los muslos, para que los ponga en los reposabrazos. Con su sonrisa traviesa, mirándome a los ojos, se agacha, agarrado al eje central de la silla. Lentamente, me bajo el pantalón corto, y mi feminidad queda a la vista... entre mis piernas abiertas, puedo ver su cabeza, y su mirada, ávida y lujuriosa, mirar mi centro....

  • Los ojos, los tengo más arriba. – le reprendo alegremente, acariciándole la barbilla con la pierna.

  • .... qué buena idea la de no usar ropa interior en casa... qué magnífica idea...

Sin dejar de mirar mi sexo, besa mi pierna, sube por ella, quizá demasiado deprisa, pero ¡qué me puede importar si deseo tenerle tanto como él a mí! No puede usar las manos, si se suelta del eje de la silla se caerá de culo, y perderá el juego... así que me besa. Noto sus labios cálidos besar mi intimidad, su boca me acaricia de arriba abajo, no puedo evitar un suspiro.

  • Mmmmmmmhhh.... sí... más, por favor...

Su risa traviesa hace temblar mi clítoris, ya húmedo. Ahora es su lengua la que me acaricia, y me hace respingar de gusto en la silla. Con los dedos, me abro el coñito para ayudarle, y de inmediato su lengua me ataca velozmente, penetrándome, lamiendo cada centímetro de mi interior, haciéndome rebosar de bienestar y jugos. Su lengua sube y baja, alternando las caricias en mi clítoris con penetraciones, hasta que sus labios apresan mi botoncito, y succionan, tiran de él, quizá con demasiada fuerza, porque hacen que estalle de golpe en un orgasmo que parece afectar tan sólo a mi clítoris, pero de una intensidad asombrosa:

  • ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh... sí, sííííííííííííííííííííí! Aaaaaaaaaaaaaaahhh.. haaaaaaahh... mmmmmmmmmmhh... qué dulcee...

Su boca besa fuertemente, sin lengua ya, apretando sus labios contra los míos, mi coñito húmedo. Varios besos...

  • Te ha gustado, ¿eh, gata? Mmchuick, mmchuick, mmchuick… ¿Pero a que aún no tienes bastante?

No sé como lo sabe, y la verdad, no me interesa, pero tiene razón... Mi primer clímax ha sido fantástico, pero su dulzura me ha dejado con más ganas aún de las que tenía. Le veo retrepar a la silla, y trato de echarme atrás para dejarle sitio. Se arrodilla en el asiento, agarrándose al respaldo. La silla se balancea peligrosamente, nos agarramos el uno al otro... por un pelo. Le tengo abrazado de la cintura, y no resisto la tentación, le bajo los pantalones que aún lleva y los calzoncillos, quizá no demasiado sensualmente, pero sí con toda mi pasión, con todo mi deseo. Le miro, y le veo sonreír con esa sonrisilla tonta de ganas que tanto me gusta.... La fierecilla que vive en sus pantalones se ha despertado... así que tengo que darle un besito de buenos días.

  • ¡Mmmmmmmhh... ah, nena... sí…! – Se estremece de gusto en mis manos, tirita tan violentamente de placer, que la silla tiembla de nuevo, pero esta vez, no peligra su equilibrio. – aah... jo.. joder... mmhh.. esto me estorba, ¡fuera!

Intenta desabrocharse la camisa, pero, sin duda por la excitación no logra atinar con los botones, así que se la saca por la cabeza. Cielos, si supiera lo mucho que me excita verle así... tanto que necesito darle todo el placer que pueda. Muevo mi lengua sobre su polla, le mordisqueo el glande, le aprieto de las nalgas, le hago cosquillas en los costados, le masajeo las bolitas.. mmmmmmmmmmmmhh.... Noto sus manos apretarme las tetas, las masajea, quizá con demasiado fuerza, pero no sólo no me duele, sino que me vuelve loca su entusiasmo:

  • Penétrame, cariño... hasta el fondo... te lo ruego, ¡ahora!

Intenta sentarse en la silla, pero lo hace tan deprisa que casi se cae de espaldas, lo agarro de los hombros, se agarra a mí y al respaldo, logra mantener el equilibrio. Mete las piernas por los huecos de los reposabrazos, y yo alzo las mías, casi hasta sus hombros. Quizá es un poco demasiado estrecho, un poco demasiado incómodo, pero a ninguno de los dos se le ocurre protestar, y entonces siento la cabeza de su gran miembro en mi entrada... orientado por el calor que desprendo, de un soberbio empujón me la calza por completo.

  • ¡Aaah! Aaaaaaaaaaaaahhh.. síííííííí...... haahh...

Echo hacia atrás la cabeza, me recreo en la sensación, es delicioso... él comienza a bombear a una velocidad desenfrenada, la silla se tambalea, gemimos como desesperados, trato de acariciarle, no resulta fácil, se inclina sobre mí, nuestras lenguas juegan, se acarician... me aprieta contra él. Quisiera decirle ahora cuánto le quiero, le deseo, le necesito... quisiera decirle lo imprescindible que es para mí tenerle conmigo, mejor cuánto más cerca... quiero decirle que le amo, que él es la razón porque la que yo vivo y existo, lo que me hace seguir adelante, la razón que me mueve, el sentido de mi existencia.... pero lo único que logro articular son cosas como ésta:

  • ¡Vamos, pedazo de macho, sí, más fuerte, quiero máááááááás....! aaaaaahh, haaaaaahh..

Él se agarra del respaldo, y de puntillas sobre las patas de la silla, se ayuda para empujar más y más, una y otra vez, dándome cuánto pido y más aún. Le oigo gemir y reír por lo bajo, el eco de sus gemidos acaricia mi cuerpo, y su risa me hace reír a mí también. Nos miramos a los ojos, los dos tenemos la misma cara de lujuria traviesa y expresión complacida, y nos partimos el pecho... ¡qué vulnerable soy en ése momento! Si él no se riera conmigo, me mataría de tristeza. Ese miedo me hace abrazarle fuerte, hacerle cosquillas, y decirle las burradas que nos hacen gracia. Tan pronto como le oigo reír, es como si alguien encendiera una luz intensísima dentro de mí, y yo también río a carcajadas... y eso debe hacerle falta también a él, porque le encanta hacer que me ría, y hoy lo consigue con creces.

  • ¡Vamos, nenaa... vamos, gataa.....! ¡Venga, hasta que arda la silla! ¡Sí, nena! Ooh... ay... ayayayyy....

Le aprieto dentro de mí, noto que está por acabar, me muevo frotándome contra él, chillo, yo también estoy a punto, me gustaría acabar juntos, pero no puedo contenerme más, le abrazo con todo mi cuerpo, grito y me dejo ir, le lamo la garganta, y él agacha la cabeza para besarme, quizá con demasiada furia, pero eso es exactamente lo que yo necesito para convertir un orgasmo formidable en UN ORGASMO FORMIDABLE.

  • Hahhh... haaaahhh.. hahhh... – suspiro, aún temblando de gusto, y no dejo de apretarle dentro de mí. Se pone tenso, bombea fuerte, gime de placer con tantas ganas que casi se ahoga, su pecho resbala de sudor, y finalmente, una embestida más fuerte...

  • ¡Me voy nena.. me voy.. aaah..! aaah.. ¡aaaaaaaaaaaaaaal suelo!

¡CRONCH!

Su embestida no sólo le ha provocado una descarga monumental, sino que también hemos desequilibrado la silla por completo, y hemos acabado los tres en el santo suelo. El final, ha sido quizá un poco demasiado brusco, pero, puesto que no nos hemos hecho daño, carece de importancia. Aún en el suelo, nos besamos, nos abrazamos, riendo y haciendo chistes. Desde luego, hay sillas que no están preparadas para resistir el ajetreo normal de una casa....

  • Bueno, a principios de mes, compraremos otra silla. Mientras tanto, podemos acercar el ordenador a la cama, y usarlo sentados en ella. – Propuso, mientras llevábamos la silla al contenedor de la obra, de donde se la llevarían al amanecer con el resto de escombros. Era una lástima, pero se había roto una de las patas y el respaldo había quedado hecho cisco.

  • Sí, miraremos de comprar una más resistente.

  • Le diremos al de la tienda: "Mire usted, queremos una silla que sea capaz de aguantar no sólo una sesión de sexo, sino también una caída con dos personas sobre ella".

Nos reímos, mientras nos alejamos del contenedor, donde está lo que queda de silla, con una enorme y sospechosa mancha en el asiento.

Y éste relato quizá sea un poco demasiado rápido, quizá sea un poco demasiado informal, .... pero la verdad es que así es, y si ha salido así, quizá sea porque lo hemos hecho como salió, pura improvisación. Hacer el amor planeándolo todo, y cuidando los detalles, está bien, pero a veces, improvisando, salen cosas que también son muy buenas. Y si alguien decide que es una birria de relato, que pruebe a escribir uno, mientras hace el amor sobre una silla de ordenata, que le puedo asegurar que sólo acertar con las teclas, tiene ya su mérito. Ya os dije, lo hicimos como salió... quizá un poco demasiado.