Quisiera decir Lo siento

Sé que fallé, Tomás, que debía quererla como la hija que no tuve, se suponía que tenía que protegerla y llorar el día de su boda, pero en mi mente retorcida todo se desfiguró.

“No hay libros morales o inmorales ; hay libros bien escritos y libros mal escritos, simplemente”

—Oscar Wilde.

Quisiera decir “ lo siento”

Quiero que entiendas Tomás, yo no lo planee, no desperté un día e hice un plan macabro para robarte tu tesoro.

También quiero que me perdones o por lo menos, no me odies por lo que hice,  quiero que sepas que lo que tu pienses de mí es muy importante, eres o alguna vez fuiste mi mejor amigo, eres o fuiste, ya no sé.

Te he conocido toda la vida, se que vas a golpearme en la cara, quizás dos o tres veces, o a quien engaño, te conozco mas que nadie, por eso puedo imaginar con toda claridad la mueca de desprecio y odio puro de tu cara, se que me golpearas cuanto puedas y lo peor, es que sé  que me lo merezco.

Quisiera decir lo siento, pero no puedo, serian palabras vacías, porque no es así. Que mas deseo yo que poderte decir que fue un error, que estaba borracho, que paso una sola vez, que no sabía lo que hacia. Pero no es verdad, estuve sobrio todo el tiempo y lo disfrute, fui consiente que era una niña, tu niña.

La misma niña que me entregaste en brazos con solo unas horas de vida, tu mayor orgullo me dijiste, Tomás,  ella y su hermano, con los ojos llorosos me hiciste prometer que si algo le pasaba a ti o a Carmen yo cuidaría de ellos como si fuesen míos. No, Tomás, en ese momento yo no tuve ninguna clase de pensamientos perversos hacía ella. Mi mente se encontraba abrumada de felicidad, tú sabías como eran las cosas en casa, tú fuiste mi primer amigo, mi mejor amigo, mi hermano, tus padres me recibieron con los brazos abiertos una y otra vez . Trate ese día de ignorar la torrente de emociones que me embargaron haciendo una broma.

— ¿Qué pasa, hombre? ¡Te me estas poniendo sentimental!

—La paternidad, quizás — fue tu respuesta llorosa— Pero ya enserio, prométeme que si a Carmen y a mí nos pasa algo, serás tú quien vea por Paula y Santiago, Alejandro. ¡Promételo!

— ¡Lo prometo, lo prometo!—Exclamé ante la urgencia de tu mirada —Si algo te pasa, yo veré por tu familia Tomás, siempre puedes confiar en mi.

Semanas después  en una pequeña ceremonia, me nombraste oficialmente padrino de los mellizos, en las fotos aparecimos juntos, como en las fotos de tu boda con Carmen, en la que fui el padrino, con la misma luz en los ojos y la sonrisa confiada, viva prueba de nuestra absoluta lealtad y la camaradería del uno con el otro.

¿Recuerdas, Tomás, cuando éramos adolescentes y nos escapábamos en medio de la noche, para desflorar quinceañeras en el asiento trasero del auto de tu papá? Esos momentos en los que éramos solo tú y yo.  Jóvenes y confiados. Arrogantes e irreflexivos. Egoístamente los extraño

¿Me odias, Tomás?  No me odies, porque no puedo soportarlo, nunca te dije verbalmente lo importante que eres para mi, Tomás. Lo más importante en mi vida. Pero creo que lo sabes.

Tomás, no soy un pervertido, no soy el villano que se retuerce el bigote mientras esta a punto de arrebatarle la virtud a una doncella, no estaba a la caza de ella para tener un polvo y ya, pero tal vez debería explicarme mejor, Tomás, voy a contarte toda la historia, porque es algo que no se puede dejar encerrado en el pecho.

Debo decir que Paula es una joven encantadora de muchas maneras, es inteligente, perspicaz e irremediablemente dulce. No es tan extrovertida como tú, pero puedo verlo en su mirada, es igual de obstinada y leal. La belleza de Paula es poética, de esa que seduce a primera vista y ni siquiera es consciente de ello. Paula tiene pequeñas pecas esparcidas en los hombros, naricita de botón, ojos grandes y labios rosados.

Todo en comenzó en agosto, cuando decidí pasar un mes entero con mi mejor amigo, habían pasado años desde la ultima vez que habíamos estado juntos tanto tiempo, tu formaste una adorable familia, y yo viaje por el mundo, follaba en moteles, a veces me dejaban su numero de teléfono y nos veíamos de nuevo, no pasábamos de cuatro citas y durante dichas citas no estábamos precisamente hablando.

A principios de agosto llegue a tu casa, una hermosa casa de cuatro habitaciones, alejada de la ciudad, rodeada de naturaleza, un hermoso lugar, con un marcado aire hogareño. Recibido, por mi mejor amigo un poco canoso, Carmen con unos kilitos de mas y mis ahijados mucho mas grandes desde la ultima vez que los vi. Santiago un adolescente larguirucho y Paula una jovencita de mejillas rosadas.

Al principio trate de huir de esos sentimientos, pero de que sirvió si al final fui muy débil. Pasábamos horas enteras hablando, principalmente de ti, Tomás, y tus padres. Durante momentos simplemente estábamos en silencio, ella leyendo una de sus novelas románticas de Víctor Hugo y yo mirando al vació tratando de hallar una explicación a las ironías del destino.

Hacia diez años atrás cuando tuvimos aquella conversación. Me preguntaste cuando pensaba sentar cabeza y darte algunos ahijados.  Te dije que quizás yo no estaba hecho para ese tipo de vida. Me describiste tus sentimientos por Carmen, como ella siempre fue diferente a cualquier otra mujer, como sentiste que era ella la mujer con la que tenias que envejecer. ¿Era esto a lo que te referías?  No sé si puedo comparar tu amor tan puro por Carmen con mi relación morbosa con Paula.  Yo no quiero envejecer con Paula, pero tampoco quiero envejecer con ninguna mujer. No quiero estar con Paula, pero no puedo estar sin ella.

Esa noche cuando sentí la puerta abrirse no tenía idea de que esperar, se acurruco a mi lado y estuvimos un largo rato en silencio, intentaba convencer a mi mente que no había nada raro en la situación, Paula estaba, obviamente, asustada por la tormenta eléctrica y vino en busca de su padrino.

—Te necesito—susurró ella, las palabras quedaron flotando el aire, repitiéndose en un eco inaudible y que la maldita tierra se abriera y me tragarasi ese “te necesito” no se refería a la manera en que una mujer necesita de un hombre, en lugar de una ahijada a un padrino, si ese “ te necesito” en realidad no era un “ necesito tan desesperadamente que me folles como sé que quieres hacerlo”.

Entonces por primera vez desde que llegue a tu casa Tomás, hice lo que mi cuerpo estaba gritando y mi mente le había estado negando: cerré la distancia entre nuestros labios, la respuesta fue inmediata, temblorosa e inexperta. Pero no me importo Tomás, porque besar a Paula satisfacía un instinto animal. Pronto los besos eran poco y la ropa demasiada.

No hubo juegos previos, no hubo caricias; la penetre sin importarme que era joven, virgen y además mi ahijada. Una vez, dos veces, tres veces. Ninguno de los dos decía nada, el sonido de la lluvia y el viento golpeando la ventana rompían el silencio de la habitación. Mis manos apretaban sus senos con más fuerza de la necesaria, pero no me importaba ser delicado, por supuesto que vi la mueca de dolor en su rostro, pero quería ser cruel, quería que le doliera tanto como me estaba doliendo a mí en ese momento. Estuviste presente esa noche. Te colaste en mi mente Tomás, como lo has venido haciendo cada noche desde los quince años.

Acabe rápido y como siempre, pensando en ti, Tomás. Entonces la vi, realmente la vi, tenía los ojos cerrados y las manos apretaban fuertemente las sabanas, se mordía los labios con tanta fuerza que pensé que los iba a romper, había sangre y semen en las sabanas, no dije nada y me acosté dándole la espalda. Sentí que debía decir algo  pero no sabía que. Soltó un sollozo y no pude soportarlo más, recogí su ropa y se la puse en las manos.

—Vete antes que alguien se despierte—Mi voz sonaba dura pero aburrida. Tuve que recordarme que ella no era una de mis putas.

¿Por qué te estoy contando esto, Tomás? ¿Por qué siento la necesidad de contar algo que no quiero decir y que tú no quieres escuchar? ¿Soy egoísta? ¿Soy un bastardo? Espera, se la respuesta a las dos ultimas preguntas. En cuanto a las primeras… No lo sé…  mis sentimientos son complejos, pero tu siempre me entendías has entendido de una manera que ni yo mismo puedo, hasta tu matrimonio, claro. ¿Es por eso? ¿Son celos? Celos…  El día de tu boda sentí celos de Carmen, Tomás, de esa mujer que me estaba robando la única persona que estaba seguro de amar en este mundo. Me convencí a mi mismo que era normal, estaba a punto de perder a mi compañero de borracheras, tú estabas entrando a una nueva etapa en tu vida y yo seguía siendo un adolescente sin rumbo, pero ¿era eso lo que hacía mi pecho doler como si un puñal oxidado lo atravesara? No, aunque no entiendo del todo mis sentimientos estoy seguro que había más que eso.

¿Qué siento por ti, Tomás? O la verdadera pregunta es ¿qué sientes tú por mí? Yo estoy seguro que dejaría mi vida a un lado por irme contigo ¿pero acaso tú harías lo mismo? No, la respuesta es que no y hace que se me corte la respiración, porque siempre he sido consciente que no soy la prioridad en tu vida, me quieres, de eso estoy seguro…  pero nunca más seré lo primero para ti ¿y es que acaso lo fui alguna vez? No lo creo.

¿Está aquí la clave de mi obsesión con Paula? Siento que se me escapan muchas cosas, ¿Inconscientemente quería vengarme de ti? ¿O quería recuperar una parte de tuya? Ella es increíblemente parecida a ti. La sonrisa de medio lado, el modo en que sus ojos se iluminan cuando habla de cosas que le gustan, ese movimiento para apartarse el cabello de la cara, como se humedece los labios antes de hablar. Eres así. Ella es así. La diferencia es que contigo me siento ser mejor, contigo creo que soy bueno, me gusta. Con Paula solo existen mis bajos instinto, con ella creo que soy terrible, y también me gusta.

La noche siguiente volvió, no me sorprendió mucho, honestamente, la estaba esperando. La bese con fuerza— Ella no es una de tus putas, Alejandro— me decía a mi mismo. Esta vez, sin embargo, me tomé mi tiempo para conocer su cuerpo, le besé, chupé y  mordí el cuello mientras ella solo soltaba pequeños quejidos.

Esa fue la primera vez, Tomás, que la penetre por atrás y ella ni siquiera abrió la boca. De nuevo fui directo al grano, entre directamente en ella y solo podía pensar en ti. Una de mis manos le acariciaba el clítoris, tenia los nudillos blancos por la fuerza que hacia al apretar el espaldar de la cama. Cuerpos sudorosos. El sonido de los cuerpos chocando. Nuestras respiraciones entrecortadas. El movimiento de vaivén.

Ese día de agosto, fui el responsable del primer orgasmo de mi ahijada, me lo confesó al día siguiente mientras leía, se puso roja de vergüenza y se fue a terminar su libro en el patio.

Cada embestida que le daba a Paula de aleja un paso más de ella y estaba más cerca de ti, es curioso como funcionan los sentimientos, Tomás.

Durante el desayuno Paula, estaba mas callada de lo usual, tú y Santiago discutían de futbol o beisbol y yo participaba en la conversación a medias. Mis ojos y toda mi atención estaban puestos en Paula, en el cuello de Paula, en los morados que yo mismo había hecho en su cuello la noche anterior.

—Cúbrete bien eso—Le dije con total naturalidad, como si se tratara de un asunto perfectamente normal que un padrino le dijera a su ahijada que cubriera los chupetones que el mismo le había hecho.

Cada día Paula regresó. Cada día la penetre con fuerza por detrás. Cada día le daba la ropa y la sacaba semidesnuda de mi habitación. Cada día desayunábamos como si nada, y cada noche la esperaba ansiosamente.

Fue alrededor de la quinta noche cuando sentí que algo iba mal, Tomás, presentí que no iba a venir y entonces, ¿Qué haría? ¿Seria capaz de irla a buscar en su habitación? No lo sabía aun cuando me dirigí a la cocina, tomaría un vaso de agua y luego aclararía mi mente. No había pensado que haría cuando Paula dejara de aparecer en mi habitación, se había convertido en algo tan natural, algo tan necesario. Pero no tuve que pensarlo mucho, porque ella estaba ahí, Tomás, sentada con un vaso de agua en la mesa. Sentí un cosquilleo recorrerme el cuerpo. Me acerqué a ella y puse mi mas manos en sus hombros, se sobresalto pero me dio una sonrisa tímida.

Se levantó y quedamos frente a frente, no paso mucho tiempo cuando ya nos estábamos besando, cuando mis manos estaban tanteando su trasero y cuando ya la tenia completamente dura, me sentía un maldito adolescente, Tomás. La adrenalina corría por mis venas y todo era posible.

—Ponte de rodillas—Me miró con duda pero lo hizo de todos modos. Quedó frente a mi polla y el solo tenerla cerca me volvía loco. Me baje los calzoncillos y la forma en que sus ojos se agrandaron podía resultar cómica en otras circunstancias, pero en ese momento dolía, porque solo servía para recordarme que era una niña, Tomás. Sentía su aliento contra mi piel, cálido e irregular—Métetelo todo en la boca—Resultaba extrañamente placentero, Tomás, dar ordenes de ese modo. Ella negó con la cabeza, tenía miedo, pero de igual forma lo tomo con las manos, eran suaves y temblaban ligeramente, me miro a los ojos y todo en su mirada decía que estaba asustada, que no quería—No seas estúpida—Finalmente asintió y lentamente se lo llevo a la boca. Incliné la cabeza hacia atrás, los labios de Paula se cerraron alrededor de la cabeza de mi polla y ejercían una maravillosa presión, se metió cuanto pudo a la boca, mi mano izquierda se aferro a la mesa, y la derecha se fue hasta la parte posterior de su cabeza, para obligarla a tragar más, mis dedos estaban enredados en sus cabellos con fuerza, debía dolerle Tomás, porque gimió y la vibración en su boca lo hizo mas placentero—Tienes que chupar, Paula—Esa era la primera vez que la llamaba por su nombre y le gustó, porque comenzó a chuparme la polla haciendo su mejor esfuerzo, tan bien como una niña de su edad puede hacerlo—Mírame, mírame a los ojos—Ahí estaban, tus ojos, tu mirada, Tomás, estabas ahí, en Paula—Tomás… oh—gemí y acabe en su boca. No confiaba en mis piernas para estar de pie, me senté, ella trago buena parte del semen, se levantó, estaba llorando y sin mirarme, salió por la puerta. No fue hasta mucho después que realmente me di cuenta de lo que había pasado.

El día siguiente estuvo evitándome, logre acorralarla en la lavandería ¿Qué se supone que debía decir, Tomás? “ Lamento haber dicho el nombre de tu padre mientras me la mamabas anoche” o “ Tal vez si me la mamas hoy otra vez, logre decir tu nombre en lugar del de tu padre. La practica hace al maestro, amiga mía”

Nada parecía apropiado, pero cuando la tenia tan cerca que podía ver las leves pecas que coloreaban sus hombros, sin dudarlo me lance sobre ella y no se resistió, Tomás, aun cuando Carmen estaba en la habitación de al lado y podía entrar en cualquier momento, entre en ella mientras le besaba el cuello, estaba recostada sobre la lavadora y tenia que penetrarla despacio para no hacer mucho ruido, con las manos le tocaba los senos, pequeños y firmes, para pellizcar a ciegas sus pezones, me mordí el labio, sabía que tenia que acabar pronto pues el riesgo era demasiado alto pero solo lo hacia mas excitante, acabe dentro de ella y unos minutos después, por primera vez desde que toda esta locura comenzó la ayude a vestirse, no me miro a los ojos en ningún momento, pero sabia que estaba llorando.

No lo lamento, Tomás, pero me gustaría que nada de esto hubiese pasado, me gustaría, que nunca me hubieses hecho el padrino de Paula. Ojalá nunca hubieses conocido a Carmen, entonces las cosas habrían sido como deberían de ser, tu y yo, Tomás, contra el mundo.

Mi último día en tu casa llego muy rápido, Carmen cocino una estupenda cena, brindamos con vino y todo parecía perfecto, hablamos maravillosamente esa noche, Santiago se fue a ver una película (probablemente porno) a su habitación, Carmen a dormir y Paula a leer, quedamos solos, reímos un rato, Tomas, ¿recuerdas? Pero pasado unos minutos quedamos en silencio, me miraste a los ojos, como hacia más de quince años que no me mirabas, sabía lo que iba a ocurrir, lo ansiaba, lo presentí por la forma en que humedeciste tus labios. Me besaste, Tomás, por primera vez en dios sabe cuanto tiempo.

—Te amo, Alejandro—Lo dijiste bajito casi con miedo.

—Te amo mucho más, Tomás—Y era cierto, por eso dolía tanto.

Paula fielmente regresó esa noche a mi habitación, esa noche tú ocupabas mi mente, era en ti en quien pensaba, en nadie más.

Tú estabas en mi mente mientras la besaba. Mientras su lengua y la mía se peleaban furiosamente por el dominio. Estabas en mi mente mientras le dejaba chupetones en todo el cuerpo. Estabas en mi mente mientras la penetraba. Cuando el calor de su cuerpo apretaba mi polla. Mientras me mecía detrás de ella. Lo llenabas todo. Por supuesto que estabas en mi mente cuando llegue al clímax. Pero también fue en ti en quien pensé mientras ella lloraba, porque de nuevo, grité tu nombre. Y te odié, te odié por estar en mi mente, te odié por hacernos esto a Paula y a mí.

Quisiera decir lo siento, pero no es así, Tomás.