Quinto subterráneo
(Ilustrado). Veía poco a mi mujer, la tenia desatendida sexualmente, y ella decide traerme los cuernos al trabajo.
Quinto subterráneo
(Ilustrado). Veía poco a mi mujer, la tenia desatendida sexualmente,
y ella decide traerme los cuernos al trabajo.
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Mi mujer es una golfa. Simple y llanamente una zorra de cuidado. Aun no me explico, como después de año y medio de casados, y conociéndola como la conozco, acepte un trabajo nocturno que me mantenía ausente de nuestro domicilio doce horas diarias, de martes a domingo, entre las seis de la tarde y las seis de la mañana.
Ya en nuestra época de novios, llego a mis oídos que se había acostado con la gran mayoría de mis amigos, incluso con varios de ellos a la vez, además de mantener una relación, forzada según ella, para no perder su trabajo, con uno de sus jefes por cuya edad podría ser mi suegro.
Maribel, un bomboncito de largas piernas, figura delgada, morena con media melena y un culito que hace volver la cara a la mayoría de los hombres que se cruzan con ella, trabaja en una gestoria.
Entra a las ocho de la mañana, y tras una hora para comer, la mayoría de los días con el susodicho jefe, sale a las cinco de la tarde, por lo que, exceptuando los lunes, el único día que yo tengo libre, apenas nos vemos, y tenemos que ir dejándonos notas adhesivas pegadas a la puerta de la nevera para comunicarnos.
Eso si, por las noches, hablamos largo rato por teléfono. Yo la llamo desde mi minúscula oficinita, situada en la entrada de un parking perteneciente a uno de los edificios de oficinas más grande de Barcelona. Mi tarea consiste en controlar a todos los vehículos que entran y salen del inmueble, tanto los abonados como los que pagan por horas.
Dicho garaje, de cinco plantas subterráneas, tiene capacidad para casi seis mil coches. Las dos primeras plantas están destinadas a todo tipo de clientes, que pagan su aparcamiento en función del tiempo que dejan el vehiculo estacionado, y los tres niveles restantes, están exclusivamente reservados a las distintas compañías que operan en el alto edificio.
El quinto subterráneo esta destinado por completo a una multinacional de seguros donde trabajan casi dos mil personas y que ocupa las seis ultimas plantas de la gran torre que domina el litoral barcelonés.
Dicha compañía abre sus puertas a las ocho de la mañana, y todos sus empleados suelen haberse marchado a las ocho de la tarde, por lo cual, a parte de los coches de empresa que dejan estacionados en el quinto subterráneo, no suele haber el más mínimo movimiento en el nivel mas profundo del aparcamiento.
Para controlar el inmenso garaje, el edificio dispone de una red de más de cien cámaras de seguridad repartidas por todos los niveles, que remiten las imágenes a un pepinazo de ordenador situado en la "garita" de entrada que yo ocupo todas las noches durante doce horas.
El equipo es verdaderamente una virguería. Puedo ver hasta nueve imágenes distintas al mismo tiempo, hacer girar cualquier cámara que se me antoje, acercar o alejar la imagen mediante el zoom a mi gusto, e incluso grabar las entradas y salidas de los vehículos si me parece oportuno.
En fin, como fácilmente se comprenderá, mi principal entretenimiento consiste en seguir con las cámaras a las secretarias que entran y salen del edificio, observando nítidamente en la pantalla del ordenador, sus piernas, su culo y sus escotes.
Esta repentina afición vouyer tiene su punto culminante los viernes y sábados, cuando en las plantas superiores constantemente entran y salen grupos y parejas que estacionan allí sus vehículos mientras pasan unas horas de ocio en los innumerables locales de moda del puerto de Barcelona.
Ya he perdido la cuenta de las veces que he enfocado alguna de las cámaras a algún coche en cuyo interior se realizaban espectaculares mamadas o desenfrenados polvos en el asiento trasero. Incluso he llegado a ver lesbianas metiéndose la mano entre las piernas mientras se comían literalmente la boca, y homosexuales practicando sexo oral dentro del coche.
Todas estas cosas y muchas otras, es lo que le contaba a mi esposa los lunes cuando ella volvía de su trabajo. En ocasiones, esto nos ponía de lo mas cachondos y acabábamos dándonos un revolcón impresionante, pero la mayoría de las veces, y sobre todo en las ultimas semanas, Maribel no hace mas que recriminarme que cada día follamos menos porque yo me paso las noches pajeandome en la "garita" a costa le los clientes del parking.
Es cierto que aparte de los lunes, tenemos pocas ocasiones en las que desfogarnos, además de que no puedo negar que más de una vez me he llevado la mano a la polla viendo en la pantalla como alguna pareja echaba un "kiki" en su coche creyendo que nadie les observaba.
El caso es que Maribel, que estaba convencida de que me había convertido en un irremediable mirón, me amenazaba desde hacia días con brindarme ella misma un espectáculo a través de las cámaras, con el cual, iba a necesitar las dos manos agarradas a mi tranca de lo dura que se me iba a poner.
Reconozco que a mi no me disgustaba la idea, mas bien al contrario. Imaginaba a mi esposa haciéndome gestos obscenos ante una de las cámaras o incluso jugando entre dos coches con alguno de los consoladores que guarda en su mesita de noche y que me consta usa casi a diario cuando yo no estoy.
Ella me había interrogado a conciencia sobre la disposición del garaje y de las cámaras de seguridad, así como de los niveles menos frecuentados en las primeras horas de la madrugada, informándole yo, de que si de verdad deseaba ofrecerme una función "solo para mis ojos" como pretendía, lo mejor era dirigirse al quinto subterráneo, que estaba desierto durante toda la noche.
Llevaba yo varios días esperando el morboso acontecimiento, creyendo que Maribel había desechado la idea del espectáculo privado, cuando el viernes por la noche apareció en la cámara de la entrada un coche azul ocupado por tres personas al que no di la más mínima importancia.
Cuando el vehiculo llego a la barrera que tengo frente a la garita y bajo la ventanilla, me quede embobado mirando a su interior, incapaz de pulsar el botón de alzamiento de la misma.
Al volante había un joven de veintipocos años con una gorra negra y una chaqueta de chándal semejante a la de una universidad americana, y a su lado me observaba otro joven de edad parecida, o quizás con un par de años menos, con una cazadora de cuero del tipo motero. Pero lo que me dejo con cara de lelo fue que por entre los dos asientos apareció la morena melena de Maribel sonriéndome con cara de niña viciosa.
Hola, guapito. Me dijo ella poniendo una expresión morbosa y pasándose la punta de la lengua por la comisura de los labios. No nos pierdas de vista, vamos al quinto subterráneo.
Tras unos segundos en los que permanecí en completa inmovilidad y con la boca medio abierta como un tonto, el joven que conducía me hizo una significativa señal hacia la barrera instándome a que la levantara, lo que me saco de mi parálisis momentánea para llevar la mano al botón de alzado de la valla.
Apenas el coche acabo de cruzar la entrada, me puse a manejar frenéticamente los controles de las cámaras para no perderlos de vista mientras en mi cabeza se amontonaban preguntas y predicciones a un ritmo que era incapaz de controlar.
¿Quienes eran aquellos dos chavales? ¿Eran amigos de Maribel? ¿Qué hacia ella en su coche y a que venían al garaje? ¿Es posible que mi esposa se vaya de marcha con esos dos y tenga la poca vergüenza de venir a aparcar aquí, a mi lugar de trabajo?
¿Y no será que esos dos van a formar parte del prometido espectáculo que mi esposa me había anunciado? ¿Será tan zorra de montárselo con esos dos en el coche? ¿Qué tendrá pensado? ¿Dejarse meter mano por los chavales? ¿Le hará una paja a cada uno? ¿Se la chupara a los dos? ¿Se los follara?
Mi mente funcionaba a pleno rendimiento mientras el coche descendía las espirales que comunicaban cada planta con la inferior. Accionaba los interruptores de las cámaras para que antes de que el vehiculo desapareciera del campo de visión de una de ellas, ya lo tuviera enfocado con otra y no perderlo de vista ni un solo instante.
Al mismo tiempo, con la mano que me quedaba libre, ya había abierto el cajón donde guardaba los CDs vírgenes y lo revolvía sin apartar los ojos de la pantalla en busca de alguno suelto.
Justo cuando el coche en el que iba mi mujer llego a la entrada del quinto subterráneo, insertaba yo un CD virgen en la grabadora sin caer en la cuenta de que hasta que yo no levantara la barrera allí situada no podrían pasar.
Accione el correspondiente botón y el vehiculo comenzó a desplazarse lentamente por el largísimo carril central hasta detenerse casi al final de la planta. A esas alturas yo ya tenía todo el equipo de vigilancia bajo control, con la grabadora en marcha, y todas las cámaras del quinto subterráneo dirigidas al coche azul.
Primero se apearon los dos jóvenes, que esperaron a Maribel en la parte delantera del coche. Los dos llevaban pantalones tejanos y tenían cierto aire de macarras. Pero a los pocos segundos, mi atención se concentro en mi esposa, cuya delgada figura vi descender del vehiculo con lentitud buscando con la mirada la cámara mas cercana a donde se encontraban.
Tras localizarla justo frente a ella, dio unos pasos en su dirección, y a unos cuatro metros de la cámara, me lanzo un beso haciendo rozar la punta de sus dedos en los labios e imitando luego el ademán de un ligero soplido.
Vestía una de las combinaciones que la hacia mas atractiva de entre todo el ajuar de moda que guardaba en el inmenso armario de nuestra habitación. Una minifalda tejana cortisima y una blusa color rojo oscuro con detalles en negro y las mangas transparentes que realzaba a la perfección sus bien torneados pechos.
Todo esto, acompañado por unos zapatos también rojos de altísimo tacón, que le hacia las piernas interminables, le daban un aspecto de puta de lujo que en ese mismo instante ya hizo que se me empezara a poner la polla morcillona.
Sin mas preámbulos, se dirigió directamente al joven de la gorra y ante mi sorpresa le planto un obsceno morreo en la boca mientras con su mano derecha le agarraba la nuca para profundizar al máximo con su lengua. Dicho beso duro apenas unos segundos, ya que el desconocido amigo de mi esposa se dio prisa en comenzar a lamer el cuello de Maribel al tiempo que una de sus manos se posaba descaradamente en una de sus tetas.
Un estruendoso bozinazo me hizo volver bruscamente la cabeza hacia la barrera de entrada. Estaba tan ensimismado en lo que se desarrollaba en el monitor que no me había dado cuenta de que tenia tres coches haciendo cola en la valla. Molesto por la interrupción, accione el correspondiente interruptor y les hice indicaciones con la mano para que entraran rápido y así poder volver a concentrarme en la travesura de mi esposa.
Mientras el otro chaval aun no se decidía a entrar en escena, el joven de la gorra comenzó a lamer cada centímetro cuadrado que el escote de mi mujer dejaba al aire, bien dirigido por las manos de Maribel, que entrelazadas tras el cuello del muchacho, dirigían y aplastaban el rostro de este por entre sus pechos.
Acercando un poco el zoom, y con mi rabo buscando hueco bajo el pantalón para seguir extendiéndose, distinguí claramente como una de las manos del improvisado amante de mi esposa comenzaba a hurgar bajo la minifalda de esta, que rápidamente le facilito el camino entreabriendo un poco las piernas.
En ese momento debió decidir su otro acompañante que ya había mirado suficiente, ya que se decidió a tomar parte en el espectáculo ayudando al chaval de la gorra a elevar la minifalda de Maribel hasta que esta quedo completamente arrugada alrededor de su cintura.
Vi entonces que mi esposa se había puesto unas minúsculas braguitas rojas prácticamente transparentes, compuestas tan solo por dos triangulitos de suave tela sujetos a un delgado cordón que torneaba sus caderas, y hacia que sus piernas aun parecieran mas largas.
El joven que estaba tras mi esposa comenzó a masajear las apetitosas nalgas que tenia ante si, deslizando cada pocos segundos toda la superficie de su mano por entre las piernas de Maribel, que rápidamente debió de empezar a notar el placer de dichas caricias, ya que enseguida hecho el trasero un poco mas atrás y abrió un poco mas las piernas para facilitar la masturbación.
Hubo algunos momentos en los que los dedos de los dos jóvenes pugnaban por acariciar el coño de mi esposa por encima de sus bragas, estorbándose varias veces entre ellos, y aunque yo no podía recibir sonido por medio de las cámaras, por la expresión de Maribel era fácil deducir que le estaban haciendo un buen trabajo entre las piernas.
Ante tales conflictos de coordinación, el chaval de la gorra decidió concentrar el masajeo de sus manos en los pechos de mi mujer, y comenzó a sobarlos lujuriosamente mientras su lasciva lengua volvía una y otra vez a recorrer canalillo formado entre ellos.
Pero Maribel no parecía estar dispuesta a desempeñar un papel pasivo en el espectáculo. Mientras se dejaba manosear entre los dos muchachos, su mano izquierda descendió hasta la entrepierna del chaval que tenia de frente y le frotaba el paquete con toda la extensión de la palma de su mano, recorriéndolo desde los huevos hasta la cintura.
Yo ya tenia una mano sobre mi abultado bajo vientre cuando el chaval de la gorra dejo de magrear las tetas de Maribel y con un rápido movimiento hizo descender la cremallera de su pantalón y con dedos hábiles hizo aparecer por la abertura un grueso y largo cipote que mi esposa se apresuro a agarrar con una mano para pajearlo.
Con movimientos casi violentos y una cara de incontrolado vicio, mi esposa dio comienzo a un acompasado y rápido meneo de aquella polla que se mantenía erecta a escasos centímetros de su cara, mientras su otro acompañante, a su espalda, había desplazado las minúsculas bragas de Maribel hacia un lado y se divertía introduciendo en el coño de mi mujer dos empapados dedos a una velocidad de vértigo.
Pero no duro mucho dicha masturbación. En un instante, el joven que estaba a la retaguardia de mi mujer, se desabrocho los pantalones y en un mismo movimiento hizo que estos descendieran junto con sus calzoncillos hasta sus rodillas, procediendo sin perdida de tiempo a insertar con un suave pero incesante empujón un miembro tan voluminoso o mas como el de su compañero.
¡¡¡ Joder ¡!! Estaba viendo por el monitor como un chaval de veitipocos años se follaba descaradamente a mi mujer mientras esta le hacia una soberana paja a otro tío que la había traído hasta mi garaje en su coche. En ese momento no tuve mas remedio que desabrocharme el pantalón y liberar de su encierro a mi trempada polla.
El joven comenzó entonces un acompasado mete saca sujetando las nalgas de mi mujer con toda la extensión de sus manos. A cada embestida, la expresión de Maribel indicaba que debía de estar emitiendo tales gemidos que a buen seguro se extendían por la solitaria planta.
No había parado ni un segundo de masajear la tranca del chaval de la gorra cuando este, agarrando la cabeza de mi mujer, le hacia algunas indicaciones verbales que por supuesto yo no podía oír, pero a lo que ella respondió agarrando por la base el miembro que tenia ante la cara y metiéndoselo glotonamente en la boca.
Por el rabillo del ojo, vi como un inoportuno deportivo negro hacia su entrada por la planta superior del parking, pero en esta ocasión, levante la barrera incluso antes de que el vehiculo llegara a la misma para no perder detalle de lo que retransmitía mi monitor.
Mientras el chaval de la cazadora motera seguía dándole su buena ración de polla a su espalda, Maribel se afano en introducirse hasta la garganta el rabo de su otro acompañante, que ayudaba sujetando firmemente la cabeza de mi esposa y acometiendo violentamente con sus caderas hasta que la nariz de ella chocaba inevitablemente contra su bajo vientre.
Daba la impresión de que mi mujer estaba a punto de ahogarse, incapaz de liberar de su boca tal pedazo de carne, cuyos huevos rebotaban una y otra vez contra la barbilla de Maribel, al tiempo que aguantaba estoicamente las embestidas del joven motero por la retaguardia.
Deduzco que el chaval de la gorra debía de estar a punto de correrse, ya que en un momento dado, saco su tranca de la boca de mi esposa y comenzó a pajearse el mismo. No soltó sin embargo la cabeza de Maribel, que mantenía sujeta aun con una de sus manos para poder así restregarle la polla por toda la cara.
A su espalda, el otro joven, separaba las nalgas de mi mujer todo lo que podía para facilitar una penetración completa, que ahora consistía en embestidas más espaciadas pero más violentas, que hacían que todo el cuerpo de Maribel se desplazara hacia delante bruscamente, hasta quedar su cara aplastada contra el miembro de su ocasional "chofer".
Yo no perdía detalle de la acción que se desarrollaba en la pantalla, y con mi mano izquierda iba recorriendo toda la extensión de mi nabo erecto, mientras con la otra, manejaba el zoom de la cámara para ver la expresión de lujuria que ponía mi esposa.
En uno de estos acercamientos, pude observar como Maribel restregaba desvergonzadamente su lengua a lo largo de los genitales del joven de la gorra, ensalivándolos por completo e incluso metiéndose de vez en cuando uno de ellos en la boca, ejerciendo luego un movimiento se succión que hacían las delicias de su propietario.
Por el semblante del joven de la cazadora universitaria, daba la impresión de estar al borde del desmayo a consecuencia de la comida de huevos que mi mujer le practicaba, pero tuvo la mala suerte de que su compañero debió cansarse de hundir su polla en el coño de Maribel, y por lo que pude entender, reclamo también su parte de sexo oral.
En principio, los dos chavales se disponían a intercambiar su posición, pero mi mujer los detuvo y fue ella la que se dio la vuelta. Soportando todo su peso sobre su pierna izquierda, levanto la derecha ofreciendo su empapado sexo al joven de la gorra, que no perdió un instante en clavarle su hinchado pene hasta perderse por completo en su interior.
Ahí se produjo una de las situaciones más morbosas hasta el momento. Mi mujer estaba completamente espatarrada y su improvisado "chofer", ayudándola a mantener el equilibrio sujetando su pierna en alto, le propinaba una follada digna de la mejor película porno, al tiempo que ella ya se había hecho con la lubricada polla de su otro acompañante.
Pero lo que casi hizo que mi nabo soltara toda su carga de semen, fue el observar claramente como mi mujer miraba fijamente a la cámara de seguridad con una expresión de vicio en sus ojos como pocas veces le había visto. Sin duda lo estaba pasando en grande.
Claro que el de la cazadora motera no había cambiado su posición para perder el tiempo, así que tomando el anterior ejemplo de su compañero, sin previo aviso agarro con sus dos manazas la cabeza de Maribel y sin preámbulo alguno hizo que esta tuviera que alojar en su boca el miembro que hasta hacia unos segundos había recorrido todo el interior de su coño.
El joven de la gorra era incluso mas bruto que su compañero, aparte de que mi mujer tenía las piernas tan abiertas que debía de estar a punto de dislocarse una cadera. Le estaba dando una sesión de polla sin el más mínimo descanso, una y otra vez su tranca desaparecía por entre los labios vaginales de mi esposa a velocidad frenética.
Mientras tanto, Maribel mamaba el miembro del otro joven casi obligada por la presión que las manos de este ejercían sobre su cabeza sin darle un momento de respiro. Aun así, ella tenia conciencia para no dejar de restregarle la mano libre por los genitales, y aun me atrevo a decir, por la expresión de satisfacción del rostro del chaval, que de vez en cuando, uno de los dedos de mi esposa llegaba a acariciar el ano del chico.
Me es difícil ahora calcular el tiempo que mi mujer estuvo balanceándose entre los dos chavales con una polla en el coño y otra en la boca, a cual de las dos se introducía con mas vigor en su correspondiente agujero, pero creo que no pasaron mas de cinco minutos cuando mis esfuerzos por prolongar mi corrida se volvieron inútiles y un jeringazo de semen salio disparado de mi polla dejando dos lamparones como monedas sobre el teclado, y mi pantalón y camisa tan empapados como mi mano izquierda.
Tuve que perder unos instantes limpiando el estropicio que había hecho, y cuando volví los ojos al monitor, que por milímetros continuaba intacto, vi que el chaval de la gorra estaba despojando de sus bragas a mi mujer mientras ella casi se arrancaba los botones de la blusa para quitársela lo mas rápidamente posible.
Una vez que Maribel quedo ataviada únicamente con sus zapatos y su corta minifalda enrollada alrededor de su cintura, procedió a desabrochar por completo el pantalón del joven de la gorra y tirar de el con firmeza hacia abajo, mientras este se deshacía con prontitud de su chaqueta.
Entonces caí en la cuenta que el chaval de la cazadora motera había desaparecido de la imagen. Moví la cámara unos milímetros y lo encontré en la parte trasera del vehiculo. Aun conservaba la cazadora, pero se había desnudado completamente de cintura para abajo, y en esos momentos sacaba del maletero del coche una manta a rayas.
¿Qué coño estaba pasando ahí abajo? ¿Qué iban a hacer con la manta, montar una tienda de campaña y quedarse a pasar la noche? ¿Es que la zorra de mi mujer no había tenido suficiente poniéndome unos cuernos de palmo y medio en mi propio trabajo? ¿No estaban contentos aun ese par de gilipollas tras haber taladrado con sus trancas el coño y la boca de Maribel?
Cada uno de los chavales cogío la manta por un extremo y la extendieron aproximadamente en el mismo sitio donde se habían estado follando a mi mujer. Tan solo tuve que hacer descender un par de centímetros el objetivo de la cámara para centrar perfectamente la imagen.
Acto seguido, el joven de la cazadora motera se tendió boca arriba en el suelo indicándole a Maribel con un significativo gesto que deseaba que se sentara sobre su erecta polla, petición que ella se apresuro a satisfacer, mientras yo me cagaba en la puta madre de otro capullo que esperaba en la entrada principal a que yo le levantara la jodida barrera.
Poniendo cada una de sus piernas a ambos lados de las caderas del chaval, flexiono las rodillas hasta que el glande del joven quedo ligeramente apoyado en la parte exterior de su sexo, para a continuación, sujetando la empinada tranca del motero por su base, se fue dejando caer lentamente hasta que aquel hinchado miembro desapareció por completo dentro de las entrañas de mi esposa.
Mientras el otro Joven, que vestía ahora solo una camiseta negra y aun conservaba su gorra, se meneaba pacientemente el pene observando la escena con satisfacción, mi mujer comenzó a cabalgar a buen ritmo al chaval que estaba bajo ella apoyando las manos en su pecho.
Pero no debió de agradarle demasiado la posición en cuclillas que mantenía, ya que pasados unos instantes decidió cambiar de estrategia para ponerse de rodillas sobre el chico, que rápidamente comenzó a impulsar sus caderas hacia arriba una y otra vez al mismo ritmo en que Maribel descargaba todo el peso de su cuerpo sobre el miembro del joven.
Yo ya volvía a tener el rabo completamente tieso dentro de la garita de seguridad mientras observaba como mi mujer jadeaba cada vez con mayor frecuencia montando al "potrillo motero". Y aun se me endureció mas al ver que el chaval, no contento con la follada, comenzaba a magrearle tas tetas y a pellizcar sus pezones, que a esas alturas debían de estar tan duros que serian capaces de cortar un cristal.
Pero no acababa ahí la fogosidad de mis corneadores. El joven que no se quitaba la gorra ni para follar, decidió arrodillarse también detrás de Maribel, y tras ensalivar convenientemente el dedo corazón de su mano derecha, comenzó a juguetear con el en el culo de mi esposa, para poco a poco irlo introduciendo hasta los nudillos.
En solo unos instantes, aquel dedo ya circulaba libremente por el ano de mi mujer, que junto con la follada y el masaje de tetas que estaba recibiendo por parte del motero en el suelo, no podía menos que morderse el labio inferior entre gemidos y gritos de placer.
Por supuesto que la acción del dedo en el trasero solo podía significar una cosa, aquel chaval pretendía darle por culo a mi esposa mientras su compañero se la metía en el coño, y tras unos segundos en los que estuvo perforándole el ano con cara de sádico, procedió a enfocar la punta de su capullo hacia el dilatado agujero.
Al muy bestia no se le ocurrió otra cosa que agarrar a mi esposa por el pelo para evitar que se le fuera hacia delante, y tras sugerirle a su compañero inferior que se detuviera un momento, impulso sus caderas hacia las nalgas de Maribel insertando todo su mástil en la entrada trasera de mi mujer, que en esos momentos debió de soltar tal grito que a buen seguro retumbo en todo el aparcamiento, no se si por el dolor de la penetración anal, o por el tirón que recibió en el cabello y la hizo quedar mirando hacia el techo.
Prácticamente estaba inmovilizada entre las dos pollas, que enseguida comenzaron un acompasado vaivén introduciéndose a la vez por sus dos agujeros, mientras el de la chaqueta motera no dejaba de sobarle frenéticamente las tetas, y el de la gorra acompañaba cada embestida con un tirón de pelo.
Se conoce que al principio de la doble follada, Maribel debía de sentir mas dolor que placer, ya que por la expresión de su cara se entendía que a cada empujón ella respondía con un ahogado grito, pero conforme fue pasando el tiempo se fue haciendo dueña de la situación.
Al principio, mi mujer estaba sujeta entre sus dos amantes que la follaban a su voluntad y ella se dejaba hacer, soportando como buenamente podía los golpes de polla que le propinaban, pero paulatinamente se fue adaptando a la situación, en especial su agujero trasero, que necesito mas tiempo para acomodarse al grueso miembro que la taladraba.
El caso es que pasados unos minutos cambiaron las tornas, los dos chavales permanecían prácticamente quietos y era ella la que impulsaba su cintura hacia atrás para clavarse de golpe aquellos dos trozos de carne que nuevamente la hacían jadear y gemir como una golfa.
Incluso hubo un momento en el que a través de la pantalla vi como Maribel volvía a mirar fijamente a la cámara, con los dientes apretados, sudorosa y una expresión inequívocamente de vicio mientras se meneaba vigorosamente entre los cuerpos de los dos muchachos.
Pero tubo que volver su atención a sus dos empaladores, principalmente al que tenia debajo, que tras soltar por fin las tetas de mi mujer, se agarro fuertemente a sus caderas he hizo que incluso el follador de la gorra cesara en la enculada que le estaba propinando, deteniendo Maribel sus meneos y albergando por unos segundos las dos pollas inertes y erectas dentro de ella.
Creo entender, que el chaval de la cazadora motera acababa de correrse en el coño de mi esposa, ya que se quedo completamente quieto y estirado en el suelo con los brazos en cruz y cara de satisfacción. Segundos después, su acompañante desalojaba el trasero de Maribel y esta se apartaba para que el chaval estirado en el suelo pudiera levantarse.
Durante todo el tiempo que había durado el sándwich protagonizado por mi esposa, mi rabo había permanecido nuevamente duro como una barra de acero, y creo que de haber durado solo unos segundos mas la doble penetración, y no me hubieran interrumpido otros tres gilipollas que llegaron al parking, de nuevo hubiera soltado un chorreton de semen con los consecuentes problemas de integridad del equipo informático.
Ya comenzaba a desinflárseme el pene, que en esos momentos podríamos calificar en estado morcillon, cuado volviendo la vista al monitor, observe que mientras el chaval de la cazadora se disponía a recoger su ropa, mi mujer volvía a colocarse de rodillas sobre la manta a instancias del joven de la gorra.
Estoy seguro de que a esas alturas, Maribel había gozado ya de al menos un par de orgasmos. Sin embargo no parecía que su "chofer" consideraba suficiente el medio metro de cuernos que en esos momentos debían de coronar mi cabeza.
Maribel, con el culo en pompa, ofrecía su trasero al chaval de la gorra mientras volvía a mirar desvergonzadamente a la cámara de seguridad, sabedora de que al otro lado de la pantalla yo estaría cachondo perdido observando su vengativo comportamiento de zorra.
Tal como había hecho unos minutos antes, su enculador no la hizo esperar, y colocando sus piernas a los lados del cuerpo de mi esposa, se agarro la tranca con la mano y volvió a apoyarla en su ano flexionando un poco las piernas.
Aun estaba el otro chaval poniéndose los pantalones cuando el de la gorra metió unos centímetros de su capullo en el trasero de Maribel, que seguía conservando una dilatación idónea desde la primera follada de culo recibida minutos antes.
Sujetando las caderas de mi mujer con sus manazas, el joven flexiono un poco mas sus rodillas introduciendo su erecto pene completamente en el trasero de Maribel, llegando incluso con sus pelotas a chocar con las nalgas de mi esposa.
Esta vez comenzó a embestir a mi esposa de una forma brutal desde el primer momento. Una y otra vez le sacaba la gruesa polla del culo casi por completo para instantáneamente volver a dejarse caer sobre ella hasta que su pubis golpeaba con fuerza las cachas de Maribel, que ahora si que gemía y jadeaba como una golfa cada vez que aquel pedazo de polla llegaba hasta el fondo de su culo.
Incluso hubo unos instantes en los que distinguí claramente como mi mujer acomodaba una de sus manos entre sus piernas, a buen seguro para masturbarse frenéticamente el clítoris, aunque ese detalle escapaba a la visión de la cámara debido a su posición.
Contemplando esa escena, mi mano derecha debía de moverse otra vez sobre mi rabo a velocidad similar a la que el chaval de la gorra le follaba el culo a mi mujer, y aunque con menos fuerza que antes, otros dos chorreones de semen salieron de la punta de mi capullo casi al mismo tiempo en que mi corneador detenía en seco sus embestidas y vaciaba toda su carga de leche en el trasero de Maribel.
Mi mujer también parecía haber alcanzado un nuevo orgasmo, ya que cuando su acompañante le saco la pringosa polla del culo, ella permaneció unos instantes en la misma posición, con la cabeza pegada a la manta del suelo, y una de sus manos aun entre sus piernas, acariciándose suavemente el clítoris.
Pasados unos instantes, mientras el chaval de la cazadora motera esperaba pacientemente apoyado en el coche, el de la gorra comenzó a vestirse sin excesivas prisas, y Maribel también se levanto y procedió a ponerse las minúsculas bragas que habían quedado tiradas junto a una de las ruedas del vehiculo.
Mientras el joven motero recogía la manta y la devolvía al maletero, mi esposa, con la blusa en la mano y las tetas al aire, se acerco unos pasos a la cámara de seguridad, y tras lamerse lascivamente el dedo que había estado jugueteando con su coño, me lanzo un pícaro guiño antes de darse la vuelta para dirigirse al coche.
Una vez estuvieron los tres dentro del vehiculo, giraron en el carril central y se dirigieron lentamente hacia la salida. Solo los perdí de vista un momento en el que dos chicas que conducían un pequeño utilitario rojo pasaron ante la garita riéndose a carcajada limpia.
Por un momento pensé que habían visto mis vergüenzas fuera del pantalón y me afane a acercarme lo más que pude a la mesa para esconder bajo ella el producto de mi masturbación. Pero enseguida olvide el asunto y volví a concentrarme en localizar el coche en el que iba mi esposa.
Cuando volvieron a llegar a la barrera de la planta principal, donde se encontraba la garita de seguridad que yo ocupaba, los dos chavales me hicieron a un tiempo el mismo gesto burlesco de los cuernos, el puño cerrado con los dedos índice y meñique extendidos hacia arriba. Mi mujer, por el contrario, únicamente me dirigió una felina mirada pasándose la punta de la lengua por entre los labios mientras me decía adiós con la mano y me lanzaba un beso al aire.
Con la misma cara de bobo que cuando los vi llegar, no se me ocurrió otra cosa que accionar el botón de levantar la barrera para quedarme con cara de imbecil viendo como se alejaban. Ni siquiera me había dado cuenta de que aun tenía la polla flácida fuera del pantalón bajo la mesa.
Cuando conseguí volver a centrarme en la situación, pare la grabadora y arregle mi uniforme lo mejor que pude, aunque era imposible disimular los lamparones de semen que destacaban en mi camisa y pantalón, pero pensé que si alguien me preguntaba por las manchas, le contestaría con cualquier chorrada, como una lata de atún a la hora de comer o algo así.
Hasta las seis de la mañana en que me relevaba mi compañero, se me hizo la noche interminable. volví a ver el CD que había grabado tres veces mas en el monitor, y en cada pase, se me volvía a poner la polla tiesa contemplando como mi mujer era follada por aquellos dos tíos, y aunque lo intente desaforadamente, no conseguí volver a correrme debido a que mis huevos habían quedado completamente vacíos de semen.
Cuando por fin llegue a casa, me apresure a interrogar a Maribel sobre lo sucedido. De ese modo me entere de que lo había hecho como despecho por lo desatendida que la tenia sexualmente desde que trabajaba de noche en el consabido parking.
también me explico que sus acompañantes eran dos mensajeros compañeros de trabajo, y que si yo no cambiaba la situación de nuestra vida sexual, ellos estarían encantados de repetir el mismo espectáculo cada viernes o siempre que ella se lo pidiera. Claro que también me aseguro que había otra media docena de hombres en su oficina que estarían encantados de ocupar el lugar de los mensajeros.
Ya han pasado cuatro días desde lo sucedido, y le he dicho a Maribel que estoy dedicando las horas previas a entrar al trabajo a buscarme una nueva ocupación. Pero lo que realmente hago por las tardes es ver una y otra vez la grabación del pasado viernes y pajearme como un loco.
Además, no estoy muy seguro de si prefiero un trabajo diurno y follar normalmente con mi esposa o seguir disfrutando una vez por semana de los revolcones de Maribel con sus compañeros de trabajo.
FIN
Si os ha gustado este relato, o si no os ha gustado, agradecería comentarios en mi dirección de correo. Prometo contestar a todos y todas.
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Saludos, Víctor Galán.