Quinto subterráneo (2)

Segunda parte y final de esta aventura.

Aunque mantenía mi vista pegada al piso, me encontraba súper atenta a cualquier movimiento de aquel gorila. No me quitaba la vista de encima. Me miraba de arriba abajo. Aquello me incomodaba un montón y unido a ello el ascensor iba parando en cada piso, demorándose una eternidad. Cada persona que subía nos miraba extrañada. No sé que parecíamos, pero me podía imaginar el cuadro: un gorila de más de dos metros parado detrás de una chica apenas vestida que no levanta la vista del piso. Como sacados de una escena de hentai o algo por el estilo. Todo menos normal.

En un momento el ascensor estuvo tan repleto que quedé pegada al supuesto camarero. Obviamente el no hizo nada por darme espacio. De hecho me apegó mas hacia él tomándome de la cintura. Entonces pude sentir en mi espalda un bulto, "su bulto", que comenzaba a crecer. Acto seguido sus manos comenzaron a recorrer mi cola. Lo hacía discretamente, de la misma forma en que yo luchaba por bajar el vestidito que al menor movimiento se me iba para arriba. A él aquello lo tenía sin el menor cuidado. Estaba demasiado ocupado en recorrer mi cola, tanto que en un agarrón tan fuerte me hizo escapar un quejido que hizo volverse a todos los que iban con nosotros. Me puse roja de la pura vergüenza y el muy caradura ni se inmutó. Solo se detuvo un momento y pasado el chasco continuó sobándome. Como si hubiese apretado el botón "pause" y un segundo después hubiese vuelto al "play" en una película.

Menos mal que cuando llegamos al primer piso el ascensor se desocupó casi totalmente. Sólo quedó una pareja de ancianos que seguían, según pude darme cuenta, hasta el segundo subterráneo. Solo entonces pude despegarme de mi obsesivo acompañante y ponerme a cierta distancia de él. Por un momento se me cruzó la idea de escapar aprovechando la salida de los demás. El no se atrevería a hacer nada en público. Pero también pensé en la Fran, en que no podría dejarla a su suerte. El solo hecho de pensar en lo mal que podría estarlo pasando en esos momentos me detuvo y me hizo quedarme allí, mientras se cerraban las puertas del ascensor, resignada a lo que estuviera por venir.

Niña, tiene carita de triste –me dijo la abuelita con un dulce tono- ¿Le ocurre algo?

Que vergüenza ¿Tanto se me nota? Me preocupa una amiga –le contesto haciendo un gran esfuerzo por no ponerme a llorar- Puede que lo esté pasando mal en este momento.

Tenga fe en que todo va a estar bien

Gracias

Entonces me tomó la mano y me sonrió justo en el momento en que sonaba la campanilla señalando que el ascensor se detenía en el segundo subterráneo, piso en el cual la pareja de ancianos se bajaban y me quedaba totalmente sola con el camarero totalmente a su merced. Me quedé mirando como las puertas del ascensor se volvían a cerrar dejándome adentro, con la extraña sensación de ser una prisionera que espera su sentencia de muerte

Bien putita –me dijo el gorila apenas las puertas se cerraron- Necesito que te des vuelta y terminemos lo que habíamos dejado inconcluso.

Por favor, te juro que no lo soportaría –le supliqué.

Ya sabes las reglas. Así que date la vuelta y házmelo fácil. Mira que estoy que hiervo

Sabiendo que no tenía otra opción me di la vuelta y me quedé inmóvil esperando que todo sucediera lo más rápido posible. Apretó un botón y el ascensor se detuvo. Me dijo que teníamos solo un par de minutos así que me subiera el spandex y que me inclinara hacia delante. Pude sentir el sonido de su cremallera. Cerré los ojos y apreté los dientes. Sentí como si me clavaran un pedazo de hierro al rojo vivo. Me puse a gritar descontrolada. El dolor era tan agudo que literalmente sentía que me estaba desgarrando. Fueron los dos minutos más largos y dolorosos que puedo recordar. Finalmente sentí como derramaba su líquido dentro de mí y el latido de su miembro. Luego se salió y yo, sin fuerzas, exhausta, caí de rodillas al piso.

Guao! Cuando quieras podemos repetirlo –me dijo con su horrible sonrisa que parecía pegada, como la del Joker, ese villano de ciudad gótica.

Imbécil… -le contesté un poco asustada por lo que pudiese hacer si lo enfadaba.

Pero bastante satisfecho

El ascensor había vuelto a ponerse en movimiento y yo me quedé en el piso. Uno porque cualquier movimiento que hiciera me iba a doler un montón y segundo porque así me sentía un poco más segura ante un eventual ataque de ese idiota. De pronto me vino un terror espantoso. No había pensado bien que es lo que pasaría una vez que estuviera al lado de la Fran. Obviamente no nos iban a dejar ir así como así. ¿Cómo no se me había ocurrido? Debería haber tenido un plan, haber advertido a alguien, dejar una nota, una pista, no sé, algo… pero dentro de mi estúpida ingenuidad no se me había pasado por la mente algo tan siniestro como aquello. Miraba al tipo que iba conmigo y claro, él no debía ser lo peor. El sólo debía ser el encargado de llevarme. A los que había que temer eran los que me esperaban allá abajo con la Fran. Obvio. ¿Y si ya no estuviera con vida? ¿Y si este viaje en ascensor fuera lo último que hiciera antes de asistir a mi propia muerte? No…no quería pensar en ello. Si me quisieran muerta ya lo habría estado. El amuleto ya lo tenían y no existía ningún motivo para mantenerme con vida. Eso me daba alguna esperanza de encontrar a la Fran con vida también. Después de todo quizás mañana estaríamos riéndonos de todo esto

El quinto subterráneo era un piso discreto y pésimamente iluminado. Todo estaba sucio y olía mal. Nadie en sus cabales vendría hasta acá por su propia voluntad. Solo tipos como ese que iba detrás de mí. Tenía todo el perfil. Sin ninguna duda. Una mezcla mal hecha entre Arnold Schwarzenegger y Frankenstein. Es por ello que me sorprendió tanto cuando al atravesar una pequeña puerta tan siniestra como aquel piso, un salón totalmente distinto se abrió ante mí. Fue como retroceder en el tiempo. El cuadro parecía sacado de una corte del rey Luis XIV. Algo así. Fastuoso pero romántico. Lindo.

Me tenía tan absorta la sala que no me di cuenta que había quedado sola en medio de ella. El rufián del camarero había desaparecido. Entonces, asustada, comencé a buscar a mi alrededor, tratando de encontrar una salida, pero la pequeña y siniestra puerta había desaparecido. Me sentía como Alicia perdida en su país de las maravillas. Pensé gritar pero justo en ese momento, saliendo desde atrás de unos pilares apareció un hombre enmascarado que llevaba a su lado a Francisca. La llevaba atada de manos y con una venda sobre los ojos.

Dentro de mi turbación solo atiné a correr al lado de la Fran, ayudarla, abrazarla, besarla, escapar juntas, no sé algo improvisado, sin ningún plan definido. Pero en menos de un segundo fui inmovilizada por una serie de hombres encapuchados que salieron de la nada. Me tomaron de los brazos y me sostuvieron sin que yo pudiera hacer nada. Entonces me apartaron del medio y formaron una especie de pasillo a través del cual el tipo enmascarado avanzó llevando a Francisca hacia una especie de altar de piedra que se encontraba en el centro del salón. Al pasar frente a mí le grité su nombre y ella dio vuelta la cabeza, como buscando el lugar desde donde salió mi voz. Me pidió que no hiciera nada, que la perdonara, que me amaba, luego el hombre del antifaz la hizo callar y continuó avanzando. Le respondí que no se preocupara, que íbamos a estar bien y antes de que pudiera decirle que nada podría suceder que me hiciera dejar de amarla, también me callaron. En realidad todo se quedó en silencio hasta que de pronto, y sin que yo pudiera identificar desde donde provenía, comenzó a oírse un sonido de tambores que marcaban un ritmo monótono, así como hipnótico, tribal, salvaje, pero cadencioso. El hecho es que al volverme hacia donde estaba la Fran, pude ver como la recostaban sobre la piedra mientras el del antifaz decía algunas palabras en un dialecto extraño y comenzaba a desnudarla frente a todos. No podía creer que esto estuviera pasando. El tipo, al cual le decían "Maitrè" según pude escuchar y que me hizo comprender todo, se levantó su túnica y colocándose sobre Francisca que yacía desnuda e indefensa, comenzó a cogerla al ritmo de un cántico oscuro coreado por todos los presentes. Todo se detuvo cuando el maitre llegó a su orgasmo para luego, saliéndose, acercarse a uno de los encapuchados, quien le entregó una pequeña botella cuyo viscoso y líquido contenido derramó sobre el cuerpo de la Fran. Empezó por esparcirlo sobre su abdomen y sus pechos. Cuando hubo terminado hizo una señal con la mano e inmediatamente dos encapuchados se ubicaron a su lado y le pasaron algo envuelto en un paño rojo. Juro que se me heló la sangre. Dentro del paño había una especie de cuchillo, una daga que el encapuchado-sacerdote-maitre tomó entre sus manos y la alzó y luego de decir unas cuantas palabras en aquella extraña lengua, la hundió sobre el pecho de la Fran

Lo que pasó inmediatamente después no lo recuerdo bien. Todo se vuelve nebuloso. Como si fueran imágenes saltadas. Sé que grité, que quise llegar hasta el altar, pero eso, no mucho más…escenas recortadas en las que aparezco abriéndome paso entre esos cuerpos, una serie de brazos que me querían detener, pero todo borroso, como en sueños…hasta ahora que soy acompañada contra mi vountad por el pasillo, el mismo por donde vi pasar a la Fran. Voy con los ojos vendados y puedo escuchar el espantoso cántico retumbar en mi cabeza. Extrañamente voy sin temor, no sé, algo pasa conmigo, como que no me importara ya nada. Se que voy a morir y eso no me altera, solo puedo pensar en la Fran y en la escena donde ella está sobre el altar, temblando de frío y de miedo…me da pena, me duele acá, el corazón…pienso en el amuleto, en aquel estúpido y absurdo amuleto…también pienso en la pareja de ancianos del ascensor…quizás no todo salió tan bien…Pero sobre todo en la Fran, sobre todo en ella y más ahora que soy yo a la que recuestan sobre la piedra y puedo sentir el frío en mi espalda, el mismo que debe haber sentido Francisca instantes antes de morir

FIN