Quince mil razones 13

Samuel es un heterosexual al que le ofrecen quince mil euros por acostarse con un hombre, pero no sabe que éste guarda un oscuro secreto que podría ponerlo en peligro.

SINOPSIS

Samuel está arruinado, lo ha perdido todo: su empresa, la casa, el coche, incluso a su mujer. Duerme en el sofá de un amigo y trabaja en un bar de mala muerte para sacar un mísero sueldo con el que apenas va tirando. Cuando Damián, un antiguo compañero de clase, aparece en su trabajo para ofrecerle quince mil euros a cambio de acostarse con él durante sus vacaciones, Samuel se encuentra ante la encrucijada de decir que sí y perder su dignidad o negarse y vivir en la miseria. Tras muchas dudas, decide aceptar, pero no sabe que Damián guarda un oscuro secreto que podría ponerlo en peligro por el mero hecho de estar junto a él.

CAPÍTULO 13

Estoy desmoralizado. Los policías que han venido a investigar la desaparición de Irene parecen casi tan desconcertados como yo. Tengo la impresión de que no han encontrado nada en toda la casa que les indique dónde podría haber ido mi exmujer al huir de aquí, si es que realmente ha escapado, que todavía no lo sé, pero tengo la esperanza de que sí lo haya conseguido. Y hay un inspector en concreto, un tal Ignacio Castro, que parece más interesado en mí que en la desaparición de Irene porque no para de hacerme preguntas sobre nuestra relación, como si pensase que yo tengo algo que ver. Supongo que las sospechas siempre recaen primero sobre el exmarido. Llegó un punto en el que incluso consiguió hacerme sentir incómodo con su insistente interrogatorio. Por suerte, Damián estaba ahí para pararle los pies y decirle que se centrase en lo realmente importante: averiguar el paradero de Irene. También me ha servido como coartada al asegurarle a ese inspector que estaba con él en su casa de vacaciones cuando atacaron a mi exmujer. Afortunadamente, no le ha contado la verdadera naturaleza de nuestra relación, sólo le dijo que éramos amigos, porque si llega a saberse lo que estoy haciendo con él a cambio de dinero creo que sería la mayor humillación de toda mi vida. Por otro lado, no sé por qué pensé que mi antiguo compañero de clase quería rehuir a la policía, la verdad es que parece muy cómodo hablando con ellos, o al menos esa es la impresión que me da al verlo desenvolverse con tanta soltura en presencia de los agentes que acudieron a mi llamada de alerta. Aunque puede que se deba a que ya está acostumbrado a tratar con la policía debido a sus sospechosas actividades, nunca se sabe. Por su parte, el chófer ha optado por mantenerse en un discreto segundo plano, dejando a un lado su bravuconería, y a abrir la boca sólo cuando le hablaban.

El inspector Ignacio Castro termina de tomarme todos los datos y me solicita que me mantenga localizable en caso de que tenga que volver a contactar conmigo para hacerme más preguntas. La verdad, no sé qué le queda por preguntarme después del salvaje interrogatorio al que me ha sometido, pero aún así asiento y le aseguro que lo haré. Mis dos acompañantes y yo nos vamos del piso de Irene y volvemos al coche. Una vez allí, le pido a Damián que me lleve a ver a mi hija y éste accede de buen grado. Supongo que ya se lo esperaba porque no parece sorprenderle demasiado. Estoy deseando ver a Laura, pero a la vez me da miedo pensar en nuestro encuentro porque aún no sé que voy a decirle sobre Irene. ¿Cómo le explicas a una niña de cinco años que su madre ha desaparecido sin dejar rastro y que existe una gran posibilidad de que no vuelva a verla nunca? Por otra parte, ahora tengo un problema mucho mayor: ¿Dónde y con quién voy a dejarla durante estos catorce días que todavía tengo que pasar con Damián? No creo que mi anfitrión esté por labor de acoger a mi hija en su casa y además no creo que ese sea el entorno más apropiado para ella. Todavía no sé a qué se dedica Damián, pero tengo el presentimiento de que es algo peligroso. Y por nada del mundo la pondría en peligro. Por no mencionar que tendría que faltar al colegio y, aunque ya casi estamos a final de curso, no es lo más recomendable. No, esa posibilidad queda descartada. Llamaría a mis padres, pero nuestra relación no es demasiado buena y apenas hemos hablado en los últimos años, lo cierto es que ni siquiera conocen a su nieta. No puedo aparecer de repente por su casa para pedirles un favor como ese. Creo que la única opción viable es que se quede con Tino, él ya me ha dicho que puede hacerlo, pero no sé qué pensará su mujer de todo esto. No parecía muy contenta cuando yo estaba allí y una niña de la edad de mi hija da mucho más trabajo que un hombre adulto.

Cuando Rodrigo aparca el coche cerca del edificio donde vive Tino, siento que todo el peso del mundo cae sobre mis hombros porque aún no sé muy bien cómo proceder. Salgo del automóvil y echo a andar hacia el portal, cabizbajo. Damián y el chófer se quedan esperando en el vehículo a petición mía. Sería muy difícil justificar la presencia de nuestro antiguo compañero de clase ante mi amigo, y no tengo ninguna intención de contarle la verdad. Cada paso que doy me acerca más a mi hija y a esa inevitable conversación que tendré que mantener con ella. Durante el trayecto en coche, barajé varias opciones y terminé por decidir que lo mejor era mentirle y decirle que Irene está de viaje. Aún conservo la esperanza de que aparezca sana y salva, pero no puedo evitar preguntarme qué pasará si no es así. ¿Cómo podré mirar a Laura a la cara si al final su madre no vuelve después de engañarla de esa forma? Llamo al telefonillo y Tino me abre enseguida. Cojo el ascensor y subo hasta el sexto piso, donde viven mis amigos. Tino me recibe en la puerta con una evidente expresión de inquietud en su rostro.

—¿Qué ha pasado? —Miro a mi alrededor para asegurarme de que mi hija no se encuentre cerca y no pueda escuchar nuestra conversación—. Laura está viendo dibujos animados en el ordenador con Cristina —me explica mi amigo, quien parece haber adivinado el motivo de mis reparos a contestar a su pregunta.

—Irene ha desaparecido. Temo que la hayan secuestrado o algo peor.

—¿Qué? ¿Quién puede haber hecho algo así? —responde, sorprendido.

—No tengo ni idea, y los agentes de policía que atendieron mi llamada de socorro parecían tan confundidos como yo. Estoy desesperado, Tino. No sé qué voy a decirle a la niña si al final su madre no aparece.

—No te preocupes tanto. Puede que todo esto no sea más que un enorme malentendido. Conociéndola, seguro que está por ahí en la cama de algún ricachón y ni ha mirado la hora.

—No, no es eso, alguien irrumpió en su casa. La puerta estaba abierta, había muebles tirados, cristales rotos y un cuchillo ensangrentado en el suelo de la cocina.

—Entonces, estoy convencido de que la policía dará con ella…

—¿Y si la han asesinado? ¿Qué voy a hacer si está muerta? —Es la primera vez que pronuncio en voz alta esa posibilidad que tanto ha rondado por mi cabeza desde que entré en el piso de Irene y estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no echarme a llorar como un niño pequeño. Tino me abraza para reconfortarme y yo respiro hondo para intentar calmarme. No puedo ir a ver a mi hija en este estado o ella sospechará que algo no anda bien. Rompo el abrazo y me quedo mirando a mi amigo—. Me has hecho tantos favores que no podría pagártelos todos ni aunque viviese cien años, pero necesito pedirte algo más… Ahora, no puedo abandonar el trabajo y no tengo con quien dejar a la niña.

—Laura puede quedarse con nosotros el tiempo que haga falta.

—¿Tu mujer estará de acuerdo?

—Sí, ya lo hemos hablado. Además, Cristina está enchochada con ella. No se ha separado de tu hija desde que fuimos a buscarla al colegio. —Tino sonríe—. Creo que se le ha disparado el reloj biológico.

La verdad, siempre creí que Cristina carecía de reloj biológico. Mis amigos nunca tuvieron hijos y no semejaba que los quisieran. Parecen muy felices con la libertad que les da verse libres de responsabilidades: suelen salir de noche siempre que quieren e irse de viaje muy a menudo. Pero me alegro mucho de que la mujer de Tino se haya encariñado con Laura porque eso significa que la tratará bien y cuidará de ella mientras yo no pueda hacerlo.

—Solamente serían dos semanas —le explico—. Espero que mientras tanto se sepa algo de Irene.

—Seguro que sí, ya verás. ¿Quieres tomar algo?

—No, no puedo quedarme porque mi jefe me está esperando en el coche, pero voy a ir a darle un beso a Laura.

—Está en el salón con Cris. Ya conoces el camino.

Sonrío sin demasiadas ganas ante la broma de Tino y me dispongo a abrir la puerta de la sala de estar. En apenas unos segundos, mil cosas cruzan por mi mente a la vez. Me veo a mí mismo ante la vicisitud de tener que explicarle a una niña de cinco años que ha perdido a su madre para siempre y que tendrá que vivir conmigo a partir de ahora. Y, si existe algún Dios, me encomiendo a él para que no llegue a esa situación. Me detengo un momento, inspiro profundamente y cruzo el umbral. Al momento, su cabecita se gira para mirarme y me dedica una gran sonrisa. Salta del sofá en el que estaba sentada y corre en mi dirección, tan rápido como se lo permiten sus cortas piernas, para abrazarme con efusividad.

—¡Papi! —La cojo en brazos y le planto un sonoro beso en la mejilla. Ella se ríe, feliz, y corresponde con otro besito—. ¿Vienes a ver los dibus con Cris y conmigo?

—No puedo, cariño. Tengo que irme. Pero he venido a proponerte una cosa, a ver qué te parece…

—¿Qué cosa? —pregunta, risueña.

—¿Qué te parecería pasar unos días con Cristina y Tino? —Laura me mira con una expresión de duda y desconcierto en la cara. La idea parece no gustarle demasiado, y a mí se me rompe el corazón en mil pedazos porque no puedo hacer otra cosa más que dejarla con ellos—. Después, tú y yo podemos hacer algo divertido… como ir al parque de atracciones y a tomar un helado, ¿qué me dices?

—Pero no puedo quedarme aquí, mami se preocupará —murmura con un hilillo de voz.

—Mami lo sabe y está de acuerdo conmigo. Ella ha tenido que salir de viaje, pero vendrá a verte en cuanto pueda. Y yo también te visitaré muy a menudo. — «Si consigo convencer a Damián de que me traiga» —. Tino y Cristina te van a cuidar muy bien, ya verás, y será poco tiempo, te lo prometo.

—¿Cuándo va a volver mami?

—Aún no lo sabemos, cariño, pero será pronto…

—¿A dónde ha ido?

—A ver a los abuelos. El abuelito está malito y mamá ha ido a cuidarlo.

—¿Y por qué no me ha llevado con ella?

—Porque tú no puedes faltar al colegio, cariño.

—Entonces, ¿por qué no puedo ir contigo?

—Porque yo tengo que trabajar.

—Papi, ¿qué hace un fracasado?

—¿Y esa pregunta?

—Porque mami dice que tienes un trabajo de fracasado.

—Pues, un fracasado hace cosas que no le gustan nada para poder cuidar de su familia. —No puedo evitar sentir una punzada de dolor al escuchar esa palabra de la boca de mi propia hija. Siempre he sabido que Irene no tenía muy buen concepto de mí desde que me arruiné, pero no deja de ser desgarrador que te lo recuerden de esa forma—. Escucha, mi amor, tengo que irme, ¿me prometes que te vas a portar bien con Cristina y con Tino?

—¡No, yo quiero ir contigo! —protesta entre balbuceos.

Verla llorar me parte el alma, pero tengo que mantenerme firme en mi decisión, esto es lo mejor para ella. La dejo en el suelo y le doy un beso en la frente. Laura se agarra a mi pierna con toda la fuerza que su pequeño cuerpo le permite. Le dedico una mirada de súplica a Cristina y ella viene a mi rescate. Tira de mi hija hasta que me suelta y la coge en brazos. Laura se remueve y la empuja para que la deje, pero la mujer de mi amigo no cede. Le dedica palabras cariñosas y trata de tranquilizarla sin demasiado éxito. Con todo el dolor de mi corazón, me doy la vuelta y vuelvo por donde he venido. Me despido rápidamente de Tino y salgo por la puerta de regreso a la calle. En cuanto cruzo el umbral, las lágrimas que tanto me había esforzado por contener afloran en mis ojos. Y me quedo un par de minutos en el descansillo, llorando como un niño pequeño mientras escucho el llanto desconsolado de mi hija que me llega desde el interior de la vivienda. Ojalá algún día sea capaz de comprender los motivos que me impulsaron a abandonarla de esta forma y pueda perdonarme. Nunca sabrá que el fracasado de su padre vendió su cuerpo para poder darle un futuro mejor, pero espero que al menos piense que trabajé duro para proporcionárselo. Cuando por fin logro tranquilizarme, regreso al coche con Damián, me siento a su lado en silencio y aguardo a que el chófer arranque para llevarnos de nuevo a la costa, pero éste no lo hace.

—He estado pensando  —dice mi anfitrión—, quizá deberíamos quedarnos en la ciudad para buscar a Irene. Tengo algunos contactos en la policía y podríamos hablar con el detective privado que contraté para investigarte. Es decir, si eso es lo que quieres.

Estoy tan sorprendido que me lo quedo mirando con la boca abierta, incapaz de reaccionar. Debo reconocer que, salvo algunos encontronazos puntuales, Damián se ha portado muy bien conmigo desde que accedí a acompañarlo durante sus vacaciones, pero ni en un millón de años se me habría ocurrido pensar que mi antiguo compañero de clase estuviese dispuesto a ayudarme en una cosa así. Sé que Damián puede ser una persona enigmática e incluso un poco oscura, pero empiezo a pensar que debajo de toda esa fachada hay un hombre con buen corazón. De otro modo no se podría explicar lo que está dispuesto a hacer por mí. Me gustaría encontrar una forma adecuada de darle las gracias, de demostrarle lo importante que es este gesto para mí. Sin detenerme demasiado a pensarlo, me inclino sobre él, pongo mi mano en su mejilla y lo beso. Y por un momento, parece que nuestros papeles se intercambian porque es Damián quien se queda paralizado mientras yo acaricio sus labios con los míos. Pero esa confusión no dura demasiado y enseguida me corresponde con la efusividad que lo caracteriza y a la que aún no me he acostumbrado. No me paro a cavilar en que Rodrigo también está en el coche con nosotros, ni tampoco en que nos encontramos aparcados en una calle muy transitada y cualquier viandante podría vernos. La única idea que ronda por mi cabeza es que Damián está dispuesto a hacerme el mayor favor que me haya hecho nadie en toda mi vida y que necesito hallar un modo que esté a la altura de las circunstancias para agradecérselo, y sé que esto le gusta. Es triste, pero cierto, lo único que puedo ofrecerle a alguien como él que ya lo tiene todo es mi propio cuerpo. Finalmente, es Damián quien me agarra de los hombros para separarme de él, me dedica una intensa mirada de preocupación y me advierte:

—No te hagas demasiadas ilusiones. Quizá lo que encontremos no te guste.

—¿Crees que está muerta? —pregunto, abatido.

—No lo sé, pero lo que vimos en su piso no me dio buena espina.

—A mí tampoco.

Ojalá pudiese creer otra cosa, pero todas las pruebas parecen indicar que ha sucedido lo peor. Aun así, no pierdo la esperanza de que Irene siga viva y podamos dar con ella. Pensar lo contrario sería reconocer el hecho de que Laura se ha quedado huérfana de madre, y no soporto la idea. Damián le pide a Rodrigo que nos lleve al despacho del detective privado, un tal Javier Hernández, y éste arranca el coche sin dilación. Poco después, entramos en uno de los barrios más pobres y marginales de la ciudad. Resulta curioso comprobar como el lujoso automóvil de mi anfitrión contrasta con la miseria de la zona. No esperaba que la oficina de ese detective estuviese en un lugar como éste, y me siento un poco inseguro cuando bajamos del vehículo y caminamos por sus ruinosas calles. Sin embargo, Damián parece tan cómodo como lo estaba a bordo de su fastuoso yate. Este hombre nunca deja de sorprenderme. Mientras tanto, el guardaespaldas se mantiene alerta, mirando en todas direcciones con la mano apoyada sobre su arma, para asegurarse de que su jefe se encuentra a salvo. Creo que está bastante claro que Rodrigo no es santo de mi devoción, pero debo reconocer que hace su trabajo malditamente bien.

Cuando por fin entramos en un portal, respiro tranquilo. Subimos cuatro pisos por las escaleras porque el edificio no tiene ascensor. Llego al final jadeando, pues no estoy demasiado acostumbrado a hacer ejercicio, pero mis acompañantes se ven tan frescos como rosas. No puedo evitar sentir cierta envidia por su forma física, en especial por la de Damián, quien tiene mi edad y sin embargo parece diez años más joven. Mi antiguo compañero de clase llama a la puerta y nos abre un hombre mayor, completamente calvo y con una prominente barriga. Saluda a Damián con afabilidad, me mira a mí con interés y nos pide que entremos. Supongo que me ha reconocido de cuando se dedicó a indagar en mi vida a petición de Damián. Rodrigo se queda en la entrada y nosotros pasamos a su oficina.

—Pues vosotros diréis —nos espeta Javier cuando ya nos hemos sentado.

—Necesito que encuentres a alguien —le responde Damián.

—¿A quién?

Damián le explica todo, desde la llamada del colegio de Laura porque Irene no había ido a recogerla hasta cuando encontramos la puerta de su piso abierta. También le habla de lo que Rodrigo halló en la cocina. El detective lo escucha con atención y va apuntando cosas en un bloc de notas. Cuando finalmente Damián deja de hablar, Javier levanta la cabeza de sus anotaciones y nos dedica una sonrisa que pretende ser de complicidad.

—No es mucho para empezar. Necesitaré visitar ese piso. La policía se habrá llevado las pruebas más evidentes, pero siempre hay detalles importantes que pasan por alto. Esos chicos no son demasiado hábiles a la hora de buscar…

—No tengo las llaves —le advierto.

—Eso es lo de menos. Siempre hay formas de entrar. Si no me preguntáis cómo lo hago, yo no tendré que decíroslo y no seréis cómplices de un delito.

—Quiero ir contigo. —No soporto la idea de quedarme cruzado de brazos esperando a tener alguna noticia de Irene.

—Bueno, eso es tremendamente inusual. Yo suelo trabajar solo —responde, dedicándole una mirada de desconcierto a Damián—. Y no puedo garantizar vuestra seguridad si me acompañáis.

—No importa, Javier, ya lo tenemos cubierto —responde mi anfitrión.

—De acuerdo, pero en ese caso te costará una tarifa extra.

—Lo que haga falta.

—Muy bien. Entonces, iremos esta noche de madrugada. Hay que asegurarse de que no nos vea nadie.

¿Queréis saber cómo sigue esta historia? Pues en mi página de wattpad tengo colgados más capítulos de esta novela y todos los jueves publico un capítulo nuevo. Podéis encontrar el enlace en mi perfil. Wattpad es una plataforma muy cómoda porque si os hacéis seguidores míos os saldrá una notificación cada vez que actualice.