Quince deseos para Thomas

A veces el amor y la razón no van de la mano...

Después de una inoportuna llamada de tu cordura, me levantaste en tus brazos y me colocaste en la inmensa cama que se encontraba en el segundo nivel, me depositaste allí cual novia en su primera noche de bodas, me pregúntaste si deseaba algo más, a lo que respondí que un baño caliente en la tina, después de besarme plácidamente en mi frente, te dirijiste a prepararlo, me pediste que cerrase los ojos para llevarme, al abrirlos me sorprendiste gratamente, el baño estaba inundado de aromas de rosas, la espuma se desbordaba, y unas velas acompañarían la escena. Me desvestite tu msmo, para entonces yo me aferraba a ti más asustada que al principio, pensaba que ya había llegado la ‘HORA’, cuan equivocada estaba, después de depositarme allí, te introduciste en la tina y me abrazabas muy fuerte, solo pedías perdon por no haber respondido como yo esperaba, nunca dudé de tu hombría, ya que sentía tu virilidad mas fuerte que nunca; tú lo sabías y para mi sorpresa dejaste que siguiera en contacto conmigo, no se si para atreverte ó para reafirmarla, pero asi fue.

Pasamos el resto del fin de semana allí, caminamos por la orilla del mar, tomados de las manos, fuimos al muelle a buscar tu pequeña embarcación para pasear, digo pequeña porque era una de las menos ostentosas que se encontraban en el lugar, como cual capitán la pusiste en marcha y partimos rumbo a alta mar, gracias a dios y al encargado de ver por ella teniamos suficientes refrigerios para pasar el día, atracamos en un pequeño islote cercano, bajamos allí y nos sentamos a la orilla de la playa a comtemplar el indescriptible paisaje, hablamos de todo un poco, respondiste a muchas de mis inquietudes, ya estaba un poco desesperada, sí, eso era, una mezcla de desespero, impaciencia y algo de rabia por no haber sido amada en su totalidad por tí, lo sabías y después aceptaste que tú lo estabas más que yo, que esos días no parabas de estar ‘INCOMODO’, ya que tu miembro no paraba de suplicarte y manifestarte sus deseos hacia mi, sí, como desesperado.  Después del atardecer, no ví nínguna intención tuya de volver a la cabaña, subimos al velero y me rogaste que durimiesemos esa noche allí, acepté alegando que quería complacerte, no tanto por ti, en mi interior el deseo de dormir a tu lado siendo abrazados y acobijados por las estrellas me parecía algo tan excitante y deseado desde lo más profundo de mi ser. Allí un leve cambio ocurrió, sacaste una botella de champaña con dos copas, no se qué te impulsó a hacerlo, te sentaste a mi lado en la popa, y descorchaste la botella; las primeras espumas cayeron sobre ambos, yo todavia conservaba mi ropa interior que use como bañador, la champaña empezaba a bajar por mis pechos, sin pensarlo me levanté, tomé la botella de tus manos y la empecé a vaciar lentamente encima de todo mi cuerpo, tus reflejos fueron más rápidos  de lo que pensaba, te posaste de rodillas abrazándome las piernas y empezaste a beber todo ese nectar que recorría mi cuerpo, ya para cuando llegaba a tu boca había recorrido ‘CASI TODO’ en mí, para ese entonces yo empezaba a vaciarla más lentamente, sabía que si se terminaba  se acabaría la magia del momento, para mi sorpresa empezaste a desatar los lazos laterales de mi braga con tus labios, cuando cayo al suelo y quedé a merced de ellos sentí que algo más que esa champaña tocaba mi piel, eran tus besos, ‘ALLI’, que luego se fueron tornando en algo más, esos labios empezaron a ser secundados con tus manos, ellas actuaban como cómplices de aquel instante indescriptible, ya no te importaba nada más que amarme y sentirme tuya, me confesaste después que pensaste como si fuse el último día de tu vida.

Yo observando tu cambio, y extasiada por lo que estaba empezando a sentir, empece a vibrar y a mover mis caderas al unísono de tus caricias, una de mis manos se encontró con tus cabellos y los halaba en esa direccion, para entonces te pedía a gritos que nunca dejases de hacerlo, pasamos en esa situación bastante tiempo, sentí como expulsaba flujo en tu cara y tu deleite de macho cabrío lo acompañaba, en esos instantes bajé poco a poco, quedamos al mismo nivel, te empecé a desvestir o mejor dicho, a quitarte la única prenda que me saparaba de la gloria, del cielo diría yo, ni te inmutaste como lo hiciste en la cabaña la noche anterior. Te recosté lentamente y mis labios tomaron tus piernas como puerto de salida, un puerto donde mis ganas estaban atracadas desde hacía algún tiempo, después de sentir tus pocos gemidos, escuchaste uno bastante fuerte, era mi sorpresa, no dejaste de sonreir, lo que sucedió fue que tu ‘VIRILIDAD’ me dejó algo sorprendida y pensativa, jamás imaginé lo bien dotado que estabas a pesar de sentirla en ocasiones anteriores, tú enseguida levantaste mi rostro y me dijiste…

-¿Sorprendida?

Yo algo nerviosa y con una media sonrisa te respondí…

-No, bueno sí, es que había visto algo en ciertas peliculas que alquilaban las chicas por curiosidad, pero allí no se veían tan, tan…

Me quedé sin mediar palabras, tu pícara sonrisa me frenó cualquier distracción, solo seguí mis instintos y comencé a besarlo poco a poco, estaba tan desesperada que temí no hacerlo bien, ó quizás morderte sin querer, la inexperiencia jugaba en mi contra, recuerdo que pasé mucho tiempo en ello, hasta que me dijiste…

-Détente ahora amor mio, que me estás enloqueciendo más de lo que esperaba y no quiero bajar del cielo aún.

-Si estás en el cielo, -dije-, imaginate donde estaré yo con semejante macho bajo mi piel.

Te levantaste un poco y subiendo encima de mi cuerpo empezaste a lamer delicadamente mis erectos pezones, para mi corta edad ya tenía los pechos bastante grandes, enloqueciste con ellos y perdiste noción de la realidad, hasta que después de sentir en mis piernas cierta humedad me dijiste…

-¿Deseas lo mismo que yo?, porque si es así esta misma noche serás mi mujer.

Mis ojos respondieron por mi, no necesité palabra para pedirte que me hicieras tuya, ante tu mirada de hombre enamorado empezaste muy lentamente a introducirte dentro de mi, el primer roce de tu miembro en mis labios vaginales me enloqueció, no pude evitar pedirte…

-¡Entra en mi por favor!, por lo que más quieras en este mundo, no me hagas agonizar más de deseo porque seamos uno solo.

-Pequeña, yo lo deseo más que nada en el mundo, pero debo ir con cuidado, recuerda que puedo lastimarte mucho, y acabas de ver porque.

Solté unas pequeñas carcajadas algo nerviosas y afirmé lo que me decias; a pesar de todo en mi mente solo estaba el recuerdo del inmenso tamaño de lo que venía a mi, al introducir la primera porción de tu miembro viril percibí un fuerte dolor, no quise gritar para no ponerte nervioso ni asustado, y mucho menos que te detuvieses, si lo hubieses hecho no se como hubiese reaccionado.

La etapa de presentación de nuestros sexos fue bastante larga, cada centímetro tuyo costaba un mundo, era como un pedazo de terreno conquistado en una batalla al que se debía dejar resguardado, cada parte pasaba a ser de tu propiedad, cuando casi todo estaba dentro, no pude evitar dar un fuerte grito de dolor, un dolor que me hacía feliz, el cual calmaste con mucha suavidad y deteniendote sin salir de mí para que me acostumbrase a ti. Sentía por segundos un líquido algo caliente, me dijiste que me tranquilizase que era sangre, esa sangre que te regalaba por transformarme de niña a mujer, ya eramos dos amantes sin testigos, bueno apartando la noche, la brisa marina y las estrellas que nos acompañaron de manera exquisita y vestidas de gala para semejante ocasión, así como convirtiéndose en cómplices de nuestros sentimientos.

La magia del momento se prolongó hasta más no poder, estabamos embriagados de placer, tuviste la caballerosidad de tener la suficiente paciencia de esperar a que mis malestares se mitigasen, cuando ya me sentía algo calmada y te dije que estaba lista, empezaste a poseerme de la manera que siempre soñé, desde aquella mirada con la cual empezó todo esto, al principio sentía leves desgarros, ese dolor cambió cuando tus movimientos pélvicos se desataron como un caballo desbocado, no recuerdo en sí cuantos orgasmos tuve entre el momento de empezar hasta el que te dió paso al tuyo, querías terminar tu placer fuera de mi, pero te rogué que no lo hicieses quería tenerte todo en mí con todas las consecuencias, tú como hombre cerebral al principio dudaste, pero después mandaste todo al los mil demonios y te dejaste arrastrar por tu pasión y desenfreno, no solo terminaste dentro de mi, sino que tu ‘AMIGO’ nunca se dió por vencido y seguiste después de pocos segundos, dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero esta ó no lo era y seguía siendo de la primera o era la excepción de la regla, porque estuvo mucho mejor, te sentí más macho que al principio.

Así transcurrió esa noche, entre amarnos y tomar ciertos descansos, me decías medio en broma que necesitabas recuperarte, que te tuviese algo de paciencia, eso ante mis continuas peticiones de que deseaba más, y lo cual asumí sin dejar de tomarlo a chiste. Llegó el amanecer, empezamos a quedarnos dormidos muy entrada el alba y los primeros rayos de sol, perdimos la noción del tiempo, mis ojos se abrieron pasadas las primeras horas de la tarde, lo primero que vieron fue tu hermoso y varonil rostro acariciándome, ya llevabas horas levantado y me dijiste que yo dormía tal cual princesa de cuentos, tu princesa al fin y al cabo, decidimos no volver a la realidad ese día, para entonces debiste de estar en tu trabajo, no teníamos cobertura de telefono, y la radio de velero no daba indicio alguno de presencia cercana, solo vimos pasar otras embarcaciones en el horizonte, no estabamos solos en aquel paraíso, pero tampoco muy acompañados que se diga.

Pasamos el resto del día sin noción del tiempo, completamentes desnudos, total estabamos en nuestra luna de miel, el volver a realidad al día siguiente, apresurados tomamos camino de regreso a la triste realidad, bueno la que debíamos tomar delante de toda la sociedad, porque ‘LA NUESTRA’ que era la más importante la vivíamos con una felicidad indescriptible. Nunca habían reparado tanto en nuestras vidas como para entonces, o quizás era casualidad, efectivamente me gradué en el colegio, entré a la facultad de derecho, quería seguir tus pasos, un buen día habías llegado del trabajo y te recibí como hacía bastante tiempo no lo hacía, miraste mis ojos y enseguida sin mediar palabra y observando su brillo, me abrazaste de rodillas, empezaste a besar mi vientre, solo mis lágrimas confirmaron tus pensamientos, allí estaba tu futuro hijo ó hija, como símbolo de que vencimos nuestros miedos.

Efectivamente nació nuestra hermosa hija, Isabella, el parto fue bastante duro y complicado, el temor que respirabamos por llevar la misma sangre no dejaba de perseguirnos, en muchos momentos tuve que consolarte para tranquilizarte, hoy después de otros quince años, aprovechando el cumpleaños de nuestra hija, ambas podemos decirte cuanto te amamos PAPÁ.