Quiero tu semen
Un sorprendido novio escucha cómo su futura cuñada hace comentarios científicos sobre su pene después de aceptar masturbarse para recoger muestras para investigación.
Hace tres años salgo con una mujer a la que adoro, pero, por esas cosas del destino, desde siempre me ha gustado su hermana, con 19 años y cuerpo harto voluminoso. Sus senos son enormes y solía imaginar el tamaño de sus pezones y su color. Y digo solía porque, como verán, tuve oportunidad de descubrir qué tan bien encaminados estaban mis malos pensamientos.
Mi cuñada, de nombre Milena, estudia veterinaria y es una mujer muy consagrada, hogareña, de pocos novios y menos fiestas. Es más, siempre que voy a casa de mi novia, la veo sentada, aplicadísima, en su microscopio, estudiando muestras. Lo cual, dicho sea de paso, me da oportunidad de detallar ese par de enormes mamas que se desprenden de su cuerpo y parecen luchar infructuosamente contra la ley de la gravedad. Un día de tantos, pasé por casa de mi novia a recoger unos libros que había dejado allí días atrás. Mi novia estaba trabajando y de mis suegros dígase lo mismo. Me abrió Milena, quien se mostró un poco más amable que de costumbre. No era una mujer seca, pero quizás el hecho de estar tan involucrada en sus estudios la hacía algo retraída. Me invitó a tomar asiento y me puso conversación.
-¿Sabes en qué trabajo? -Ni idea- le dije. -Pues, mira, estoy empeñada en analizar los hábitos de reproducción de los primates, y en eso he venido trabajando desde hace un año.
El comentario, debo decirlo, no me pareció precisamente afrodisíaco, así que me limité a responderle con un obligado "¡qué interesante!". -No sé si tú lo sepas, pero el primate que tiene el más voluminoso miembro reproductivo es el hombre. -Sí, me he dado cuenta- respondí con una larga risotada como remate. -No te rías, es en serio- me dijo. -Bueno, en serio, ¿a qué va esta sesión de datos insólitos?- le respondí mientras lanzaba una mirada furtiva a sus pechos, cuya ropa interior apenas alcanzaba a ver por entre los botones de su bata. -A ver, no es fácil.. Es queeee. bueno, es queee no estudio precisamente el falo de los primates sinooooo... Sinnoooo su líquido seminal y... buenooooo... No es sencillo. -Habla tranquila que nos conocemos desde hace años y sabes que no me gustan los rodeos. -No te lo pediría si no fuera importante. Para mi proyecto de muestras comparativas necesito recolectar datos de supervivencia de espermatozoides en ambientes no controlados. Las muestras de simios ya se hicieron, pero parte de mi tarea es someter al microscopio y anotar datos inmediatos del semen humano una vez se ha producido la eyaculación. Para ello, como supondrás, se necesita una muestra "fresca" y no de laboratorio. Y... -¿Y...? -Y necesito que pongas parte de esa muestra en esta plaqueta fija del microscopio electrónico- me dijo ruborizada mientras señalaba el pesado aparato en la mesa. -Es decir, quieres que me masturbe y te traiga algo de mi eyaculación para que la examines. -No precisamente.. Como la muestra debe recogerse directamente y sin mediaciones, necesito que te masturbes junto al microscopio y eyacules tu semen en la plaqueta.
Me quedé de una pieza, pero me alcanzó el ánimo para regalarle una pregunta: ¿habrá alguien mirándome? -Sí, yo. Debo estar presente en el momento de la eyaculación para tomar un registro detallado de los primeros segundos en que la muestra entra en contacto con el aire. -Y no crees que es una petición sumamente embarazosa. -Mira, Jaime, yo sé que lo que te estoy pidiendo no es nada fácil y que tú podrías decirme simplemente no y listo. Pero no tengo a nadie más a quien recurrir. Sería incómodo pedírselo a uno de mis compañeros de materias. Orlando (su novio), como sabes, está de viaje. a mi papá, ¡ni pensarlo! Sólo cuento contigo. -Milena, yo te aprecio mucho, pero no creas que es un favor cualquiera que me pidas masturbarme a unos centímetros de ti y que, además, eyacule- se lo dije, lo confieso, entre avergonzado y excitado. -Jaime, te repito que entiendo por lo que estás pasando y que mi vergüenza es infinita, pero si yo no tengo esos resultados mañana temprano, puedo ir despidiéndome de la beca en la universidad y tú sabes lo que eso significa para papá. Te lo suplico. Mira, te prometo que mientras te masturbas yo me dedico a estudiar algunos papeles, a mirar mis datos en la mesa y ni te miro. -Si accedo, ¿cuándo lo haríamos? -Ahora mismo. -Ayyy, yo no sé qué decirte, y si alguien se entera, ¿qué? Sería muy incómodo. -¡No, te lo prometo! Jamás nadie lo va a saber. -Está bien, está bien, está bien. pero qué locura.
Ella no podía ocultar la dicha, me dio un beso enorme en la mejilla y me tomó de la mano para conducirme al microscopio. Mientras ella organizaba los aparatos, comencé a desvestirme.
-¿Qué haces? -me dijo. -Me desvisto. -¿Es necesario? -Milena, digámonos las cosas como son: hace una semana que no me acuesto con tu hermana y creo que mis reservas de esperma serán abundantes, lo cual es bueno para ti (se puso roja como un tomate), pero no para mi ropa. No quiero mancharme los pantalones o la camisa, así que. -Te entiendo, te entiendo, y discúlpame por la mojigatería.
Mientras, estaba yo ya en calzoncillos. Pero como que no me decidía. Y, para ser sincero, estaba tan incómodo con la situación, que no tenía ni erección. Ella me clavó la mirada y no quedó más remedio que bajarme la ropa interior.
Pude darme cuenta de que cuando vio mis 18 centímetros en reposo, el corazón le dio un brinco. Casi se le salen los ojos, pero trató de disimularlo con un comentario salido de tono.
-Sí, definitivamente el más grande de los primates. -Nada diferente al pene de otra persona, ¿o sí?
Y sucedió algo que nunca me imaginé. Corrió su silla hacia mí y, movida más por el interés científico que por el instinto sexual, tomó mi pene entre sus manos. Descubrió con delicadeza el glande y, con la otra mano, palpó mi escroto. No dije nada.
-Como vez, el tamaño de tu pene es de unos quince o dieciséis centímetros en estado de reposo, lo cual excede el standard. Tu glande es contorneado y bien definido y tus testículos también son de dimensiones afortunadas. En términos de esta investigación, por supuesto.
Mientras hablaba, su respiración rozaba la cabeza de mi pene y ello sumado al movimiento de sus manos, terminó causándome una erección fenomenal. Tanto que mi glande casi tocaba sus labios. Yo de pie y ella sentada y, gracias a ello, con la posibilidad de ver su brassiere a través del cuello de la bata. Estaba muy excitado.
-Si tú me lo permites, quisiera medir tu pene. -Claro.
Sin soltarlo con la mano libre alcanzó una escuadra y dijo: "¡25 centímetros! Tienes un pene envidiable".
Ella lo sabía, pero lo que estaba por suceder es cosa de no creerse. Se los contaré en un par de días.