Quiero ser cornudo 3 y 4
Continua la historia
CAPÍTULO 3: PUB STRESS
Aquel jueves era el elegido. Nando y Lidia se presentaron 15 minutos antes y tomaron mesa. El local, conocido como Pub Stress, era ideal para satisfacer las intenciones de Lidia. A un lado había las mesas, al otro extremo la barra del pub y al centro una pista de baile pequeña que a medida que avanzaba la noche se llenaba más y más.
No hablaron demasiado, apenas cruzaron unas pocas palabras porque los dos estaban nerviosos. Nando estaba dispuesto a satisfacer de una vez por todas su fantasía, y Lidia repasaba meticulosamente el plan.
En eso estaban cuando llego Miguel, se presentaron con un choque de manos a Nando y con un breve abrazo y dos besos a Lidia.
- Estas preciosa Lidia, y en vivo eres mucho más guapa que en las fotos que me has enviado. – Dijo Miguel, provocando una palpitación a Nando
Durante unos minutos estuvieron hablando de cosas intrascendentes, todos estaban nerviosos y les costaba arrancar. Hasta que después de un breve pero incómodo silenció Lidia se levantó y dijo:
- Voy a pedir una copa, ¿quieres algo Nando? ¿Me acompañas Miguel?
El plan se ponía en marcha.
- Claro – respondió Miguel levantándose inmediatamente
Nando se quedó solo en la mesa. Excitado, nervioso. Siguió a la pareja con la vista hasta que se detuvieron en la barra. Estaba oscuro, había varias personas bailando en la pista, y le dificultaban ver lo que pasaba.
Por su parte Lidia y Miguel se sentaron en dos sillas de barra, estaban cerca uno de otro. Pidieron las copas y continuaron hablando.
- Bueno, ahora sólo hace falta esperar un poco. Dudo que aguante mucho tiempo. Se pondrá celoso, vendrá y me pedirá que vayamos a casa.
Ambos tomaron un trago y continuaron la conversación.
¿Lo ves?
Si. Nos está mirando.
Bien, ahora creo que podemos acercarnos un poco más.
Y mientras lo decía, Lidia, se acercó para hablarle cerca de la oreja y posó un brazo sobre su hombro. Durante 10 minutos estuvieron hablando muy cerca. El volumen de la música ayudaba esta proximidad y, entonces, Miguel pasó un brazo por la cintura de Lidia que lo toleró como parte del plan.
Nando no se levantó de la mesa, en parte porque no quería dejar sin vigilancia los abrigos y el bolso de Lidia, y en parte porque espiarlos a distancia le producía un morbo especial. Cuando vió como Lidia y Miguel acercaban sus caras, fue incapaz de saber si se besaban o si sólo hablaban, pero notó un escalofrío que recorrió su cuerpo de un extremo a otro.
- Ahora viene la puntilla. – le dijo Lidia al oído de Miguel - Iré al baño y tu me seguirás. Me esperaras fuera y cuando salga iremos a la mesa y le diremos a Nando que queremos ir a tu casa. Para entonces Nando estará tan cardíaco que me pedirá que regrese con él.
Sin duda, el plan iba sobre ruedas. Nando no vió a la pareja abandonar la barra y cuando detectó su ausencia se puso muy nervioso. Su instinto le pidió levantarse e ir a buscarlos allá donde estuvieran pero permaneció quiero. El corazón le latía a toda velocidad. Escaneo el local con la vista de punta a punta, intentando verles pero no fue capaz.
Hizo un intento de levantarse, pero sus piernas no respondieron. Y entonces los vió cruzar la pista en dirección a él. Venían agarrados de la mano y por su expresión estaban muy tensos.
De hecho, Lidia estaba muy nerviosa. Terminar con toda aquella obsesión dependía de la siguiente frase. Tenía que ser convincente. Tenía que ser real.
- Cariño, mi -mi- mi – tartamudeó – Mig-guel me ha pedido que vaya a su apartamento. Y le he dicho que sí. Pero tu no puedes venir.
El corazón de Nando dio un vuelco. Un calambre recorrió su cuerpo desde los pies a la cabeza y de la cabeza a los pies de nuevo. La piel se erizó, el corazón se aceleró tanto que parecía estar al límite del colapso y se quedó mirando a Lidia como un tonto.
- Y ahora que hacemos - Preguntó Miguel a Lidia.
Pero ella estaba en estado de shock. ¿Como Había podido pasar aquello? Su plan se había ido al traste en un solo segundo. ¿Cómo podía ser que Nando, con la cara de estupefacción respondiera aquello?
- Claro amor. Te esperaré en casa. Enviame alguna foto para saber lo que estáis haciendo.
Tonta, tonta, tonta, y mil veces tonta.
Nada más decir aquellas palabras, Nando se levando, abrazó a Lidia y le dijo al oído:
- Pásatelo bien… pero sobre todo, mándame fotos.
Le dio una palmada a la espalda de Miguel y se fue sin mirar atrás.
Lidia se quedó atónita, de pie, aún agarrada de la mano con Miguel que se la miraba con una mezcla de estupefacción y satisfacción.
Tomando la iniciativa, Miguel, empezó a andar obligando a Lidia a seguirle aún completamente desconcertada; salieron del pub, anduvieron unas cuatro manzanas y se detuvieron en un portal.
- ¿Entonces subimos? – preguntó Miguel
Lidia continuaba desconcertada, no sabía cual era el siguiente paso, así que respondió:
psi…. Supongo que habrá que subir…. Ne….ne..necesito una copa – Lidia nunca había tartamudeado pero ahora simplemente se entrecortaba.
Supongo que es lo mejor, ya arriba, nos calmamos un poco y planeamos el siguiente paso. – comentó Miguel.
Y subieron. Sin ser consciente de nada Lidia siguió los pasos de Miguel; sin observar el portal, ni darse cuenta de tomar el ascensor o cruzar el umbral del apartamento de Miguel. Simplemente se encontró sentada en un sofá, con una copa en la mano, y Miguel mirándosela de frente desde un cómodo sillón.
CAPÍTULO 4: SESIÓN DE FOTOS
Miguel rompió el silencio preguntándole:
- ¿Y ahora que?
Eso, “¿Y ahora que?. No tenía respuestas.
- Por un lado, podemos simplemente pasar el rato, ver una peli, tomar un par de copas, charlar de cualquier tema y en un par de horas regresas a tu casa. De hecho era el plan inicial. Aunque…. Si no enviamos ninguna foto, Nando no se va a creer nada de lo que le cuentes.
Lidia se quedó pensativa unos segundos.
- Tienes razón con lo de las fotos, pero tampoco nos vamos a acostar para hacerlas.
Tomo un largo trago de su copa, hasta dejarla a la mitad. Se miró a Miguel y le pareció atractivo. ¿Por qué no se había fijado en él hasta ahora? Era un poco más alto que ella; vestía una americana casual que le sentaba muy bien. El pelo desordenado, un principio de barba y ojos claros. Muy claros. Vació la copa con otro buen trago.
Inmediatamente, Miguel le llenó la copa y dijo:
- Te parecerá una locura, pero, ¿y si simulamos un coito? Vamos al dormitorio, te tumbas, te quitas un poco de ropa, hasta donde te parezca conveniente, y posas sexy para que pueda tomarte unas fotos. Luego invertimos los papeles y yo me desnudo para que me puedas tomar fotos. Por mi parte puedo desnudarme del todo, o hasta donde tu quieras; tu pones los límites.
Lidia notó como el alcohol empezaba a afectarla.
- La verdad es que no me gusta mucho la idea.
Se levantó y se quedó mirando un cuadro de la pared como una tonta.
- Bueno, seamos esquemáticos, a mi modo de ver tenemos 3 opciones:
Primera: Dejamos pasamos el rato charlando o viendo la tv y en un par de horas regresas a tu casa contándole a tu marido una película de sexo desenfrenado, pero sin ninguna prueba que la confirme.
Segunda: Nos tomamos fotos uno al otro simulando un coito y en un par de horas regresas a casa con un montón de fotos para demostrarle a tu marido lo cornudo que es.
Tercera: Nos desnudamos y disfrutamos de una sesión de sexo desenfrenado y cuando terminemos, regresas a casa con fotos de sexo explícito que dejaran a Nando patidifuso.
- Por mi parte, cualquiera de las opciones es buena, aunque como comprenderás, la tercera es mi preferida.
Lidia se había vuelto a sentar mientras Miguel exponía sus alternativas.
Ya sabes que la tercera va a ser que no. Ya te lo dije el primer día cuando te propuse mi plan. – Respondió firmemente Lidia.
De hecho, el plan original tenía prevista la primera opción, pero el cabrón de Nando la ha echado a perder al pedir fotos. – Añadió
Bueeennnnnooo - dijo arrastrándo la voz – supongo que tenemos que plantearnos la segunda.
A Miguel se le escapó una pequeña sonrisa, aunque por suerte, Lidia no se percató de ella.
- Pues venga… vamos a ello. – dijo Miguel abriendo paso hacía su dormitorio con Lidia pocos pasos detrás.
Lidia se sentó en la cama y echó un vistazo rápido a la habitación. Era bastante grande, con una cama de matrimonio, una puerta corredera que daba a una terraza y una mesa escritorio pequeña en una esquina. Pero sobre todo le gustó que estuviera limpia y ordenada.
- Empezaré yo – dijo Lidia con los últimos atisbos de iniciativa – toma mi teléfono y haz las fotos.
Miguel tomó el teléfono y se preparó para tomar fotos.
- Intenta ponerte sexy. Supongo que cuanto más enseñes mejor para convencer a tu marido. Tu sabrás hasta donde quieres llegar. Ya sabes que yo no intentare convencerte para que hagas nada que no quieras hacer.
Lidia se tumbó e inmediatamente su cabeza tuvo la sensación de flotar. Tuvo que abrir los ojos para no marearse. Vestía una falda hasta las rodillas, medias abiertas, y una camisa estampada con colores; así que al tumbarse, la falda se levantó un poco mostrando buena parte de la pierna.
Miguel tomó las primeras fotos.
Lidia se desabrochó un par de botones de la camisa dejando ver un buen escote. Sus grandes pechos quedaban aprisionados por un sujetador negro.
Miguel continuó tomando fotos.
Lidia giró sobre si misma colocándose a cuatro y levantando el culo
Miguel continuó tomando fotos.
Lidia se incorporó un poco, sentándose en la esquina de la cama, y con un movimiento calculado, se quitó el sujetador y lo tiró sobre la mesita de noche.
Miguel tomó más fotos, del escote que prácticamente dejaba ver unas preciosas aureolas oscuras y del sujetador desordenadamente colocado sobre la mesita de noche.
Lidia notaba como un calor le subía por los pechos hasta su cara que empezó a enrojecerse; se presionó los pechos levantándolos pero sin mostrarlos aún. Notaba una extraña excitación. Exhibirse delante de un extraño, ligeramente mareada por el alcohol y disgustada con su marido porque había fastidiado su perfecto plan. Tenía ganas de vengarse de él, de desinhibirse, de sofocar aquel calor que la estaba torturando.
Levantó ligeramente su falda, y se quitó una media. Luego otra y, finalmente, con un calculado tirón se quitó las braguitas para lanzarlas encima del sujetador y las medias que yacían sobre la mesita de noche.
Miguel tomó las fotos de Lidia quitándose las medias y las braguitas. De las braguitas con una inconfundible manchita en la zona de la bulba. De lidia con la falda hasta los muslos y los pechos liberados pero aún ocultos detrás de la fina camisa.
Lidia se notaba arder. Se desabrochó un par de botones más, hasta que sus voluminosos pechos escaparon de la camisa y Miguel pudo disfrutar de unas vistas esplendidas sin dejar de tomar fotos.
Finalmente, el último botón de la camisa fue desabrochado, pero Lidia no se quitó la camisa. Se tumbó, levantando las rodillas y dejando que Miguel tomara unas fotos espectaculares desde el pie de la cama; donde se podía ver la humedecida vagina de Lidia apenas oculta por la falda.
Entonces, Lidia se incorporó. Intento recomponerse un poco. Tomó aire profundamente e intento serenarse un poco. Le hizo falta una enorme fuerza de voluntad, pero logró tomar el control de la situación y dijo:
- Creo que con esto es suficiente. Ahora te toca a ti.
Aquella interrupción decepcionó a Miguel, pero no dejó que Lidia lo percibiera.
Miguel le entregó el teléfono a Lidia, que sin abrocharse la camisa se preparó para tomar fotos.
- Detenme cuando creas que ya tienes suficientes – dijo Miguel mientras se quitaba la americana y la dejaba encima de una silla.
Con calma, se desabrochó el cinturón y el botón de los pantalones, pero no se los quitó. Antes se sentó en la cama y se quitó la camisa mostrando un pecho fuerte y musculoso. No era un adonis, pero se le marcaban los músculos del abdomen. No tenía pelo en el pecho por lo que Lidia supuso que se lo había depilado recientemente.
Mientras tanto Lidia tomaba fotos, pero a pesar de haber podido controlar la situación, notaba como su cuerpo ardía. Sus labios se humedecían; ambos labios se humedecían.
Miguel se levantó, y apoyándose sobre el respaldo de la mesa, se quitó a la vez los calzoncillos y los pantalones liberando un pene completamente erecto.
Lidia no pudo evitar notar un sofoco. Por un momento se le olvidó tomar fotos, porque aquel miembro no sólo era más grande que el de su querido Nando. Era mucho más grande; probablemente el doble. Y gordo. Lo único en lo que pudo pensar era en que era hermoso.
Entonces Miguel se acercó a Lidia que intentó retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared. Tenía a Miguel a pocos centímetros de su cuerpo. Notaba su calor. Notaba su aliento. Notaba su pene presionando sobre su barriga. Se sintió abrazada y notó como una mano rozaba su pecho, para luego agarrarlo completamente.
Intento alejarlo empujándolo con las manos sobre aquel pecho ardiente pero no tenía fuerzas. Miguel era un hombre apuesto, inteligente, simpático y… estaba completamente desnudo enfrente de ella.
Y sin ser consciente de como sucedió, notó que tenía su pene agarrado con una mano. Estaba duro, caliente y ligeramente húmedo.
Miguel cogió el teléfono que aun sujetaba Lidia con una mano, y empezó a tomar fotos de sus dos cuerpos tocándose. De la mano de Lidia agarrando aquel miembro descomunal. De la cara de Lidia, mordiéndose los labios, con los ojos semicerrados y respirando agitadamente.
Y entonces todo se estropeo. Sin previo aviso, el teléfono sonó rompiendo el encantamiento y deshaciendo el instante. Era Nando.
Inmediatamente, Lidia cogió el teléfono y cortó la llamada. Pero el momento había sido interrumpido tan abruptamente que le permitió a recuperar su porte y mientras se ponía el sujetador y las medias dijo:
- Bueno, creo que ya tenemos suficientes fotos. Con esto voy a dejar a Nando completamente satisfecho.
Miguel no pudo hacer nada más que balbucear incrédulo:
- ¿Cómo? ¿Me dejaras así?
Pero Lidia no se dignó a responderle. Desesperada buscó las bragas, pero al no encontrarlas en la mesita de noche salió del dormitorio y como poseída por el diablo abrió la puerta del apartamento y, echando una última vista atrás, dijo:
- Gracias Miguel, pero no puedo ir más allá. Ya te había dicho que hoy no pasaría nada…. Y – dudó – y…. –
Tras un breve silenció continuó:
- Y ha pasado más de lo que tenía que pasar… mucho más. Tengo que irme. – Y se fue, cerrando la puerta tras de sí con energía pero notando como la humedad de su sexo resbalaba por sus piernas.
Cuando llegó al portal tuvo una incómoda sensación de desnudez; por un momento se planteó regresar para buscar sus bragas, pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo aún ardía. Su sexo aún rezumaba líquidos y sabía que sí regresaba, no podría detener lo que tanto deseaba hacer.
Llamó un taxi y mientras se recuperaba desbloqueó el móvil y mandó un mensaje a su marido.
[Lidia] Estoy regresando, llego en 20 minutos
Inmediatamente recibió respuesta.
[Nando] ¿Como ha ido?
[Lidia] Bien. Ya te contaré cuando llegue a casa.
Cerró el móbil pero inmediatamente sonó el sonido de mensaje entrante.
[Miguel] Hola Lidia. ¿Qué ha pasado? No te imaginas como me has dejado. Eres una mujer increíble y ahora que he podido disfrutar un poco de ti, deseo más que nunca tenerte cerca.
Y poco después le mandó una foto. Era un primer plano de su polla, aún dura y grande pero con una gran cantidad de semen esparcida sobre su musculosa barriga.
[Miguel] Perdona si te molesta esta foto. Pero he creído que te gustaría saber lo que tu hermoso cuerpo ha provocado en el mío. Te deseo.