Quiero más leche (2)
Tras el primer día de gang-bang Vanesa ansiaba más. Y tenía un ejército de pollas a su disposición...
QUIERO MÁS LECHE (2)
Para recordar la historia desde el inicio, recomiendo leer o releer la primera parte de la historia ("quiero más leche (1)").
Me levanté pronto. Muy pronto. Tanto que pude contemplar un amanecer excepcionalmente bello. El cielo estaba teñido de tonos ocre y anaranjado. Salí al exterior de la casa para contemplar más de cerca el espectáculo. Y para sentir en mi rostro esos rayos iniciales que indicaban el despertar de un nuevo día. Esa sensación de frescor natural que puede percibirse y hasta olerse siempre que estás en la sierra, cerca de la montaña. ¡¡Qué maravilla!! Por un momento, casi había olvidado porqué estaba allí. Pero fue sólo un brevísimo instante.
Me acerqué quedamente al dormitorio de Vanesa para no perturbar su sueño. Al llegar, observé que ya se estaba duchando. Me aproximé a su figura y nos dimos un largo y relajante beso en los labios. Como en el día de ayer, repuso fuerzas en abundancia ante lo que se le venía encima y posteriormente comenzó a acicalarse y prepararse para la fiesta.
Por mi parte, tenía que seguir ejerciendo mi papel de anfitrión. Fui a buscar a la docena de hombres que permanecían en casa. Poco a poco se fueron levantando. Todos ellos pasaron por la ducha correspondiente y estaban listos y dispuestos para disfrutar de un buen desayuno. Un par de ellos me acompañaron a buscar a un bar cercano, churros con chocolate. Los trajimos para la casa y cierto es que nos pusimos las botas. Como es habitual en estos casos, los comentarios fueron subiendo de tono y la temperatura alcanzó registros volcánicos al hablar de Vanesa. Sobre todo a cargo de los cuatro hombres que aún no habían podido catarla, pero sabían de lo que ella era capaz.
Entre todos fuimos acondicionando el enorme salón para que todo estuviese a punto cara a los grandes momentos que se avecinaban.
Pasados escasos minutos del mediodía, apareció Vanesa. Lucía más majestuosa que nunca. Su entrada en escena volvió a ser espectacular. Bajaba las escaleras acompañada de una sensual música, al ritmo de la cual contoneaba sus caderas y su trasero. El personal se estaba excitando cada vez más. Ella bajaba lenta y sexual las escaleras que la llevaban al placer
Vanesa. Portaba una combinación miniatura (por el tamaño) de color negro y azul que apenas tapaba sus pezones y su coño depilado. El culo quedaba completamente al descubierto (sólo quedaba tapada la raja). Llevaba unos grandes aros brillantes en cada oreja donde podía leerse la palabra BITCH y el brazo izquierdo aderezado con pulseras de perlas de varios colores que casi lo tapaban hasta la altura del codo. Asimismo, para darse más realce, llevaba una espectacular diadema brillante sobre la cabeza. Para rematar el vestuario, calzaba unas preciosas sandalias plateadas con sus 10 cms. de tacón y una larga boa (no confundir con serpiente) aterciopelada de color rojo que la hacía parecer como lo que en esos momentos ella quería ser: la auténtica zorra y reina de la fiesta.
Para ir calentando el ambiente, nos obsequió con un fenomenal y excitante numerito de striptease hasta quedarse únicamente con las pulseras y los aros. Toda la concurrencia estaba muy caliente y casi todos con los pantalones bajados y unas erecciones más que importantes.
Al finalizar el striptease, Vanesa habló: " vosotros cuatro, venid aquí. Por vuestra paciencia tenéis bien merecido un tratamiento especial. Podéis hacer conmigo lo que os venga en gana. No tendré un NO como respuesta para vosotros. Soy toda vuestra."
Como si de la salida de un gran premio de fórmula 1 se tratase, inmediatamente las pollas se alzaron enhiestas a la búsqueda y captura de su heroína. La rodearon entre los cuatro y Vanesa inició un espléndido ejercicio de mamadas absolutamente digno de ser enseñado en las mejores escuelas de putas. Absolutamente increíble.
Tal fue la dedicación y empeño de mi mujer que uno de los hombres no aguantó más y le llenó la boca con su semen, el primero de una larga lista. No sé si había tomado viagra porque, lejos de cejar en su erección, ésta permaneció como si tal cosa para alegría de Vanesa.
Un hombre corpulento, de casi 190 cms. de altura, que se hacía llamar David, hizo recostar a Vanesa sobre él para meterla todo su polla por el coño. Mientras ella chupaba de manera alternativa y continua otras dos pollas. Simultáneamente, el más pequeño de ellos que atendía por Juanma, trataba de penetrar a mi mujer, pero no por el culo, sino también por el coño. Tan excitada y guarra se sentía Vanesa que lograron su objetivo. No sin dificultad, las dos pollas entraron en su cueva delantera con unos gemidos de placer que sobrevolaron toda la casa. El alarido final de Vanesa fue de los que hacen época.
David y Juanma dieron paso a Javier y Koldo que les relevaron a plena satisfacción. Pero con una doble penetración tradicional. Mi mujer seguía sin perder tiempo y persistía chupando pollas. David ya no pudo aguantar más y le llenó de lefa toda la cara, dejándola completamente embadurnada Vanesa se tomó un breve respiro.
En menos de cinco minutos, Vanesa volvió a la carga. Solicitó un consolador realístico negro de 30 cms. que habíamos comprado para la ocasión. Lo colocó en el suelo y poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, jaleada por todos, fue introduciéndoselo hasta que sólo quedaron 4 ó 5 cms. por meter. Sus fluidos vaginales cubrían por completo el dildo. Pidió que se fueran acercando para mamar sus pollas.
Koldo dijo que la quería follar por el culo y, obviamente, Vanesa accedió. Mientras David la penetraba con el consolador, Koldo le daba por el culo y por el aspecto que reflejaba la cara de Vanesa ella estaba encantada. La escena se repitió con Juanma y Javier. Antes de que todos descargaran su leche sobre Vanesa, Koldo y Juanma intentaron una doble penetración anal.
Por más que lo intentaron fue imposible. El pene de Koldo, no muy largo, era demasiado ancho y no pudo ser. En cambio, sí consiguieron una doble penetración anal con dos consoladores pequeños. A este momento, se sumó Juanma que le metió su polla (la más pequeña de todas) por el coño. Esa era mi mujer: un zorrón con una polla en el coño, dos consoladores en el culo y mamando dos pollas más. David se encargaba de que los consoladores del culo no dejaran de entrar y salir de la cueva trasera. Llegó el premio final y la leche volvió a inundar la boca y la cara de Vanesa con un aspecto de satisfacción difícil de describir.
Vanesa se despidió para tomarse un "break" como dicen los anglosajones. Al cabo de unos 90 minutos regresó. Sólo llevaba puesto un precioso collar de brillantes con cuatro filas de piedras que hacían de gargantilla majestuosa y de ella caían varias filas de brillantes que le llegaban hasta el pecho. Ella sabía que era mi collar favorito y me excitaba mucho verla con él.
Mi mujer era consciente de ello y velozmente vino hacia mí. Me bajó los pantalones y empezó una tremenda mamada que duró varios minutos. Resistí a duras penas, pues me moría por follarla. Cuando al fin se detuvo, manifestó a los que la escuchábamos: " quiero que mientras mi marido me da por el culo, me folléis en la boca hasta correros en ella. De uno en uno. Todos. Y si alguien quiere y puede repetir ya sabe dónde encontrarme. "
Así fue. El espectáculo continuaba y en esta ocasión yo era uno de los protagonistas. No me costó nada encular a mi mujer. Tenía el ano más dilatado que nunca. Mi aparato entraba y salía sin la menor dificultad. Al igual que las pollas de la docena de hombres que compartía con nosotros esta excitante escena. Durante todo el tiempo, Vanesa no utilizó las manos para orientar las pollas que le acometían la boca. Le sobraba y bastaba su órgano bucal para ir chupando polla a polla, extrayendo el preciado líquido que poco a poco iba llenando su cara hasta dejarla totalmente irreconocible.
Por mi parte, quería ser el que derramase las últimas gotas de néctar lácteo sobre mi mujer, pero cuando estaba siendo follada en la boca por el octavo hombre, no pude resistir más y acercándome a ella le llené su cabello de toda mi leche acumulada. Vanesa aún tuvo tiempo de sentir la última enculada de uno de los hombres negros, mientras iba tragando más raciones de lefa. Finalmente fueron cuatro los que tuvieron la capacidad de repetir y rellenar más aún si cabe la cara de Vanesa con más leche. Contando la mía, tenía diecisiete lechadas sobre ella.
Vanesa estaba irreconocible. Cara, pecho, cuello, cabello (y lógicamente también el precioso collar) estaban llenos de esperma. Sólo le delataba la felicidad que indicaba su sonrisa. Su sueño, otra vez, se convirtió en realidad y había conseguido superar todas las expectativas.
El primer día saboreó y engulló el semen de dieciséis hombres. El segundo día tragó la de cuatro más y como fin de fiesta disfrutó y se embadurnó con diecisiete descargas más. UN TOTAL DE 37 emisiones seminales. Mi mujer era toda una campeona.
Cuando todo hubo acabado, de vuelta a casa, vestida muy elegante (tal y como es habitual) me dijo: " gracias por todo cariño. Te quiero más que nunca. Estoy deseando llegar a caso y lo que ha quedado grabado." Me guiñó un ojo, me hizo parar el coche en un área de servicio y me premió con una mamada lenta y profunda que no cesó hasta tener el semen que aún me quedaba almacenado en su garganta profunda