Quiero correrme para ti
Por eso a partir de hoy no puedes volver a correrte para mí, no volveré a mirarte, no volveré a espiar tus pajas, nunca más, hasta que no descubras quien soy. Cuando lo sepas vas a tener que venir a pedirme polla y a suplicar que te de mi semen.
Me despertó el ruido de la lluvia golpeando el cristal de las ventanas, casi no había pegado ojo en toda la noche, y solo llevaba durmiendo una hora, desde que mi marido se había ido a trabajar, pensé mirando el reloj del móvil. Entonces desperté de golpe, al recordar toda la ropa tendida en el patio, que ya debía estar más que seca, pero ahora empezaría a mojarse. Aparté la ropa de cama, y pensé que aun podía salvarla, ya que estaban todos los uniformes de mi marido.
A esas horas, nadie iba a estar mirando. Me dije, saliendo a recoger la ropa tan solo con la camiseta con la que dormía, y mis braguitas.
Las gotas aún no habían mojado ni el suelo, ni la ropa, empecé a quitarla del tendedero, lanzándolas al cesto con prisa, notando como empezaba a llover más fuerte. Había colocado el cesto bajo una mesa, por lo que toda la ropa que echaba dentro, se salvaba del agua que empezaba a caer con fuerza, empapándome por completo, haciendo que mi camiseta de verano se pegara mi cuerpo. Cogí las últimas prendas ya demasiado mojadas, y me dispuse a colgarlas enfrente, bajo un toldito, donde tenía un tenderete de esos de acordeón, más pequeño que usaba para emergencias.
Mientras tendía, le sentí por primera vez. Y digo le sentí, porque fue solo eso una sensación, algo que no sabes descifrar, esa sensación de que alguien te observa, pero miré y no vi nada.
Seguí tendiendo y finalmente tras echar un último vistazo, cogí el cesto, pero de repente noté la tela pegada a mi cuerpo y en un acto de total irresponsabilidad y casi locura, dejé el cesto en el suelo, me quité la camiseta, para después girarme hacia la pared y tenderla junto al resto de la ropa, con una sonrisa malvada. No había ningún vecino asomado a las siete de la mañana, acababa de comprobarlo. Además era una gozada sentir la lluvia resbalar por mi torso desnudo, mientras regresaba dentro, sin prisas. Hasta noté como el agua fría endurecía mis pezones y antes de entrar, me quedé unos segundos parada bajo la lluvia, empapándome de ella, pero sobre todo disfrutando de esa agradable sensación, junto con el morbo de hacer algo “irreverente”.
Una vez dentro me puse mi albornoz aun sonriendo, y sequé mi piel de repente caliente, notando el cosquilleo de la excitación entre mis piernas. Me encantaba esa sensación previa a la masturbación, el saberte cachonda, el saberte caliente, ese desear más, ese subir más alto para bajar luego de golpe. Me tumbé en mi cama, desbroché el albornoz y con ambas manos empecé a estimular mis pezones ya duros desde la ducha de lluvia, notando como a la vez que los pellizcaba y daba tironcitos, el placer repercutía entre mis piernas, subiendo el calor de mi sexo, haciendo que este mojará aún más mis bragas de lo que las había mojado ya la lluvia...
Pronto una de mis manos abandonó un pezón, y fue bajando por mi torso, acariciando mi ombligo, llegando al elástico, colándose bajo la tela húmeda, buscando el foco de calor entre los labios de mi sexo, para explorar mi vulva, mis dedos ya ansiosos recorrían mi rajita empapada de jugos, en busca de ese montículo palpitante para rodearlo, estimularlo. Primero con desidia, para ir profundizando sintiendo la tensión de mis muslos, de mi cuerpo concentrando toda su energía en el placer que se avecinaba...pero hoy quería más, y dejé el otro pezón, para unir mi mano izquierda a la fiesta que había entre mis piernas, busqué la entrada principal y me hundí con dos dedos, sintiéndome, abriéndome, separando ambos dedos sin moverlos en el fondo de mi vagina, suspiré, apoyé los talones en la cama y busqué más profundidad con mis caderas, cerré los dedos y salí a medias solo para volver a incrustarme con más fuerza, hasta el fondo. Suspiré y aceleré, mis caderas, los dedos que me follaban, los que estimulan mi clítoris...jadeé sintiéndolo crecer en mi interior, notando como llegaba...mordí mis labios cuando se hizo insoportable y mi cuerpo estalló mojando mis dedos mientras me corría.
Aun temblaba cuando saqué los dedos de mi cuerpo, de mis bragas, y como siempre los llevé a labios, lamí y chupeteé, degustando el sabor de mi orgasmo, de mi placer solitario y a escondidas.
Esa misma mañana al regresar a casa después de hacer mil cosas, vi que había carta en el buzón, y lo primero que me llamó la atención fue que no llevaba remitente.
La subí conmigo y al llegar a casa la abrí intrigada:
“Solo quería darte las gracias por el maravilloso espectáculo de esta mañana (la piernas empezaron temblarme, al darme cuenta de lo que eso significaba) fue realmente alucinante gracias a mi insomnio disfrutar de ti, vivir contigo ese momento mágico aunque fuera en la sombra.
Disfruté viendo como el agua empapaba tu camiseta, como poco a poco iba pegándose a tu cuerpo, dejándome ver casi la perfección de esas curvas, que siempre intuí en tu cuerpo, como a poco, el agua revelaba mucho más, marcando tus pezones en la tela mojada. En ese momento ya me tenías a tu entera disposición. Cuando creí que el espectáculo iba a terminar, me das la espalda, y la cosa lejos de empeorar, mejora, me regalas el vaivén de tu culo, apenas cubierto por esas braguitas también mojadas. Ahí, te confieso que ya no podía parar de masturbarme, aunque saboreando el momento. Lo hice lentamente, creyendo que eso iba a tener que bastarme, para acabar con lo que tú habías empezado. Y cuando me disponía a meter otra marcha, descubro que a mi brujita particular le gusta jugar, y para mi deleite te quitas la ropa mojada, dejándome contemplar lo que solo había visto cubierto por la tela. Te confieso que hubiera podido correrme en ese momento, pero estaba demasiado atónito, mirando como la lluvia golpeaba tus pezones duros, para seguir resbalando por tu torso, para terminar mojando aún más tus braguitas. Cuando te has quedado quieta, en ese momento, nada hubiera ya podido frenar el torrente de semen bañando mi mano, mientras me corría en tu honor, mirándote bajo la lluvia, disfrutándote y quien sabe, imaginándote haciendo lo mismo unos minutos después a solas en tu habitación.
Solo quería que supieras, que ha sido la mejor de mis pajas, y que he gozado compartiendo tu momento.
Ahora me encantaría pedirte una sola cosa, mañana, tú y yo, sin buscarme, sin importarte quien soy, solo sabiendo que estaré ahí mirándote, compartiendo tu momento... ¿volverás para mí? ¿Harás bajo el toldo lo que a lo mejor hiciste a escondidas? ¿Lo compartirías conmigo brujita?”
Cuando acabé de leer la carta estaba temblando, de nervios, no; estaba más excitada de lo que recordaba haberlo estado jamás.
Y si amanecí al día siguiente, caliente, mojada y excitada como me había acostado. Cuando oí el clic de la puerta al cerrarse, y me supe sola en casa, la sensación se multiplico por mil.
Había pasado el día anterior, pensando en quien podía ser, y llegando a la conclusión de que al ver como dijo, mi culo mientras tendía, solo podía ser de mí mismo edificio eliminando así los del edificio de enfrente.
Por supuesto que no iba a salir, no iba a masturbarme en el patio a las siete de la mañana para que un vecino lo viera...con esa idea me había dormido la noche anterior, pero ahora ya no era ayer, sino mañana, y el morbo acentuaba el deseo que incendiaba mi cuerpo, que hacía arder mi sexo, el cual deseaba ser acariciado, y lo peor de todo, no podía evitar que imaginar ser observada por “él” quien fuera, me excitara aún más.
Salí al patio, sin ser demasiado consciente de lo que hacía, incluso diciéndome a mí misma que solo iba a “mirar”, a intentar cazar quien podía ser. Pero cogí un banquito de dos escalones que tenía en el patio, lo llevé bajo el toldo, colocándolo en un rincón, me senté en el apoyando la espalda contra la pared. Miré hacia arriba y vi los cuatro balcones a cada lado, con una ventana por balcón, lo que me daba un total de ocho vecinos.
Todas las puertas estaban cerradas, ya había empezado a refrescar, escondí más a un lado el banquito y así reduje a cuatro los balcones. Subí los pies al primer escalón, luego al segundo y disimuladamente metí mi mano entre mis muslos, toqué la tela húmeda de mis bragas, presioné estas contra mi sexo, sintiendo el calor, mojando aún más la tela, necesitaba tocarme, necesitaba eliminar la tela entre mis dedos y mi sexo. Me apoyé más en la pared, cerré los ojos y aparté la tela a un lado, abandonándome a la necesidad de calmar el deseo.
No tardé en temblar bajo mis dedos, conocedores de mi coño, mordiendo mi labio y aun así seguía caliente, volví a mirar sin ver nada, mientras hundía mis dedos en mi vagina, una y otra vez, buscando con el pulgar aumentar el placer, que no tardó en volver a hacer acto de presencia, llevándome a un nuevo orgasmo.
Volví más pronto de mis cosas, aun así como esperaba y en el fondo deseaba de nuevo tenia misiva en el buzón.
“ha vuelto a ser un espectáculo verte gozar y hacerlo contigo, aunque hubiera preferido ver mejor tu coño, tus preciosas tetas... hoy parecías más cohibida, demasiado preocupada cuando no deberías estarlo, a esas horas nunca hay nadie, solo yo te miro brujita, solo yo disfruto de tus pajas. Mañana, ¿vas a enseñarme tu coño y tus tetas? Me encantaría verlas mientras imagino que mi semen baña tu cuerpo en vez de mi mano.”
Joder ese tío me ponía a mil y no pude evitar al día siguiente de nuevo, volver al mismo sitio, a la misma hora, pero esta vez dejé mi camiseta y opté por ponerme un bata corta, la cual abrí mientras me tocaba. Me excitaba exhibirme para “él”, me ponía cachondísima el peligro de que alguien más pudiera verme, y ese día me corrí tres veces. Volví casa a media mañana buscando como si fuera una droga en el buzón mi carta.
“Hoy ha sido espectacular, ni te imaginas como me he corrido viendo esas tetas y tu coño bruja, como he imaginado bañándote de semen, mientras mi polla temblaba en mi mano, no sabes cómo me gustaría hacerlo si me lo permitieras. Si mañana tendieras ropa donde siempre lo haces, si llenaras los hilos de sábanas y te colocarás entre ellas, casi al final, desnuda para mí, esperando que bañara tu cuerpo con mi semen...”
Por supuesto que al día siguiente los hilos estaban repletos de sabanas, hasta casi debajo de los balcones, dejé qué las sabanas se unieran un poco camuflándome entre ellas, tumbada en el suelo sobre una toalla, abrí mi bata y empecé a tocarme, los primeros rayos de sol me cegaban, pero sabía que estaba ahí, en algún lugar mirándome, abrí más las piernas, separé más los labios de mi sexo y no tardé en correrme por primera vez, seguí como ya era costumbre, porque mi cuerpo pedía más y cuando volví a correrme, noté unas gotitas salpicar mi vientre, mis pechos y mi pubis, mientras mi cuerpo temblaba con el placer del orgasmo, y no fue hasta después, cuando vuelve la calma después de la tormenta que fui plenamente consciente de lo que eran esas gotitas que habían salpicado mi cuerpo, moje mis dedos y note el semen de “él” por primera vez sobre mi piel, mientras los dedos de mi otra mano volvían a llevarme a un nuevo orgasmo apoteósico, mientras el viento matutino mecía las sabanas sobre mi cuerpo caliente.
“Hoy ha sido delirante brujita, ¿te ha gustado mi semen? A mí me ha encantado verte salpicada de él y eso que solo por unos segundos no me pescan dándotelo, los de enfrente, pero ha valido la pena correr el riesgo. Hubiera preferido derramarme en tu boquita hambrienta, oírte pedírmelo mientras me chupas con gula, quiero volverte adicta a mi leche, a mi polla...me ha encantado que juegues conmigo sin importarte ni siquiera quien soy, pero quiero más.
Por eso a partir de hoy no puedes volver a correrte en el patio para mí, no volveré a mirarte, no volveré a espiar tus pajas brujita, nunca más, hasta que no descubras quien soy. Cuando lo sepas vas a tener que venir a pedirme polla y a suplicar que te de mi semen. Si de verdad quieres volver a correrte para mí, si quieres seguir en esta partida, vas a tener que saber con quién juegas bruja, quiero dártelo todo, pero quiero que me veas cuando lo haga”
La idea de pasar a más me asustaba, no entraba en mis planes la infidelidad con un desconocido, una cosa era jugar a masturbarme mientras alguien me miraba y otra...
Pero por otra parte la idea de acabar con ese juego, de no volver a sentir el morbo, la excitación que me había provocado esos días los mejores orgasmos...
Empecé a analizar a todos los vecinos con lupa, apenas nos saludábamos, con muchos de los del edificio, a pesar de llevar tres años viviendo allí.
Fui descartando a todos hasta llegar a Jaime, creo que se llamaba el del tercero. Era un hombre de unos cincuenta y algo. Llevaba muchos años en el edificio y por lo que ponía en el buzón parecía vivir solo. Era un hombre serio con el que tan solo me había cruzado alguna que otra vez en el portal, ni siquiera recordaba haber subido con él en el ascensor. Era un hombre, grande, de pelo canoso, con barba y ojos marrones, bastante atractivo, pero siempre tenía el semblante serio, siempre parecía estar en otro mundo, como si estuviera siempre demasiado liado, como si no reparara en lo que le rodeaba. Tenía que ser él, el resto eran simplemente demasiado anodinos, demasiado corrientes, demasiado casados, demasiado jóvenes o simplemente no encajaban en el papel, como de repente parecía encajar Jaime.
Pasé los siguientes días estudiando sus horarios, y a finales de semana, estaba preparada para encontrarme con él, cada vez que salía y o regresaba, en los tres días en los que le asedié en el portal, en el ascensor y hasta en la calle con una sonrisa y varios saludos haciéndome la encontradiza, tengo que decir que no noté nada extrañó en él, ninguna puta pista que me indicara que era el correcto, pero pesar de ello lo sabía.
El lunes encontré una nueva misiva en el buzón:
“Bruja, ¿Aun no lo sabes? Te veo y me duelen las pelotas, necesito darte leche ya, no le des tantas vueltas, no vas a tener ninguna pista, no lo vas a tener más fácil que ahora, si lo deseas, solo tienes que dejarte llevar y subir a pedir lo que anhelas, lo que sabes que tengo y que es todita para ti”
Después de comer, intenté descansar un rato, dejar de pensar en la carta, dejar de pensar en él, pero era imposible, no conseguía dejar que todo mi cuerpo deseara subir a por más, porque ya ni siquiera me saciaba masturbarme a solas en mi cama cada mañana, le necesitaba a él, necesitaba su complicidad en mis pajas. Por más que intentara pasar página, ese hombre se había metido no solo bajo mis bragas, se había metido bajo mi piel, y le necesitaba, porque sin él mis orgasmos y mi placer ya no eran lo mismo.
Me di una ducha, en principio aun con la esperanza de olvidarme del tema, pero al abrir el cajón elegí mis mejores bragas, y rehúse ponerme sujetador, solo me puse un pantalón cómodo y una camiseta, cogí las llaves, cerré la puerta y me metí en el ascensor temblando.
Cuando toqué el timbre de su casa, pensé que hasta podía equivocarme y hacer el ridículo más espantoso ante el más serio de mis vecinos, pero entonces Jaime abrió la puerta.
Llevaba un pantalón gris cómodo, con cinturilla elástica casi como el mío, una camiseta básica y zapatillas y se quedó callado, mirándome, esperando. Me perdí en sus ojos marrones, en su mirada penetrante y lo tuve claro:
—Vengo a por lo mío, quiero polla, quiero que me des tu semen –le dije de un tirón
Él se quedó mirándome unos segundos y luego sonrió antes de decir:
—Ya era hora bruja, creí que no ibas subir nunca –su voz ronca me puso a mil y se hizo a un lado para que entrara
Mis braguitas se empaparon al oírle, él cerró la puerta cuando entré, me miró como si fuera devorarme, mientras yo deseaba que lo hiciera.
—Ven bruja, tómala –dijo sacando su polla del pantalón
Y allí mismo, tras la puerta, aferré esa polla perfecta, caliente, ya dura y sin dejar de mirarla empecé a meneársela.
— ¿Te gusta? –pregunto excitado, mirándome a los ojos
—Mucho –le dije mirando sus labios entre los pelillos blancos de su barba
— ¿Puedo quitarte la camiseta bruja?
—Si –le dije asintiendo
—Sabía que no lo llevarías, que traerías tus preciosas tetas libres. He deseado acariciarlas desde el día que te mudaste, desde que te vi subiendo esas pesadas cajas, con las mejillas coloradas y me saludaste, con esa dulce sonrisa que ilumina tus ojazos. Deseé arrancar esa caja de tus manos, y llevarte a rastras a mi cueva. He deseado esto desde ese día bruja. –dijo, tan solo rozando el contorno de mis pechos.
—Nunca note nada, siempre parecías tan absorto... –gemí cuando sus dedos bordearon mis pezones ya duros
—Si bruja, absorto pensando en la necesidad de hacerte mía
—Siempre tan centrado y concentrado, tan controlado...
—Centrado en no perder los papeles, concentrándome para mantenerme alejado de tu cuerpo, intentando controlar el deseo de poseerte... –su voz me hechizaba, sus dedos ahora me acercaban al nirvana.
Temblaba de deseo, sintiéndole palpitar en mi mano, masturbándole lentamente, sin querer que cesaran nunca esas sensaciones que me estaban volviendo loca.
—Ahora por fin estas aquí, pero voy a necesitarlo todo, necesito que seas consciente de ello. Porque si no estás dispuesta al todo, prefiero que acabe antes de empezar.
—Quiero esto, quiero quedarme Jaime, quiero ser tuya.
Y entonces él frenó mi mano, la agarró junto con la otra y me llevó por el pasillo casi idéntico al mío, me llevó a su habitación y allí ante su cama me quitó el pantalón y me tumbó en el centro.
Cerré los ojos cuando sus manos agarrón mis tobillos y levantando una de mis piernas empezó a besar mi pie, a lamer mis dedos...
—No cierres los ojos, quiero verte, quiero disfrutarte mientras te como.
Dios, no podía estar más cachonda, sus manos, sus labios y su lengua, recorrieron cada centímetro de mi piel, saltándose el rincón que más caricias deseaba, mi coño necesitaba urgentemente su atención.
—Pídelo bruja, dime que deseas
—Cómeme, Jaime. Necesito correrme...
Y Jaime me devoró, primero hizo arder mis entrañas con sus dedos, luego sus labios subieron un poco más la temperatura, los pelillos de su barba me hacían cosquillas, me excitaban aun mas y finalmente su lengua liberó la tensión creada, haciéndome correr como no lo había hecho jamás, retorciéndome en esa cama, que olía a él, a deseo, a pasión, a sexo...lamió hasta la última gota que abandono mi cuerpo, y cuando mi cuerpo se calmó, su boca abandonó mi coño dejándolo huérfano, pero creando un nuevo camino de fuego desde mi pubis, pasando por mi ombligo, subiendo por mi torso y parándose a jugar con mis pezones, con sus labios y sus dedos, con su lengua, para terminar mordiéndolos, dando tironcitos, volviendo a encender otra hoguera entre mis piernas. Mientras su polla dura rozaba mi muslo y su glande dejaba la humedad que confirmaba su propia excitación.
—Necesito follarte, bruja
—Hazlo Jaime, fóllame –pedí
Entonces se recolocó entre mis muslos, metió sus grandes manos bajo mi culo, y subió este a sus muslos, mientras me agarraba de las caderas acercándome a su falo.
— ¿Quieres polla, bruja?
No contesté, apoyé mis pies en la parte de atrás de sus pantorrillas ya que él estaba arrodillado entre mis piernas, y elevé las caderas, su glande se deslizó entre los pliegues de mi vulva, tiró de mí y entró lentamente, haciendo que su polla rozara las paredes de mi vagina, clavándome, atrayéndome, abriéndome, llenándome...matándome de un placer exquisito.
— ¡Abre los ojos!
Y le miré mientras me corría antes incluso, de que llegara al final.
—Así brujita, córrete con mi polla, es toda para ti –dijo quedándose quieto, mientras los espasmos de mi orgasmo estrujaban su falo
Se inclinó ligeramente, agarrándose a la parte de arriba del cabecero mientras me corría, y cuando empezaba a bajar de la nube a la que me había subido el orgasmo, dijo:
—Ahora voy a follarte bruja, apenas he podido moverme mientras te corrías, porque no hubiera sido capaz de parar, quiero llenar ese coñito caliente y hambriento de semen, ¿vas a dejarme? –preguntó, empezando a moverse dentro de mi
Aun no podía hablar, y mi cuerpo pedía más, mis piernas se entrelazaban detrás de su culo, mi coño apretaba esa polla que volvía matarme de placer, y en ese momento solo quería que siguiera, que me follara a reventar...
—No pares Jaime, no dejes de follarme...te necesito...no pares –suplicaba a medida que sus arremetidas eran más salvajes, más profundas...
No sé cuántas, no sé el tiempo, ni el ritmo, mi cuerpo sudaba, temblaba y ambos jadeábamos en ese camino sin vuelta atrás.
—Voy a correrme bruja, voy correrme –jadeó hundiéndose una y otra vez
Y oír su placer mientras me follaba a reventar buscando su liberación, hizo que mi cuerpo volviera explosionar bajó el suyo.
—Yo también me corro, no pares, fóllame; así, más, más
Y mientras me corría, noté el calor de su corrida, profundamente, chapoteando, mezclándose con la mía.
Se tumbó a mi lado y su mano acarició mi pubis distraídamente sin opción pero con mimo, mientras intentábamos volver a respirar con normalidad.
—Cómeme bruja –pidió tan solo diez minutos después
— ¿Ya? –sorprendida por la tan temprana petición tras su orgasmo
—Ya brujita, llevo demasiado tiempo esperándote, no quiero esperar más.
Y más que gustosa me arrodillé a su lado, dispuesta a venerar esa polla que tanto placer me había dado.
Empecé a besar sus muslos, sus ingles y sus pelotas antes de llegar a su polla, que sabía a ambos, y eso lejos de desagradarme como solía pasar, me estaba volviendo loca ahora, porque todo había empezado a parecerle enloquecedor en Jaime, su olor, su sabor, su voz, su polla, sus manos, su manera de follarme...
Su mano acariciaba mi espalda, e iba bajando por mi culo, apretándolo, acariciándolo a medida que yo iba bajando, clavándome su polla hasta la garganta, mientras masajeaba sus huevos, disfrutando de sus gemidos, notando sus dedos colándose en mi rajita, recorriéndola, empapándose de nuestros orgasmos anteriores, empezando a chapotear en mi interior, haciendo que creciera mi hambre, que mi boca devorara esa polla con gula, mientras sus dedos ya me follaban sin piedad.
Cuando ambos estábamos totalmente enloquecidos dándonos placer mutuo, disfrutando salvajemente, gimiendo como posesos, dio un alarido y sacó sus dedos de mi coño encharcado, se agarró la polla apartándola de mi boca, presionando con fuerza, vi como sus nudillos se ponían blancos por la presión ejercida y sus jadeos incontrolados me decían que estaba al límite. Le quería así, quería su semen, quería saborearle y mi boca busco sus dedos, los lamí glotona, notando también mi sabor en ellos, chupeteándolos, entonces él los apartó ligeramente de su falo y los metió en mi boca, para que los succionara, mirándonos con deseo.
—Joder bruja, como me pones
—Quiero tu corrida –le dije, dejando sus dedos para volver a su mástil palpitante
—Pues no pares cielo, no dejes de chuparme –dijo clavando de nuevo sus dedos en mi coño
Un minuto después, noté el temblor de sus muslos, bajé llenándome de él y con un suspiro quedo, empezó correrse en mi garganta, en mi boca...y mientras tragaba, lamia e intentaba no dejar escapar una sola gota fuera de mi boca, y volví a correrme.
Me estiré sentándome sobre mis pantorrillas, aun de rodillas a su lado, pero él tiro de mi atrayéndome a su pecho, buscó mi boca y morreo la mía, relamiéndome.
—Sabes a mí, a ti, a sexo, a mi bruja.
Cuando más tarde, bajé en el ascensor de vuelta a casa, tuve la certeza de que acababa de crearse un punto de inflexión en mi vida, desde el que a partir de ese momento y pasara lo que pasara ya habría un antes y un después de que Jaime entrara en mi vida.