Quiero

Prosa poética erótica.

Quiero

Quiero besarte el lóbulo de una de tus orejas, mordértelo con la misma blandura que la arcilla húmeda. Abarcar en tu cintura, besar ese tatuaje que tienes, rozar mis labios con los tuyos, mis piernas con las tuyas, juntar mi pecho con tus pechos frondosos –aplastándolos a mi torso–. Juntar mi vientre con el tuyo, mis muslos con tus muslos, rozar mis brazos con tu espalda, que está queriendo huir de los escalofríos y no lo puede hacer sin ayuda. Besarte las rodillas. Ir por tu cuello y bajar lentamente con mi lengua hasta encontrar tus glúteos –que parecen sacados de un molde–, para hacerles cosquillas. Para frotarlos, apretarlos, amasarlos, morderlos, dar suaves palmadas rítmicas en ellos y terminar besando y lamiendo tus muslos en la parte de abajo. Amorrar la cabeza hacia el surco que hay entre tus pechos y luego al surco entre tus glúteos, solamente para besarlos y lamerlos también.

Quiero mezclar mi fluido con el tuyo hasta que tus posaderas brillen como dos cucharas para helado nuevas, con tantos rebotes que me estás dando. Hasta llegar al cenit de la satisfacción mutua. Hasta que nuestras urgencias dejen de ser tales, sintiendo ambos una acaramelada humedad caliente justo, en donde más queremos sentirla. Hasta que mis ahora partes escurridizas tengan sus propios recuerdos de ti, y tus ahora partes escurridizas tengan sus propios recuerdos de mí. Sus propias marcas invisibles.

“Rico, rico, rico”, es lo que me haces pensar con cada cabalgada que me das en la cama. O a veces en el sillón, o a veces en una silla, cuando tu tórax sube y baja con gran vehemencia. La misma vehemencia con la que tus caderas se clavan y se desclavan sobre mi vientre, fundiendo nuestras zonas pudendas en una sola. ¡Ta, ta, ta, ta! ¿Lo sientes al imaginártelo? ¿Lo sientes todo, bendita mujer? ¿Sientes el calor crecer desde tu vientre? ¿Sientes el calor crecer en la base de tu espalda? Me tienes la extensión venosa a punto de reventar, a punto de estallar, y me la vas a dejar seca. ¿Sientes cómo se va endureciendo y profundizando cada vez más adentro de tu vientre? ¡Pa, pa, pa, pa!

Pequeña pausa

Una pequeña pausa. Un beso y una caricia. Alivio temporal. Silencio y nada más que silencio. Y luego un acuoso y pegajoso ¡ta, ta, ta, ta! Un pequeño intervalo. Un beso y una caricia. Alivio momentáneo. Silencio y sólo silencio. Y luego un acuoso y pegajoso ¡pa, pa, pa, pa! Descanso de unos segundos. Un beso y una caricia. Alivio pasajero. Silencio de hombre y silencio de mujer. Y luego un acuoso y pegajoso ¡ra, pa, pa, pa! Reposo de unos segundos. Un beso y una caricia. Alivio transitorio. Silencio varonil y silencio mujeril. Y luego un acuoso y pegajoso ¡ra, ta, ta, ta!

Palmazos de muslos masculinos y glúteos femeninos. Portazos y porrazos de carne y piel. Una voz femenina grita extasiada “¡ah, ah, ah, ah!”. Una voz femenina grita, atrapada en un laberinto de sensaciones, “¡ay, ay, ay, ay!”. Una voz femenina grita sorprendida “¡oh, oh, oh, oh!”. Una voz femenina grita agradecida “¡uh, uh, uh, uh!”. Una voz femenina grita contenta y a mandíbula cerrada “¡mmm, mmm!”. Ambos, con la boca abierta y los ojos cerrados la mayor parte de la secuencia.

Una voz femenina me dice, mirándome de frente, “no te salgas, mi amor”, “mi hombre, no te salgas de mí”, “por favor, por favor y por favor, no te salgas de mi cuerpo”, “te lo digo en todos los idiomas si hace falta”.