Quieres volver con él

No puedo permitírtelo. Te quiero demasiado como para dejar que vuelvas con ese hijo de puta.

¿Cómo dices? ¿Quieres volver con él? Lo siento. No puedo permitírtelo. Te ha hecho demasiado daño como para que yo ahora te deje volver con él. Me dices que te quiere, ¡Claro que te quiere! Pero no te respeta. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará, por que no sabe cambiar. No cambiará y seguirá haciéndote daño. Seguirá siéndote infiel por que no comprende el significado de la palabra ‘fidelidad’, y es muy tarde ya para enseñársela. Es muy tarde ya para cambiar.

Y yo lo sé por que soy el que mejor lo conoce ¿Recuerdas? Él no tiene secretos conmigo y sabes que contigo sí los tenía. Sabes que tenía secretos por que me fijaba en tus miradas, y me dolía tu pena. Sin embargo, no sabías qué te escondía, aunque yo sí. Yo lo sabía y no tuve huevos para decírtelo a tiempo, para ahorrarte tanto dolor. No tuve valor para decírtelo por que si te lo decía te alejarías de él, y por lo tanto también de mí, y eso me paralizaba. Y yo me moría por dentro sabiendo todo lo que te hacía. Yo sabía que mientras él te hacía el amor pensaba en otras. Te ponía otras caras y otros cuerpos. Por eso siempre callaba mientras vuestros cuerpos desnudos se juntaban bajo las sábanas. Tenía miedo de llamarte por otros nombres y que descubrieras su mentira. Yo lo sabía por que él me lo contaba. ¿Recuerdas? Él me lo cuenta todo. Día tras otro me contaba que se callaba para no llamarte Carmen, Isabel, Silvia, Eva… y por eso se callaba mientras te follaba. Y después, estando los dos abrazados en la cama, estúpida de ti, sólo le decías: "Me gusta cuando callas y estás como ausente…", mientras él se enjugaba una lágrima de remordimiento.

Yo lo sé todo. Lo sé por que lo veía y me lo contaba. Sé que mientras sus manos pasaban por tus pechos pensaba en Eva. Sé que mientras acariciaba tu culo pensaba en Marta. Sé que mientras metía su cabeza entre tus piernas pensaba en Silvia. Y sé que mientras estaba con todas ellas pensaba en ti. Te quiere, y te quiere mucho, pero no te respeta, y por eso no puedo dejar que volváis a estar juntos. Llámame cabrón, pero no puedo dejarte que lo hagas. No voy a dejarte que te hagas más daño tú sola. Búscate a otro. Yo lo voy a obligar a él a buscarse a otra, por que no quiero que te haga más daño.

No puedes volver con él, te ha hecho demasiado daño. Por eso voy a alejarlo de ti. Voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que no vuelva a pensar en ti. Voy a tratar por todos los medios que te olvide en otros ojos, en otras mujeres. Voy a intentar que pierda tus recuerdos en el fondo de una botella de whisky. Voy a mantenerlo bien lejos de ti y de tus llamadas. No pienso dejar que te haga más daño que el que te ha hecho. Voy a hacer que se folle a otra, a otra que me importe menos, o que simplemente no me importe, pero no a ti. Voy a conseguir que se ligue a otra en la misma discoteca donde ya conoció a las mujeres con las que te engañaba. Quiero que te olvide y sé que me va a ser muy difícil conseguirlo.

Sé todo lo que me duele saber. Sé que tus pechos, tus bonitos pechos, no eran los únicos que el amasaba en sus manos, ni tus piernas eran las únicas que él besaba desde la punta de los pies hasta el sexo húmedo. Sé que no eran tus brazos los únicos que le abrazaban y que no eran tus orgasmos los únicos que llenaban su cabeza. Mientras él empezaba el mete-saca sé que en algún rincón de tu mente tú aún estabas presente. Eso lo sé, pero no por que me lo contara, si no por que lo sabía. Demasiados cuerpos desnudos estuvieron bajo su cuerpo sudoroso de excitación, demasiadas mujeres y tú sólo eres una. La mejor, pero una.

Son demasiadas cosas. Demasiado daño. Demasiadas lágrimas. Demasiadas mentiras. Y él, ese hijo de puta, que me miraba a los ojos y se sonreía. Sonreía echándose flores y pensando que no te enterarías. Hasta que al final, no pude más con mi culpa. Mientras él sonreía, quise darle un puñetazo en la boca, quise destruirlo, pero lo único que conseguí fue romper el espejo en mil pedazos, y cortarme con el cristal. Después, con la mano aún envuelta en una venda manchada de sangre, cogí el teléfono para llamarte. Te llamé para confesar. A partir de entonces todo se acabó, y te quiero tanto que no te voy a permitir reabrir tus heridas.

Ahora suena mi móvil, y en la pantalla aparece tu nombre. No lo cogeré. Sé lo que quieres y no voy a dejarte. Te quiero demasiado como para permitirte que vuelvas conmigo. Te he hecho demasiado daño. Te he engañado con demasiadas durante demasiado tiempo. Sigue llamando si quieres, pero no responderé, por muchas lágrimas que caigan en mi almohada.