¿quieres seguir jugando?

¿Alguien sabe qué rige nuestros actos? No podía creérmelo. Mis muslos temblaron...

Una faldita y una camiseta de tirantes, un tanga de hilo y su mano deslizándose entre mis muslos.  Un suspiro. Un primer pensamiento pasó por mi cabeza para recordarme que aquello no estaba bien. Que su novio podía entrar en cualquier momento. Yo no era así… ¿Cuándo había deseado el orgasmo de la mano de otra mujer? No era así.

Pero ¿alguien sabe qué rige nuestros actos? No podía creérmelo. Mis muslos temblaron, todo mi cuerpo se estremeció al contacto de sus dedos, seguía sacando los cubitos de hielo de aquel plástico  a la par que me abría de piernas facilitándole el camino a Helena. No me atrevía a girarme. Tan solo alcé mi culo,  apenas imperceptiblemente,  más cuanto más me mojaba… empapando el tanga.  Sentí la yema de sus dígitos rozando el hilo, buscando con suavidad mi clítoris, a través del canal de flujos en el que se había convertido mi coño.

Su mano izquierda  rebuscó bajo mi camiseta hasta encontrar mis pezones duros como piedras, gruesos, su mano derecha deslizó un par de dedos hundiéndolos en mí mientras su lengua mordía mi cuello hasta capturar el lóbulo de mi oreja, podía escuchar sus suspiros. Sacó sus dedos bordeando los labios para meter tres en un mete saca delicioso, exasperante.

Yo seguía sin girarme. Sin decir nada. Empujando en sus dedos con fuerza mientras sentía una de sus manos en mi agujero y otra frotando mi clítoris. Las mías  estaban apoyadas en el fondo de la poza del lavaplatos y, a decir verdad, llegado ese momento, me importaba un bledo nada… ya pensaría después.

El frío de los cubitos deshaciéndose alrededor de mis dedos contrastaba con la sensación de estar ardiendo.  Retorciéndome como una culebra. A punto de convulsionarme y consciente de que me había dado a ella. “¿Quieres seguir jugando?” ronroneó helena en mi oído sin dejar de follarme con fuerza. Yo asentí nerviosamente. Gemí como una gata en celo buscando ser cogida.

Abrió un cajón y no pude evitar mirar… era un huevo vaginal. Estaba tan mojada que entró de golpe, sus dedos lo empujaron.  Comencé a temblar tan pronto lo sentí vibrar en mi vagina, la contraje, apreté mi culo mientras ella dejaba de tocarme y mi vagina no cesaba de ser estimulada hasta rozar el climax.

Alzó mi camiseta hasta sacarla por mis manos frías, las gotas caían entre las dos.  “voy a correrme… pronto”  musité. Ella sonrió mientras se colaba entre yo y el fregadero hasta capturar uno de mis pezones ente sus gruesos labios, lo mordió, tiró suavemente y lamió succionando. Uno. Otro.   Sus dedos seguían frotando el punto en que me deshacía y el huevo comenzó a vibrar más fuerte. Instintivamente  lo apreté  sujetando su cabeza contra mi pezón.

Y lo sentí.

Alfredo. Era él. Tenía que ser él ¿Quién si no? Me separaba las nalgas y su lengua se deslizaba en pasadas largas de arriba a  abajo de mi culo. Lo saqué ofreciéndoselo sin dudar un sólo segundo… llegado a este punto ni siquiera me importaba quien era. Lo único que me importaba era que me follara de una vez.

Un dedo jugó en mi culo, mientras la lengua de él llegaba a mis labios vaginales y succionaba. Volví a temblar y sentí sus dos dedos penetrándome mientras yo empujaba como si me fuera la vida en ello. Helena subió  y me besó, abrí la boca dejando que su lengua me la follase sin miramientos. Gemí. Gruñí. Rogué “joder” mis rodillas se doblaron y los sentí sujetarme entre ambos por la cintura.

Por un momento me vi devorándole la boca a Helena, apretándole los pechos bajo la camisa… tiré  de ella y un par de botones saltaron.  Sus pechos redondos y generosos salieron al aire y los cogí entre mis manos comiéndolos. “Dios, si vamos chupa” ella susurraba en mi oído hasta hacerme hervir. Su dedo entró hasta tocar el huevo y  siguió el río de flujos hasta el clítoris. Por un momento el dedo de ella debió rozar la lengua de él.

¡Dios estaba tan cachonda!  Volvimos a comernos la boca hasta mordernos. Sentí las manos de Alfredo abrirme, apoyarse en mi entrada y presionar. No era difícil  pasar esa puerta.  Por un instante el dolor se mezcló con el calor y el placer y me tensé pero apenas duró unos segundos. Su polla entraba y salía despacio mientras él me sujetaba por las caderas haciendo chocar sonoramente su pelvis en mi culo.

Helena bajó despacio, besando y lamiendo mi abdomen mientras él endurecía el polvo montándome como a una yegua salvaje.  Mis manos de nuevo se aferraron a la fregadera. Miré hacia abajo y  me convulsioné. La cabeza de ella se afanaba en chupar, lamer y hundir su lengua  y veía las fuertes manos de Alfredo presionándome la cintura, y parte de su cuerpo chocar sonoramente.

Gruñí… el huevo seguía bailando dentro. Su polla empujaba hasta la saciedad. Aquella boca comiendo con un hambre voraz… comencé a temblar y  me aferré al metal entre fuertes espasmos.   Grité. Apreté el culo y lo sentí embistiendo con tanta fuerza que parecía partirme en dos, rasgarme por dentro. Se apretó rígido y miré abajo. La vi temblando en un orgasmo... que se abría provocado ella.

Ahora venía lo difícil… volver a la normalidad, ¿podría?