¿Quieres follarte a tu padre? I
Padre e hijo se encuentran por casualidad, de ese encuentro Fran descubre que su hijo esconde un gran atributo y ya no se lo puede quitar de la cabeza hasta que lo consigue.
Hola a todos, después de un tiempo de descanso vuelvo a escribir. Como sabéis suelo escribir fantasías de diverso tipo, ojalá fuera real, pero creo que intento acercarme lo suficiente para que sea lo más morbosa posible para todos. Todo aquel que quiera puede escribirme contándome sugerencias, mejoras o posibles ideas para futuros relatos. Aquí os dejo mi email nenexx023@gmail.com
Lo primero de todo es presentarme, mi nombre es Fran, soy un hombre de 46 años, casado y padre de dos hijos, Raúl y Javi, el mayor acabando el bachillerato y el otro en la ESO.
Mi vida es como la de otro cualquiera, y cuando digo esto, como la de otro cualquiera me refiero a que llevo una vida pública y otra oculta. Como otros tantos hombres casados que llevan vidas paralelas. Pese a llevar felizmente casado algo más de diecisieta años, siempre he procurado buscarme aventuras fuera del matrimonio. Matrimonio el cual me vi algo forzado por la familia y amigos.
Dejando el pasado atrás, lo que les voy a contar empezó a suceder hace unos meses. Yo soy un tío que le gusta cuidarse, no es que sea un adonis, pero suelo ir al gimnasio varios días por semana. Allí tengo algunos conocidos con los que suelo entrenar. Uno de ellos en mi amigo Juan, un cincuentón casado y con vida paralela como yo, de hecho, es la única persona de confianza que sabe que me van los tíos en secreto. Se lo confesé un día que lo pillé haciéndole una mamada a otro en los vestuarios del gimnasio. Pues bien, este amigo es más dado a los encuentros casuales, está enganchado a las apps de citas y suele frecuentar sitios de cruising. Yo por el contrario suelo ser más discreto, soy comercial para una empresa de materiales de construcción y casi siempre estoy de viaje y eso me permite quedar con gente de otras ciudades, muy rara vez quedo con alguien de mi ciudad.
He de decir que causo buena impresión, tengo facilidad para quedar con los tíos, casi siempre lo hago por chat de contactos. Aunque soy un tío de cuarenta y tantos años soy toda una putita con los hombres, me encanta verme sometido, prefiero recibir antes que dar y soy bastante morboso. Mis gustos son muy variados, desde mayores a jovencitos, ya sean gordos o flacos, ya he dicho que sobre todo me puede el morbo. Tengo que reconocer que mi perdición son los chavalitos jóvenes, aunque escaseen para un tío como yo.
En cuanto a mi físico, como he dicho antes, suelo trabajarme el cuerpo en el gimnasio. Soy de comprensión grande, alto, sobre 1,83, fuerte, de grandes piernas y brazos. No estoy gordo, pero tengo un abdomen y pectorales fuertes. Me he conservado bien durante estos años y todo gracias a que nunca he dejado de hacer deporte. Lo que sobre todo llama la atención en mí es el vello negruzco que cubre mi cuerpo, sí, soy bastante velludo, y eso atrae a muchos tíos, soy un completo oso. Y además llevo barba espesa y cuidada que me da un toque fenomenal. Todo esto gana mucho más debido a que siempre voy en traje por mi trabajo, lo que me hace marcar el culazo grande y respingón que tengo.
Nada que ver con mi amigo Juan, bajito, calvo y gordo. Pero no sé cómo se las apaña que siempre consigue lo que quiere. Es un puto vicioso, le encantan las pollas, siempre que coincido con él me cuenta alguna de sus hazañas con los tíos. Ese día no iba a ser menos, el tío venía muy contento. Me contó que esa misma mañana había ido a hacer unas compras a un centro comercial de nuestra ciudad, como él sabía y aprovechando que iba solo, se fue directo a los baños de la planta baja que eran frecuentados por hombres buscando tema. Él por no desaprovechar esa oportunidad allá que se metió buscando que le dieran de mamar o que le follasen el culo. Para su suerte, según me contaba, apareció un chico joven con uniforme de unos de los institutos cercanos, el chico estaba de muerte decía, no tardaron mucho en meterse en uno de los cubículos con váter para que el chico pusiera a mamar a mi amigo. Al parecer una de las pollas más espectaculares que se había comido.
Tanto le había gustado que habían quedado en repetir a los pocos días, pero Juan quería que esta vez fuera yo también. No estaba seguro, mi amigo sabe que no hago estas cosas en nuestra ciudad por el tema de la discreción, pero cierto es que llevaba semanas sin comerme nada y lo necesitaba.
Llegado el día y después de haberle dado varias vueltas al tema decidí ir con Juan al centro comercial, esa mañana la tenía algo más despejada y allí que me planté con Juan.
La idea era que yo esperaría en uno de los urinarios pegados al que ellos se meterían y después de tantear al chico presentarme yo también para compartir aquella polla.
Nos metimos en los aseos de la planta baja, había movimiento de gente, pero ni rastro del chico. Me metí en el urinario mientras que Juan esperaba en los lavabos hasta que llegase el joven. Yo estaba bastante excitado por la situación, pero estaba empezando a ser un poco desesperante, allí no aparecía nadie.
Al cabo de unos minutos oí como Juan hablaba con alguien y a los segundos se escuchaba como entraban en el urinario de al lado. Esperé unos segundos y me asomé con discreción por la parte de arriba a ver que veía. Allí estaba mi amigo sentado en el wc. sobándole la entrepierna al chico, éste estaba de espaldas a mí y llevaba gorra hacía atrás por lo que no pude verle, lo que sí se me hizo conocido es el chándal que llevaba.
Escuché a Juan decirle que había otro hombre que quería probar su polla, si podía entrar, el chico dijo que si a lo que Juan me silbó para darme la señal que tenía vía libre.
Salí de donde estaba y fui con ellos, cuando abrí la puerta me quedé paralizado al ver aquella escena y quien estaba. En el escaso transcurso de salir de un lado y abrir la puerta del otro, Juan ya le había sacado al chico la polla por encima del elástico del pantalón y se la mamaba con gusto. Y vaya si la tenía grande, vaya rabo. Pero eso no fue lo que más llamó mi atención, sino a quién pertenecía esa polla…
- PAPA??!! – exclamó el chico, intentando guardarse su pene empalmado en los pantalones.
Sí, efectivamente aquel chico pollón era mi hijo mayor Raúl. Apenas pude reaccionar. Volví sobre mis pasos casi sin pestañear y corrí hacía el parking donde tenía el coche. Arranqué y salí de allí sin saber a dónde ir. El corazón me iba a mil por horas, no sabía si llorar o gritar. No sabía que temía más, si descubrir a mi hijo así o que él me descubriera a mí.
Aparqué en un área de servicio de la carretera. Necesitaba relajarme, pero con tanto nerviosismo no me había percatado que tenía una erección de campeonato. Cierto era que no se me iba esa imagen de la cabeza, mi hijo, mi propio hijo dándole de mamar a aquel tipo gordo y pervertido, no paraba de pensar en esa polla dura entrando en la boca de mi amigo y él disfrutándola como el mejor de los manjares.
Inconscientemente bajé mi mano sobándome el bulto. ¿Qué me pasaba? ¿me excitaba mi propio hijo?, he de reconocer que es un chico muy guapo, y que está en la edad que ya está formado como un hombre, alguna vez me había fijado en él. Raúl para nada había salido a mí, sino a su madre, un chico dulce y cariñoso, con cara de niño bueno, algo tímido, que contrastaba con lo que acababa de presenciar. Más bajo que yo, piel clara y ojos verdes, juega en un equipo de futbol de ahí su cuerpo atlético y que apenas tenga un ápice de grasa, se le marcan bastante los músculos las veces que lo he podido ver en bañador o por casa en gayumbos. Y para sorpresa mía lo que acababa de descubrir, semejante pollón. Hasta lo poco que pude ver y recuerdo, una buena polla gorda y larga, de las que marcan venas, de buen calibre y con un capullo rosado de los que podría estar chupando horas.
A esas alturas ya me había sacado el rabo por la bragueta y me estaba haciendo la paja del siglo pensando en aquello. Me había puesto cachondísimo esa escena. Me la meneé con tanto ímpetu que acabé corriéndome sobre el volante y salpicando el cristal del coche. Aún después de haberme corrido mi cabeza seguía en éxtasis pensando en mi hijo, me atraía, quería tenerlo. Un mensaje en el móvil me sacó de mi abstracción, era de Juan, me pedía disculpas por lo ocurrido, se excusaba en no saber quién era aquel chico, pasé de contestarle, en ese momento sentía una mezcla de enfado y envidia hacía Juan.
Seguí mi día trabajando, distraído, como pude, no quería llegar a casa y encontrarme con mi hijo, no sabría que decirle. Le puse un mensaje a mi mujer diciéndole que llegaría tarde, que cenaba con unos clientes, era mentira, pero no quería encontrarme con nadie. Cuando se hizo tarde volví a casa, no sin antes cascarme otra paja en el aparcamiento.
Al día siguiente me marché de casa temprano, y volví a llegar tarde a casa, así estuve durante unos días hasta que ya no puede esquivar las responsabilidades y me tocó ir a recoger a Raúl al campo de fútbol donde había jugado. En teoría iba a ir su madre, pero le surgió un inconveniente y finalmente tuve que ir yo sin que él lo supiera.
Llegué al lugar y allí estaba mi hijo, no me esperaba por la cara de asustado que puso, se subió al coche saludando lo justo y nos pusimos rumbo a casa sin ni siquiera mirarnos a la cara. Una vez en el aparcamiento de la casa Raúl me cogió del brazo…
- Papá, ¿no vamos a hablar de lo del otro día?, supongo que tú tienes las mismas preguntas que yo… - dijo el chico algo nervioso.
- Verás hijo, supongo que ya eres mayorcito para saber lo que haces, no te juzgo, no me importa si te gustan los hombres, pero solo te digo que tengas cuidado. – le dije actuando un poco de padre.
- Si papá, creo que me atraen los hombres más que las mujeres, y ya he experimentado para saber que me gusta…pero ¿y a ti? – me preguntó.
- Esto viene de hace tiempo Raúl, a veces el matrimonio no es todo lo perfecto que se ve, por eso quizás yo me tengo que evadir de esto buscando en otro lado, quiero a tu madre, pero al verdadero yo también le gustan los hombres, aunque por mi edad y mi estatus lo tengo que llevar oculto. – le explicaba mientras lo miraba detenidamente, llevaba los pantalones de su equipación por encima de los muslos, se los veía perfectamente formados y ese bulto marcado me hacía recordar la escena pasada y me excitaba.
- Lo entiendo papá, no se lo diré a nadie, pero tampoco cuentes tú lo mío, apenas lo sabe nadie. -me pedía con esa carita de pena.
- No te preocupes hijo, será nuestro secreto. -lo abracé, oliéndolo, sintiendo su cuerpo pegarse al mío.
Subimos a casa e hicimos como si nada hubiera pasado, pero algo en mi había cambiado, ahora veía a mi hijo con otros ojos, veía aún más sus atributos, no paraba de quitarle ojo a su entrepierna, por no hablar del culo perfectamente esculpido que tenía. Me estaba empezando a obsesionar con él, sin embargo, Raúl actuaba con total naturalidad, incluso lo notaba como más cercano a mí. No le importaba pasearse por casa en bóxer, incluso cuando se duchaba dejaba la puerta medio abierta. No me lo estaba poniendo nada fácil el crio.
Una tarde, harto de pajearme pensando en mi hijo, y después de haberlo pensado mucho, estaba dispuesto a intentar algo con él. No sabía si resultaría, lo que sí estaba claro que en casa no podía ser porque siempre había alguien, así que aprovechando que esa tarde le tocaba partido de futbol le dije a mi mujer que acaba pronto y que estaba cerca de donde jugaba que yo me acercaba a recogerlo.
Acabó el partido y lo saludé desde las gradas para hacerle saber que estaba allí, recogió sus cosas, se despidió de los compañeros y vino conmigo.
- ¿Qué tal hijo, como se ha dado? ¿tú no vas al vestuario a cambiarte? – le preguntaba cariñosamente.
- Hemos ganado jeje, y prefiero ducharme en casa, es más cómodo. – Me contestó subiendo al coche.
- Oye hijo quiero que sepas que estoy muy orgullosos de ti, por todo lo pasado, eres un buen niño y no quiero que estés mal conmigo. – le decía mientras ponía una mano en su muslo acariciándolo.
- No te preocupes papá, estoy bien y quiero que seas feliz. – me decía.
- Oye, no te importa que pasemos antes de ir a casa por una obra de un cliente mío, tengo que ver unas cosillas. – le decía volviendo a poner las manos en el volante.
- No hay problema. -contestó sacando su móvil y mirando instagran.
Era verdad que íbamos a una obra de un cliente mío, lo que no sabía Raúl es que no habría nadie, estaba a las afueras de la ciudad y aquello me daba la oportunidad perfecta para que nadie nos viera.
- Vaya, parece que ya se han ido. – le dije haciéndome el sorprendido cuando llegamos al lugar.
- Vaya, con lo lejos que está esto. – dijo algo cansado.
- Si, está retirado y no hay ni un alma por aquí. – le dije mirándolo de arriba abajo.
- Pues vamos no ¿no? – decía.
- Yo...Raúl...hay algo que quiero decirte y no sé cómo. – le dije con voz preocupada.
- ¿Qué pasa papá? – con cara de extrañado.
- Desde aquel día que te vi en los aseos con ese hombre…no te he podido quitar de mi mente. – lo miraba fijamente.
- ¿En serio? ¿No habíamos olvidado ese tema ya? – dijo soltando su móvil y prestándome atención.
- No sé si sabes por donde voy hijo... – volví a poner mi mano en su muslo.
- ¿Esto …papá… qué pretendes? – preguntaba dejando mi mano a su antojo.
- Eres muy guapo hijo, y eso que tienes entre las piernas no es normal… - le puse la mano encima del paquete.
- Joder, esto no puede estar pasando, ¡eres mi padre! – decía nervioso.
- Lo siento hijo, no puedo reprimir que me gustas, sé que está mal, pero ¿qué hago? – le aparté la mano viendo que no estaba dando resultado.
- Ya está...dejémoslo...esto no está bien... -se lamentaba.
- Dame un abrazo y olvidemos el tema. – le dije abriendo mis brazos.
- Lo siento papá. – me dijo devolviéndome el abrazo.
El abrazo se prolongó algo más de lo habitual, sentía su respiración agitada, como la mía, notar su calor y ese aroma a adolescente sudado y hormonas me ponía malísimo. Hacía que se me erizaran los vellos. No pude evitarlo, y separándome algo de él busqué sus labios y lo besé. Al primer roce él se separó, mirándome fijamente, supuse que me maldeciría, pero no, volvió a por mi boca, me correspondió el beso, esta vez abrí la boca y busqué su lengua, la encontré al momento y empezaron a entrelazarse, era un beso cálido y fraternal, de padre e hijo, cariñoso.
- No debemos...pero me gustas papá… - decía mientras aún saboreaba su saliva en mi boca.
Seguía besándolo, a la vez que alargué mi mano a su entrepierna, no puso reparo, y proseguí sobándosela. Se la notaba morcillona, medio empalmada y caliente.
- Desde el otro día que te vi en el centro comercial he deseado tener esto hijo. – le decía sobándole la polla.
- Ya es tuya papá, y, por cierto, no sabía que el gordito salido era amigo tuyo, lo siento. – decía mientras me acariciaba el pecho por encima de la camisa.
- Menudo cabrón está hecho Juan, mira que probar a mi hijo antes que yo. – le decía metiéndole la mano por los mulos debajo del pantalón y él se abría de piernas.
- Tengo que reconocer que la chupa bastante bien. – mientras me desabrochaba los botones de la camisa.
- ¿Lo dices para ponerme celoso? – le palpaba la polla dura dentro del bóxer, me estaba poniendo cerdísimo haciéndome esos comentarios.
- Los maduritos como vosotros tenéis un plus de experiencia. – el nene había empezado a sobarme los pezones y yo ya gemía sintiéndolo. - ¿no entiendo papá, como un tío tan macho como tú le gustan los chicos como yo?
- Cada uno tenemos nuestros gustos Raúl, y a mí me pueden los chavales como tú. – por fin pude sacarle la polla por la pernera del pantalón. – Hijo, no me acabo de creer el pedazo de rabo que gastas, ¿a quién has salido? Porque yo no tengo eso.
- Bueno papá tu tampoco vas nada mal. – decía mientras me agarraba el paquete.
- Vamos fuera, aquí estoy incómodo. – le dije, saliendo del coche.
No podía creer lo que estaba pasando, me estaba enrollado con mi propio hijo, por fin iba a tener ese pedazo de carne para mí solo. Fui a su lado, lo miraba sonriente, el nene se veía más emocionado que yo, con esa ropita de deporte, las calcetas por las rodillas, esa polla saliéndole por debajo del short, y la carita de tímido, me tenía loquito.
- Papá, me encanta que hayas dado este paso, yo también quería estar contigo, me pareces un tío super atractivo. – volvió a besarme, poniéndose de puntillas, es más bajo que yo, me metía la lengua por toda la boca mientras me pellizcaba las tetillas.
- Y yo hijo, estoy muy contento con esto. – le devolvía el beso, acariciando su espalda y su culo.
- Venga papá, sé que lo estás deseando, sácame la polla. – decía apartándose de mí y apoyándose en el lateral del coche.
Vaya imagen tenía, y vaya imagen le daríamos si alguien nos pillara, un tiarraco como yo con un chavalito. Raúl se subió la camiseta por los hombros, dejándosela al cuello, su torso era perfecto, marcando pectorales y tableta, se le notaba perfectamente la división, al contrario que yo solo tenía un poco de vello en el pecho y una leve línea desde el ombligo hasta la ingle. No aguantaba más, me fui para él, lo besé mientras le acariciaba el cuerpo, fui bajando por su cuello hasta su pecho, su piel era delicada y desprendía ese aroma a sudor juvenil. Chupé sus pequeños pezones rosados mientras él observaba atento y me dejaba hacer. Me arrodillé frente a su entrepierna bajo su mirada entre tímida y excitado.
- Vamos papi, quiero que me la chupes con todas tus ganas. – me decía acariciándome el pelo y mordiéndose los labios.
Agarré el elástico del pantaloncito, aún con parte de su rabo asomando por abajo, tiré con fuerza hacía abajo hasta dejárselos por los tobillos liberando ese enorme pollote que me traía malo. Prácticamente rebotó hasta quedarse a escasos centímetros de mi cara. Sentía su calor en mis labios, lo contemplaba con la boca abierta, aún no acababa de comprender como mi propio hijo tenía esas dimensiones, tan joven y con ese pedazo de tronco. El nene estaba buenísimo, y ahora era para mí.
- Tienes una polla deliciosa hijo, y enorme. – le decía agarrando su duro tronco con una mano y empezando a masajearlo.
Saqué mi lengua y la llevé a su capullo rosado, empecé a lamer cada centímetro, saboreándolo, recogiendo sus gotas de precum, con una mano en su tronco venoso y con la otra en sus huevos. Lo miraba de reojo, se retorcía de placer, jadeaba tímidamente dejándome disfrutar de su juguete.
- Papaaa pufff… que bien lo haces, se nota que no es la primera que te comes. – decía poniéndome sus manos en la cabeza y empujándome más hacia él.
Yo no hablaba, estaba gozando más que él, jugaba con mi lengua en su glande, por sus manos en mi cabeza supuse que quería que le diera más caña. Eso hice, abrí bien la boca y me la fui metiendo, palmo a palmo, tan solo llevaba la mitad y ya ocupaba toda mi boca. Me la saqué ensalivándola bien y volviéndomela a meter, esta vez abriendo mi garganta.
- Tragaa papi, tú puedes! – el cabrón del nene agarrándome por la nuca y dando un golpe de cadera me la encajó hasta la tráquea.
Apenas podía respirar, notaba su vello en mis labios y nariz, pero no me soltaba, y lo peor de todo que la notaba como se inflaba, le estaba encantado aquello a Raúl. Apenas respiraba por la nariz dando arcadas con el cipote de mi hijo dentro de mí. Me la sacó a los segundos viendo que no podía más.
- ¿Te cuento algo? – me preguntaba acercándose a mi oído mientras yo recuperaba el aliento y veía su mástil empapado de saliva. – El maricón de tu amigo no fue capaz de tragársela entera.
Esas palabras me pusieron aún más cerdo, tuve que sacarme la polla por la bragueta y empezarme a pajear. Volví a meterme aquel pedazo de carne, con una mano lo pajeaba a la par que se la mamaba, el nene solo resoplaba viendo cómo se la comía.
- Mummmmm papi oohh si sii, qué boquita tienes, como me gusta. – decía entre jadeos.
No podía parar de mamársela, era adictiva, le estaba dando tal comida que los chorreones de babas caían por mi boca y su miembro. Llevé mis manos a su trasero para poder sujetarme y dejar mi boca a su antojo, lo tenía prieto y perfectamente formado, no paraba de pensar la suerte que había tenido.
- Hijo, tenemos que recuperar todo el tiempo perdido, me vuelves loco, te adoro. – le decía ahora sobándole las piernas fibradas y metiendo mi cara debajo de sus huevos.
- Ohhh papaaa, lámeme bien los huevos, me encanta que jueguen con ellos. – me agarraba del pelo y me empujaba. – Madre mía papi, mi picha ocupa toda tu cara. - decía riéndose mientras le comía los huevos y le lamia el tronco.
Era una pasada, me encantaba su sabor salado, de sudor y restos de pis, podría estar horas comiéndolo.
- Me tienes a mil, ¡vaya comida de rabo me estás pegando! – decía aguantándose gemir mientras seguía afanado en sacarle brillo a sus cojones y pajeándolo a la par.
- Me habías dicho que te la chupara con todas mis ganas, y eso estoy haciendo y más por ser mi hijo. – volvía a metérmela en la boca, solo se escuchaban los chupetones que le estaba dando a aquel falo.
- Puufff papá! ¡¡Me voy a correr!! ¿quieres probar la leche de tu hijito? – me decía sujetándome la cabeza para que parase un momento dejándome la polla cerca.
- ¡Si! ¡Córrete en mi boca! – le decía intentando recuperar su pene.
- Pídemelo bien, ruega por la leche de mi nabo. – me decía en tono autoritario.
- Por favor hijo, dame tu lefa, preñale la boca a tu padre pervertido. – le rogaba mientras me pajeaba.
- Voy a follarte esa boquita tragona que tienes hasta reventar en ella papi. - cogiéndome de los lados de la cabeza y encajándome la polla moviéndose rápidamente, haciendo que sus huevos rebotasen en mi barbilla, me tuve que sujetar a sus piernas para aguantar las embestidas que me estaba dando el cabrón de mi hijo.
- OOhhh sii siiii me corroooooooo. – gritó justo antes de sacarme la polla y empezar a pajearse como un mandril en mi cara. – AAARRRGGGGGGGG ahí vaaaaa.
Explotó en mil chorros, no sabía a donde atender, me caían por las mejillas, por la nariz, mi boca tragaba todo lo que podía, entre esas empecé a correrme yo también por el suelo. No sé cuántos trallazos fueron, no paraban de salir, cuando pude abrir los ojos y tragarme lo que tenía en la boca vi su polla aun goteando semen y él echado en el coche con una cara de satisfacción increíble.
- Aquí no se desperdicia nada. – saqué la lengua y lamí todos los restos de leche que le quedaban en la polla aún dura como una estaca.
- Joe papi, como te he puesto, tienes corrida por todos lados. - decía pasando sus dedos por mi cara recogiendo su corrida y poniéndomela en los labios.
- Vaya corridote te has pegado Raúl, de campeonato. ¿siempre es así? -pregunté sorprendido por el nivel de corrida y limpiándome los restos.
- Buenoo, es verdad que llevo varios días sin descargar, pero es que tu boquita lo ha merecido. – dijo con cierta ternura cogiéndome de la cabeza y haciendo que me incorporase besándonos de nuevo.
- Te quiero hijo. -abrazándolo.
- Y yo papi, nos lo vamos a pasar muy bien.
El sonido de mi móvil hizo que se rompiera ese momento padre hijo, era mi mujer preguntando que donde estábamos, le expliqué que habíamos parado para comer algo y ya íbamos para casa.
- Es tu madre, estaba preocupada. – le dije con cara de resignación.
- ¿Cuándo volveremos a repetir? – preguntaba, subiéndose los pantaloncitos y guardándose su polla medio dura en el bóxer.
- No se hijo, en casa es complicado. – echándole un vistazo a su cuerpo hasta no sé cuándo.
- Me he quedado con ganas de más… - me decía mientras me agarraba el culo.
- ¿Quieres follarte a tu padre Raúl? – le pregunté.
- Si claro, y tú lo estás deseando. – me besaba.
- ¡Vaya hijo más salido que tengo! y qué suerte la mía jaja. – le volvía a sobar la entrepierna. – Me tienes que contar donde has aprendido tanto siendo tan jovencito.
- Te sorprendería papi, jeje, anda, vámonos para casa o mamá empezará a sospechar ya. – nos besamos hasta la próxima.