¿Quién serás?

La suavidad con que has situado los dedos sobre mis ojos, el olor de los mismos me ha indicado que aquello no era algo violento.

¿Quién serás?

La suavidad con que has situado los dedos, el olor de los mismos me ha indicado que aquello no era algo violento, si no una remembranza del juego infantil en el que tratabas de adivinar quien te tapaba los ojos.

Nada, he logrado escaparme un poco antes del trabajo, ventajas de la experiencia y la veteranía, hoy estaba harto, ya hago horas extras, nunca pagadas, otras veces. Les he dicho que hoy me iba antes porque me daba la gana.

Tengo la suerte de vivir cerca de la oficina, atravieso un parque, un bonito y antiguo parque, y llego a mi casa. Con esto del cambio de la hora, todavía hay bastante luz, da gusto pasear, ver a las parejas retozar, a los niños jugar y a los perros cagar.

Me he sentado en un banco, cara al sol declinante, me adormezco, se alejan los ruidos lejanos de los coches, de los niños y de los perros, las parejas retozando no suelen hacer mucho ruido o sea que esas pueden seguir cerca.

Unas manos, mas bien unos dedos se han colocado sobre mis ojos, la alarma no ha durado mucho, podía haber reaccionado con violencia, levantarme y defenderme del agresor, pero no, la suavidad con que ha situado los dedos, el olor de los mismos me ha indicado que aquello no era un atraco, si no una remembranza del juego infantil en el que tratabas de adivinar quien te tapaba los ojos.

Han empezado a pasar varias imágenes por mi mente. Tal vez sea mi jefa, suele aparcar el coche cerca, y tiene que atravesar también el parque. Mi jefa es un poco más joven que yo, es muy seria, si bien a veces se le escapan comentarios especialmente procaces que disimula entre sonrisitas, sería capaz de hacer lo de taparme los ojos, pero no, ella no es, es bajita y tetona, si me estuviera tapando los ojos, sus grandes pechos me estarían rozando y no noto esa sensación. Esos grandes senos que cuando sin querer te rozas con ellos, uno esboza una excusa, y ella sonríe apagando su gemido interior.

Otra opción, Ana, Ana es una compañera de trabajo, curra en otro departamento, pero siempre nos hemos llevado muy bien. Siempre ha habido una tensión entre nuestras miradas, tensión que reprimíamos hablando de nuestras respectivas parejas, lo malo es que ella se separó, y yo tras diez años de feliz matrimonio, pues a veces tengo mis momentos de debilidad. En una convención que tuvimos hace unos meses en otra ciudad, coincidimos, bebimos un montón, y acabamos borrachos durmiendo abrazados en la misma cama, por la mañana no nos dio tiempo a nada, teníamos una reunión muy temprana, y entre la resaca y el sueño solo pude catar conscientemente el suave y fugaz tacto de sus culo. Después volvimos a resistir a la tentación, y a mantener ese juego visual, pero no, sus dedos, esos si que los conozco bien, no son tan huesudos y finos como los que me tapan la visión; es cierto, que finos son estos dedos.

Lo de los dedos finos y cuidados también excluye a mi querida esposa, sería capaz de hacerme una gracia de estas, si me descubre sesteando en el parque mientras ella pasea al perro y cuida a los niños, pero no, las manos de mi mujer están estropeadas por su trabajo y las labores propias de su sexo, como leyera esto último, me echaba de casa….

Manos finas, manos finas, y humor para hacer este jueguecito, ya se, tal vez sea Marta, Marta es una clienta de la empresa, clienta antigua y amiga, es casi una socia honoraria de la misma, de hecho un importante porcentaje de nuestra facturación esta asociado a ella. Es una mujer joven, bueno como yo, hace años éramos jóvenes, ahora ya somos adultos.

Siempre ha sido muy directa, y siempre confiesa su admiración por mí. Cuando en una empresa mayoritariamente femenina como la mía, una clienta cuenta abiertamente que tiene sueños eróticos con un servidor, las reacciones no dejan de ser peculiares. Personalmente en ese momento sientes una enorme vergüenza, rodeada de las miradas del resto del personal, pero por otra parte recurres a ese recuerdo cuando te dedicas a la copula ritual conyugal.

Con ella no he llegado a mayores, no se, tal vez tenga miedo de frustrar sus sueños eróticos. Solo una vez, que hacia mucho tiempo que no coincidíamos, el habitual beso de cortesía se convirtió en un restregón de su pubis por mi abultada entrepierna y un deslizar de mi mano por su respingonas nalgas. Os podéis imaginar el estado de inquietud en que me dejo, y el modo que tuve que usar para calmarlo.

Más, más mujeres que me pueden estar tapando los ojos, ya por imaginar que no quede. La nueva chica, una jovencita de escasos veinte años, flaca, larga y de camisetas ceñidas, sus pequeñas tetas, se ofrecen tentadoras a la boca de un depravado como yo. Nunca he hablado con ella más allá de los saludos y frases rutinarias al uso, pero por soñar, que no quede, a lo mejor le gustaría una sesión de sexo salvaje con un madurito.

Pasan más sugerencias, tal vez fuera Isabel, mi actual compañera de trabajo, pero no, la he dejado en el despacho bajo un montón de papeles, y si bien no despreciaría recorrer su cuerpo, y hacer que de su boca perfecta salieran gozos y placeres, casi prefiero que ella tomará la iniciativa, igual que ahora alguien la esta tomando ¿Quién me tapa los ojos?

Mis manos tocan levemente las manos que me cubren, y estas se retiran, todo ha durado mucho menos del tiempo que has tardado en leer esto. Me giró, una chica joven, cerca ya de la treintena, morena, algo pálida, las horas de oficina hacen estragos, y enfundada en el típico traje de administrativa, ejecutiva, broker, secretaria o lo que sea, cambia una sonrisa por una cara de asombro y farfulla unas excusas, aduciendo que se ha equivocado, que le disculpe, que

Cierro los ojos de nuevo, ni siquiera se el color de sus ojos, ni si el pelo era largo, o era fea o guapa, bueno, fea no era. Pero si me he quedado con el recuerdo de sus labios esbozando palabras inútiles que yo no atendía, y el recuerdo de ese espacio entre la boca y la nariz, que no se, me ha parecido algo mágico, un espacio pequeño, inexplorado, donde yo tengo un bigote (también tengo barba), pero ella posee un mundo para recorrer, por donde pasar mi lengua, posar mis labios y sentir su piel.

Abro los ojos de nuevo, no se si ha pasado un segundo, o una eternidad, los pajarillos empiezan a hacer ruido, la luz se va y quieren ya buscar su sitio en los árboles cercanos. Nadie esta, ni ella, ni mis otras fantasías, me levanto, cojo mi estúpido maletín y me voy a casa.