¿Quién necesita amigos?
Como sufrí una brutal agresión por parte de unos supuestos amigos y como la justicia existe aunque las leyes no la apliquen.
Mi nombre es Ángela y vivo en una capital de provincia cercana a Madrid. Navegando encontré esta web y en ocasiones he visto reflejada mi amarga experiencia en algunos relatos aunque no comparto la idea que una mujer pueda gozar siendo violada. Es curioso que esos relatos tengan por autor a un hombre.
Ahora tengo veintisiete años y hace cuatro fui víctima de tres hijos de puta que decían ser amigos míos. Soy una mujer alta, a menudo no usaba tacón pues a muchos hombres les molesta que les mires desde arriba. Mi melena es larga, lacia y negra azabache a juego con la piel morena. De ojos miel traslucida, labios carnosos tono fresa madura y un ovalo de cara perfecto. Por supuesto, mi cuerpo no desmerece. Los pechos son de tamaño regular pero sin necesidad de cirugía, glúteos firmes y redondos, y piernas largas, esbeltas y torneadas. Mi trabajo me cuesta en el gimnasio y la piscina mantenerme así.
Conocía a Javier, Carlos y Alfonso desde el instituto. Nunca tuve rollos con ninguno aunque si adquirí experiencia con chicos sobre todo estudiando en la universidad en Madrid.
Formábamos una pandilla alegre, de gente bien, con padres que nos daban el futuro resuelto. Los míos solo me exigían buenas notas. Con ellas disfrutaba de una amplia libertad y caprichos. Viajes, ropas, coche, lo que quería.
Recién terminada la carrera de derecho volví a encontrarme con mis hasta ahora amigos. Salimos varias veces en pandilla con otros chicos y chicas. Yo prefería dejar el coche en casa. Puedes beber, charlar, incitar sin tener que estar pendiente de la carretera o la Guardia Civil. Por eso no era la primera vez que iba sola con Javier y los otros en su coche.
Esa noche de Jueves veraniego habíamos quedado con otras dos chicas. Yo iba con ellas en otro coche. Sin embargo ellas trabajaban al día siguiente. Cenamos, tomamos una copa en una terraza y ellas manifestaron su deseo de retirarse. Yo, como otras veces, decidí quedarme con los chicos. Javier era el mas atractivo, no me hubiera importado enrollarme con él. Era una pena que fuera tan ególatra y creído. Carlos estaba bien, con una incipiente panza. Siempre estaba sudado. Alfonso llegaba a asustarme en ocasiones. Había tenido mas de una pelea. Cinturón negro y esas cosas.
Al poco de marcharse mis dos amigas apuramos las copas y decidimos acercarnos a una discoteca de moda en las afueras. Entre risas, chistes procaces y animada charla no caí en la cuenta del tiempo. Cuando comenté lo que tardábamos en llegar, Javier contestó que íbamos por un camino nuevo. Al girar y entrar en un camino de tierra comencé a alarmarme. Hacía varios minutos que no nos cruzábamos con coche alguno. Pregunté a donde íbamos con los nervios en tensión. La respuesta me la dio Alfonso que se sentaba detrás de mi.
Te tenemos ganas, calienta pollas. o algo así me respondió.
Imbécil. le espeté.
¿Crees que no sabemos lo que hacías en Madrid?. dijo Javier.
Y con nosotros tan estrecha. añadió Carlos.
Asustada, rebusqué en el bolso y traté de utilizar el móvil. Carlos me propinó un golpe en las manos y el teléfono cayó bajo el asiento. Al inclinarme, Alfonso tiró del cinturón de seguridad impidiéndolo. Les insulté, me debatí, pegue patadas. Javier frenó con brusquedad. Me soltó un bofetón que me atontó un buen rato. Sentía la mejilla arder y como si el ojo estuviera clavado en el cerebro.
Todavía trataba de recobrarme cuando Javier detuvo el coche en un claro. Paro el motor mas no las luces. Solté el cinturón y abrí la puerta. Antes que mi pie tocara la tierra, Alfonso tiraba de mi pelo. Me obligo a seguirle mientras le daba puntapiés. Estábamos delante del coche. Javier y Carlos reían y se burlaban de su amigo viendo que no podía controlarme. Me llamó mala puta y golpeo con el puño el estómago. Me doblé buscando aire cayendo de rodillas ante mi agresor. Sabía lo que pretendían. Quería levantarme y correr pero mis piernas se negaban. Sentí el pánico que debe sentir un animal en el cepo del cazador.
Uno de ellos puso su pie en mi espalda y empujo tirándome de bruces. Mantuvo el pie en mi espalda. Si me movía hacia presión inmovilizándome.
A ver si es tan apasionada cuando nos la tiremos. dijo Javier.
Olvidé los insultos y supliqué, en vano claro. Uno me quitó los zapatos mientras unas manos luchaban bajo mi cuerpo con el cinturón y los botones del pantalón. Solo pudo desabrochar el cinturón y un botón ante mis resistencia. Un zapato se clavó en mis costillas, seco y preciso. Sin darme cuenta mis pantalones se deslizaban por mis piernas. Me dieron la vuelta. Trate de arañar la cara mas cercana. Hasta tres bofetadas resistí. Notaba el sabor salobre de la sangre en la boca. Me destrozaron la blusa con unos pocos tirones que zarandearon todo mi cuerpo.
Ropa interior de fiesta. dijo Alfonso mirando mis bragas y sujetador negros.
Estaba buscando guerra, la muy guarra. dijo Carlos.
Se habían apartado un par de metros para contemplar su presa a placer. Me levanté de un salto. Alfonso fue mas rápido. Me derribo. Se sentó sobre mi estómago atrapando con su rodilla mi brazo derecho. Tiro de mi pelo levantando la cabeza. Me abofeteo sin piedad. Mi cabeza debía ir loca de un lado a otro. Mi cerebro dejo de coordinar.
Déjala, Alfonso, queremos que se entere de todo. dijo uno.
Arrancaron el sujetador y manos ansiosas y húmedas aprisionaron con fuerza mis senos. Un par de sacudidas en las caderas y las bragas se rasgaron. Alfonso se levantó. Se quitó zapatos y pantalones. La verga erecta era una amenaza evidente. Se arrodilló sentándose sobre sus talones y jaló de mis piernas hasta apoyar mis glúteos sobre sus muslos. Acarició el interior de mis piernas. Llegó a los labios vaginales. Yo respiraba agitada. Sentí sus manos agarrar mis caderas clavando los dedos como garfios. Me levanto. El prepucio palpitaba entre mis labios. Volví a suplicar entre lágrimas. Alfonso se incorporó bruscamente ensartando de golpe su miembro en mi vagina seca. Combé la espalda al tiempo que mi grito inútil se desvanecía entre los árboles. Salió y volvió a penetrar con la misma brutalidad. Yo intentaba zafarme pero sus manos me aferraban con mas fuerzas y sus acometidas eran mas violentas. Con un último empellón clavo su pene en toda su longitud apretándome contra él. Noté su flujo caliente en mis entrañas. Cerré los ojos asqueada. Me arrojó como si fuera un trapo usado.
No me había recuperado de su ataque cuando Javier me cogió por las piernas y tiró hacía él. Estaba desnudo. Puso mis piernas sobre sus hombros y dobló mi cuerpo de forma que las rodillas casi tocaban mis hombros. Aprovechó para morrearme los labios. Me penetró con una violencia increíble. Sus embestidas y tirones hacía arriba me clavaban piedras y ramas en la espalda. Grité mas ruegos. Me abofeteo. Amaso mis pechos y los estrujo como frutas al llegarle el orgasmo. Mi alarido se confundió con sus jadeos de placer.
Solo quedaba uno. De mi vagina salía el semen mezclado con sudor y tal vez sangre. Eso no le importó a Carlos. Abrí las piernas facilitando su tarea. Sus sacudidas eran soportables.
¡Mierda!. ¡La zorra no colabora!. dijo fastidiado.
Hazle la clavija. sugirió Javier.
Ignoraba que era eso. Alarmada alcé la cabeza. Cogió los pezones entre sus dedos y los retorció. Me arrastré hacía atrás y retorció mas. A cada embestida retorcía los pezones provocando un dolor insoportable. Tras correrse, me beso en los labios y me dijo al oído:
¿Ves que fácil es si colaboras?.
Quedé tumbada en el suelo en posición fetal con las manos entre las piernas cubriendo mis maltratados genitales. ¡Ójala estuvieran satisfechos!. Vana esperanza. Alfonso me agarro por la melena. Me puso en pie y sin mediar palabra golpeó tres veces en el estómago. Llevó mi cabeza a su polla semi erecta y dijo:
Enderézala que la noche es joven.
La introdujo en mi boca. Como yo no chupaba me folló literalmente. Cuando su pedazo de carne aumentó sin dejarme respirar se retiró y me abofeteo. El maricón se excitaba al golpearme. Me inclino poniéndome a cuatro patas. Sus amigos reían y le animaban.
¡Chicos, un culo virgen!.
Me estremecí. Un tirón de mi cabellera impidió mi huida. Javier corrió para ponerse frente a mi. Quería que le chupara la verga. Cerré las mandíbulas. El miró a Alfonso. Este estiro del pelo levantando mi cara. Era la posición ideal para Javier. El capullo de Alfonso estaba entre mis nalgas. Lo apoyó en el ano, cerrado y estrecho. Mis movimientos no hacían mas que excitarlo mas. Comenzó a penetrar poco a poco. Yo cerraba los ojos, apretaba los labios y mis manos arrancaban la hierba. El sudor corría por mi cara como un río. Un fuerte empujón y un hierro al rojo penetro en mi culo. Hubiera caído de no sujetarme por el pelo. El pene de Javier ahogo mi alarido. Uno me cabalgaba dando tirones al pelo para que siguiera sus movimientos mientras el otro coordinaba los suyos para que sus polla entrara y saliera de mi boca.
Alfonso inundo de semen mis intestinos y salió satisfecho. Antes de que tocará el suelo, Javier ya estaba bombeando mi trasero y Carlos se ocupaba de mi boca. Carlos abandonó su puesto. Javier continuaba palmeando los glúteos al ritmo de las embestidas. Cuando se corrió un súbito tirón en mis tobillos me hizo caer cuan larga era. Carlos paso mi propio cinturón alrededor de los muslos apretándolo al máximo. Luego me levanto por las caderas. Volvía estar a cuatro patas pero no podía abrir las piernas.
Me gustan los culitos bien estrechos.
Buena idea. Luego lo probaré yo. anunció Alfonso.
No pude relajar el ano. Carlos me partió de todo. Estaba segura que me había desgarrado. Los líquidos bajaban por los muslos. Él seguía ajeno a mis gemidos. Traté de expulsar el semen y la sangre mas antes Alfonso me culeó incluso cuando mis brazos y piernas fallaron. Continuo hasta que tuvo su corrida y dejó caer todo su peso sobre mi cuerpo.
Me había quedado sin lágrimas. Sin voz. Mi mente estaba en ese punto crítico, a punto de romperse aunque mi cuerpo todavía respondía. Si me dejaban. Los vi junto al coche, desnudos y sudorosos bebiendo cerveza. Carlos me vio moverme.
Esta si que es buena. Aún aguanta.
Pues acabemos la faena. ¿El circuito?. propuso Javier.
Estupendo, pero antes la amansaré del todo. afirmo Alfonso.
Cogió una rama larga y flexible del suelo. Huí a rastras implorando clemencia. Los azotes marcaron pechos, vientre y muslos, y al volverme para cubrirme castigó las nalgas y espalda.
¿Te portarás como una buena putita?.
Si.
¿Harás lo que te digamos sin rechistar?.
Si.
Adelante. Esta preparada.
Javier se tumbo delante del coche con el falo erecto. Alfonso me ordeno ir allí y empalarme en aquel infecto trozo de carne. Me derribo al intentar levantarme.
A cuatro patas. Como la perra que eres.
Obedecí. Me coloqué sobre Javier y descendí sobre su polla. Por lo menos controlaba yo la penetración y no me lastimaba. Javier apresó mis pechos pellizcando y mordiendo a placer. A un golpe de vara inicie movimientos circulares con las caderas. Sentí a Alfonso a mi espalda. La penetración anal no fue menos dolorosa por se esperada. Se coordinaron para que siempre tuviera una polla en mi interior. Carlos me tiró del pelo. Me obligo a girar la cabeza. Su pene aguardaba mi boca. La rodeé con los labios y succioné. Cerré los ojos imaginando que vivía una pesadilla. Sus gemidos y jadeos desataron mi desesperación. ¿Cuánto iba a durar aquello?. Rogué a Dios que me ayudara aunque nunca había sido religiosa y a veces había cometido errores.
Sonó un crujido y la polla de Carlos salió despedida de mi boca. Algo paso por encima de mi cabeza. Un golpe sordo, un bufido y Alfonso liberó mi ano con un grito de sorpresa y dolor, y alivio para mi.
Abrí los ojos. Una mano me empujó. Javier fue a incorporarse y una bota negra enorme impacto en su cara. Un surtidor de sangre salto entre sus dientes. Me acurruqué como un animalillo asustado delante del coche. Entonces los faros revelaron a un cuarto hombre en el claro, vestido con ropa de acampada. Era un fantástico ejemplar. Alfonso estaba presto a atacar. Estaba ridículo en bolas haciendo posturitas de karate. El desconocido debía esperar a que se fueran. Iluso. Alfonso le golpeó en pleno rostro. Gemí como si me pegara a mi. El golpe solo le había girado la cara y ...enfurecido. No tengo palabras para describir el brutal y salvaje estallido de violencia. Ni en el cine había visto cosa igual. Mis tres violadores acabaron en tierra en posturas inverosímiles.
El desconocido vino a mi lado. Temblaba indefensa. Sus ojos verdes estaban húmedos. Se quito la camisa. La puso sobre mis hombros y susurró palabras tranquilizadoras. Me dio de beber. Acarició mis cabellos. Se levanto extrayendo un machete de monte de al menos treinta cm. Rasgo las cuatro ruedas del flamante BMW de Javier. Cogió mi bolso y regreso. Me levanto sin esfuerzo pese a mis sesenta kilos. Vi a Javier rebullir. El brutal puntapié lo arrojó tres metros por el aire. Luego nos internamos en la espesura del bosque.
No sé cuanto tiempo o distancia recorrimos. La tibieza del torso del hombre, los acompasados latidos de su corazón y las palabras tranquilizadoras acallaron mis sollozos. Me dormí para despertar en un todoterreno. Al verme despierta me pregunto si vivía en la dirección de mi carné de identidad. Estudié su rostro a la luz del salpicadero. Atractivo, de unos treinta y cinco y cuerpo de animal salvaje. Tuve que indicarle el último tramo para volver a casa. Paro delante del chalet. Me explicó lo que debía hacer. No me iba a acompañar por mucho que se lo rogase. Me dijo que si iba, la policía tomaría sus datos, lo que aprovecharía aquellos mal nacidos para demandarle por agresión y aunque no fuera a prisión tendría que pagar los costes de las lesiones, del proceso y una multa. Por ahí no tragaba.
Se quitó los guantes. Me miró a los ojos y me beso en la frente. Fue el único momento de la noche que deseé ser besada en los labios. Me ayudo a bajar del coche y espero a que entrara en casa antes de arrancar.
Lo demás lo conocen muchas mujeres que han pasado esta amarga experiencia. El horror de los padres, el examen en el hospital y la declaración ante los policías. Vi una chispa de orgullo en los ojos de mi padre al afirmar que quería denunciar los hechos. Entre las curas, exámenes y declaraciones llegó el alba. Mi padre se volvió loco al conocer la identidad de los agresores. La mujer policía que me tomó declaración me dijo que si lo hacía tan bien ante el juez, esos cerdos saldrían de la cárcel con los papeles de jubilación. También me comunico que los habían detenido en el lugar de los hechos y estaban en el mismo hospital. Yo recibí el alta a los dos días. Laceraciones e inflamaciones vaginales, desgarro anal, labios partidos, hematomas por todo el cuerpo, nada con el precio que pagaron mis "amigos" por la fiesta. Alfonso había perdido un ojo y fractura de pómulo, dos costillas le habían perforado un pulmón y le habían extirpado uno de los testículos. Javier había perdido la mitad de los dientes y tenía fractura de mandíbula, extirpado el bazo, fracturado el cráneo y un brazo en varios trozos. Carlos también iba aseado, nariz y ambas rodillas rotas, clavícula partida y oreja desgarrada.
Cuatro años después todo ha terminado. Mis "amigos" estarán mucho tiempo encarcelados donde deseo que les den por el culo cada día. Nunca he dado detalles de mi salvador. Ni a mis padres. Siempre me he refugiado en mi estado de shock. Pero es mentira. He contratado un detective para que lo localice. Tengo su descripción, la de su todoterreno y los primeros números de la matrícula. He esperado tanto para no comprometerlo.
Mi vida ha cambiado. Salgo poco, siempre con amigas. Desconfío de los hombres, excepto dos. Mi padre y el ángel. Visitó la iglesia con cierta regularidad. Pedí ayuda a Dios y me envío un ángel vengador. Quizás si hubiera llamado antes, antes hubiera llegado.
No me siento traumatizada por la experiencia sobre todo porqué los hijos de puta arruinaron su vida al violarme y jamás aterrorizaran a otra mujer.
Si alguien quiere darme su opinión estoy dispuesta a leerla y a responder, pero si me escribe un gilipollas con fantasías de violaciones o un chulo que se jacta de haberlo hecho, que sepa que por ahí hay por lo menos un verdadero hombre. Lo reconocerá porqué a modo de saludo de una patada le pondrá los huevos por corbata.