Quién me mandaría a estudiar de nuevo. 1º

Cristina comienza un ciclo superior en un instituto. Entre compañeras bastante tontas encuentra dos compañeros con los que poder relacionarse. Hasta que apareció en el segundo trimestre Ana: un hueso de profesora que no le daba muy buena espina.

Principio

Decidí volver a estudiar, y lo único que me llamaba la atención era un ciclo superior de sanidad. Siempre me ha gustado aprender, pero la idea de tener que volver a un instituto durante dos años me ponía los pelos de punta. Me veía completamente fuera del juego en un centro en el que la mayoría eran trogloditas en la edad del pavo. Lo bueno es que en clases me tocaría con gente de mi edad o en su defecto, bachilleres con la intención de optar por una plaza universitaria gracias a su nota media, así irían a estudiar y sin tantos pájaros en la cabeza (que ilusa, ahora que lo pienso).

El primer día de clases, me sorprendí de tener 25 compañeras en clase y solo dos compañeros, con los que inmediatamente surgió una especie de camaradería por ser los únicos mayores de 25 años del aula. Con ello, me gané la antipatía del resto de féminas del aula (Raúl y Sebastián están solteros y de muy buen ver).

Pasó el primer trimestre en un suspiro. Sólo me permitía salir a la biblioteca y las escasas veces que salía de noche, era con los chicos para celebrar la superación de los exámenes. En cuanto al chiquillaje de la clase, me abstenía de relacionarme mucho, ya que yo iba solamente a estudiar y la mayoría de ellas parecía que tenían poca vida privada porque se armaba cada follón por tontería, en fin, cosas de la edad supongo.

Después de las vacaciones de navidad, comenzó el segundo trimestre. Mis notas iban viento en popa, y mi vida social se extinguía al mismo ritmo, por no hablar de mi vida sentimental que era nula.

Un día el tutor se retrasó en su hora de tutoría, por lo que se armó el mismo gallinero de siempre. Yo me puse los cascos y música en el portátil para así poder trabajar mejor, decidida a adelantar algo de los apuntes. La puerta se abrió y Raúl me dio un codazo para que me enterase que ya tenía que volver a la realidad. Resoplando, cerré el programa de música, desconecté los cascos y por fin quité la vista del ordenador.

El tutor estaba hablando pero no era capaz de oír nada de lo que decía. A su lado, estaba una mujer de pie. No superaría los 40, tez morena como la mayoría de la isla por el sol, ojos pequeños y almendrados, nariz ancha con la punta algo redondeada, unos labios finos con la sonrisa algo torcida (¿quizá un accidente?), todo enmarcado por una cara algo alargada de mandíbula cuadrada y un pelo castaño, largo y ondulado bastante natural. Un poco mas baja que el tutor, medirá quizás 1,75 cm, de complexión normal, muy agradable a la vista, con un bonito pecho mediano y redondo, con caderas anchas, se ve que ha hecho ejercicio durante su vida y en su juventud los tenía que tener a todos locos.

Conseguí enterarme que era la profesora que había estado de baja desde el principio de curso. Se presentó: dios que voz, desde que la oí supe que tendría un grave problema para poder concentrarme en sus clases. Cuando tocó la campana, los chicos y yo salimos  fuera del centro para tomarnos algo.

  • Raul : ¿Se puede saber que te ha pasado antes?

  • Yo: No se de lo que estás hablando.

  • Raúl: Si, ya, ahora entiendo muchas cosas.

  • Yo: Pero que estas diciendo.

  • Sebastián: Algo sospechábamos. Achacamos que no te habíamos visto con chicos porque ahora mismo ninguno tiene vida con las clases, pero es que vamos a ver, no te has fijado en ninguno de nosotros dos.

  • Yo: ¿Y porqué me iba a fijar en vosotros?, seréis creídos.

  • Raúl: Jajajaja ya sabes como somos. Bueno, que se te cayo la baba con la tipa que entro antes, descubrir que eres lesbiana y que encima te van las arpías, porque tiene una cara de cabrona que no puede con ella, no esta mal para un solo día.

  • Yo: Bueno, ¿tenéis algún problema con que me gusten las mujeres?

  • Sebastián: No, si por nosotros estupendo, las clases se pueden hacer mucho mas divertidas, sobre todo cuando a las niñas de la clase les entre el ataque de panico ¡oh, no, una lesbiana! Jajajaja.

  • Yo: Mira que sois cabritos jajaja.

  • Raúl: Ya sabes que son nuestra cruz del curso, karma que lo llaman por ahí. Bueno, lo dicho, que sepas que por nosotros sin problema, pero ten cuidado con la nueva que parece un hueso y lo peor que puede pasarte es que bajes tus notas.

  • Yo: Ya, en eso estaba pensando, además de hueso tiene una pinta de hetero que no puede con ella, así que la descartaré en los próximos días, esto es solo la novedad.

  • Raúl: Bueno eso espero. Ahora que eso está aclarado, eso de dos tías enrollándose…

  • Yo: No empieces por ahí, que si quieres una peli porno te la alquilas.

  • Raúl: Jajajajaja, no me culpes, tenía que intentarlo.

  • Yo: Bueno, karma chungo es el que me ha tocado a mi con vosotros jajaja. ¿Vamos de nuevo a clases?

Los días pasaron, y fue todo a peor. Cuando Ana llegaba a clases, solo con escuchar sus tacones me ponía nerviosa. Mi comportamiento cambió en comparación con los otros docentes, me ponía a la defensiva. Si preguntaba algo solía responder la primera, pero si veía que se había equivocado no tenía ningún tipo de problema en corregirla delante de todos, con lo que no me gané precisamente su simpatía. Las compañeras de clase  lo achacaron a que Ana iba de sobrada y eso me sentaba como una patada. Entiendo perfectamente la estrategia de Ana, se que en un instituto si no te pones así en una clase como la nuestra te comen con patatas. Siempre es mejor ser exigente y que te tengan respeto y algo de odio, a que te tomen a la ligera y no puedas desempeñar tu labor de docente.

Se nota que le gusta su trabajo y nos exigía a nosotros lo mismo que a ella misma. Durante sus clases, no sé ni cuantas veces me quedé embobada mirándole la boca mientras hablaba, imaginando a que podría saber su largo cuello, como sería sentir esas manazas en mi cuerpo y cuando se daba la vuelta para escribir, ¡dios que culo!. No me podía dar mas bofetones mentales para despertarme de las ensoñaciones porque tendría que denunciarme a mi misma por maltrato.

Los chicos al principio se lo pasaron bien metiéndose un poco conmigo, pero cuando vieron que no estaba pasando por un buen trago me intentaron ayudar como ellos sabían: el miércoles me invitaron a salir a tomar unas copas el fin de semana, ¿qué podría torcerse en tres días?

Al día siguiente de proponer la salida nos toco el primer examen con Ana. Me quedé en blanco. Había escuchado que podía pasar, pero nunca en mi vida académica me había pasado algo parecido. Después de que pasaran 15 minutos y la parte trasera de mi bic fuese salvajemente roída, me levanté de la silla, me acerqué a su mesa y le di mi examen solamente con mi nombre. Cuando me di la vuelta, ella me cogió de mano para retenerme y me la apretó ligeramente dándome a entender que me girase de nuevo. Estaba frustrada y no me estaba ayudando.

  • Ana:  ¿Qué es esto?

  • Yo: (estas ciega, un examen en blanco, Cris muerdete la lengua un rato)Lo siento, estoy bloqueda-mi voz no podía trasmitir mas sequedad.

Me disponía a darme la vuelta de nuevo, pero ella no me había soltado en ningún momento la mano, así que volvió a apretármela. Ya me estaba poniendo nerviosa.

  • Ana: Vuelve a sentarte e inténtalo, en el peor de los casos solo vas a perder 10 minutos mas.

En cualquier otro momento, le habría respondido algo ingenioso y cortante, pero cuando la mire estaba sonriendo y con su mirada me decía que lo intentase un poco mas. Me deshice en sus ojos. Solo recuerdo que me miró de forma extraña y poco después ya estaba sentada de nuevo en mi sitio mordisqueando el capuchón del bolígrafo. Cada vez que levantaba la cabeza, estaba mirándome. ¿Porqué estaba tan a la defensiva con ella?

Y entonces mi mente se aclaro: a parte de escribir el examen al completo, me di cuenta que sencillamente me había enamorado. No se muy bien como ni en que momento, pero estaba actuando como con una compañera de trabajo. Nos habíamos llevado muy bien hasta que supe  que me estaba empezando a gustar, mi mente fue mas lista que yo (suena raro, lo se) y provocando su antipatía por mi, ella se alejó y mi cabeza no veía posibilidades con una hetero, como en el caso de Ana que seguro estaba saliendo con un super cerebritos o algo así.

Al perder tanto tiempo, fui la última en entregarle el examen. Sabía que los chicos me estarían esperando en las escaleras, a la salida de los exámenes siempre nos esperábamos para poner en común las respuestas. Recogí todo, lo metí en la mochila y fui derecha a poner el papel en la mesa. Ni la miré, no quería darle pié a que me dijese nada, no en ese momento. Me di la vuelta y seguí dirección a la puerta. A medio camino:

  • Ana: Me alegro que te desbloquearas.

  • Yo: Si. Hasta mañana- sigue, tu sigue, diga lo que diga sal del aula por tu madre. Ya estás llegando, un poco mas y está el pomo, solo cógelo y gir…

-Ana: ¿Puedes venir un momento?

  • Yo: (m*) Es que los chicos me están esperando fuera, y ya voy bastante tarde (Giro, sonrisa y te vas, venga, muéstrate encantadora, te sirve con todas las tías que conoces…lesbianas, auch).

  • Ana: Será rápido.

  • Yo: Tu mandas (adiós pomo de la puerta, te estoy echando de menos ya…¿porqué me cuesta tragar saliva? Esto es grave).

  • Ana: Bueno, quiero preguntarte algunas cosas, pero antes que todo ¿estás bien? Te veo con mala cara.

  • Yo: (Ou yes, mi oportunidad) La verdad es que no me encuentro bien, desde el medio día estoy rara, será un virus o algo.

  • Ana: Bueno, entonces mejor hablamos el viernes que tengo tutoría a última hora y se que vosotros la tenéis libre y salís siempre una hora antes de clases. ¿Te acompaña alguien a casa? Porque realmente tienes mala cara.

  • Yo:  Lo del empeoramiento de la cara es por saber que el viernes ya no tengo la última hora libre, y por lo de casa, estoy mas o menos cerca y llego en un momento.

  • Ana: Bueno, el viernes es el único hueco que tengo y vosotros en teoría os tendríais que quedar en el centro. Cuidado con la carretera. Hasta el viernes.

  • Yo: Hasta el viernes.

Los chicos me estaban esperando fuera. Antes de que me preguntasen les dije que me  había quedado en blanco y que al entregar el examen me remató la profesora con la hora del viernes.

  • Raúl: Pues nos ha fastidiado los planes. Pensábamos primero invitarte a una peli y después unos billares.

  • Yo: ¡Jo! Pero para que me lo dices, ahora quiero ir al cine….espera, ¿qué me ibais a invitar? Lo pasamos al sábado y listo.

  • Sebastián: Yo no puedo, tengo partido de waterpolo, y vosotros dos vais a venir a animarme si o si.

  • Yo: Es verdad. Pues los billares y unas copas entonces. Encima seguro que es para una tontería lo del viernes. Cada vez me está cayendo peor, si no fuese por que… ¿bueno, como os salió el examen?

  • Raúl y Sebastián: ¿Porqué…?

  • Yo: Ya lo sabéis, porque me pone tonta pérdida.

  • Raúl: Anda que te poner de un tiernito con ella.

  • Sebastián: Yo es que aun no se que le ves. Si parece una guardia civil, y te lo digo yo, que mi padre es militar.

  • Yo: ¿Que tienes en contra de la benemérita, eh eh? Bueno, bromas a parte, por tu culpa ahora me la voy a imaginar de uniforme. En este momento de odio.

Son bueno chicos, muy guasones pero se agradece su manera de ver las cosas. Antes de salir del centro, esperé como cada día a que se hubiesen ido las de clase para pasar por el baño y cambiarme. Desde el principio del curso, escuché algún que otro comentario sobre que mi mochila era algo grande, nada útil y mucho menos femenina. Lo que no sabían las petardas de clase, es que la moto aparcada por fuera, por la que babeaban, era mía. Dentro de la mochila llevo el casco, la chaqueta para el frío que se mete en los huesos por la noche, los pantalones y algunas veces las botas. Siempre el mismo ritual desde que comenzó el segundo trimestre,(y decidimos aparcar todos en el mismo sitio, ya que al salir siempre nos quedamos charlando y así yo podía aparcar la moto entre los dos coches sin peligro a que le pasara nada)  llegar una hora antes del comienzo de las clase con Raúl y Sebas, aparcar, y cambiarme en lo que ellos pedían algo en la cafetería.

Bueno, a la salida nos pasamos quitándole hierro al asunto hasta llegar al aparcamiento. Los alumnos aparcamos por fuera del centro, ya que el interior está destinado a uso exclusivo de docentes. Nuestro sitio habitual para aparcar es una avenida bien iluminada por donde terminan pasando todos los coches que quieran salir de la ratonera que es nuestro instituto.

A los 15 minutos de estar por fuera, ya había guardado la mochila bien prensada en uno de los laterales y tenía el casco puesto para salir. Había sacado ya la moto y estaban los chicos por fuera de los coches ya despidiéndose cuando escuchamos que venía un coche y no precisamente lento. Una belleza de honda Civic desacelero y frenó a nuestro lado. Cuál fue la sorpresa de ver a Ana con tremendo bicho y conduciendo de esa manera.

  • Ana: Buenas noches chicos, espero que os saliera bien el examen.

  • Raúl: Dudo que lo espere mas que nosotros.

  • Ana: Jajaja eso seguro. Bueno, nos vemos mañana….(cara de duda) Una pregunta, ¿alguien acompañó a Cristina? Antes tenía mala cara  y como vosotros siempre estáis con ella.

  • Sebastián: Se echo un poco de agua en la cara y se le fue la tontería, hace un momento que se marchó. Además si Cris necesita algo lo dice (notaba la mirada de los chicos en el casco para ver si hacia algo).

  • Ana: De acuerdo, buenas noches chicos. (Ana se está inquietando porque no la dejo de mirar, jeje, que divertido que no me ha reconocido).

  • Raúl y Sebastián: ¡Buenas noches!

Mientras subía la ventanilla de su coche, yo ya estaba arrancando. Me despedí de los chicos con un gesto de la cabeza y le indiqué a la profesora con un gesto de la mano que le cedía el paso. Ella me sonrió y salió como una bala. Y yo, como no, la seguí.