Quién me lo iba a decir 5
Nuestra relación siguió por un tiempo, follando todo lo que podíamos.
QUIÉN ME LO IBA A DECIR 5
Nuestra relación siguió por un tiempo, follando todo lo que podíamos. Poco a poco, y por diferentes motivos la relación se fue enfriando hasta que se terminó, pero no así mis ganas de ser follado.
Un día, al levantarme de la cama noté que mi espalda se encontraba tensa y dolorida. Como no sabía dónde acudir busqué a través de internet un masajista. Encontré un anuncio que ofrecía los servicios con masajes terapéuticos y descontracturantes. Llamé al teléfono que indicaba y tras sonar unas cuantas veces saltó el contestador automático, indicando que en ese momento no se me podía atender, pero que dejase mi número y se pondrían en contacto conmigo a la mayor brevedad posible.
Media hora mas tarde sonaba mi teléfono. Cuando contesté, la misma voz que había oído en el contestador me indicaba que me llamaba por haber recibido una llamada mía. Tras explicarle el motivo de mi llamada me indicó que hasta esa tarde a las cinco no tenía hora disponible. Una vez me hubo explicado la dirección y el precio de su visita quedé en que esa tarde me pasaría por su consulta.
En la puerta de la calle toqué el timbre del piso donde indicaba fisioterapeuta y subí en el ascensor. Cuando paró en la planta que había pulsado, al abrir la puerta vi a mano derecha una puerta entreabierta, conforme me acerqué se acabó de abrir dicha puerta, apareciendo un hombre recio, de cincuenta años, o tal vez alguno más y una altura de uno ochenta aproximadamente, vestido con un denominado pijama sanitario blanco de manga corta de las que salían unos brazos fuertes y velludos, y calzando unos zuecos blancos también. Haciéndose a un lado me franqueó el paso y estrechó con fuerza mi mano. Tras cerrar la puerta del piso me indicó que siguiese por un pasillo hasta llegar a la única puerta que se veía abierta y con luz en el interior.
Era una habitación amplia, con una camilla de masaje en el centro, en una esquina se encontraba un pequeño escritorio con sillón y dos sillas enfrente, en la otra esquina, frente al escritorio una colchoneta de unos dos por dos metros. Además de una puerta, que luego descubrí daba paso a un baño completo. En las paredes se podían observar láminas del cuerpo humano, esqueleto, musculatura, sistema vascular, nervioso, y algunas estanterías con material para posibles curas, libros de consulta y algún armario.
Tras hacerme el historial a base de preguntas y comentarle el problema que tenía, me hizo pasar al baño con la orden de desnudarme del todo y salir con una toalla en la cintura. Una vez de nuevo en la habitación dijo que me tumbara boca abajo en la camilla sobre una sábana que había colocado. Comenzó con su trabajo, indicándome que iba bastante contracturado, haciendo que se me escapase algún que otro quejido por el daño que sentía. Cuando llevaba según mis cálculos media sesión y, tanto mi espalda como glúteos y piernas habían sido tratados hizo que me diera la vuelta. Al hacerlo, se notaba que mi polla se había despertado algo, notándose una ligera erección. Siguió con su masaje hasta que cuando sus manos recorrieron mis muslos la erección se hizo total.
-Vaya, parece que se ha despertado algo en tu cuerpo.
Al abrir los ojos, pues los tenía cerrados, vi somo su pantalón tenía formada una gran tienda de campaña.
-Si -le contesté- pero parece que no soy el único.
-Es que no soy de piedra.
-Yo tampoco -le dije.
Sus manos cada vez pasaban más cerca de mis huevos y polla, haciendo que de vez en cuando se me escapase algún gemido de placer.
En un momento retiró la toalla de mi cuerpo dejando toda mi erección a la vista, con el glande rojo de la tensión, a la vez que por la bragueta de su pantalón asomaba un glande seguido de un tronco de una verga enorme.
Yo- Vaya lo que se asoma por el pantalón.
M- ¿Te molesta que la lleve afuera?
Yo- Por mi parte no es molestia. Me gusta verla.
M- Si quieres puedes tocarla.
Yo- La verdad que no me importaría.
Acto seguido se soltó el pantalón dejándolo caer al suelo y ante mi apareció un aparato de unos veinte o veintidós centímetros de largo y sobre catorce de diámetro, completamente depilado.
No pude aguantar la tentación de tocar esa polla. Al notar mi mano, la verga dio un respingo y comencé a acariciarla con suavidad. El masajista tampoco dudó en coger mi polla y comenzar a masturbarla, a la vez que la suya la ponía cerca de donde estaba mi cara. Mi excitación estaba al máximo por la paja que me estaba haciendo, entonces sin poderme controlar abrí mi boca y comencé a chupar el glande intentando meter en mi boca la mayor cantidad posible de verga. Era inmensa, no podía abrir mas la boca, por lo que opté por jugar con mi lengua en su glande haciendo que comenzase a suspirar y a pedir que acelerase, mientras su mano me la meneaba a toda velocidad. Le pedí que parase ya que si seguía así me iba a correr.
M- Y si tú sigues así también me correré. Cosa que no me importaría. Además por la manera como lo haces no es la primera polla que te comes.
Y- No es la primera que me como, pero si es la primera tan grande.
M- ¿Entonces ya has estado con hombres?
Y- Si, y me gusta que me follen.
M- Lástima, eso lo tendremos que dejar para la próxima cita.
Dicho esto se metió mi polla en mi boca y comenzó una mamada terrible. Por mi parte comencé a pajearlo a toda velocidad que podía. En breves momentos notaba como mi leche comenzaba a subir desde mis huevos por mi polla y así se lo hice saber, se la sacó de la boca y terminó de hacerme la paja al igual que yo a él. Tras un grito de ambos, nuestras leches se juntaron por mi pecho.
Una vez recuperada la respiración me limpió toda la lefa que llevaba y entró conmigo al baño para lavarnos los dos.
Quedamos para la semana siguiente. Cuando salía de su casa me echó mano al culo diciendo:
M- Ya tengo ganas de que sea mío.
CONTINUARÁ