Quien me envía a mí algo...

Un regalo sorpresa puede desencadenar un excelente momento, jejejeje... leed. Algún día sabreis cual era el regalo.

El móvil estaba vibrando en su bolso cuando entraba en la consulta del fisioterapeuta. "Que inoportuno", pensó ella.

“Sí dígame”, contesto ella, con cierta prisa.

“La señorita... disculpe Marilena …”, preguntaron al otro lado del teléfono

“Sí, soy yo, dígame”

“Soy el mensajero de Seur, que vengo a dejarle un paquete que hay para usted”, respondió la voz

No sabía qué hacer, ella no esperaba ningún paquete, o al menos eso creía recordar.

De dónde vendría ese paquete.

“¿De dónde viene el paquete?”, preguntó con curiosidad. Pero cuando oyó el nombre de la tienda deseo que se la hubiese tragado la tierra. ‘ Y ahora me tiene que mirar a la cara ‘, pensó.

“Un segundo señorita que no lo sé: de erotinet.es”, respondió el mensajero, añadiendo, “Si está por aquí cerca se lo puedo entregar ahora, sino dígame cuando puedo ir a su casa para entregarlo”.

Recibo un paquete de una tienda erótica y este quiere venir a mi casa. No sabía que pensar, pero a la vez sabía que tenía que pasar por abrir la puerta y mirar al mensajero y recoger el paquete: y ahora él sabía lo que podría contener.

“Ahora voy a entrar a darme un masaje, en hora y media puedo estar en casa”, dijo Marilena. Joder, esta frase suena a que vengo a que me metan mano para relajarme. No era así, realmente necesitaba el masaje, pero la verdad, y aún sintiendo vergüenza, su entrepierna comenzaba a mojarse, cosa que la tenía más azorada todavía, pues el masajista recibiría todo su aroma durante el masaje.

“De acuerdo Marilena, hora y media dos horas paso por su casa a darle el paquete en mano”, dijo el mensajero. Pero la confianza de llamarle por el nombre y le pareció que su tono cambiaba al indicar lo de “en mano”, pues claro, pero que no se pensara el nada más.

Mientras entraba a la sala a desvestirse y procedía a quitarse prácticamente toda la ropa: siempre entraba enrollada en una toalla y simplemente con el tanga; pensaba en el mal momento que tenía que pasar con el mensajero en dos horas, lo que a la vez sentía que la excitaba, y en lo bueno que está el masajista y no se atreve a decirle nada.

“Adelante Marilena, ¿qué tal estás hoy? ¿cómo te encuentras?”, preguntó Pedro, así se llama el masajista.

“Bien, tenía ganas de venir”, dijo ella y se sorprendió al oír para sus adentros ‘y follarte y más con el calentón que llevo’; pero no dijo nada. Sólo añadió “me relaja mucho y duermo mejor”

“Muy bien, súbete”, le indicó. Había pensado en él todas las sesiones, pero jamás se había excitado como ahora, simplemente pensando en ella ahí tumbada boca abajo, con toda la humedad en su entrepierna y él retirando la toalla, dejándola caer por ambos lados de la camilla para comenzar a extender el aceite de esencias que utilizaba habitualmente.

Cuando estaba masajeando, muy profesionalmente él, sus piernas le indico que las abriera un poco, como siempre, y ella así lo hizo. Pero en ese instante se dio cuenta de la situación, que si bien el olor que emanaba seguro él ya había detectado lo garantizaba, al recordar que se había puesto un tanga de algodón azul claro: “Ahora sí que verá lo mojada que estoy. ¡Qué vergüenza!, pensará que se me ha escapado la orina”, pensando esto toda su sangre se subía a su cara. Creía morirse de vergüenza.

El carraspeó en el mismo instante que ella abría las piernas. Pero no hizo nada, siguió con su masaje: desde los pies hasta prácticamente rozar su conejito: casi, pero no llegaba a hacerlo. Y ella lo estaba deseando, lo necesitaba, no sabía qué hacer. En un instante, masajeándole su bonito culito, acercando su mano hasta donde tanto ella deseaba, se le escapó un gemido. Pero él siguió como si tal cosa.

“Este debe ser maricón: estoy a punto de correrme y no hace nada”, pensó ella.

“Ya hemos terminado. En dos días vuelvo a verte”, dijo Pedro, “y espero que estés más relajada”, añadió él.

Quería morirse, estaba roja como un tomate de la vergüenza. “Sí, espero estar más relajada”, dijo ello, sorprendiéndose de reconocer abiertamente la situación.

Se vistió, y saliendo la chica de recepción le dio un sobre para ella. “¿Qué es esto?”, preguntó.

“No lo sé, me lo he encontrado aquí ahora mismo que acabo de venir de tomar un café. Pone tu nombre”.

Al salir, lo abrió y se sorprendió con su contenido: “En media hora estoy en tu casa. Sé que me necesitas. Pedro”.  Todo el rojo de su cara se tornó en blanco. No se esperaba eso, llevaba dos semanas pensando que sería maricón, y ahora sin decir nada, sin pedir permiso, se quería presentar en su casa, y estaba claro que no quería tomar un café.

Caminando hacia casa, se fue relajando y aumentando su excitación: “¡Qué diablos, estoy excitada y quiero tirármelo!, y él sabe que estoy mojada, ha visto mi tanga totalmente empapada; la mancha que en él vio y el aroma que emanaba de mí. ¡Qué guarra que soy!”.

Trataba de recoger todo, mientras pensaba cómo esperar a Pedro, qué se pondría. Finalmente optó por una simple bata, totalmente transparente, y sin nada debajo, “¿para qué andarse con rodeos?” pensó ella, “Viene a echarme un polvo y se irá totalmente vacío”, dijo en alto riéndose.

En ese momento sonó la puerta de su casa: “¡qué deseoso está que ha subido directamente si llamar al telefonillo!”. Pedro sabía perfectamente donde vivía, pues había ido un par de veces antes a darle un masaje, pero no había pasado nada. Ahora sí, sabía que sí, no sabía cuánto tiempo tendría, lo que sí sabía es que el resto de la tarde él tendría menos fuerza.

“Veo que me estabas esperando ya”, dijo sonriente él.

“¿No me dirás que te avergüenza verme así? Me ves desnuda cada dos días”, dijiste tú.

No le diste tiempo a más, comenzaste a besarlo y él a recorrer tu cuerpo. “Joder qué manos más rápidas”, pensaste, te había tocado casi todo tu cuerpo, y no habías reparado en ello. Pero ahora sentías como pasaba de un pecho a otro, tu culo, y ¡ummmmm, qué bien tocaba!, te tocaba la almeja desde atrás, rozando simultáneamente su culito y conejito.

Estabas de rodillas delante de él, con su miembro en tu boca, mientras jugabas con sus huevos y su culito con la otra mano, en el instante que sonó el timbre de tu puerta. Entre vosotros dos y la persona que estuviese al otro lado solo mediaba un metro, con una puerta en medio. “Si supiera quién sea lo que está pasando”, pensante riéndote para tus adentros, mientras seguías deliciosamente disfrutando de mamarle la polla a Pedro.

Pero el timbre volvió a sonar, y fue en ese instante cuando, mientras Pedro te trataba de levantar para que miraras quien era, recordaste al mensajero.

“¿Quién es?”, preguntaste

Y al otro lado de la puerta reconociste la voz, “soy el mensajero de Seur que traigo su paquete”, te dijo él.

Instintivamente abriste la puerta, sin reparar en cómo ibas vestida. De eso te diste cuenta al ver la expresión de su cara.

“Este es el paquetito”, dijo él con rin tintín, mientras te indicaba que tenías que firmar, pero de lo nerviosa que estabas, no atinabas, así que te giraste para apoyarte en el recibidor.

En esa posición él tenía una vista perfecta de tu maravilloso culito, y podía ver lo bien depilado que lo tenías, pues se te recogía todo la bata dejándolo al descubierto. En eso que Pedro, ya sin pantalones y con la polla totalmente tiesa no se pudo contener y te abrazó por la espalda, sorprendiéndote. No te lo esperabas, y menos el mensajero, que se quedó petrificado.

Tú simplemente te dejabas acariciar los pechos, sintiendo como atenazaba los pezones entre sus dedos mientras besaba tu cuello, y dejaba que su polla te rozara el conejito. Al abrir los ojos, te diste cuenta de la situación: tu prácticamente desnuda mirándote al espejo, con la puerta abierta un tío metiéndote mano mientras otro te miraba. Tu sonrisa al cruzarte la mirada con el mensajero a través del espejo fue una invitación que él no pudo resistir, avanzando hacia vosotros y cerrando la puerta tras de sí.

Pedro te cogió y se dirigió a tu cama y detrás de los dos el mensajero que se iba desvistiendo como podía. Jamás en su vida podría olvidar esa tarde: ir a dejar un paquete a una casa y acabar disfrutando de un trío. Y tú, con el calentón que te provocó al hablar por teléfono, ni de bromas te creías que acabarías así. Pero ahí estabas tú, ensartada desde atrás con una polla en tu coñito chorreante y la polla del mensajero en tu boca, cuando en esos instantes empezaste a notar como palpitaba todo tu cuerpo, como tu coño decía más, más, más, …. Y “siiiiiiiiiiii”, les gritaste a los dos.

Cambiaron de posición pero tú seguías ahí, sobre tus rodillas con el culo en pompa, querías más. El mensajero continuó la labor de Pedro, y tú empezaste a chuparle la polla otra vez a él, jugando con sus huevos y su culito, tratando de que se reanimara rápidamente.  En eso que sientes como tu embestidor trasero comienza a jugar con un dedo en el interior de tu culito: “ummmm, sí me gusta”, le dijiste.

“¿Te gusta? ¿Te gustaría que te abriera el culito?”, te preguntó el mensajero, mientras introducía ya su tercer dedo en tu culito para dilatarlo, sabiendo perfectamente lo que venía después independientemente de la pregunta.

“Sí”, le dijiste. “Sí qué”, te insistió él. “Sí, quiero tu polla ahora mismo en mi culo, lo deseo, la deseo”, le dijiste.

“Pues date la vuelta, quiero ver tu cara cuando te la meto hasta el fondo en tu culito”, te dijo.

Pedro se puso a vuestro lado, y mientras le chupabas la polla, y el mensajero te estaba follando el culo, Pedro te estaba acariciando el clítoris, no podías más, querías estallar, y de hecho estabas a punto, cuando empezó a introducirte dos dedos en tu conejito.

“Sí, sí,…. Seguid, no paréis, no paréis ahora”, les gritabas.

“Parece que está disfrutando”, le decía Pedro al mensajero entre risas. “Date la vuelta, te vamos a follar los dos”, te dijo Pedro. “No ahora, no , dejadme acabar”, dijiste protestando, está claro que estabas totalmente excitada, y sólo pensabas en una cosas: volver a tener otro orgasmo, como el primero.

“Date la vuelta putita, tranquila que vas a tener lo que quieres”, te dijo el mensajero.

Te sentaste sobre Pedro, introduciéndote tu misma su polla en tu coñito que estaba palpitante y deseo de sentirla dentro. Una vez estaba dentro, el mensajero fue introduciéndote la polla en el culito.

Estabas llorando de tanto placer, jamás habías tenido a dos hombres para ti, y jamás se te había pasado por la cabeza tener tus dos agujeros llenos a la vez. “Esto es fantástico”, acertaste a decir, cuando las convulsiones de tu cuerpo anunciaban que estabas teniendo un orgasmo. En ese instante, los dos se corrieron en tu interior, lo que al sentir su calor en tu interior produjo un nuevo orgasmo.

Tumbados los tres sobre la cama, y ya bastante más relajados, comenzaste el diálogo:

“¿Cómo te llamas?”, preguntaste al mensajero

“Jose. Me llamo Jose”, te respondió.

“Encantada Jose”, le dijiste dándole formalmente dos besos en las mejillas.

“Pedro, este es Jose, Jose este es Pedro”, les presentaste

“Encantado”

“Encantado”

“Más encantada estoy yo”, añadiste tú, riéndoos todos.