¿Quién Manda?: Nosotros II (Final)

Final de la serie ¿Quién Manda?

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¿Quién Manda?: Nosotros II

Probablemente este era el momento más satisfactorio de mi vida. Desde luego era el más morboso y eso, con la cantidad de experiencias pervertidas que he tenido, es mucho decir. Estaba tirado en la cama, al lado de una sofocada Elena que tenía ambas manos en la cara tras quedar está libre del coño de mi novia, la cual se había tirado a su lado. La impresionante mujer estaba tapándose como si de repente le diera vergüenza todo el número que habíamos montado.

  • Estáis como una puta cabra- Dijo tras un par de minutos.

  • Ya dijiste algo parecido antes, zorrita- Soltó Paula, que de repente la cogió por el pelo y la obligo de aquella manera a ponerse bocabajo, situándole al final la cabeza entre sus piernas- Deja de repetirte y sigue comiéndomelo, que no me da la gana ser la única que se queda sin correrse.

Vi un destello de rebeldía en la cara de Elena, pero cuando Paula se la cruzó de un guantazo se esfumó. Obedeció nada más recibirlo, vaya si lo hizo… Un show lésbico impresionante empezó delante de mí, tan jodidamente sensual que acabé empalmándome en cuestión de segundos, y eso que acababa de tener una de las corridas más grandes de mi vida dentro de aquella pedazo de mujer.

Pero, por mucho que me pesara, ahora me tocaba tenerlo todo listo para la siguiente parte del plan, y era importante que Elena no estuviera de por medio para hacerlo. Así que, con bastante esfuerzo y mucho pesar, me levanté de aquel lecho y salí de la habitación escuchando los jadeos orgásmicos de mi querida novia.

Empezaba la parte final de esta locura.


Miguel me caía como el culo por muchos motivos. El único que ha salido hasta ahora era que lo consideraba un chuloputas de manual, un capullo de esos que se creen por encima de los demás solo por su aspecto. Obviamente el mundo le ha tratado muy bien gracias al mismo, por lo que hasta ahora esa pedantería suya no le había acarreado problema alguno. Si cabe incluso que fuera tan lanzado y ególatra le proporcionó un éxito mayor al de la mayoría de los mortales.

En pocos años pasó de ser un “relaciones públicas” de una discoteca de Madrid a pertenecer a una poderosa empresa de marketing y publicidad de la misma ciudad. Toda una carrera al alza, siempre usando su apariencia, su labia y una dosis infinita de ambición que, unida ciertamente a un considerable talento para vender lo que fuera, le hicieron ser una especie de Don Draper del s.XXI.

En principio nada de lo que he dicho puede ser interesante para el asunto que nos ocupa a Paula y a mí, que sea un publicista al que la vida le va de cara no tiene que ver con cómo narices pensábamos convertirle en nuestro perrito faldero. Eso era lo que nosotros también creíamos en realidad, tanto mi novia como yo nos pasamos ese mes dándole vueltas a la cabeza sobre como narices conseguir someter al puto chulito. A diferencia de Elena no tenía una fantasía sobre la que poder presionar, o al menos Paula no había conseguido encontrar ningún punto débil.

  • ¿Y cómo narices pretendías entonces convertirle en tu sumiso?- Pregunté yo.

  • Bueno, en realidad con Miguel tenía una idea algo menos… Definitiva, por así decirlo. Pensaba que con tener a Elena sometida sería suficiente para arrastrarle. Vamos, que si puedo joderla a ella, él para que eso no pase haría lo que le pidiera. Pero claro, no contaba contigo en esa ecuación.

  • Que guay.

  • Venga, no te enfades ahora otra vez- Dijo mi novia, dándome un empujón en el hombro- Solo tenemos que encontrar algo para chantajearle. Joder, con la vida de pervertido que lleva algo habrá.

Y si, algo había. En nuestras “incursiones” a la casa de esos dos encontramos un montón de videos porno caseros con el chulo como protagonista. Pensamos que podríamos usarlos contra él en su ambiente laboral, amenazar con mostrarle al mundo hasta qué punto era un puto ninfómano.

Pero claro… Teniendo en cuenta el círculo en el que se movía ese tío sería una estupidez. La gente con la que trabajaba, tanto sus jefes como sus clientes, parecían sacados de una puta película del destape. No sé cómo una persona puede rodearse de tanta caspa, pero Miguel lo había conseguido. Vamos, que si mandábamos videos suyos follandose a tres tías al mismo tiempo, lo único que lograríamos sería que quedara como un héroe para ellos. Eso es lo curioso de la gente tan conservadora de boquilla que al final, con los tíos al menos, son más liberales que los hippies.

Prácticamente empezábamos a darle por perdido hasta que diez días antes, en otra entrada a su piso cuando estaba vacío, apareció el puto santo grial. Y, como suele pasar en estos casos, fue de casualidad.

Nuestra invasión a tu intimidad era tan jodidamente descarada que llegó un momento que casi nos sentíamos en casa. Por eso yo me puse a mirar un par de cosas por internet en él portátil de Miguel, el cual por supuesto habíamos revisado hasta la extenuación buscando cualquier cosa que pudiera pillarle para, literalmente, joderlo vivo. No encontramos una mierda hasta que apareció ese aviso.

El muy mamón se había dejado la web del Whatsapp conectada.

Claro que no fue eso lo que me dejó con la boca abierta (Tiene gracia esta frase, aunque me estoy adelantando).

  • ¡Me cago en la puta!- Solté.

Paula estaba en ese momento examinando el cuarto de esos dos, buscando los mejores lugares para poner las cámaras. Aunque estaba muy concentrada en su tarea vino hasta el salón, donde estaba yo, al escucharme.

  • ¿Qué pas…?- Empezó a decir, pero al ver la pantalla se cortó a si misma exclamando- ¡Hostia!

Nuestras reacciones eran bastante normales. Miguel, el gran chulo, el casposo que rozaba en ocasiones el apelativo tan usado de facha, el hombre que valoraba su masculinidad con el número de tías a las que se había cepillado… Ese mismo Miguel acababa de recibir una fotografía suya.

Chupando una polla.

Decir que estábamos sorprendidos sería quedarnos muy cortos. Prácticamente nos congelamos delante del ordenador, si poder apartar la mirada de él. Y empezaron a llegar más y más imágenes, todas bastante parecidas, salvo la última, donde nuestro “amigo” salía con toda la cara llena de una sustancia muy reconocible.

Entonces vimos como empezaban a escribirse el tal Julio (Que era el nombre del contacto) y Miguel.

Miguel: ¿Eres gilipollas o k? No me envíes eso al teléfono

Julio: Venga, no me seas quejica, que bien que te gustó maricón.

Miguel: Te voy a partir la puta cara.

Julio: Ya, ya… Mucho amenazar, pero después me acabas suplicando por más polla.

Miguel: En serio imbécil, te dije que eso quedaba entre nosotros. Me he dejado el ordenador encendido, me están llegando avisos de que tus putos mensajes llegan a él. Tienes suerte de k no esté Elena en casa, pork si llega a ver esas fotos por culpa de tus gilipolleces te juro k en este momento estaría yendo a por ti para romperte la cara.

Julio: Joder… Perdón, ya paro.

Miguel: A ver si es verdad subnormal.

La conversación siguió por unos derroteros similares durante un rato. El suficiente para que yo me descargara todas las fotos al ordenador y las enviara a mi correo, borrando después el historial, algo que siempre hacia lógicamente cuando trasteaba con el ordenador de cualquiera de esos dos.

  • La leche, es gay. El puto homofobo de mierda este es gay- Dije cuando terminé.

  • No creo, en todo caso le van los dos palos- Respondió Paula- Si no fuera tan cretino no pasaría nada teniendo en cuenta la vida sexual que tiene, pero como es como es lo lleva en secreto.

  • Tanto da que da lo mismo. Con la de burradas que le he escuchado decir estos años y ahora tenemos fotos suyas haciendo una mamada y con toda la lefa en la jeta.

  • Ya… Todavía no me lo puedo creer…- Dijo Paula- Madre mía, joder Juan, le tenemos.

Y tanto que le teníamos.


Tras pasarme media hora ya tenía todo lo necesario montado en el salón. A la mañana siguiente, cuando Miguel volviera, se encontraría una escenografía de lo más graciosa.

Aunque a mí seguía sin gustarme la idea demasiado. A diferencia de él yo no tengo nada contra los gays, es más, teniendo en cuenta mis preferencias en materia de folleteo, y las de Paula, y las de Elena, y las del propio Miguel, me parece de una subnormalidad profunda tener una mente tan cerrada siendo como somos.

Con todo no ser como él no provocaba que me gustaran sexualmente los tíos. Lo malo es que los argumentos de Paula consiguieron convencerme de este lio, especialmente por cómo quedaría la cosa después de llevar a cabo la idea.

  • Puedes hacerlo- Me dijo una y otra vez Paula después de perfilar el plan por completo. En esa ocasión era el día anterior a este. Estábamos tumbados en la cama, hablando de como en unas horas iba a empezar la mayor locura que había hecho nunca- Ya verás cómo puedes.

  • Para ti es fácil decirlo- Respondí, lanzando después por enésima vez la misma pregunta- ¿No podríamos dejarle en chantajearle con las fotos y listo? Total, haría lo que te saliera del coño con tal de que no se hicieran públicas. Y a mí con tener a Elena sometida me vale.

  • Cariño… ¿Y por qué no tenerlo aún más sumiso que a ella? No hablo solo de chantaje, hablo de romperlo. Es lo mismo que te hice a ti, pero dos o tres veces peor. Él ha construido su imagen en torno a su masculinidad, vista esta de una forma bastante carca. Si le jodemos eso, y encima delante de Elena, que en cierta forma es su “trofeo” más preciado, le tendremos de una forma que no tendría nada que ver solo con una amenaza.

Ya me había soltado varias veces algo similar, y con todo no pude evitar decir.

  • A veces me das hasta miedo.

  • Lo sé- Dijo ella sonriendo y acercándose algo más a mí- Pero no me digas que eso no te pone.

  • Lo que no sé si me va a poner es lo que quieres que haga chata.

  • Oh ¿Así qué tienes miedo de no despertar al pequeñín?- Respondió con una falsa mueca de preocupación y llevando una mano a mi paquete- Tranquilo, míralo, si en cuento le doy un par de toquecitos el soltado se pone firme. También te puede ayudar Elena, con esas tetas, metiendo tú rabito entre ellas hasta que esté firme.

  • Vete a la mierda- Espeté, aunque sin quitarle la mano- Este “rabito” ya te ha roto el culo un par de veces este mes por ser tan hija de puta ¿Quieres andar como un pato en nuestro gran día?

  • Mejor guardemos fuerzas- Contestó divertida, retirando al fin el manoseo a mis partes- Y no te preocupes. Siempre nos quedará la Viagra.

Pese a ese seguro químico, el cual empezaba a darme mal rollo por sobreuso, cuando volví a la habitación y me tumbe en la cama entre las dos, seguía bastante preocupado. Nunca imaginé que estando en una cama, con dos mujeres que acababan de hacerse de todo (O eso me pareció por el griterío mientras yo trabajaba en el salón) iba a estar dándole vueltas a la cabeza sobre si tendría el primer gatillazo de mi vida al día siguiente.

Aunque claro, lo bueno de tener a esas dos es que cuatro tetas sirven de puta madre como pelota anti estrés. Y, agarrándome a una de cada par, acabó atrapándome el sueño.


El despertador sonó a las 9 de la mañana. Sabíamos que Miguel llegaría dentro de una hora más o menos, por lo que en ese tiempo aprovechamos para desayunar los tres tirados en la cama, con una Elena cada vez más encantadoramente sumisa. Aunque eso no hacía que estuviera menos confusa y preocupada. Confusa porque, pese a ducharnos el trio a la vez, en ningún momento reaccionamos a sus intentos de iniciar un folleteo pasado por agua. Lógicamente eso la desconcertó bastante.

  • Nos estamso reservando- Le dijo Paula mientras la ordenaba secarnos con una toalla.

  • ¿Para qué? Oye, Miguel llegará dentro de poco, si no es ahora… Yo no quiero que el sepa todo esto. Tenemos una relación abierta y eso, pero no le va a hacer ni puta gracia que yo sea vuestra…

La joven no quería terminar la frase, algo que provocó que yo la cogiera por la barbilla y le dijera.

  • ¿Nuestra qué? Dilo.

  • Vuestra… Sumisa…

Con la mano que tenía libre le retorcí uno de sus pezones, tan fuerte que de no ser porque la estaba agarrando por la barbilla seguramente se hubiera acabado agachando medio arrodillada.

  • No uses palabras tan finas. Eres nuestra perra, o nuestra zorra, o nuestra puta ¿Queda claro?

  • Si, joder, si… ¡Suéltame por favor!- Contestó.

Ahora fue Paula quien le estrujó el otro pezón, con más mala leche que yo incluso.

  • Ten cuidado con cómo nos respondes zorrita. Las putas como tu tienen que terminar sus frases con un amo, ama, señor o señora. Y desde luego no te está permitido exigirnos una mierda.

  • Por favor, amos, por favor….- Suplicó lastimeramente.

La tuvimos unos segundos más así, en pelotas delante de nosotros, agarrada por sus dos preciosos botones rosados. Al final la soltamos y yo la volví a agarrar, pero está vez por los hombros. Le dí la vuelta y la coloqué en pompa sobre el colchón, mojando el mismo pues era la única que todavía no se había secado.

Puse una mano en su coño, el cual estaba totalmente seco salvo por el agua, la cual no lo hacía precisamente tan resbaladizo como su lubricación natural.

  • ¿Y sabes por qué eres nuestra perra? Porque podemos hacer contigo lo que nos de la gana. Por ejemplo, ahora que estás sin ningunas ganas de hacer una mierda, podría cogerte de esa melena tuya y follarte a cuatro patas como a una perra. Te la puedo meter de un puto golpe y tú no podrías evitarlo.

Mientras le soltaba esa perorata iba sintiendo como su excitación empapaba toda su vulva. Era impresionante, una contradicción en sí misma. Que la hiciéramos llamarnos amo no la ponía. El daño físico en seco no la ponía. Pero el que yo pudiera hacer con ella lo que me viniera en gana… Eso la encendía en segundo y medio como a una antorcha.

Era la falsa sumisa más sumisa de la historia.

Al final la acabé dejando tirada en la cama, soltando ella un ligero gemido, pero esta vez más de fastidio por no cumplir mis amenazas de tirármela sin su permiso. Pero, al igual que ayer por la noche, tenía que guardar fuerzas para lo que se avecinaba en nada.

Paula había atendido a mi exhibición de dominio con una sonrisa de satisfacción, pero en cuanto la terminé fue hasta el armario con rapidez. Sacó las cosas que habíamos metido ayer en él, antes de que volviera Elena, y entre todos los juguetes (Tan variados que la ya mentada Elena se quedó de piedra al ver el repertorio) eligió una larga correa de cuero negro con un collar de pinchos. Sin decir una palabra se lo puso a su nueva perrita, la cual asistía atónita a nuestra nueva idea.

  • Va a llegar Miguel, por favor amos, os lo suplico, no puede verme así. Se va a enfadar mucho, y cuando se enfada no hay quien lo pare. Os puede hacer daño.

Joder, que rápido había pillado la forma en la que debía hablarnos.

  • A callar perra. Y baja de la cama, las perritas van a cuatro patas en el suelo- Se limitó a contestarle.

Elena obedeció de inmediato, demostrando una vez más que se estaba adaptando a su nueva condición a pasos agigantados. Con todo seguía con una expresión de preocupación tremendamente notoria.

  • Amos… De verdad, ya tiene que estar…

No pudo terminar la frase porque en ese momento escuchamos como la puerta de la entrada se abría. Miguel por fin estaba en la casa.

  • Ya sabes lo que hacer- Le dije a Paula.

Ella me sonrió y me lanzó un beso, empezando a caminar con una acojonada Elena siguiéndola a gatas. La imagen de ese trasero desnudo me provocó un empalme de narices, el cual rogué porque me durara para lo que se avecinaba.

Yo me quedé en la habitación. Esta parte la había ideado yo, quería hacer una entrada a lo peliculero, llegando justo cuando una frase me diera pie. Lo sé, es una tontería, pero es que me molaba hacerlo.

  • ¡Coño!- Escuché soltar a Miguel. Seguramente acababa de encontrarse con mi querida novia en pelotas llevando a su también desnuda pareja como a un caniche por el salón- Joder, vaya pedazo de recibimiento- Siguió diciendo con sorna- ¿Qué pasa, que mis putitas han estado toda la noche de fiesta eh?

Ese era el momento que esperaba. Salí del cuarto rápidamente, apareciendo en nada en el salón y diciendo.

  • En realidad son mis putitas.

Ya, ya… Ha sido una gilipollez como un piano. Pero que queréis, me sigue pareciendo gracioso. Aunque mucho más divertida fue la expresión de desconcierto total que puso el chuloputas.

  • ¿Pero qué cojones…?

  • ¿Vas a preguntarme que está pasando? Pero si tú mismo lo has dicho. Nos hemos pasado toda la noche jugando entre nosotros, con la zorra de Elena como nuestra perra personal.

La cara que tenía era un poema. Al final, entre la confusión y la sorpresa, su rostro se fue tiñendo lentamente de un cabreo incipiente la mar de evidente.

  • Mira, cornudo pichacorta, no sé si es que estás dos te han estado jodiendo toda la noche y ahora estás en otro puto planeta, pero si no te dejas de gilipolleces te voy a soltar una hostia. A mí un mierda como tú no me habla así ¿Entiendes?

  • ¿Así que cornudo pichacorta? Bueno, siendo justos yo creo que a Elena le mola mucho mi polla ¿A que sí, zorrita? Venga, ven a chupármela un poco puta.

Se ve que Miguel no podía consentir que insultara a su novia, porque empezó a caminar hacía a mí con una intención evidente de coserme a puñetazos. No obstante se quedó clavado en mitad del salón cuando Elena, todavía gateando, se dirigió hasta mí y se arrodilló para meterse de inmediato mi aparato en esa boca tan preciosa que tiene.

El chuloputas seguía anonadado, viendo como agarraba la melena de su novia para darle ritmo a la mamada. Pero al final volvió a la vida.

  • ¡Te voy a partir la puta cara!- Rugió.

Era curioso su enfado. A diferencia de mi etapa de cornudo, al realmente no se l estaban poniendo en su cara, su relación con Elena siempre había sido abierta. Pero, para variar, la Paula ya había predicho ese comportamiento. Lo que le jodia no era que su novia me la estuviera mamando, era la forma. Y más creyendo todavía que, pese a que este mes habíamos estado algo desaparecidos, él podía tirarse a mi Pau porque yo estaba a merced de la misma como un patético pelele.

Vamos, que él se consideraba demasiado hombre para que un tío como yo tratara así a su pareja.

Cuando estaba a un par de pasos de mí di una palmada en el aire. Al instante las luces se apagaron. Ese era uno de los cachivaches que había instalado ayer antes de dormirme, y lo que provocaba el aplauso no era solo que se apagaran las luces.

Un foco se activó, apuntando hacia una pantalla de proyector que hasta ese momento había pasado desapercibida tanto para Elena como para Miguel. Ambos dirigieron sus miradas, otra vez notoriamente confusos, a ella.

  • A ver, chulo de mierda ¿Qué tal si te tranquilizarse y ves esta preciosa presentación?- Dije, con un tono de subidito muy parecido al que él solía usar siempre.

En un segundo se proyectó una imagen que dejó al hombre aún más helado que antes. Lo cierto es que pagaría lo que fuera para poder observar una y otra vez esa expresión de terror que le atravesó en cuanto se vio a si mismo con una polla en la boca. Aunque de esa forma me perdería la otra satisfactoria visión, la misma en la que me fijé al escuchar un gritito ahogado de Elena. La mujer se quedó tanto con la boca como con los ojos más abiertos de lo que jamás había visto en una persona hasta la fecha.

Seré un cabrón, pero no pude evitar soltar una ligera carcajada ante semejante panorama.

Di otro aplauso y las luces se encendieron, apagándose también el proyector. Miguel estaba todavía con la mirada fija en la pantalla. Una especie de tembleque le recorría todo el cuerpo. Esa ira que unos segundos atrás tenía había desaparecido por completo.

  • Vaya, vaya, al machote le gusta chupar rabos ¿Eh?- Soltó de repente Paula.

  • Yo… yo…- Tartamudeo Miguel, añadiendo patéticamente después- Es un montaje.

  • ¿Perdón?- Pregunté divertido.

  • Es Photoshop o alguna mierda de esas- Siguió mintiendo, mirando ahora a Elena- ¡Sois unos hijos de puta! No es de verdad Elena, es un puto montaje, estos dos cabrones…

  • Oh, por favor…- Interrumpí- No seas tan ridículo imbécil ¿Quiénes te crees que somos, el puto James Cameron? Además, hicimos capturas de tu conversación con el tal Julio ¿Quieres que te las ponga también en la pantallita? ¿O prefieres que le llamemos y nos cuente?

El hombre volvió a quedarse congelado. Elena estaba literalmente en shock. Era normal, pensaba que le conocía por completo, cada faceta suya, cada filia y gusto sexual. Pero no, se había dejado una parte bastante importante fuera, una que además iba en contra de toda la imagen que tenía de él.

Tanto Paula como yo sabíamos que a Elena en realidad que Miguel fuera bisexual no le importaría. Es más, con lo que le va la marcha probablemente el abanico de posibilidades que le hubiera dado eso haría que su coño se mojara con tan solo pensarlo. Pero la mentira… Aún no ha existido persona en este mundo que se tome bien una mentira tan gorda. Tantas palabras hirientes hacia los gays, tantos rollos sobre lo macho que era por follarse a tantas tías, tanto decir que a él ni siquiera le gustaba masturbarse demasiado porque era una mariconada… Y allí estaban las fotos de su imperial hombre, mamando como una putita de cinco euros.

Normal que la pobre no supiera ni que decir.

  • Eres un mierda ¿Lo sabes, no?- Espeté yo, cansado de ese silencio tenso- Hablas mucho, te crees mucho, pero en realidad  no eres nada. Dime Miguel ¿Qué pensarían en tu curro de esto?

De nuevo el horror se apoderó de su rostro.

  • No… No puedes… ¡No vas a hacer público ese montaje de mierda!

  • ¡¡¡DEJATE DE GILIPOLLECES DE UNA PUTA VEZ!!!- Vociferé, harto de esa tontería del montaje.

Mi berrido le hizo dar un paso atrás. No creo que en toda su vida se hubiera sentido amenazado por otra persona como en ese momento. Le sentó francamente mal, porque se recompuso y de nuevo volví a ver esa furia en su mirada.

  • ¿Quieres pegarme? Claro, eso solucionaría muchas cosas, idiota.

  • Te voy a matar.

Lo dijo de una forma que le creí. Pero, para variar, esa reacción entraba dentro de lo que mi querida novia había pensado. Y teníamos una contramedida.

  • ¿Y entonces quien parará el envió?

  • ¿De qué mierda hablas?

  • Aaaaah… Perdón, que no te lo había dicho. Verás, cada cinco horas tengo que meter una pequeña clave en mi correo. Si no lo hago se enviará de forma automática esas fotos tuyas a toooooodos los contactos que copié de tu Whatsapp.

Y otra vez se quedó más quieto que una estatua. Le volvió el tembleque, como un abuelo con la tensión alta, y estaba cada vez más rojo.

  • Pero eso no tiene por qué pasar ¿No crees? Hay otras formas de hacer las cosas. Es decir, por todo lo que me has hecho, por follarte a mi novia, quizás te merezcas que te destroce la puta vida de mierda que te has montado. Claro que… Si haces lo que te pido.

Prácticamente pude ver sus neuronas ponerse a pensar en cómo salir de ese lio. Obviamente no encontró solución alguna que decir:

  • ¿Qué quieres?

  • Todo- Respondí, sonriendo maliciosamente- Empieza por desnudarte.

  • ¿Qué?

  • Que te despelotes. Vamos, estamos los tres ya desnudos, y no será la primera vez que lo haces con tanto público. Claro que esta vez no será para pavonearte.

Miguel no supo que responder. Al final, tras unos segundos vacilando, acabó por obedecer. Por primera vez no me sentí en nada inferior cuando empecé a contemplar su cuerpo desnudo. Esos putos músculos marcados y esa polla de caballo ya no valían una mierda en comparación con el poder que tenía sobre él. Cuando terminó dije.

  • Y ahora de rodillas.

Me miró suplicando, dirigiendo por un segundo sus ojos hasta la todavía muda Elena. Casi me decía sin hablar: “Delante de ella no”. Pero no tenía otra opción, en realidad era una disyuntiva simple. Podía humillarse delante de su propia novia o arriesgarse a que yo hiciera saltar toda su vida por los aires.

Simplemente era mío.

Bueno, en realidad Paula me recordó sin quererlo que era nuestro. Con todo el numerito con el chuloputas casi la había olvidado, pero su voz hizo que la mirara directamente. Aún seguía sujetando la correa de cuero con la que tenía atada a Elena y, dando un tirón de ella, le dijo.

  • Perra, ponte al lado de tu amo, de rodillas, mirando a su polla. Tienes que ver la escena de cerca. Y tú- Añadió señalando con un dedo a Miguel- Arrástrate a cuatro patas hasta este rabo que te vas a comer.

El hombre negó con la cabeza un par de veces.

  • ¡¡¡AHORA!!!- Rugió Paula.

Pese a que seguía negando, al final lo hizo. Esos segundos viéndole gatear hasta mí me revelaron que mi novia, como no, volvía  tener razón. No me gustaba ese tío. No me gusta ningún tío en realidad. Ver su cuerpo, por escultural que fuera, no me producía ningún efecto.

Pero esa situación.

Ese era el hombre al que vi penetrar a Paula hace dos meses, sujetándola como si fuera una pluma, empalándola literalmente con ese pedazo de rabo. Después llegaron las fotitos con mi novia chupándosela, los videos, verles en directo, pajearme observándolos… Ese era el hombre que me había destrozado. Siguiendo el plan de mi queridísima novia claro, pero era su miembro el que lo había llevado acabo.

Y ahora lo tenía como ante mí, con una mirada que evitaba la de Elena a toda cosa, con sus ojos algo llorosos por la humillación.

Notaba como corría por todo mi cuerpo una especie de calambrazo, de chispazo difuso que me proporcionaba el mayor subidón que nunca había experimentado. Era el poder, un poder totalmente indescriptible, superior a cualquier otra sensación de dominación que había logrado con mis relaciones.

Ni me hizo falta mirármela. Estaba empalmado.

  • Chúpamela- Dije- Pero no me mires a mí. No mires la polla que te vas a comer. Mira a tu novia, observa como descubre lo poco hombre que eres, lo inferior que quedas ante mí.

Ni yo me creía esa gilipollez. Pero él sí, así era justo como se veía. Era así de imbécil el desgraciado.

.- Por favor…- Suplicó en voz alta por primera vez.

  • ¡Hazlo!

Lentamente dirigió su boca hasta la punta de mi glande. Y, con todavía mayor lentitud, sus ojos se posaron sobre los de Elena, que asistía ruborizada a la escena. Seguramente él creería que ese tono rojo de su piel era por la vergüenza de verle hacer eso. Yo ya conocía lo suficientemente bien a esa mujer para saber que se estaba poniendo cachonda viendo como le obligaba a hacer algo.

He de decir que el chulo la mamaba bastante bien. También ayudaba lo cachondo que me ponía notar sus lágrimas caer hasta mis pelotas. Se le notaba experimentado, muy experimentado, tanto como para hacerme una garganta profunda sin ningún esfuerzo.

Y no, no es por mi tamaño.

  • Vaya, joder, como la chupa el marica de tu novio. O mejor dicho tu novia, aquí al parecer solo hay un hombre ¿No, Elena?

La aludida me miró. Era lo suficientemente lista como para saber que solo podía responder una cosa.

  • Si, amo. Mi novia la chupa muy bien.

Miguel gimoteó al escucharla, pero no dejó de chupármela. Paula, a la que de nuevo había olvidado, salió del salón rumbo al cuarto. Esa parte la habíamos discutido mucho. Ella tenía una idea inicial a la que por primera vez me negué en redondo, siendo incapaz de convencerme. Al final yo mismo, haciendo gala de que de vez en cuando escuchaba sus peroratas sobre psicología, le recordé que al final Miguel, además de homofobo, también era algo machista. De una forma mucho más sutil que lo primero, pero ciertamente estaba ahí. Por lo que si ella se encargaba de esa parte también supondría un golpe final a su ridícula hombría, y más delante de Elena.

Sea como sea cuando ella volvió los ojos de Miguel se apartaron de su novia para fijarse en la mía. Hace un mes eso hubiera significado un placer visual que presagiaba un trio, quizás incluso en mi cara, pero esta vez… Esta vez solo significo que el miedo volvía a él.

  • ¿Te gusta? Viendo la cara que pones ya habrás adivinado que es para ti- Dijo, con una sorna importante, Paula.

En su entrepierna se alzaba un imponente strap-on. Y tan imponente que era. Estaba hecho a la medida de la polla de Miguel. Fue fácil conseguirlo, la puta de Elena tenía un consolador clon de su rabo. Solo hizo falta hacer el molde en el para poder fabricar nuestra propia copia.

-Responde- Le exigí, sacándole mi pene de la boca.

Esta vez no tenía ningún tembleque. Estaba tiritando de pánico.

  • No…- Susurro- No por favor.

  • Solo sabes decir eso. Venga, si ya tienes que estar acostumbrado. Bueno, quizás no a uno tan grande, pero bien que presumías de polla hasta hace nada- Le solté.

  • Yo nunca he hecho eso.

  • ¿Perdona?- Pregunté, francamente sorprendido.

  • Que nunca… Nunca me han…

  • ¡¿Nunca te han follado?!- Gritó Paula, con una expresión de felicidad tan jodidamente plena que hasta me hizo reír- Joder, que suerte. Juan, que es virgen.

  • No me lo puedo creer- Dije con burla- Así que… ¿Solo vas por ahí chupándosela a los tíos? Madre mía. Ya sé, seguro que pensabas que si te dejabas dar por culo eso te haría ser de verdad una marica mala ¿Eh? Dios, que pena me das macho, porque te la va a clavar igual por muy virgen que seas.

Esta vez Miguel se puso a llorar casi a moco tendido. Podría mentir, pero lo cierto es que verle tan jodidamente patético, tan indefenso, me ponía aún más cachondo. Sí, soy un desgraciado, un sádico, pero el dolor emocional de ese tipejo me resultaba la cosa más estimulante que nunca había experimentado. Era como si hasta ahora solo hubiera probado el vino barato y de repente alguien me diera un Vega Sicilia.

  • Venga, deja de lloriquear como una niñita y ponte a cuatro patas- Ordenó Paula, la cual estaba visiblemente tan cachonda como yo por el sometimiento de ese mastodonte.

Mi novia se dirigió a su espalda. Miguel no obedecía, seguía entre arrodillado e inclinado, lagrimeando lastimosamente. Y mi querida novia no es una persona paciente cuando está en modo ama. Le soltó una patada en el culo, lo suficientemente fuerte como para mover a aquel titán y hacer que quedara con el trasero ligeramente en pompa.

  • Mira, imbécil, tienes dos opciones por si aún tu cerebro de idiota no lo pilla- Le dije- O bien haces todo lo que te decimos, o sigues siendo un hombre libre pero con una vida bastante diferente a la que has tenido hasta ahora. Tú eliges, esclavo o apestado, pero elige ya, porque es la última vez que te voy a permitir desobedecer.

Mis palabras le golpearon como un puñetazo. Si el día anterior el momento definitivo fue cuando le contamos a Elena lo de las cámaras, este era el instante donde veríamos si aquel bicharraco era nuestro o no.

Y lo era.

Completamente derrotado se puso a cuatro patas, con la mirada en el suelo.

  • Vista al frente- Exigí.

Me obedeció al instante. Era tan patético. Tenía tanto miedo a ser descubierto que su voluntad ya había quedado anulada.

  • Perra- Dije dirigiéndome a Elena- Ponte a cuatro patas también. Delante de tu novia. Vamos a follaros juntitos.

Elena lo hizo tan rápido que de nuevo supe lo cachonda que le ponía ver a Miguel en esa situación. Por un segundo volví a pensar en lo curiosa que era la filia de aquella mujer. Era sumisa sin serlo realmente pero, en cierta forma, también podía ser sádica de la misma manera. Todo para saciar ese hambre suyo de sexo sin consentimiento.

En realidad era un puto peligro. O al menos lo sería si no estuviera en nuestras manos.

Aunque mucho más importantes que todas mis divagaciones fue la escena que se formó delante de mí. Podía ver primero el culo expuesto de aquella diosa, con ese coño claramente humedecido listo para que la penetrara cuando quisiera. Después estaba la cara compungida de Miguel, el cual notaba en su retaguardia como los dedos de mi novia jugueteaban con su ano poniéndole lubricante. Y finalmente estaba ella. Mi querida Paula. Con sus dos preciosas tetas al aire, armada con ese dildo que ya empezaba a apuntar a su destino, y con esa increíble mirada de puro sadismo en el rostro.

“He alcanzado el Nirvana” pensé.

Pero no. A él llegué cuando se la metí de golpe a Elena, recreándome en cada recoveco de su mojado sexo, notando el calor de cada parte del mismo envolviendo mi polla con gusto, escuchando su jadeo pre orgásmico cruzar la habitación. Un jadeo que se convirtió en berrido cuando frente a ella Paula comenzó a introducir el Strap-On en el culo de su hombre.

Podría mentir y decir que duré una hora, pero no nos engañemos. Había sido demasiado intenso, mucho más de lo que pude haber imaginado. Tirándome a esa diosa a lo perrito, haciendo que su cabeza chocara una y otra vez contra la de un Miguel que para su desgracia también jadeaba de gusto (Ese detalle era evidente teniendo en cuenta que su enorme herramienta se había alzado tras unas cuantas envestidas de Paula), cogiendo esas tetas de escándalo como podía, notando como su coño se contraria numerosas veces por los orgasmos que la invadían…

Sintiendo todo eso uno puede entender que a los pocos minutos me vaciara dentro de Elena dando un berrido que debió escucharse hasta en China.

Nunca había tenido un sexo tan violento, tan sucio ni tan increíble. Era el mejor polvo de mi vida. Al menos hasta ese día, porque desde entonces lo hemos superado una y otra vez, siempre al mando de nuestro harem particular.

Joder que buena es mi vida.

Epilogo: Seis Meses Después

Ha pasado medio año, casi ni lo hemos notado de lo rápido y placentero que ha sido. Las cosas que le hemos hecho a nuestra pareja de sumisos son incontables.

Para empezar Miguel lleva dos meses sin correrse. A Paula le dio por ponerle una jaula de castidad, una que le costó bastante encontrar teniendo en cuanta la medida. La dependienta, toda la una graciosilla, le preguntó con guasa si de verdad le salía rentable encerrar una polla de esas dimensiones.

Miguel está sometido por completo, pero claramente a disgusto (Como no estarlo teniendo en cuenta su castidad forzada) Su mayor problema es que ya no solo tenemos las fotos, el material audiovisual de sus mamadas a mí y las folladas con el Strap-On de Paula ya ocupan horas. Dicho de otra forma, hoy es más nuestro que hace seis meses, por mucho que le joda. Y por much que le jodamos claro.

Elena sin embargo se ha tomado su nueva vida con una alegría surrealista. Dice que nunca ha estado tan satisfecha como ahora (Lo cual cada vez que lo dice hiere más a un hundido Miguel), siendo follada por nosotros dos, sobre todo por mí que francamente no me canso de zumbarme a ese pedazo de hembra.

Y bueno. Paula y yo estamos mejor que nunca. Ya no hay guerra alguna por el dominio, lo tenemos ambos. La cosa nos va tan bien que incluso llevo un tiempo pensando en pedirle la mano.

Ya, ya… Uno así, en frio, no imagina que una pareja como la nuestra tenga necesidad alguna de hacer algo tan “tradicional”. Pero que queréis que os diga, solo de imaginarme la noche de bodas con nuestros dos perritos me dan ganas de coger el primer anillo que vea y plantárselo en el dedo.

Sea como sea realmente al final solo queda claro una cosa: Ahora, y hasta que queramos, mandamos nosotros.

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P.D: Muchas gracias a los que habéis seguido esta serie hasta aquí, al final ha sido un viaje más largo del que pensaba cuando escribí el primer capítulo, pero creo que ha merecido la pena. Os agradezco a todos los comentarios, incluso a los más críticos XD, y sobre todo los ánimos que me habéis dado quienes me pedíais que la continuara. Espero volver pronto con otras series y relatos.