¿Quién Manda?: Nosotros I

Primera parte de la conclusión de la serie ¿Quien Manda?. Paula y Juan inician su plan para tener a su entera disposición a sus amigos. Su primera victima, y objetivo, será Elena... ¿Conseguirán doblegarla?

Primera parte de la conclusión de esta serie. En un principio iba a ser el último capítulo, pero estaba quedando demasiado extenso y decidí dividirlo.

Espero que os guste y, como siempre, se agradecen los comentarios. Dejó aquí los links de los anteriores:

1º https://www.todorelatos.com/relato/142055/

2º https://www.todorelatos.com/relato/142117/

3º https://www.todorelatos.com/relato/142185/

4º https://www.todorelatos.com/relato/142304/

5º https://www.todorelatos.com/relato/142412/

https://www.todorelatos.com/relato/142839/

7º https://www.todorelatos.com/relato/143948/

¿Quién Manda?: Nosotros I

Pum, pum, pum…

Ese sonido es todo lo que puedo escuchar ahora mismo. Tengo el pulso disparado, noto como mi corazón palpita cada vez más rápido, taladrándome el oído.

Nunca pensé que podría llegar a esto. Si, había hecho cosas cuestionables en el pasado, muy cuestionables en realidad. Pero siempre con el consentimiento de la otra parte, o al menos teniendo en cuenta los límites de esta.

Pero hoy no iba a ser de esa forma. Elena tenía que ser nuestra a las bravas, tomada por asalto por así decirlo. Una burrada que la verdad es que iba en contra de todo en lo que siempre he creído.

¿Por qué accedí entonces? Bueno, digamos que Paula es bastante convincente. Y, pese a lo grotesco de su plan, no dejaba de tener cierto sentido si se miraba con una frialdad por bandera y la polla por cerebro.

Aunque, por muy buena labia que tuviera mi querida novia, el verdadero motivo para estar aquí tenía dos justificaciones muy claras. La primera era las “pruebas” que habíamos ido recabando Paula y yo durante ese mes.

Como ya he dicho, mi novia tenía las llaves de nuestros amigos (Aunque ya no tengo muy claro si esa palabra es aplicable a nuestra relación). Ella había urdido un plan durante el último medio año, en principio para tenerme a mí a sus pies, posteriormente modificado para tenernos a los tres.

La jodía es la ambición en persona.

Yo había experimentado en mis propias carnes la primera parte de su plan. Había sido expuesto y humillado delante de nuestro grupo, y después me cayeron unos cuernos la mar de lustrosos. Todo ello diseñado con la colaboración de la que hoy iba a ser nuestra víctima.

Pero eso ya la he contado. Toca entonces la segunda escena de la “película” que se había montado Paula, la que empezaba esta misma noche, colándonos en casa de Elena y Miguel a hurtadillas, esperando a que ambos salieran para que este último se marchara con sus amigos a un campo hasta el día siguiente. Obviamente nosotros sabíamos eso, que Elena iba a estar sola.

Ahora empezaríamos a mandar nosotros.


Hay mujeres que fantasean con ser violadas. No es una frase que suene muy bien, pero es así. Lógicamente de la fantasía a la realidad hay un trecho enorme. Dicho de otra forma, que haya tías que se masturban viendo o pensando barbaridades no significa en absoluto que quieran experimentarlas.

Pero Elena es de ese porcentaje pequeñísimo al que le da morbo que ese escenario se haga realidad.

  • Es una burrada- Le dije a Paula.

  • Ya lo sé, pero créeme, la conozco muy bien. Además, no hay que ser psicólogo para verlo, Elena está mal de verdad.

  • ¿Y eso como lo sabes?

  • Bueeeeno, digamos que me ha contado cosas… Como por ejemplo que muchas veces, cuando Miguel no está por lo que sea, ella se va al callejón de detrás de su casa. A las cuatro de la mañana.

  • ¿Y?

  • Pues que lo hace en minifalda, sin bragas, con un escote hasta el ombligo y contoneándose para que todos los tíos se la queden mirando cuando pasan a su lado. Y, cada vez que alguno le dice algo, ella se pavonea para que continúe.

  • Joder… Pero eso sigue sin justificar…

  • Ya, ya, pero es que la cosa no acaba ahí. Elena ya se la ha chupado a varios en ese callejón, incluso ha dejado que un par se la follen. Y siempre con los de un perfil concreto. Todos los que son más brutos y bordes, aquellos que por ver a una tía buena ya están a un paso de lanzarse a por ella vamos. Es lo que le pone.

  • Madre mía…

  • Y eso no es todo. Cuando vayamos a su casa verás.

Y vaya si lo vimos. En nuestras múltiples incursiones en la casa de esos dos, siempre realizadas cuando estábamos cien por cien seguros de que no iban a estar, fuimos encontrados cada secreto que tenían.

La colección de porno de Elena era impresionantemente larga, y todos los videos y fotos que guardaba en su ordenador eran de la misma temática. Aunque lo más llamativo resultaron ser los relatos que ella misma había redactado, y el diario en el que apuntaba como la hacían sentirse cada hombre que la miraba de cierta manera. Y, ante todo, lo que había experimentado en sus peligrosas correrías en el callejón.

La parafilia de la amiga de mi novia rozaba la obsesión. Y el peligro que corría intentando ponerla en práctica era demencial.

De esa forma, tras conseguir encontrar precisamente esos diarios, cuando llegamos a nuestra casa Paula y yo mantuvimos la conversación que finalmente hizo que accediera a embarcarme en este follón de pelotas.

  • ¿Ves? No solo quiero hacer esto por mí, también es para evitar que le pase algo a la loca de mierda esta.

  • Claro, ahora eres una hermanita de la caridad…

  • Es en serio. Por muy absurdo que suene, algún día si sigue así se la van a cargar. Que la violen en mitad de un descampado es casi lo de menos en su caso, la muy zumbada hasta disfrutaría con su maldita fantasía cumplida, pero es que se la pueden cargar.

  • Paulita, no me jodas, que ambos sabemos muy bien que es lo que pretendes. He visto de todo en casa de Elena y, por una vez, he podido colarme en esa cabeza de psicótica que tienes. Sé por dónde van los tiros, y lo que menos te mueve es la preocupación por tu amiga ¿O no?

  • Así que me has pillado ¿Eh?- Dijo mi novia, con un tono entre incrédulo y divertido- Dime, listo ¿Cuál es mi plan?

  • Amenazarla.

  • Eso se sobrentiende se quiero violarla.

  • No con eso. Elena ha hecho de todo, ambos lo sabemos. Es más puta que las gallinas, y no lo esconde. Salvo por un pequeño detalle ¿No? Es totalmente abierta con su sexualidad con casi todo el mundo.

  • Ajam… ¿Ahora quién es el que se enrolla?- Preguntó sarcásticamente, aunque se iba acercando a mí en el proceso y me miraba con esa expresión de “me estás poniendo”.

Creo que no soy el único al que le da morbo la inteligencia en esta relación.

  • Bah, calla. Como iba diciendo, la tía no se corta. Pero tiene un muro enorme solo para su familia. Todo lo que ha hecho, y eso incluye desde tríos con mujeres solamente hasta verdaderas orgías, solo tenía como condición que nadie que conociera a su familia estuviese cerca. Ella misma lo pone en su diario, que una vez tuvo que frenar un trio con un par de tíos porque uno de ellos conocía a un amigo lejano de un primo segundo. Además, pese a todas las cosas que ha hecho, jamás ha permitido que la hagan una sola foto o que sus bonitos cuentos puedan llevar hasta ella. Si todo eso no es paranoia por ser descubierta tú me dirás. Y ese va a ser tu punto de presión ¿A que si?

  • Mira que listo mi pequeñín- Espetó sonriendo seductoramente mientras pasaba ambos brazos por mi cuello y acercaba su cara a la mía.

Nada más decir eso la agarré por la cadera y la apreté contra mí casi con violencia.

  • Creo que ya ha pasado el punto en el cual puedes hacer bromas con mi polla. A no ser que quieras que te vuelva a reventar el culo.

  • Oh ¿Y crees que eso me asusta?- Respondió, bajando su mano hasta mi paquete y dándome un pequeño apretón- Pero mejor termina tu razonamiento, ya habrá tiempo.

  • Si no quitas esa mano chungo…

  • Que mal se os da hacer dos cosas a la vez- Me reprendió irónicamente mientras me soltaba- Venga, ya tienes tu otro cerebro libre, usa el primero campeón.

  • Te la estás ganando cabrona- Le dije, dándole un sonoro azote en el culo- A lo que iba. Lo que quieres no solo es violarla, eso sería divertido claro, pero lo importante es tenerla después a nuestra merced. Así que imagino que vas a grabarla mientras le hacemos de todo y después pretenderás chantajearla con ello.

  • Premio, aunque te quedas solo con la superficie. No solo es el chantaje, es ampliar su fantasía de la violación más allá del puro acto en sí.

  • ¿Lo qué?

Paula emitió una leve risa al escucharme decir eso y ver mi expresión de confusión premeditadamente exagerada.

  • Es simple si lo piensas, bobo. Elena no es una sumisa en sí, a ella lo que le pone no es tener un amo vaya, sin embargo su fantasía en cierto modo es similar. Pero, en su caso, es algo mucho más puntual que un sumiso. A ella le pone que la fuercen en un momento determinado, no a lo largo del tiempo. Pero, si la violamos una vez, la grabamos y amenazamos con mandarle el video a sus padres, un video en el que saldría siendo la puta que es… Cada vez que nos la follaramos desde entonces en realidad sería como si la estuviéramos forzando a hacer algo. Justo lo que a ella tanto le pone.

  • Anda que vaya lógica la tuya.

  • No me digas que no tiene sentido. Bien llevado, su fantasía y la nuestra se pueden superponer perfectamente.

  • Creo que el tren de lo que tiene sentido y lo que no hace tiempo que partió de esta relación maja…

  • Pero eso es justo lo que nos gusta a ambos.

Y supongo que eso es verdad. Tras esa conversación lo hicimos como el par de tarados salvajes que éramos, ambos ya con el plan en la cabeza, poniéndonos mutuamente con las burradas que le haríamos a la diosa de Elena.


Claro que, de nuevo, del pensarlo al hacerlo la distancia es importante, y por eso ahora mismo tengo el corazón tan acelerado cuando escuché como la puerta de la casa de Miguel y nuestro objetivo se abre.

La amiga de mi novia había ido a despedir a su pareja, momento en el cual nosotros nos habíamos colado en su pisito. Y por fin estaba entrando.

Escoger su propia casa como lugar donde “atacarla” no había sido una elección aleatoria. Para empezar, por mi parte yo creía que era lo mejor, pues Miguel y Paula habían pasado mucho tiempo buscando ese piso. El motivo es que quería una cosa muy particular, que estuviera lo más insonorizada posible. La verdad es que montaron unos cuantos shows con varios agentes inmobiliarios, haciendo ruidos estúpidos para ver si se escuchaban desde fuera de la casa.

Lógicamente el motivo de ello es que ambos eran… Digamos que promiscuos, por no decir dos pendones de cuidado, y no tenían ganas de que todo el bloque supiera de sus correrías.

Sea como sea esa característica a mí me molaba, pues probablemente ruido haríamos y no tenía ganas de que apareciera la poli en mi casa porque Elena se pusiera a gritar.

El otro motivo era más clínico. Según Paula el hecho de hacerlo en su propia casa sería un shock mucho más fuerte para Elena, derribaríamos más sus barreras emocionales, y además tener su propio cuarto como telón de fondo en la “película” que íbamos a rodar sería un detalle importante para dejarla aún más a nuestra merced.

A mí me sonaba a cuento chino, pero ella lo decía con una seguridad apabullante. Y quieras que no, después de experimentar sus teorías en mí mismo, me resultaba francamente difícil ignorar su punto de vista.

Por otra parte gracias a nuestras incursiones de este mes nos conocíamos el lugar casi mejor que ellos mismos.

La entrada de la casa daba a un pequeño hall, donde tenían una mesita para dejar las llaves y el bolso. El primer paso era esperar a escuchar el tintineo de lo primero.

El pulso se me disparó aún más cuando pasó eso. Elena solía llevar tacones, por lo que era fácil seguir sus pasos. Acababa de entrar en el salón, y caminó hasta lo que imaginé que sería la nevera al escuchar cómo se abría esta. Tenían una cocina americana, por lo que lógicamente no tardó mucho en hacerlo.

Luego volvió a andar, aunque el sonido de los tacones cesó. Supuse que se había quitado los zapatos. Nosotros estábamos en su habitación, colocados contra la pared en el hueco que dejaba la puerta abierta.

  • Prepárate, ya viene, siempre que se descalza después va al cuarto para ponerse cómoda- Me susurró Paula a mi lado.

El cómo sabía ese detalle se me escapaba, pero tenía razón. Y todo sucedió a una velocidad de vértigo.

En cuanto vimos la sensual silueta de Elena pasarnos, nos lanzamos a por ella. La mujer dio un grito de aupa, de esos que uno teme que le estallen los tímpanos. Intentó resistirse, pero fue totalmente inútil, entre que la habíamos pillado por sorpresa, que éramos dos y que ambos teníamos más fuerza que ella, en cuestión de segundo la teníamos tumbada bocabajo sobre su propia cama.

  • ¡¡Dejadme, dejadme!! ¡¿Quién cojones sois?! ¡¿Cómo habéis entrado?!- Gritaba frenética.

Si no sabía que quienes la atacaban eran sus “amigos” fue por nuestros disfraces. Tanto Paula como yo nos habíamos vestido con ropas del típico ladron, totalmente de negro y con pasamontañas. La verdad es que cuando nos pusimos todo el conjunto, nada más entrar en la casa, casi me entra la risa floja. Resultaba muy ridículo.

Aunque ahora mismo no creo que Elena piense lo mismo claro.

  • A callar, zorra- Espetó Paula. Forzaba mucho su voz para sonar más grabe, intentando no ser descubierta- Hemos venido a por ti, te vamos a follar pedazo de puta calientapollas.

  • ¡¿Qué?! ¡¡No, joder!! ¡¡Soltadme, soltadme enfermos!!

  • Que te calles ostia- Volvió a repetir mi novia, acompañando la frase con una buena leche a la nuca de su amiga.

Desde luego Paula no se andaba con rodeos. La galleta que le metió hizo que la cara de Elena se estrellara contra el colchón e incluso revotara. De haber tenido el suelo debajo le habría roto la napìa.

Yo mientras tanto me afanaba por sacar uno de los objetos que habíamos traído. Un par de cuerdas. Como pude, mientras mi novia se sentaba a horcajadas sobre Elena, la maniate por la espada. Luego cogí un pañuelo, el cual use para vendarle los ojos, dejándola así sin posibilidad de vernos, lo que aprovechamos para quitarnos los pasamontañas.

Cuando terminé cogí un palo de metal y se lo puse en la cara a Elena, diciéndole, también con una voz forzada.

  • ¿Lo notas? Es un cuchillo, si no haces todo lo que te decimos te voy a abrir unos cuantos agujeros. Para empezar solo vas a hablar cuando te lo digamos, zorra de mierda, y te vas a comportar como la puta barata que eres.

Lógicamente lo del cuchillo era mentira. Solo era eso, un palo, pero el tacto metálico y el miedo que debía sentir, hacían que Elena se tomara bastante en serio la amenaza.  Se quedó completamente quieta, o al menos todo lo quieta que podía estar.

Su cuerpo se movía un poco, tembloroso bajo el peso de paula. La verdad es que yo estaba tremendamente acojonado, tanto que incluso el perfecto físico de esa mujer, siendo sometida encima por mi novia, no llegaba a excitarme como debería.

Pero por mucho acojone que tuviera, Paula desde luego estaba la mar de tranquila.

  • Ahora te vamos a dejar como tanto te gusta estar, en pelotas- Dijo- Así aprenderás a no ir por callejones oscuros buscando polla como una loca.

Elena no pudo evitar soltar una especie de gemido lastimero, algo que sonó similar a “com…”. Probablemente iba a decir “¿Cómo sabes eso?” pero a mitad de camino recordó que no podía hablar.

  • Querías preguntar cómo lo sabemos ¿No, guarra? Te hemos visto, yo y mi amigo de aquí. Muchas veces, contoneándote con ese cuerpo de zorra barata, como si todo el mundo tuviera que ver tus pedazos de tetas bailando y el culo medio al aire. Pues si querías calentar lo has hecho muy bien. Te hemos seguido, y en cuento el chuloputas de tu novio se ha largado nos hemos colado. Y ahora vamos a darte lo que él no puede y tú buscas tanto.

Elena volvió a gimotear, aunque esta vez sonó más al inicio de un llanto. A mí se me calló el alma a los pies con eso. Puede que me guste dominar, pero por ahora la experiencia de forzar a alguien de esta forma no me estaba gustando mucho.

Era cierto que a Paula, cuando le hice lo que le hice, podría decirse que la violé. Pero era distinto. Para empezar en este mes mi enfado por todo lo que me había hecho había ido menguando, sobretodo porque el mismo estaba dirigido sobre todo a mi novia. Y claro, una vez hechas las paces, por así decirlo, dicho cabreo había pasado a una cosa mucho menos pasional como es un plan para vengarme de estos dos.

Pero, de nuevo, mi queridísima novia transmitía una seguridad en lo que iba a hacer que rozaba la sociopatía. Mientras yo seguía con el palo tocando ahora el cuello de Elena, ella se fue bajando de su espalda. La mujer tendida siguió temblando, pero la amenaza del arma falsa hizo que pese a su nueva “libertad” no hiciera nada.

Paula fue toqueteando todo su cuerpo en el proceso. Pasó sus manos por la espalda de Elena, por sus caderas, por su culo… Por primera vez la estampa me puso algo a tono. No dejaba de ser tremendamente erótico ver a mi novia con ese pedazo de tía, incluso en una situación como esta eso reviviría a un muerto.

Al final de tanto magreo, mi novia volvió a las caderas de Elena. Hizo palanca por debajo de las mismas, haciendo que su amiga se pusiera un poco en pompa. Y entonces, colocándose por detrás suya como si fuera a montarla a lo perrito, empezó a manipular la abertura del pantalón oscuro que llevaba Elena. En nada ya lo había desabrochado y empezó a quitárselo lentamente.

El culo de esa diosa volvió a estar presente. Entre la fiesta, y las fotos de mis cuernos en donde de vez en cuando aparecía, ya tenía ese perfecto trasero bastante visto. Con todo uno nunca se cansa de ver una obra de arte como esa. Era tan jodidamente perfecto que, si no pusiera tanto, dañaría a la vista.

Tenía puesto un tanga negro casi invisible, por lo que se veía casi desnudo. Mi novia pasó su mano entre los cachetes, dirigiéndose con una lentitud exasperantes hasta el coño de su mejor amiga. Y, nada más tocarlo, sonrió ampliamente y me hizo un gesto para que me acercara.

Así lo hice, dejando por primera vez el palo, aunque de nuevo Elena demostró que no tenía ánimos de pelea, pues no hizo absolutamente nada.

En cuanto puse una mano encima de ese maravilloso coño, supe perfectamente porque Paula tenía esa expresión de felicidad. Me he acostado con bastantes mujeres, no es por presumir, pero es la verdad. Sin embargo en toda mi vida nunca había notado semejante calor y humedad impregnados en una prenda femenina.

Dicho bastamente, a Elena el coño le ardía de mala manera.

  • ¿Lo ves?- Me susurró al oído, con una prepotencia casi insultante, Paula- Te lo dije. Está como una puta moto y solo la he magreado un poquito.

Me importó una mierda el tonito de sabelotodo que tenía. Aquello me cambió por completo. Las dudas, el miedo, el rechazo a hacer esto… Todo desapareció por completo al tocar ese bulto humeante. Y mi lado salvaje, esa parte casi siniestra de mí, tomo el control.

No puedo verme la cara, pero sé perfectamente que una sonrisa tirando a sádica se ha dibujado en ella. Lo sé porque hasta la hipersegura Paula a dado un paso atrás, como dejando a la fiera más grande y hambrienta su botín, no vaya a ser que se la coma por entremetida.

Ahora era yo el que estaba a la vera de Elena, con mi entrepierna prácticamente embistiendo ese trasero perfecto. Me incliné y la agarre por los pelos, elevando todo su tronco en el proceso. La mujer no pudo evitar soltar un largo grito, pero desde luego a mí eso me importaba una mierda. De repente toda la rabia que sentía por ella, por las humillaciones, por esa patada en los huevos que me dio, por estas compinchada con Paula… Todo eso también volvió a mí.

Hice un nudo con su cabello en mi puño, sujetándola casi como si se tratase de las riendas de un caballo. En este caso de un pedazo de “yegua”. Y le arreé con la mano libre un tremendo cachete en su culo.

  • ¡¡Ah, joder!!- Exclamó Elena.

  • ¡¡Cierra la puta boca!!- Grité, tan encolerizado que no me hizo falta moldear mi voz, era irreconocible sin pretenderlo- Voy a darte cien azotes por puta, y luego te voy a follar como no te han follado en tu vida. Como vuelvas a decir algo que non sea un grito de dolor empiezo de nuevo.

No le di tiempo ni a entender la situación. Con su rojiza cabellera entre mis dedos, y su trasero expuesto por completo, comencé la cuenta. Ya había azotado antes a esta mujer, pero en comparación aquello había sido un jueguecito de nada.

La palma de mi mano caía indiscriminadamente sobre ella, una y otra, y otra, y otra vez. En cuestión de segundos sus dos nalgas estaban al rojo vivo. Elena berreaba como una loca, pero se había tomado mi amenaza totalmente en serio, no salía una sola palabra de sus labios. Solo gritos de agonía.

En uno de mis viajes para seguir con la zurra, agarré el tanga y se lo arranqué de golpe. En esa posición solo tenía que bajar un poco la mirada para ver su culo y coño totalmente abiertos para mí. Y lo que vi me puso aún más cachondo de lo que ya estaba.

El trato que le estaba dando no había bajado un apice su líbido, estaba tan mojada que su palpitante vagina casi goteaba de pura lubricación. Tardé unos segundos en poder volver a mi tarea, la cual había dejado en sesenta y cinco golpes con la mano abierta. Pero es que tener a esa diosa tan sometida y encima tan cachonda era para recrearse.

Cuando volví a la azotaina, Elena emitió un extraño gruñido. Supe que estuvo a nada de decir algo, seguramente para expresar sorpresa, pues probablemente había pensado que dejaría de azotarla. Pero consiguió contenerse a tiempo, afortunadamente para ella.

A todo esto Paula no estaba perdiendo el tiempo. En un principio se había quedado congelada viendo la escena. No formaba parte de su plan, el cual consistía en que ella primero le haría una buena comida de coño para que se pusiera más a tono. Pero o no quiso o no fue capaz de frenarme. Al final empezó a despelotarse viendo como torturaba a su querida amiga y, haciendo gala de lo puta que es la cabrona, se acabó sentando al lado de esta con las piernas abiertas y masturbándose como una loca viendo como mi mano descendía una y otra vez sobre el trasero de Elena.

Joder, si es que estamos hechos el uno para el otro. Sobre todo si tenemos una víctima que compartir, en vez de puterarnos entre nosotros.

Al cabo de un par de minutos terminé la sucesión de cachetadas. El culo había quedado de un rojo brillante, casi podía sentirse la sangre palpitar bajo esa piel normalmente mucho más pálida.

Me serené un poco, cogiendo aire, pues la verdad es que me había cansado más de lo que pensaba. No solía dar tantas ostias seguidas con esa intensidad. Cuando recuperé por completo el aliento, y viendo como Elena pese al dolor que a buen seguro sentiría, seguía a cuatro patas sobre el colchón, miré a Paula y le dije.

  • Comienza.

Mi novia no dudó un instante, anque Elena si que emitió un largo lamento sollozante. Pensaría que ahora su otro captor iba a continuar la zurra. Pero nada más lejos de la realidad, esta vez volvíamos al plan original.

Paula, desnuda como estaba, se postró delante de su expuesta amiga, arrodillándose y llevando su cara entre aquel par de nalgas rojas. Durante un par de minutos sopló en esos cachetes, y solo eso valió para que la llorosa Elena empezase a gemir, pero esta vez de gusto.

Los dedos de mi novia rozan el culo de Elena con una suavidad impresionante, y eso que yo solo lo veo. Pese a esa delicadeza seguro que la espectacular mujer siente algo que dolor, pero de todas formas la mezcla de sensaciones parece gustarle aún más que los soplidos. Esta jadeando la muy zorra. Lentamente Paula va dirigiéndose a su objetivo, pasando su índice entre los cachetes de ese trasero y llegando al fin a la abertura húmeda y claramente excitada de Elena.

Nada más tocar sus labios mayores, el gemido que pega Elena es el más grande que ha dado en todo este tiempo.

  • Oh, mírala, que putita más buena. Incluso castigada como una niña mala se comporta como una hembra en celo ¿Te gusta, eh, zorrita?

Elena ni dice ni pio. Entonces Paula le da el enésimo azote en el culo a su supuesta mejor amiga. Joder, si llegara a odiarla vete a saber que estaríamos haciéndole.

  • ¡Zorra estúpida! Tu aquí eres nuestra esclava, si te decimos que te calles te callas, pero si te preguntamos algo respondes ¡¿LO… PI… LLAS?!- Con cada silaba un nuevo golpe cae sobre el castigado culo.

  • Si, si…. Por favor, para… Por favor… Haré lo que queráis… Pero no más…

Antes de decir nada, Paula vuelve a darle un par de golpes más.

  • Eres ciertamente imbécil. Te he dicho que respondas solo a lo que te preguntemos, tus patéticas suplicas me importan una mierda. Y no has respondido ¿Te gusta que te haga esto?

Tras esa pregunta volvió a la infinitamente más placentera tarea de rozar el coño de Elena con un dedo. Esta volvió a derretirse ante su tacto, suspirando lánguidamente mientras la yema se introducía mínimamente en su vagina.

  • ¡¡SI!! ¡¡JODER, SI, ME GUSTA!!

  • ¿Te gusta incluso cuando te estamos violando en tu propia cama, puta?

  • ¡SI!

  • ¿Te gusta que te violen entonces, cacho zorra?

  • ¡¡SI, SI, SI!!

Esos últimos síes nunca sabrían si fueron para responder, o porque mi novia había agregado otro dedo a su masturbación, un dedo que tocaba directamente el infladísimo clítoris de Elena mientras el otro literalmente la follaba como si fuera un pequeño dildo.

Daba igual. El siguiente pasó provoco unos alaridos aún mayores. Paula había quitado ambas manos del coño de su amiga, pero no para abandonarlo precisamente. Los sustituyo por su lengua.

De nuevo me ví sorprendido ante algo que jamás había visto. Basto solo uno, un simple lametón por toda aquella chorreante vulva para que Elena empezara a correrse de forma descontrolada. Todo su cuerpo tembló de puro placer orgásmico, casi empezó a convulsionar sobre la cama, perdiendo el equilibrio y quedando tumbada sobre ella. Hasta Paula se sorprendió del espectáculo.

  • Joder, pero que pedazo de guarra que eres. Una sola pasada y mira cómo te corres.

Paula no perdió el tiempo quedándose a ver a su amiga destrozada sobre el colchón. Se levantó del suelo y fue al armario, donde habíamos dejado nuestras cosas para ocultarlas por si pasaba lo que fuera y no quedaran muy a la vista.

En nada encontró lo que buscaba. Yo nada más verla recordé era el único que estaba vestido por completo. Percatándome de ese “pequeño” detalle, empecé a desvestirme mientras mi novia se colocaba el arnés con polla de goma incluida. Verlo con él, y saber lo que iba a hacer ahora, fue lo que me despertó de mi ensoñación. Quería tener el nabo libre para lo que venía.

Cuando tuvo el aparato bien enganchado no tardó nada en ir a por Elena con ese falo de plástico en ristre. La mentada mujer aún seguía desaparatarrada, con las piernas totalmente abiertas y las manos atadas a la espalda. Era una imagen entre cómica y erotica. Tiraba más lo erotico claro, a fin de cuentas vez la parte inferior de Elena desnuda siempre iba a tirar más que cualquier otra cosa.

Paula al llegar hasta su objetivo la agarró por las piernas y, con brusquedad, empezó a darle la vuelta.

  • Ponte bocarriba, zorra.

Elena, con la brusca ayuda de mi novia, obedeció. Quedó ahora aún más expuesta ya que Paula seguía agarrándola por las piernas, dejándola totalmente abierta. En un alarde de esa extraña fuerza que tiene, mi querida novia dirigió sus dos manos a la camisa celeste que portaba Elena. Imaginé que consideró absurdo que siguiera vestida por arriba, aunque no pude preveer que fuera a desgarrar practicamente la prenda, dejando a la vista aquellas dos maravillosas tetas que tan orgullosa solía exibir su propietaria. Obviamente no llevaba sujetador.

  • Joder, sigues sorprendiéndome, eres todavía más puta de lo que ya pensaba ¿Adonde ibas con las tetas sueltas? ¡¿Eh?!

  • Yo… Yo solo había bajado a despedir a mi novio… Y…

¡¡PLAS!!

El azote resonó por toda la habitación. El objetivo esta vez fue el seno derecho de Elena, el cual se movió descontrolado durante unos segundos tras el impacto. Yo ya estaba en bolas, con la polla totalmente tiesta, y esa imagen hizo que la misma diera un saltito de pura alegría.

  • ¡¿Tienes las narices de mentirme?! No vas con las peras al aire por comodida o pereza ¿Verdad que no? ¡Di la verdad!

  • No… Es verdad… Es que me gusta.

  • ¡¿Te gusta que?!

  • Me gusta que… Que me las miren…

  • ¡¡¿Por qué?!!

  • Porque… Porque…

¡¡PLAS!! ¡¡PLAS!! ¡¡PLAS!!

Esta vez fueron tres, seguidos, al mismo pecho que antes.

  • A mi no me vengas con dudas ¡Responde de una puta vez, zorra!

Elena volvía a sollozar ante ese trato, aunque sus pezones estaban totalmente tiesos. Y no hacía ningún frio.

  • Porque quiero calentar a todos… Quiero… Que me pase algo como esto. Lo busco.

  • Como esto ¡¿En serio?!- Dijo, con una increíblemente hipócrita falsa sorpresa, Paula- Dios, lo que yo decía, eres mucho más puta de lo que pensaba. Así que querías que te violaran.

  • Si…- Respondió abatida Elena.

  • Pues felicidades.

Y, nada más decirlo, le metió de un solo empujón todo el Strap-On en el coño. El berrido, de dolor y placer simultáneo, volvió a batir el record de escandaloso.

Yo me puse a un lado, pajeandome ante la visión de mi novia entrando una y otra vez en Elena como si no hubiera mañana. Los jadeos de esta cada vez eran más y más agudos, lo que anunciaba que volvería a correrse en nada. Era impresionante su capacidad para llegar al clímax, no habían pasado ni cinco minutos entre el lametón de Paula, y ni siquiera se la estaba follando con todas sus fuerzas. Estaba claro que todo esto ponía como una moto a Elena.

Para mí todo esto era el puto cielo. Ver aquellos dos cuerpos, tan dispares, pero tan atractivos para mí… Las tetas de ambas se movían al son de los empeñones, las piernas abiertas de Elena temblaban, el culo de Paula se contraía con las penetraciones.

El puto mejor show de la historia.

Al final tuve que soltarme la polla cuando Elena volvió a correrse. Mi eyaculación tenía que ser dentro de esa diosa, quería llenarla por completo. Paula no cesó mientras su amiga volvía a agitarse, aún más que antes, en medio de un orgasmo terrible.

  • ¡¡Si, joder, si… Dame, dame, dame!! ¡Soy tu puta, soy vuestra puta!...

Las palabras que soltaban eran cada vez más auto-humillantes. Pero el orgasmo parecía haberla desinhibido del todo, no es que hubiera ocultado precisamente su placer ante aquella violación, pero es que ahora parecía una jodida estrella del porno. Salvo que no fingía en absoluto.

  • Me toca- Dije, poniéndome al lado de Paula, la cual seguía taladrando sin piedad a Elena.

De nuevo mi novia me obedeció. Era algo curioso, parecía que pese a que todo este plan era suyo y que en cierta manera yo solo era una pieza más del mismo, ahora había aceptado que se hacía lo que yo decía. Dudo que en el futuro eso se mantuviera, probablemente ambos haríamos lo que quisiéramos y punto.

Esto era un regalo. Como si me dijera: “Hoy haz lo que quieras, como quieras, a quien quieras.”

Esas palabras no saldrían de sus orgullosos labios. Pero daba lo mismo, los actos importan más que las palabras. Y que se saliera de Elena y se quedase a un lado mirando cómo me ponía entre sus piernas y enfilaba mi polla hacia sus entrañas… Bueno, ese acto era tremendamente elocuente.

  • ¿Lo hago?- Preguntó Paula.

  • Justo cuando la meta- Respondí.

Ella tumbo en la cama, a un lado de su despatarrada amiga, y vio como yo empezaba a sobar a la misma por todas partes. Juqetee con sus tetas a placer, acaricie su vientre plano, puse mis manos en sus labios para recorrerlos… Elena estaba tan salida que incluso los besó.

Por fin la tenía. Entera para mí, totalmente a merced de lo que quisiera hacer. Solo con eso ya era el hombre más feliz del mundo. El único que podía superarme era mi yo de dentro de unos minutos, cuando me corriera en su interior.

Y para que eso pasara faltaba un detalle. Que ella supiera quien era el hombre que la tenía derrotada.

Le guiñé un ojo a Paula y esta se preparó. Sujete mi pene con una mano y lo coloqué justo en la entrada de la vagina de Elena. Y, como mi novia antes, se la metí de un golpe. Joder, que coño. No es que el de Paula no fuera placentero, es que esta tía tenía un coño mágico. Se acoplaba a mi polla de una forma que me resultaba sencillamente exquisita. No sé si era porque era así per ser o porque estar tan jodidamente caliente lo volvía mejor, pero el placer que sentí casi hace que la imitara y me corriera a las primeras de cambio.

Pero aguanté. Aguanté para ver como justo con ese empujón que la penetró, los ojos de Elena volvían a tener visibilidad. Mi novia le había quitado el “antifaz” de golpe. La cara que puso fue apoteósica. Pasó del rictus de placer que tenía por ser follada, a la sorpresa en nada. Pero duró muy poquito. Se dibujó después un claro enfado, una ira la mar de graciosa que me animó a darle más caña.

  • ¡¿Qué cojones?!- Preguntó histérica- ¿¡Pero que mierda estáis haciendo?! Soltadme, putos enfermos.

  • Ya te lo he dicho muchas veces Elena… ¡¡CIERRA LA PUTA BOCA!!- Gritó Paula.

No sé quedó solo con el grito, le arreó un bofetón tan fuerte que por un segundo paré para ver si seguía consciente. Lo estaba, aunque totalmente en shock por lo que acababa de pasar. No le di más tiempo para pensarlo, volví a follarla con dureza, sintiendo cada pliegue de su interior. Y ella, pese a todo, volvió a gemir como la puta que era.

  • Estáis… Estáis fatal… Joder, sois unos putos psicóticos…

  • Y tú una guarra que pese a todo está disfrutando- Dije yo- ¿Cómo es eso posible?

  • Vete a la… ¡Oh, joder!

  • Como tú me decías, no seas pesada, asume que estas cachonda. Asume que eres inferior- Espeté, subrayando mis palabras con embestidas que la estaban derritiendo- Porque tienes que serlo si esta pollita te está dando tanto gusto ¿No? O quizás sea solo que te encanta que te viole, incluso alguien como yo. Aunque no sé, yo creo que si mi polla fuera tan patética como decías no estarías retorciéndote como una zorra salida de esta forma.

Paula era ahora la que miraba el espectáculo, y se reía con burla de mis palabras. A diferencia de mí ella no pensaba quedarse solo mirando. Empezço a magrear a Elena, a tocarle por todas partes, a darle pequeños bocados en los pezones, el vientre, las clavículas… Dejó todo un regueo de pequeñas marcas y saliva en todo su torso.

A Elena eso pareció ponerla aún más cachonda. Lo notaba en su interior, el cual todavía se humedeció más, y eso que parecía imposible. La imagen que tenía delante era incluso mejor que la de antes, se añadía el infinito placer de estar dentro de esa diosa al ver el show lésbico en vivo y en directo.

Mi novia no perdió más el tiempo. Se acabó colocando encima de la cara de su amiga, poniéndole el coño en toda la boca. Y está pareció que, claudicando por completo, supo muy bien que debía complacerla. Los jadeos de Paula así lo indicaban.

Desgraciadamente yo no pude aguantar más de diez minutos. Todo aquello era demasiado, tenía que correrme, tenía que soltarlo todo dentro de esa zorra. Mientras bajaba un poco el ritmo para no tener ningún accidente, le toque el hombro a mi novia para que desmontara la cara de su amiga.

Llegaba la última parte de este loco plan. La parte en la que sabríamos si de verdad era nuestra o todo esto quedaba como un solitario, y muy placentero, “trio no consentido”.

Yo esta vez me eché por completo sobre ella, follandola en plan misionero prácticamente. Tenía que mirarla directamente a los ojos mientras le hablaba.

  • ¿Te gusta, verdad?

  • Si- Respondió, rendida a la evidencia, Elena. Sus ojos verdes ya no trasmitirán ira alguna, solo un placer algo culpable.

  • Pues a partir de ahora te voy  a follar cuando y donde quiera.

  • Ja… No te pases. No creo que podáis volver a hacerme esto.

Di un par de empeñones más fuertes que le arrancaron sendos jadeos semiorgásmicos.

  • Te lo vamos a hacer siempre que nos apetezca… ¿Sabes por qué?

  • A ver… ¿Por qué?

  • Porque en esta habitación hay cinco cámaras y cinco micrófonos. Y todos ellos han captado como te retorcías de placer ante lo que creías que era una violación. Incluso tu confesión de que te gusta que así sea. Y, ese maravilloso video esta ya descargado en mi ordenador. Un video que llegará hasta tu familia si alguna vez decides por tu cuenta que tu cuerpo ya no es nuestro. Porque eso, zorrita mía, es lo que eres a partir de ahora. Un cuerpo a nuestra disposición.

Vi como su expresión iba mutando una y otra vez. Incluso casi pude ver los micro gestos, esas cosas tan pequeñas que a un experto le pueden decir hasta si alguien miente. No sé porque lo vi, pero el hecho es que así fue.

Según Paula esta era la parte más crucial. La parte donde Elena tendría que decidir, en un suspiro además, si todo aquello le parecía simplemente algo puntual. Una experiencia que la había puesto tan cachonda solo porque era su fantasía vamos. Si era así, si solo sentía ante mi revelación el peligro de ser descubierta, habríamos fallado.

Pero no fue eso lo que pasó.

Lo que pasó fue que me corrí como un loco en su interior. Y lo hice porque noté como su vagina se contraía, se expandía, se lubricaba aún más, se ponía todavía más caliente… Note como el mejor orgasmo de toda la tarde le llegaba conmigo dentro, con mis palabras todavía en el aire.

Paula dio en el clavo. A Elena la idea de que era nuestra, aunque ella no quisiera serlo, le ponía tan cachonda como su fantasía de ser violada. Porque para su coño al menos eso era lo mismo. La realidad es que dejaba de tener el control sobre su cuerpo, perdía por completo el dominio de la situación. Quizás no exactamente igual que un sumiso, pero desde luego sí que producía el mismo resultado.

Habíamos ganado el mando.

Y ante todo eso solo pude eyacular mientras miraba feliz a nuestra nueva esclava.