Quien la sigue la consigue

Una estupenda sesion de sexo, con mi pololo y un amigo homosexual.

QUIEN LA SIGUE LA CONSIGUE

En mis tiempos de universidad, cuando cursaba el tercer año de derecho, me había hecho intima amiga de Ramiro. El era un tipo estupendo, moreno, macizo, y de un rostro muy parecido a Robert Redford después de conocerlo en profundidad, él me confidenció que era homosexual y que ese era el motivo por el cual prefería compartir con mujeres, y no porque quisiera ligar con ellas. Sufrí una gran decepción, ya que yo me había hecho ideas sobre pegarle una buena pasada.

Me contó que a pesar que cuando adolescente había tenido algunos pololeos, la verdad es que nunca había conseguido disfrutar mucho sexualmente con ellas. En cambio su primer amor había sido un español bastante maduro que lo había iniciado en la homosexualidad. Lo había conocido gracias a un trabajo de promotor, en un evento internacional, donde este tipo exponía sus productos. En dos semanas muy tórridas, Ramiro había descubierto sus preferencias sexuales y estaba muy conforme con ellas.

Durante ese periodo, para consolarme yo me puse a pololear con Cristian, pero nunca deje la amistad de Ramiro de lado. Compartíamos mucho tiempo juntos, compartíamos casi todas nuestras actividades. Aunque al comienzo Cristian estaba un muy celoso, pronto se dio cuenta que con la amistad de Ramiro, era yo la que corría más riesgo, pues muy cuidadosamente Ramiro siempre estaba tratando de atender y agradar a Cristian.

Fue pasando el tiempo y los tres compartíamos casi todo lo que hacíamos, excepto obviamente las actividades intimas en la cama. El sexo con Cristian era fantástico, muy liberal y fantasioso. Nos encantaba ir a moteles, donde había películas porno, y mientras tirábamos mirábamos embelesados las escenas de los videos, para después intentar repetir lo que habíamos visto, fue así como descubrimos, muchas alternativas sexuales muy golosas y lujuriosas.

Generalmente salíamos los tres a comer y a bailar y cuando llegaba la hora de irnos a pegar unos ricos y calentones polvos, nos despedíamos de Ramiro y partíamos a algún motel.

En una de esas oportunidades, mientras estabamos culeando como locos. Exhibieron un video-porno, en que hacían el amor dos hombres y una mujer. Lo especial de la película, era que el actor principal era homosexual y compartía fascinantemente la cama con la pareja. Hicieron tal cantidad de variantes sexuales, que Cristian y yo, culeamos más calientes que nunca.

Cuando regresábamos en el auto rumbo a mi casa, yo no podía apartar de mi cabeza las excitantes escenas del vídeo. Y como que no quiere la cosa, le pregunte a Cristian que le había parecido el film. El me respondió que se había calentado más que con ninguna otra película de las que había visto antes, y eso que habíamos visto muchisimas peliculas-porno. Cuando le pregunte si a él le gustaría intentar hacer algo parecido, no me respondió directamente pero yo intuí que su respuesta era afirmativa.

Desde ese momento, yo lo único en que pensaba era en hacer el amor con Cristian y con Ramiro, y así poder repetir en carne propia lo que había visto hacer a la actriz de esa película. Era tanto mi fijación sexual, que pase todos esos días masturbándome incesantemente, mientras recordaba las fantasiosas escenas.

Yo sabia que tenía a los actores principales, pero no encontraba la manera de hacerlos participar directamente en el "montaje". Fue tanta mi ansiedad, que decidí intentar un plan, para realizar mi ansiada fantasía.

Ese fin de semana, convencí a Ramiro y a Cristian para que fuésemos a una disco recién inaugurada a la entrada de Rancagua. Yo sabia que al regreso pasaríamos por un sector lleno de moteles al sur de Santiago, y ese debía ser el momento clave de mi jugada maestra del plan.

Una vez que estuvimos en la Brodway, yo estuve más sensual que nunca con Cristian y a la vez más atenta que de costumbre con Ramiro. Creando una atmósfera muy intima y divertida entre los tres. Me dedique a calentar a Cristian, de todas las formas en que yo sabia que a él le gustaba. Aprovechando que andaba vestida de minifalda, le pedía a Cristian que me tocara los muslos y mi conchita descaradamente, todo esto por supuesto en presencia de Ramiro, que cada vez era menos disimulado en observar nuestros avances.

Incluso en un instante mientras agarrábamos con Cristian, le baje el cierre de su pantalón y saque su miembro totalmente erecto, de manera que Ramiro pudiera mirárselo. Lamentablemente, había tanta gente en la discoteca, que apenas alcance a meneárselo algunas pocas veces, antes que Cristian por pudor al ambiente decidiera guardar su excitado aparato.

En ese momento convencí a Cristian para que regresáramos a Santiago, para ir a acostarnos. Era obvio que por la distancia a que nos encontrábamos de casa, Ramiro debería venir con nosotros. Durante el trayecto de vuelta, yo no pare un instante de excitar a Cristian, acariciando especialmente su rígido miembro por sobre el pantalón. Cuando me di cuenta que Cristian estaba tan caliente, que dejaba que yo lo tocara a mi antojo, decidí jugármela.

Nuevamente saque su miembro fuera del pantalón y mientras le hacia obscenas y lujuriosas observaciones sobre su dureza y grosor, lo masturbaba suavemente, mientras él intentaba concentrarse en conducir el vehículo, y Ramiro en silencio trataba de mirarle la verga a Cristian desde su ubicación en el asiento trasero.

Cuando nos acercábamos al sector de los moteles, le dije a Cristian que porque no pasábamos inmediatamente a alguno de ellos ya que yo me moría de calentura. Cristian comento que no podíamos dejar solo a Ramiro, botado a esa hora en la carretera y que tendríamos que ir primero a dejarlo a su casa.

Mi plan estaba funcionando a la perfección y solo faltaba el último toque decisivo. Me gire hacia atrás, mirando a Ramiro y le pregunte directamente, si a él le importaría mucho pasar con nosotros a un motel y esperarnos mientras nos pegábamos un polvo.

Ramiro con un extraño brillo en los ojos, dijo que si a nosotros no nos molestaba su presencia, él no tenia ningún problema, ya que éramos sus mejores amigos y por ende teníamos la suficiente confianza entre nosotros.

La estratagema había funcionado como planificada por algún gran general de ejercito. Mi fantasía se acercaba rápidamente y era el momento de esperar el próximo paso. Mire a Cristian y con voz de ruego muy melosa, le pedí que por favor pasáramos luego a algún lugar.

Entramos al primer motel que nos encontramos, una vez en la habitación, se produjo un extraño ambiente, un poco tenso, nadie hablaba. Decidí tomar la iniciativa y le dije a Cristian que pidiera unos tragos al bar.

El lugar, era la típica habitación de motel parejero, compuesto de una gran cama y un agradable recibidor tipo salita de estar con mullidos sillones y un televisor. Mientras esperábamos los tragos, Ramiro se sentó en un sillón, yo tome de la mano a Cristian y lo lleve hasta la cama, comenzamos a atracar y a corrernos mano descaradamente, yo notaba un poco cortado a Cristian, pero con mis osadas caricias, pronto fui poniéndolo a punto.

Cuando nos trajeron los tragos, yo aproveche la oportunidad de encender el televisor y sintonice el canal 3. Cuando aparecieron las imágenes pornos, mire a Ramiro y le dije que se entretuviera, mientras nosotros hacíamos lo nuestro.

Volvimos a la cama con Cristian, esta vez dispuestos a pegarnos un feroz polvo. Cristian como una serpiente, se deslizó a través de mi cuerpo. Su boca se apodero de uno de mis senos, lo aprisiono entre sus cálidos labios y lo lamió con deseo, yo gemía, sacudida por deliciosos escalofríos.

Me acosté de espaldas en la cama y sacándome los cuadros, separe mis piernas. Con mis manos aparte los labios que protegían mi deseoso canal y le deje expuesta en toda plenitud mi vagina a Cristian. El me miraba extasiado la conchita, y su boca se relamía de gusto con el espectáculo. Fue en ese momento en que supe con certeza, que a él ya no le importaba que Ramiro estuviera presenta en la habitación, y que Cristian sin duda me iba a culear en presencia. de él.

Aprovechando su excitación le dije, -¡Sácate la ropa y demostrémosle a Ramiro, lo que se pierde, por no gustarle las mujeres. Mis palabras surtieron el efecto deseado en Cristian, ya que mientras se desvestía, le dijo a Ramiro, que él comprobara personalmente, si era mejor lo que hacían en el vídeo, o lo que él me haría a mi.

Cuando termino de desnudarse, noté que Ramiro estaba contemplándonos absorto y disimuladamente pasaba su mano por la entrepierna. Cristian se acomodo entre mis piernas y sus dedos expertos comenzaron a jugar separando los labios mayores de mi entrada, enseguida fue hundiéndolos poco a poco dejando que se mojaran con mis fluidos y preparando el camino para futuros y más intensos propósitos.

Entonces levanto mis piernas separándomelas. Luego, metió su cabeza entre ellas y mordisqueo mi mojado surco de placer. Estas caricias me hicieron retorcerme sobre el lecho, haciéndome que crispara mis nalgas, adelantando mi pubis enfebrecido en busca de más deleite. Su lengua intrusa atravesó mis rizos íntimos y penetro en mi ardiente refugio, llenándome de gusto y voluptuosidad.

Separe mis piernas al máximo, para que la visión de mi sexo inflamado lo excitara aún más. Poniéndome a su disposición me deje lamer, chupar y besar sin dejar ni un segundo de alentarlo con palabras lujuriosas y obscenas, que lo incitaban a mamar cada vez más apasionadamente, hundiendo entre mis muslos profundamente su diestra y activa lengua, la que repartía su saliva y mis jugos por doquier.

Por momentos yo miraba a Ramiro, él que se había sacado su miembro fuera del pantalón y se lo estaba acariciando lascivamente, mientras nos observaba atentamente. Cuando Cristian comenzó a acomodarse para metérmela. Le pedí que esperara a que me desvistiera, yo sabia que cuando él deseaba penetrarme, con tal de hacerlo era capaz de hacer cualquier cosa que yo le pidiera.

Termine de desnudarme y le dije que deseaba chupársela. El se tendió de espaldas en la cama y dejo su erguido miembro totalmente a la vista. Me acomode de tal manera que Ramiro podía observar claramente el magnifico aparato sexual de Cristian y por supuesto contemplar como mi lengua lo recorría.

Mientras se la mamaba disfrutaba intensamente de su intimo y varonil aroma, que me excitaba a grado máximo. Su pedazo duro y grueso se introducía en mi boca, hasta tocar mi garganta. Al tiempo que se lo hacía, miraba fijamente a Ramiro. El no podía dejar de mirar mis lascivas caricias, y simultáneamente no cesaba de menearse el pene.

En ese momento, mientras se la chupaba comencé a decirle a Ramiro, lo rica y caliente que estaba la pichula de Cristian. Ramiro se movía muy inquieto en el sillón. Fue en ese instante que realicé mi "jaque mate". Mirando a Ramiro mientras se la frotaba suavemente con mi mano a Cristian, le dije si quería probar esa maravilla. El no dijo nada solo se reincorporo del asiento y se acercó lentamente hacia nosotros.

Se arrodillo al borde de la cama y estirando su mano ansiosa, aferró el pene de Cristian. Yo no podía sacar mis ojos de su rostro, experimentaba una especial expresión de excitación, era una mirada indefinible entre lo femenino y masculino.

Nuestros dedos se entrelazaron sobre el durisimo miembro de Cristian, y entre ambos comenzamos a hacerle la paja. Entonces le dije:

-¡Chúpaselo! ¿A ver si a Cristian le gusta tanto tu boca como le gusta la mía?.

Sujetando firmemente la herramienta con su mano, bajo la cabeza y envolvió el glande con sus labios acariciándolo desenfrenadamente. Cristian estaba con los cerrados y se dejaba hacer sin ninguna objeción. Ramiro agitaba su lengua sobre la hinchada cabeza, para enseguida hacerlo resbalar en toda su extensión hasta el fondo de la garganta. Al tiempo que sus labios atendían la inflamada y erguida masa de carne erecta, yo me inserte dos dedos en mi vagina y comencé a masturbarme acariciando a la vez mi excitado botoncito de placer.

Entonces acerque mi boca al placentero órgano y comenzamos a alternarnos con Ramiro en las chupadas y lamidas, bañándolo con nuestras salivas. En ese momento le pedí a Ramiro que se desnudara. Mientras él se empelotaba, me acomode sobre Cristian en un 69 que casi lo ahoga. Su lengua inquieta y voraz, me transporto a un estado tremendamente sensual, en un torbellino de pasión que inundaba todo mi ser, con el más profundo de los goces. Cristian con sus manos, apartó mis nalgas y repartió la humedad de mis jugos eróticos, desde mi clítoris hasta mi agujerito anal en un interminable recorrido de ida y vuelta.

Tal como yo lo esperaba, Ramiro tenia un hermoso cuerpo, justo en la mitad, entre fuerte y suave, muy bien delineado. Pero sin duda lo que más atrajo mi atención fue su hermoso y bien proporcionado miembro.

Su piel era morena oscura y el glande brillaba intensamente debido a la tremenda erección, la cabeza era muy abultada y estaba separada por un marcado surco central, su conducto medio era muy grueso y notorio y estaba totalmente hinchado atravesando todo el largo de su pene.

No resistí la atracción y tentación y estire mi mano para tocárselo, acto seguido le pedí que se acercara más y me lo introduje en la boca. Sentí que nunca había gozado más en mi vida, la lengua de Cristian saboreaba mi abertura, mientras mi boca degustaba su erecto pedazo y mi mano frotaba incitantemente el grueso aparato. Era más y mejor que todo lo que yo había fantaseado en días anteriores.

Ramiro se acomodo de rodillas entre las piernas de Cristian y comenzó a chupar nuevamente su verga. Yo me salí de encima y me ubique de tal manera que mientras observaba como él mamaba la verga de mi pololo, comencé a acariciarle su gruesa y morena herramienta.

En ese momento con mis dedos comencé a intrusear el culo de Ramiro. Me sorprendió con la facilidad que dos de mis dedos penetraron en su conducto anal. Comencé a fornicarlo con mis dedos, mientras él movía golosamente las caderas sin dejar de mamar la verga de Cristian.

En el momento que le hacia la paja y penetraba a Ramiro con mis dedos, sentí la obscena necesidad de ver el miembro de mi pololo insertado profundamente en el culo que estaba manoseando con mis dedos.

Sin detenerme a pensar en nada, le dije a Cristian, que le había preparado el culito a Ramiro, y que ahora necesitaba una rica verga en su interior. Ante mi sorpresa Cristian respondió que su verga también estaba deseando comerse un rico trasero.

Los dados estaban lanzados, y enseguida nos acomodamos, Ramiro se acomodo de rodillas y yo me acosté ubicando mi cabeza entre sus piernas, la visión de su culo y de su verga era inmejorable. Ramiro estaba apoyado en sus manos, arqueó su espalda y empino su redondo trasero, ofreciéndoselo a Ricardo, sus hambrientas nalgas quedaron totalmente a su disposición.

Observe extasiada la tremenda erección de mi pololo, pegada a las carnes de mi amigo, y espere ansiosa el momento en que se lo metiera. Ricardo apoyó el hinchado glande en la entrada trasera y comenzó a taladrarle el culo, con una profunda estocada.

Mirarlos fornicar tan cerca de mi rostro, me excito espantosamente y no pude contener las ganas de masturbarme, mientras miraba como el miembro de mi pololo, entraba y salía del dilatado culo de Ramiro. Me frotaba y me penetraba con mis dedos, mi caliente y jugosa vagina.

Pienso que debido a lo agradecido, que estaba Ramiro por dejar que mi pololo se lo culeara, acercó su lengua a mi rosada gruta e inicio una exquisita chupada a mi clítoris. Devolviéndole sus atenciones orales y también motivada por mis libidinosas fantasías, le agarré su semi-endurecido pene y comencé a pajearlo.

Ricardo se movía intensamente en el culo de Ramiro, el agujero anal formaba un apretado anillo de color violeta, sobre el grueso y endurecido tronco del aparato sexual que se estaba tragando. La presión que ejercía sobre el tieso miembro, parecía aumentar el grosor de la pichula, que atacaba sin cesar colmando plenamente el redondo conducto por el que se desplazaba.

Mirar aquel impúdico espectáculo, en tanto en mi concha sentía aquel arrollador cúmulo de cosquilleos y lamidas ardientes, me puso en un estado de excitación como nunca antes, y me fue imposible contener un estrepitoso orgasmo, que me obligo por unos extasiantes momentos a dejar de frotar, el ya consistente aparato de Ramiro.

Apenas Ramiro notó que me estaba corriendo, comenzó a succionar con más fuerza mi clítoris; sin terminar de correrme, conseguí otro instantáneo clímax, acabando una y otra vez. Creo que por lo menos me corrí cuatro o cinco veces seguidas, antes de que Ricardo, en medio de agitados roncos gemidos, clavó sus dedos en las nalgas de Ramiro, comenzando a expulsar su prolífico y lechoso semen, en el interior del culo de nuestro radiante y participativo compañero de juegos.

Litros de espeso y cálido moco, anegaron los intestinos de Ramiro, en continuos chorros, el duro garrote seguía empalándolo y escupiendo borbotones de esperma a raudales. El ruidoso chapoteo aumentaba en grado sumo debido al énfasis que Ricardo ponía en la culminación de la antinatural copula. Mientras daba los últimos empujones en el culo de Ramiro, gruesos goterones de su moco, comenzaron a caer sobre mi rostro.

Nunca había logrado tal nivel de calentura, estabamos todos como enajenados por el placer, pero yo sinceramente, había despertado al más fiero de los monstruos licenciosos y hacia desde hacia rato presa de mi. Apure mis movimientos sobre el aparato de Ramiro, hasta que prontamente, y antes de que Ricardo le sacara su verga del culo, él estalló sobre mi cuello, mis senos y mi abdomen, en una increíble lluvia de blancuzco y viscoso moco. El chapoteo de su cremosa leche, era excitante hasta el delirio. Sin soltar su herramienta se la amasé casi con desesperación intentando que escupiera más y más moco.

Caímos desarmados sobre la cama y durante largos minutos solo se escuchaba nuestras agitadas respiraciones. Hasta que Ricardo le dijo a Ramiro, que exceptuando mi culo, el de él, era el más rico que se había comido. Todos al unísono estallamos en risas, relajando el ambiente.

Apenas conseguimos ponernos en pie, fuimos al baño y nos duchamos los tres juntos, entre bromas y lascivos manoseos. Después regresamos a la salita de estar y mientras nos servíamos algunos tragos, comenzamos a mirar las escenas pornos que se exhibían en la tele. En ese momento, dos actores que tenían unos penes tremendos de grandes, comenzaban a realizarle a una hermosa actriz rubia de impresionantes pechos, una doble penetración.

Yo estaba sentada al lado de Ricardo acariciándolo y pude notar como la toalla que lo cubría, comenzaba a levantarse, justo a la altura de su entrepierna. Era obvio que las escenas lo estaban excitando nuevamente y aprovechándome del pánico, supuse que era una inmejorable ocasión para salir de dudas, sobre que tan buena sería la tan mentada doble penetración.

Sin sacar mis ojos de la pantalla, observaba muy interesada, como ambos tipos bombeaban las entradas intimas de la chica, al tiempo que suave pero decididamente comencé a acariciar mi pulsante vulva, por debajo de la toalla que tenia puesta.

Justo en el instante en que yo iba a comentar, lo placentero que se veía a la chica gozando con ambos miembros profundamente enterrados en sus aberturas. Ricardo se me adelanto y me dijo, que siempre había sentido la duda de que se sentiría enterrar su verga en un agujero femenino, mientras otro pene llenaba la otra entrada.

Me quedo mirando voluptuosamente, y me dijo que si yo estaría dispuesta a competir con la rubia que estaba doblemente empalada en el vídeo. Haciéndome la indecisa y sorprendida, hice como que lo pensaba. Después de un expectante silencio, muy cínica y dubitativamente le respondí que si él lo deseaba tanto, yo estaba dispuesta a intentarlo, con tal de complacerlo.

Nuestras miradas se dirigieron al unísono hacia Ramiro y él entre sonrisas respondió que haría cualquier cosa por sus amigos. La decisión estaba tomada y no me quedaba más que apechugar.

Para no ser menos que los actores, comenzamos a manosearnos con Ricardo en el sofá, tratando de vernos tan excitantes como ellos. En un momento me acomode arrodillada entre las piernas de Ricardo y comencé a mamar su verga.

Estaba en plena chupada, cuando de pronto sentí una cosa dura acomodándose entre mis expuestas nalgas. Con gran asombro alcancé a percibir que era el rígido miembro de mi amigo, que se había acomodado detrás mío y comenzaba a refregar su dura estaca entre mis glúteos.

Pensé que quizás después de todo no era tan maricon como decía, ya que parecía disfrutar mucho de mi muy femenino trasero. Ricardo en ese momento, quizás temiendo que Ramiro, comenzara a culearme, dejándolo fuera de foco, me pidió que me pusiera de pie.

Ricardo por delante y Ramiro por detrás se dedicaron a recorrer mi cuerpo con sus bocas, y sus manos. Ramiro me lamía entre las nalgas, mientras Ricardo me chupaba los lugares más sensibles de mis tetas. Sin poder soportar el lascivo tormento, separe mis piernas al tiempo que con ambas manos buscaba alcanzar sus miembros.

Ricardo se arrodillo frente a mi concha, mientras Ramiro ya instalado detrás mío seguía lamiendo deliciosamente mi ano. En una golosa danza de lujuria, sus lenguas se movían aceleradas en mis zonas de placer. Ricardo hurgueteaba mi clítoris, en tanto Ramiro se deslizaba por entre el canal de mi culo, manteniendo con sus manos totalmente separadas mis nalgas.

Mis manos delirantes agarraron ambas cabezas, para ahogarlas en mis aberturas de placer. Entre mis muslos se inicio el principio de un relámpago que envolvió mi columna vertebral y me consumió, como en una llamarada, provocándome una lluvia interminable de éxtasis.

Mi sexo inundo con sus licores el rostro de mi pololo y acabe con un grito que apenas si logré sofocarlo con el dorso de mi mano. Mi cuerpo temblaba entero, en tanto Ricardo recogía con su lengua mis mucosidades. Ambos no cesaron ni un instante de estimular mis aberturas, hasta que me fue imposible conseguir más placer.

Al instante y casi sin detenerme, les pedí que se pusieran de pie, y ahora fui yo la que me arrodille, frente a ellos. Podía observar como ante mi se bamboleaban sus vergas enhiestas y excitadas. Quede extasiada ante la plenitud de esos magníficos ejemplares de virilidad.

Con mis manos tomé los penes y juntando sus cabezotas los llevé a mis labios. No pude, aunque lo intente, meterme ambos pedazos en la boca, así que se los chupe alternadamente, frotándoles los glandes uno contra el otro.

Estuve largos minutos mamándoselos, hasta que Ricardo agarrándome de los hombros me levanto y me dijo:

-¡Es hora que tus agujeritos sean visitados!

-¡Tienes que comerte, por ambos lados nuestros pedazos!

Nos acomodamos en la cama, Ricardo se acostó a mi lado, frente a mi y levantando mi pierna me encajo su grueso mástil en mi jugosa conchita. Solo de sentirlo rozar los chorreantes labios de mi vulva, hizo que casi me corriera al instante. El también estaba ansioso, ya que comenzó a metérmelo golosamente. Ramiro se acomodo detrás de mí y untando su miembro con saliva, me lo ubico entre mis nalgas.

Ricardo con sus manos abrió mis nalgas, dejando expuesto mi ano para Ramiro, yo ayude acomodando mi trasero lo mejor que pude, ya que las penetradas que recibía por delante, no me permitían moverme a entera voluntad.

Ramiro lentamente apoyó su dura estaca en el culo y con mucha delicadeza me lo fue encajando por completo en mi recto. El grueso aparato se abrió camino sin contemplaciones entre mis nalgas. Ramiro comenzó a zarandearme ferozmente, intentando metérmela toda, pero el miembro de Ricardo firmemente encajado en mi vagina le oponía una encarnizada resistencia a sus avances.

Tengo que reconocer que el dolor fue casi insoportable, pero mi deseo, lujuria y voluptuosidad era de tal nivel, que me pareció que por primera vez en mi vida estaba realmente perdiendo la virginidad. Sentía el intenso dolor, como un azoté de placer y lo único que deseaba era que me partieran en dos, con sus potentes garrotes.

Después de los primeros caóticos instantes, ambos muy encajados en mis aberturas, consiguieron sincronizar sus embestidas, yo sentía como ambos penes se retiraban, para enseguida volver a enterrarse al mismo tiempo.. Yo no me podía mover, solo podía gozar así inmóvil, estática, pero sintiendo un placer como nunca antes, intenso, masoquista.

Toda la habitación parecía vibrar, con nuestros movimientos, eran momentos de infinito y extasiante placer. Nunca me había sentido tan llena y satisfecha con una penetración. Mi vulva y mi ano parecían que en cualquier instante reventarían.

Entre gemidos y obscenidades, Ramiro comenzó a inyectar su moco en mis intestinos, casi pude contar los lechazos que arrojó en mi recto. Casi al instante sentí que el miembro de Ricardo, se endurecía cada vez más y supe que enseguida vendrían los chorros espesos; tensé los musculos de mi vulva y cuando su esperma me inundo, vibré entera por dentro.

Sentí que mi cuerpo iba a reventar de placer, mi corazón latía a tal velocidad que temí por un infarto, las manos se me aflojaron y las piernas tiritaban descontroladamente, deje escapar un verdadero aullido y me entregué al orgasmo mas divino que había podido obtener en toda mi vida. El placer me consumía por completo, mientras ambos miembros aún se mantenían encajados en mis golosas hendiduras.

Al momento en que retiraron sus pedazos de mi interior, fue como si una represa de semen se desplomara y el moco corrió a raudales por mis muslos y mis nalgas, era fantástica la sensación de sentir correr la leche espesa y caliente entre mis muslos. Yo casi no podía respirar de la agitación, estaba como desvanecida. Solo los tiernos y cariñosos besos de Ricardo me volvieron a la realidad.

Sin ninguna duda la realidad había superado con creces mis fantasías. Había sido la mejor experiencia sexual de toda mi vida, y creo que Ricardo y Ramiro, estaban de acuerdo conmigo, no solo había sido el éxtasis de mi acabada, sino y por sobre todo el intenso ambiente de lujuria que había envuelto todos los acontecimientos previos.

Estaba amaneciendo y decidimos regresar a Santiago. Quizás por el cansancio o debido al relajamiento de nuestros cuerpos debido a la maratonica sesión, casi no hablamos en el viaje de regreso, pero indudable que los tres estabamos muy satisfechos.

Continuamos nuestro triángulo durante algunos meses. Hasta que me di cuenta que Ricardo cada vez se interesaba más en los amigos homosexuales de Ramiro. Decidí que era tiempo de cambiar a Ramiro por alguna amiga, y así evitar el bochorno de que mi pololito me dejara por otro hombre.

Jacqueline - Chile