Quien hace un incesto hace ciento
Acabo de metersela a mi madre y pienso hacerlo cien veces más.
Quien hace un incesto hace ciento.
Me acabo de tirar a mi madre y pienso repetirlo cien veces más.
Soy Pancho Alabardero, tengo treinta y algunos años, vivo en Madrid y hace unos días organicé un encuentro caliente entre madres e hijos al cual denominé como "El Baile de los Incestos" que quizás hayan podido leer con anterioridad. Algunas historias entre los protagonistas merecen capítulo aparte, debido tanto a la intensidad de la relación entre ellos como por los acontecimientos que sucedieron posteriormente, los cuales me han sido confiados por los protagonistas.
Así me los hicieron llegar y así se los transmito a ustedes. Que los disfruten.
Hace apenas unos días acudí a un encuentro sexual en una casona cerca de Madrid entre mujeres maduras y jóvenes, entre los cuales tuve la inmensa fortuna de formar parte. Habíamos llegado a la casona por separado, las mujeres por un lado y los hombres por otros, pero nada más encontrarnos todos en el salón de la casa me quedé de piedra al ver que una de las mujeres maduras que acudían al encuentro para follar era mi madre, aunque no hice ni dije nada.
A mi madre le debió ocurrir otro tanto al verme a mí allí, pero ella si que dijo algo, se fue de inmediato a hablar con el coordinador del encuentro y desapareció de la casa y no volví a saber nada de ella hasta regresar a casa. Las jornadas transcurrieron apasionantes para algunos y triste para mí, porque no tardé mucho tiempo en darme cuenta de que todos los participantes en el encuentro estaban relacionados filialmente y aunque a mí me emparejaron con una señora que había de reserva, como pueden suponer estaba decepcionado tanto por lo apasionado que estaban las otras parejas, como por lo defraudado que me sentía porque mi madre no hubiera estado a la altura de las circunstancias.
He pensado mucho durante esos días en esa circunstancia e incluso pude sincerarme con el coordinador del encuentro, quien me animó a no dar la batalla por perdida e intentar reconducir la situación para volver a contar con una nueva oportunidad, tanto para mi madre como para mí.
Mis planteamientos eran los siguientes:
Mi madre había acudido a esa fiesta con pleno conocimiento de que iba a participar en unos encuentros sexuales entre mujeres maduras y jóvenes, de modo que a lo que había ido allí era a joder. El hecho de que su hijo también estuviese allí no tenía por qué molestarla hasta tal punto.
Los emparejamientos estaban amañados para que los chicos se emparejaran con sus madres, pero de antemano ninguno conocía esa circunstancia, de modo que podía haber esperado a los emparejamientos y después, una vez emparejada con su propio hijo, podría haber tomado la decisión que tomó, pero no a priori.
Mi madre había acudido a ese lugar para follar con un chico joven. Ella no preguntó si el chico sería alto o bajo, gordo o delgado, rubio o moreno, de modo que es obvio que ella quería joder con un chico joven. Ella no preguntó si ese chico sería su sobrino, su compañero de trabajo o su vecino, que podía haber coincidido. Ese riesgo supongo ya lo había asumido, pero lo que no pudo asumir es que su propio hijo la viese tal como era.
Yo siempre he creído que hay momentos en que, sea la situación que sea, un amigo, un padre, una madre, un hermano, nunca te deben dejar sólo. En eso se basa la confianza. Otra cosa bien distinta es que llegado el momento de follar con su hijo, ella se echase para atrás por problemas de conciencia, pero tiempo habría para hacerlo, aunque ella no me dio ninguna oportunidad, sencillamente no estuvo a la altura que yo esperaba de ella como madre.
Mi madre y yo vivimos en la misma casa. Ella esta separada, aunque no legalmente, sencillamente mi padre un día se largó con otra chica más joven y nos dejó a los dos embarcados. Yo haciendo la carrera y ella trabajando para sacar la casa y a mí adelante. Entre mi madre y yo hasta el momento había una complicidad más que evidente: Ella estaba humillada por la situación en que mi padre la había dejado y yo estaba trabajando duro para ofrecerle mi apoyo. Yo siempre entendería que ella quisiese acudir a una cita sexual, porque realmente lo necesitaba, pero no conseguía asumir que llegase a tener tan poca confianza en mí.
Como pueden, suponer con esos planteamientos rondando en mi cabeza, entenderán que estuviese desganado, apático y poco colaborador y para mayor desatino, la señora que me pusieron como pareja, se había dado cuenta enseguida que las otras parejas estaban relacionadas filialmente y comenzó a darle al coco de que en alguna parte, cerca de ese lugar, estaría su hijo sin participar y todo su empeño era conseguir que su hijo viniese a la fiesta a follar con ella, justo todo lo contrario de mi madre.
Y por fin "El Baile de los Incestos" llego a su fin, aunque tengo que decir en honor a la verdad es que al menos tuve dos premios de consolación: El primero es que empecé a fraguar una buena amistad con otro chico participante y me cedió a su madre para follar con ella, cosa que me recompensó en parte de mis frustraciones. La otra es que me llevé a casa un excelente Mercedes clase A-180 con todos los extras imaginables. Bueno, quizás me encontré con otro premio que aún no puedo valorar suficiente: Es que pude conocer a un ejecutivo, el que organizó este evento, que me animó a que en la vida nunca dé nada por perdido, y eso es lo que ahora me propongo.
Nada más entrar el domingo por la noche en casa mi madre obviamente me estaba esperando.
-He ganado un excelente Mercedes- le dije a la vez que le daba un beso en la cara.
Mi madre me felicitó y me preguntó: ¿Con quién te lo has montado?
-Pues como tú me fallaste, me pusieron una sustituta, aunque no fue lo mismo. Todos follaron con sus madres y todos se marcharon muy satisfechos, todos menos yo-
-Lo siento- me dijo mi madre y la vi realmente arrepentida
-Nada más salir de la casa me sentí culpable de haberte dejado solo. No supe reaccionar adecuadamente, si pudiera enmendaría mi error- me dijo entristecida.
-Si, si que puedes enmendarlo- le dije conciliador.
-A qué te refieres- me volvió a preguntar.
-Mira mama, de sobra sabes a qué me refiero. Ya es hora de que tú y yo confiemos el uno en el otro-
No dijo nada, pero bajó la vista y comenzó a desabrocharse la blusa. Yo inmediatamente le ayudé a liberar sus tetas y le bajé lentamente su falda. Ella estaba tensa, pero decidida a no volverse atrás. Yo estaba muy caliente, llevada dos días pensando en este momento, pero no quería que fuese una situación forzada, de modo que la cogí en brazos y la llevé a su cama de matrimonio, la acosté muy delicadamente y, lentamente, muy lentamente, seguí desnudándola.
Sus tetas eran blancas y delicadas, con unos pezones pequeñitos y encogidos, de modo que comencé a besarlos y lamerlos y poco a poco se fueron poniendo erectos. Le bajé las braguitas y me encontré con un chochito tremendamente húmedo y con un culito muy apretadito, la besé entre las piernas, le acaricié las nalgas, la besé en la boca y nuestras lenguas se entrelazaron y ejecutaron mil filigranas, me subí encima de ella y ella se abrió de piernas y me ofreció generosa su rajita, yo no podía más, de modo que despacito, despacito, le metí mi polla que esta vez sí, estaba a reventar.
Ella nada más sentirse penetrada por su hijo comenzó un lentísimo y apasionado jadear y su respiración se volvió agitada e insinuante. Yo estaba en la gloria y ella en el cielo. Creo que estuvimos jodiendo toda la noche. Nunca me imaginé que mi madre tuviese un chochito tan delicado y apetecible. Nunca me imaginé que mi madre llegase casi a perder el conocimiento cuando se corría, nunca me imaginé que me pudiese correr follando a una mujer como me estaba corriendo follando a mi madre.
-Hemos hecho un incesto- me dijo al día siguiente al levantarnos.
-Quien hace un incesto hace ciento- le dije besándola. A partir de ahora te voy a follar todos los días-
-Mira que si alguien se entera- me dijo un tanto preocupada.
Yo la miré a los ojos, la abracé y le pregunté: ¿A ti te ha gustado?
-Estoy entusiasmada- fue su respuesta.
-Entonces de qué te preocupas, qué nos importa a nosotros dos lo que piensen los demás, a quién hacemos daño siendo los dos felices-
Demasiadas preguntas, ella no contestó a ninguna, sencillamente se abrazó a mi cuello y me besó tan amorosamente, tan cálidamente, tan tiernamente que noté que mi polla estaba a reventar, aunque no fui el único que lo notó, de modo que ella la cogió entre sus manos, acercó la cara para besarla y metérsela en su boquita calida y acogedora y cuando se incorporó se la llevo para situarla entre sus piernas, justo a la entrada de su chochito, de modo que apenas un empujoncito y se la tenía nuevamente metida.
Estaba follando con mi madre, había hecho un incesto y tenía la determinación de hacer ciento, la iba a follar todos los días de mi vida, la iba a pero no me dio tiempo a nada más, se me estaba corriendo y gemía de placer de tal manera que eran imposibles otros pensamientos, sólo cabía disfrutar del momento y de la mujer, era mi madre, pero eso señores, eso no tiene nada que ver con la felicidad sexual.
Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com