¿Quién demonios es Javier?
Muchas veces, más de las que me gustaría aceptar, me he quedado viendo TV solo en la sala cuando mi mujer se va a dormir y, después de ver alguna película cachonda, he terminado en el baño masturbándome o he llegado a la habitación buscando que mi mujer me atienda, muchas veces sin éxito, la mayoría
Después de 15 años de casados más 5 de novios no hay muchas cosas de las que tu pareja haga, o al menos haya intentado hacer, que te sorprendan.
Muchas veces, más de las que me gustaría aceptar, me he quedado viendo TV solo en la sala cuando mi mujer se va a dormir y, después de ver alguna película o episodio cachondón, he terminado en el baño masturbándome o he llegado a la habitación buscando que mi mujer me atienda, muchas veces sin éxito… creo la mayoría de las veces sin éxito.
Aquella noche de viernes me sucedió eso, pues sin que yo lo buscara, en el canal que veíamos comenzó una película bastante sensual que terminé de ver solo, así que para cuando subí a la recámara dos horas después, con la verga más dura que un tronco de encino, mi mujer ya estaba boca abajo, vistiendo su pijama menos sexy y profundamente dormida.
Me di 3 o 4 vueltas en la cama, pensando qué hacer mientras la erección no me cedía. Miraba a mi mujer respirando con la boca abierta y enfundada en unos short viejos y percudidos y, aun así pensaba en despertarla para pedirle sexo, sabiendo que como la mayoría de las veces, terminaría regañado y aleccionado de que si iba a querer acción le dijera antes de dormirse.
Estiré mi mano izquierda y la puse sobre una de sus nalgas, y no obtuve reacción alguna. La acaricié suavemente durante un momento y, contrario a otras ocasiones, ella no se despertó.
Parecía una buena oportunidad, así que me incorporé un poco y le puse una mano entre las nalgas, acariciando muy suavemente, metiéndola entre ellas y esperando que para cuando se despertara lo hiciera ya un poco excitada y no se negara… pero no sucedía. Vaya sueño profundo que te cargas hoy, le dije en voz muy baja, y aproveché para seguir tocándole el culo y metiendo la mano entre sus piernas.
Muy pronto mi mujer comenzó a lanzar pequeños suspiros, aun dormida, así que todo parecía indicar que le reacción sería como en nuestros primeros años de matrimonio, antes de tener hijos, donde se despertaba hasta que ya su cuerpo estaba caliente y listo para la acción cuando yo la manoseaba dormida.
Se removió un par de ocasiones entre suspiros, y cuando pensé que despertaría, aun en sueños balbuceó: ¡No Javier!
La solté de inmediato y esperé a que se espabilara para preguntarle quién jodidos era Javier. Hice memoria de pláticas sobre compañeros de trabajo, maestros y entrenadores de nuestros hijos, antiguos novios, y no pude encontrar ningún Javier en esos recuerdos.
Mientras esperaba enfurecido, mi mujer balbuceó de nuevo y dijo: ya, ya se fue. Supuse que estaría soñando con el tal Javier, y que tal vez en el profundo sueño esperaba a que yo me fuera, así que me acerqué a su oído y le pregunté: ¿Entonces ya te puedo manosear? A lo que ella respondió moviendo la cabeza en esta ocasión.
Muy suavemente metí la mano por debajo de su short y comencé a manosearle las nalgas. Hacía años que ella no se excitaba cuando le tocaba el culo, tal vez ya estaba muy acostumbrada, pero así entre sueños parecía gustarle bastante, pues continuaba suspirando y contorneándose.
Sola se fue girando para quedar boca arriba, y yo metí la mano a su raja. Balbuceó nuevamente, pero en esta ocasión no le entendí, así que mientras ella gemía en sueños me acerqué a su oído de nuevo y le pregunté: ¿Te está gustando? A lo que en esta ocasión respondió que si, seguido de un “va a regresar”.
Le respondí que no se preocupara y le pedí que me tocara. Ella estiró su mano hacia enfrente, como si yo estuviera sobre ella y no a un lado, y comenzó a buscar la verga del tipo con el que estaba soñando.
Lentamente y sin dejar de tocarla me incorporé y le puse mi paquete al alcance. Ella lo tomó, comenzó a masturbarme torpemente y balbuceó: que rica pija. - ¡Pija! Jamás antes se refirió a mi verga como pija en 20 años –
Te quiero coger. ¿Puedo? Le pregunté en voz baja, y ella volvió a responder “va a regresar”. Te quiero coger bien rico ¿puedo? Insistí, y ella respondió que si.
Lo más suave que pude comencé a tumbarle los calzones mientras ella balbuceaba cosas que no se entendían, y cuando terminé de sacárselos abrió los ojos.
Se incorporó y exaltada preguntó qué estaba pasando, a lo que yo le respondí que no sabía si estaba soñando o no, pero que se había puesto cachonda cuando yo había llegado a la cama.
Claramente desubicada pero cachonda, me tomó de las nalgas y me jaló hacia ella para que la penetrara, lanzando un tremendo gemido cuando lo hice.
Mientras le daba le pregunté que si estaba soñando, a lo que ella respondió que no, que siguiera en lo mío.
La puse de perrito y ella no paró de gemir, la cambié de posición y la penetré de lado y no paró de contornearse.
Regresamos a piernas abiertas de par en par y no tardó mucho en tener un orgasmo, antes de que yo lo tuviera. Esperé que terminara de tener los escalofríos y le volví a dar con fuerza, tal vez hasta con odio por lo sucedido, pero ella retomó la excitación y me hizo olvidar el incidente.
Tuvo un segundo orgasmo casi al mismo tiempo que yo, y saltó despavorida al baño para ir a tirar la leche en el inodoro.
Regresó a la cama dando tumbos, todavía medio dormida, me miró de reojo y se acostó boca arriba aun sin ropa.
¿Te gustó? Le pregunté. Hizo silencio unos segundo extrañada de mi pregunta y me respondió: Si, ¿porqué? A lo que yo le respondí con una pregunta que la dejó helada: ¿Quién demonios es Javier?