Querio Diario (2)

La intimidad de mi diario expuesta. Te invito a leer el placer pleno que viví entre los brazos de mi marido y mi amante. Una doble penetración memorable, exquísita. El sexo en plenitud. Después de follar con Aarón, mi marido y la "fiesta" recien empieza. Besos, Belle

Querido Diario,

Lejos de sentirme sucia, me siento realizada. Siento como si la fusión triurna de nuestros fluidos, me purificaran el cuerpo y el alma. Aún escurre sobre mis muslos la viscosa mezcla del semen de Andrés y de Aarón que emanan tanto de mi vagina como de mi ano. Todavía puedo sentir en mi garganta y esófago el sabor agarroso que solo el semen contiene.

Lejos de sentir vergüenza, siento un gran orgullo de haber vivido todo lo que vivimos anoche mi esposo, mi amante y yo. No sé quien en realidad protagonizó. Creo que en cierta forma, los tres vivimos la misma fantasía desde diferentes puntos de vista: Por principio de cuentas, Andrés hizo realidad su eterna fantasía de verme y sentirme gozar al ser compartida con otro hombre. Por otro lado, Aarón, el hombre maduro que realizó su anhelo de venir a mi casa y hacerme el amor a sus anchas y a su antojo, y remató igual que Andrés sintiéndome compartida. Finalmente, yo, la mujer atrevida, dispuesta a complacer a dos hombres y recibir toda la fuerza de su sexo. Sujetada entre dos hombres que cada uno me supera en tamaño y peso. Ambos tiernos y a la vez toscos a la hora de hacer el amor. Ambos con penes de grandes dimensiones. Ambos espléndidos a la hora de copular.

Diario mío, te escribo aún temblorosa y casi llorando de la risa provocada de la felicidad que me inunda.

Tenía mis ojos cerrados mientras al mover mi cabeza podía sentir la enorme verga de Aarón en mi boca. Sus manos me acariciaban la cabeza y el cuello. Yo sentía que no me alcanzaba mi boca para devorarme aquel pedazo de carne endurecido por la lujuria. Frotaba mi lengua contra su piel ardiente mientras sentía su sangre fluir por entre las descomunales venas que lo rodean. Me excitaba en sobremanera sentir su hinchado glande topar contra mis amígdalas y sus vellos púbicos enredarse entre mis dientes. El sabor de sus líquidos era absolutamente el mismo sabor de la pasión y la lujuria, el sabor del elixir de la vida. Solo podía pensar en disfrutar esa carne tan hermosa que tenía a mi disposición. Mis manos se dedicaban a pajearlo, a frotar su tronco y sus testículos. Era placer, era maravilloso, era toda la masculinidad de un hombre a mi disposición. El sexo fuerte convertido en el sexo débil. Con mis caricias, el hombre se había convertido en un bebé que se dejaba mimar.

Tras sacarlo de mi boca, me dedicaba a encaramelarlo con mis besos cuando en el trasfondo pude visualizar la presencia de Andrés quien con morbo tenía su mirada fija en mí. Sentí ruborizarme al inundarme de pudor y cierta vergüenza. Sin embargo, al verlo sonreír, pude sentir su apoyo y su comprensión. Me guiñó un ojo y comprendí su complicidad. Era obvio que gozaba verme ensartada con aquel miembro sexual. Sin quitarle la vista, le hice señas para que se acercara al lecho sin dejar de mamar la verga de Aarón. Él me complació tras despojarse de sus ropas.

Aarón y Andrés se saludaron y se dijeron no sé qué. Yo estaba como aturdida y solo me importaba seguir sintiendo la majestuosidad de aquel erecto pene que al comprimir el glande con mi lengua y paladar cambiaba de tamaño para enseguida volverse a inflar con sangre caliente. Andrés acercó su también enorme instrumento dejándomelo al alcance. Lo tomé con mi mano y sentí que entraba en otra dimensión. Una dimensión desconocida para mí hasta ese momento. Estaba consciente que se me daba la oportunidad de gozar simultáneamente de dos penes muy viriles. El placer no se duplicaba, sino que se multiplicaba exponencialmente. Solo pensé en mamar a ambos. Alterné entre los 18 cms de Aarón y los 20 cms de mi marido. Mientras mamaba uno, pajeaba al otro. Me faltaba lengua y saliva para poder dar placer a esas dos hermosas vergas.

Mientras gozaba infinitamente con ambos penes, pude percatarme que ambos machos se dedicaban a correr sus manos sobre mi piel. Ya no supe quien me acariciaba qué. El hecho es que sentía todo mi cuerpo cubierto de manos masculinas y fuertes. El contacto de su piel se sentía como carbones ardiendo al rojo vivo. De momento sentía tres o cuatro manos apretando o jalando mis senos, de repente una mano en mi espalda o dos manos en cada una de mis nalgas abriéndolas con fuerza, sincronizadamente, exponiendo mi colita. Yo cerraba los ojos y gozaba como en su respectivo turno me penetraban hasta lo más profundo de mi garganta haciendo que me tragara totalmente sus vergas, largas y cálidas. Entre ellos se dijeron algunas cosas que no discerní. Solo me di cuenta que uno de ellos se alejó de mi boca y se colocó detrás de mí. Yo me encontraba a gatas. Abrí mis piernas todo lo que pude de esta forma dejando al descubierto mis agujeros, deseando ser poseída en alguno de ellos. No dejaba de mamar el pene que aún se me concedía. Era el de Aarón, un pene venoso y largo; con un calor increíble. Era un verdadero manjar. Sensible a las caricias de mi lengua y de mi boca. La piel de mi cuerpo ardía y me era imposible distinguir quien me tocaba qué. Los veinte dedos corrían y apretaban mi carne en mis hombros, mi cintura, mi abdomen, mis glúteos, mis senos.

Veo que ya estuviste gozando por tu culito.

Me dijo Andrés al tiempo que me metía sus dedos en mi dilatado orificio anal y la totalidad de su verga en mi vagina; continuando inmediatamente a embestirme repetidamente. Mi conchita lo recibió con gratitud pues goteaba de líquidos sexuales y pulsaba de fiebre lujuriosa. Al sentirme follada, debí haber suspendido mi labor oral, pues Aarón me tomó de la cabeza con ambas manos y casi con violencia se movía en forma oscilante sacando y metiendo su endurecido miembro asemejando follarme oralmente. Yo solo me dejé hacer confundida en cuanto a que verga me daba mas placer. Tal vez era la combinación. No quería que ninguno de los dos dejara de moverse. Disfrutaba tanto a Andrés cogiéndome por mi rajita como a Aarón follándome por la boca. Mi marido me sostenía con fuerza de las curvas de mis caderas estrellando su cuerpo contra mis nalgas, mientras que mi amante me seguía apretando la cabeza entre sus fuertes manos. Esta posición me dejaba inmóvil y completamente a su merced. Estaba convertida en una máquina sexual en la cual ambos machos estaban desahogando toda su furia sexual. Entre gemidos y alaridos, disfrutaba de ambos penes que me penetraban profundamente. Mis chillidos y gemidos de placer se ahogaban y entrecortaban, al mi garganta quedar sellada herméticamente con el hinchado glande de mi follador oral, Aarón, quien también gemía y aullaba de placer.

Andrés se movía bestialmente, remolineándose en mi mojada cavidad. ¡Era la gloria! De mis ojos escurrían lágrimas que no pude contener, parte por el ahogo que de momento sentía en mi respiración, parte por la incomodidad del roce del pene de Aarón en mi garganta, pero mayormente de felicidad ante tanto placer. Los orgasmos no se hicieron esperar, brotando fuertes espasmos desde el núcleo de mi útero que forzaban a mi cuerpo entero a temblar y a exigir más placer salvaje.

Oye Andrés, que rico mama la verga tu mujer. – dijo Aarón

No, Aarón, ahorita no es "mi" mujer, es "nuestra" mujer. ¿Verdad mi amor? – replicó Andrés quien no dejaba de moverse dentro de mis entrañas.

Mm...mm – solo el sonido gluteral se alcanzó a oír de mi garganta sofocada, pues gozaba de la presencia del pene de Aarón quien tampoco dejaba de follarme.

Como sincronizados, ambos hombres se dirigieron a mis senos con ambas manos. Que delicia sentir esas cuatro manos estrujar mis tetas que colgaban libremente. Entre los dos me masajearon y pellizcaron mis pezones. Al Aarón dejar mi cabeza en libertad, saqué su pene de mi boca y me dediqué a chuparle los huevos. Parte para darle placer, parte para descansar mi garganta y mi cuello. Mis caderas las movía en círculos para dar placer a Andrés quien gemía en reciprocidad.

¿Amorcito, ya despertó esa putita que llevas dentro, verdad?- dijo Andrés

¿Por qué le dices así? – preguntó Aarón como en tono de indignación.

Es de cariño. A ella le gusta cuando se excita, y ahorita está bien excitada, si no nada más vela como goza chupándote los huevos. – agregó Andrés. - ¿Quién es la putita mas linda y más caliente mi amor?

Yo – dije entre lengüetazo y chupada – yo soy la putita de estos dos machos vergones, así que denme verga.

Pues goza esta verga putita – dijo Andrés mientras redoblaba la fuerza de sus embestidas y me nalgueaba con suavidad.

Y goza esta otra verga putita linda – concluyó Aarón uniéndose al juego y volviendo a la carga con su enorme pito dentro de mi boca.

El pelambre que cubre el saco de sus testículos estaba completamente mojado de mi saliva. Yo acariciaba esa piel tan delicada con la mayor suavidad que mis ansias me permitía. De momento me metía un huevo entero en mi boca al tiempo que con la lengua seguía lamiéndolo. Mientras gozaba comiéndome sus testículos, su polla descansaba sobre mi rostro. De repente palpitaba, ofreciéndome caricias palpitantes sobre la piel de mi cara. Mientras todo esto pasaba, Andrés sacaba su espada de mi vagina para insertarla en mi orificio estrecho. Su pene estaba completamente lubricado con mis jugos vaginales y mi ano aún estaba lleno del semen que Aarón había depositado momentos antes. Los dedos de Andrés lo habían mantenido dilatado. Todo era perfecto, su verga dura y ancha fue entrando sin ningún problema ni molestia, solo un gran placer. Solo deseaba que terminara de metérmela, quería sentirla toda adentro de mí.

Culéame Papi . . . ¡dámela toda! – dije con tono de imploración.

Claro que si Mamita, tenla toda, gózala. – me decía Andrés al tiempo que su verga entraba hasta lo mas profundo de mi intestino.

Cada embestida verdaderamente me arrancaba gritos de placer. Me faltaron fuerzas en mis brazos y deje caer mi cabeza sobre la cama. Inmediatamente, Aarón cambió de posición invitándome a que me recostara sobre él mientras él metía su cabeza debajo de mi torso. Su pecho me resultó muy cómodo y su boca exquisita, pues el bribón tenía mis tetas a su entera disposición. Mi cuerpo se sacudía con las embestidas que me daba Andrés al cogerme por el culo. Con esto, mis tetas se columpiaban sobre la cara de Aarón quien estaba esmerado en mamar y chupar mis pezones. Yo también chupaba los suyos pues quedaban muy a mi alcance. Así estuvimos varios minutos. Mientras recibía las gratas chupadas y mamadas en mis senos por parte de Aarón, apretaba mi esfínter para darle placer a mi follador trasero.

Déjenme descansar un poco, esta posición me esta cansando. – Dije, pues sentía que mis piernas se empezaban a entumir.

Claro que sí, chiquita, acuéstate boca arriba para que descanses. – Me sugirió Andrés al momento que me desenfundaba.

Proseguí a recostarme sobre mi espalda sin dejar de pajear a ambos. Los dos tenían firmeza en sus erecciones. No sabía que seguiría, pero necesitaba placer en mis agujeros así que al quedar cómodamente acostada, abrí mis piernas y doblé mis corvas.

Aarón, hazle los honores. – dijo Andrés, invitando a nuestro invitado a que me montara.

Sin demora, mi amante se colocó entre mis piernas y sin preámbulos metió toda la largura de su enorme verga en mi vagina que de excitación estaba hecha un océano. Inmediatamente me elevó al punto del orgasmo haciéndome gritar. Sentía que mi orgasmo no tardaría en llegar, pero cuando Andrés se sentó sobre mi pecho y colocó su polla en mis labios, no pude contenerme más dejándome correr libremente. Fue un orgasmo lindísimo y profundo. Mientras que Aarón se meneaba incansablemente en mi resbalosa cueva, mi esposo metía su falo en mi boca haciéndome llegar conjuntamente hasta el clímax de mi sexualidad. Mientras cesaban los espasmos de mi corrida, y mis gritos disminuían, ambos hombres seguían dedicados a llenarme del placer del cual sus órganos reproductivos son completamente capaces de dar a una mujer.

Mi cuerpo aún temblaba como consecuencia del último orgasmo, pero ninguno de mis dos hombres dejaba de follarme. Aarón me llenaba completamente de placer, metiendo y sacando su palo con una fuerza casi animal. Podía sentir su glande estrellarse contra las paredes de mi útero. También podía sentir las palpitaciones de sus hinchadas venas al igual que podía sentir sus testículos chocar contra mi ano el cual se estimulaba deliciosa y perversamente con los vellos que los cubren. Andrés me acariciaba con su pene enrojecido. La primer chupada tuvo un sabor desagradable pues provenía de mi ano y estaba embarrado del semen de Aarón, pero con lo excitada que estaba, eso me valió madre y me dediqué a gozarlo. Rozaba con su glande mis párpados, mis mejillas, mi nariz. Luego, la metía en mi boca permitiéndome proveerle las más ricas lamidas y chupadas. En momentos, me la metía completamente toda, de esta manera llenando mi garganta del deleite y del placer, sin mencionar los líquidos que de su orificio emanaban.

Oye Papi, ¡Pesas! – le dije a Andrés con la esperanza que se bajara pues empezaba a cansarme.

Era hora de cambiar de posición. Sus dos penes seguían firmes y erectos; ambos enrojecidos por la acción en el campo de batalla.

Aarón sugirió que yo me montara sobre Andrés. Idea que me agradó. Tras Andrés acostarse boca arriba con su pene apuntando al techo de la habitación, yo me monté sobre él; asistiendo con una mano, tomé su instrumento y lo dirigí a la entrada de mi gruta. Lentamente dejé que la gravedad me ayudara a bajar hasta quedar completamente penetrada. Era una ricura de sensaciones, disfrutaba como el bordo de su glande rasgaba contra mis paredes. Me dediqué entonces a mover mi cadera tanto en forma circular como en movimientos hacia arriba y hacia abajo. Una vez acompasados, Andrés se dedicó a darme placer con sus delicadas manos en mis senos. Aarón se colocó de pie frente a mí y al tiempo que acariciaba mi cabeza y rostro, me invitaba a disfrutar nuevamente de su verga en mi boca. De nuevo perdí el control de mi misma y me prendí a su carne erecta como si se tratara de una manguera de oxígeno y mi vida dependiera de ella. La acariciaba con mis dientes desde la base hasta la punta del glande. La ensalivaba lo mas que podía, la lamía, en ocasiones la mordía con todas mis fuerzas pues el cerebro se me llenaba de ansias por poseerlo, hacerlo mío, darle placer y a la vez disfrutar esa piel tan suave y tibia. Era maravilloso sentirlo entrar hasta la profundidad de mi garganta hasta casi ahogarme. Es casi como si en mi garganta tuviera otro punto-G que me incitaba a frotarlo para alcanzar el clímax.

Chiquita, que rico mamas – dijo Aarón entre gemidos y pujidos

Desde aquí abajo se ve bien cachondo el espectáculo – agregó Andrés – te ves preciosa mamando verga, se ve que la estás gozando mucho ¿verdad?

Soltando el pene de Aarón, contesté:

Si mi amor, pero también estoy gozando la tuya en mi conchita, la tienes bien dura, me encanta.

Mientras decía esto bajaba mi cabeza hasta alcanzar sus labios con los míos para entrelazarnos en un beso en el cual nuestras lenguas se acariciaban mutuamente. Mi cabello estaba mojado de sudor tanto mío como de mis dos amantes. Los tres jadeábamos intensamente, especialmente yo por ser recibidora de placer al doble.

Mi cuerpo quedó empalmado al de mi marido quien no dejaba de retorcerse y remolinear su verga colosal dentro de mi escurriente vagina. Yo por mi lado, seguía quebrando mi cintura en círculos y comprimiendo mis paredes internas para aplicar presión a tan agradable pedazo de carne dentro de mí.

Ahora soy el que digo que se ven bien cachondos desde acá arriba, lo malo es que me quedé colgando, no tengo agujero – dijo Aarón en tono de urgencia, mientras se agachaba para correr sus manos desde mi cabeza, pasando por mi espalda, y culminando con una buena masajeada en mis nalgas.

Sin dejar de besar la lengua de Andrés, alcancé la mano de Aarón y la dirigí a mi ano que se había encogido debido a que mi vagina estaba retacada con la verga de mi marido. Sentí los dedos de Aarón forzar su entrada entre las paredes de mi recto lo cual me obligó a desprenderme de los besos de Andrés para ferozmente gritar de placer.

SÍ, SÍ …. AY … UF … que rico siento … me voy a volver a correr … no dejen de moverse…- decía entre chillidos y gritos.

¿Te gusta mami? – preguntó Andrés mientras con fuerza remolineaba su barra en mis entrañas

Si mi amor … DÁMELA TODA … me encanta … Tu también Aarón, culéame … La quiero TODA … DAME TU VERGA … ¡DÁMELA!– alcancé a decir entre lágrimas mientras mi cuerpo se estremecía entre los múltiples orgasmos por la doble penetración.

Me encontraba en un estado de completa excitación. No me importaba absolutamente nada mas que sentirme penetrada completamente.

Tras mi espalda, Aarón vio a Andrés a los ojos, como buscando su aprobación.

Si cabrón, dásela por el culito, creo que está lista, ¿verdad mi amor? – le contestó Andrés.

AH … SI … La quiero … quiero las dos … AH … AH … Solamente culéenme. – Mi cuerpo temblaba y mi cintura no dejaba de retorcerse buscando el placer que la penetración me proporcionaba.

Si mamita, estás buenísima y estás hecha una verdadera putita. Me encantas y mereces gozar todo lo que quieras. – Decía Aarón mientras se acomodaba hincado detrás de mí, entre las piernas mías y de Andrés.

Volví a la boca de Andrés respirando su aliento tibio e insuficiente. Mis fosas nasales se cerraban de lo rápido y fuerte que trataba de inhalar. Sentí el maravilloso contacto del glande de Aarón buscando entrar en mi orificio anular, el cual, como dije antes, a pesar de estar dilatado por las recientes penetraciones, se encontraba comprimido por la presencia de los 20 cm de la verga de mi marido. Sus manos fuertes se apoderaron de mi cadera por ambos lados y quedando inmóvil me preparé a la inevitable penetración que a la vez deseaba y temía. Él debió sentirme tensa pues me dijo con suavidad que me relajara, que le dijera si me dolía pues no era su intención lastimarme sino hacerme volar hasta el cielo de placer. Sus palabras me cubrieron de confianza y apretando los ojos fuertemente aflojé mis músculos rectales y me resigné a lo peor. Estaba en el punto decisivo, en la culminación de este intenso acto de amor que tantas veces había vivido en mis fantasías.

Los tres estábamos perfectamente conscientes de lo que estaba ocurriendo pues con mis temores y todo, traté de relajarme y aguantar hasta donde me fuera posible bajo la certeza que con una palabra me dejarían en paz. Confíe en ellos, me puse en sus manos y me dispuse solo a gozar del placer que me daban. Andrés se quedó estático para minimizar cualquier molestia con sus movimientos. Sus manos acariciaban mi cabeza bañada en sudor mientras que al oído me decía hermosas palabras de amor y apoyo. Aarón por su parte era el protagonista. Nuestra copulación en trío dependía de él. Requería sensibilidad y paciencia y su rendimiento fue excepcional pues lenta y pacientemente fue rellenando mi culo con la majestuosidad de su caliente garrote cuyas venas sentía agregar sensibilidad y fantasía a tan exquisita culeada. Mi ano aún estaba resbaloso, pero conforme iba entrando su verga en mí, la sensación se transmitía a mi vagina y todo mi vientre. Me hacía sentir que ambos penes eran más gruesos y más grandes. Temí ser lastimada pero mi excitación era demasiada que en esos momentos no me importaba que me hicieran sangrar, que me reventaran y me partieran en dos. Ese no fue el caso. En realidad ambos se dedicaron a acariciarme y a incitarme a recibir ambos miembros hasta el fondo de mi ser. Cuando sentí la vellosidad de los testículos de Aarón, supe que estaba completamente adentro. Mis temores quedaron atrás, esa doble penetración era el mismo cielo, la personificación de la gloria, el placer hecho carne. Los tres gritábamos y conforme la posición nos permitía nos retorcíamos de placer, excepto Aarón quien seguía atento a mis reacciones y se movía con mucho tacto.

Me incorporé y busqué los labios de Aarón. Me besó intensamente mientras lentamente proseguía a follarme como solo el sabe hacerlo. Cada leve embestida nos hacía gemir o gritar a mi marido y a mí. Era como si Aarón nos estuviera cogiendo a ambos.

Entre gritos y suspiros los tres fuimos buscando movernos y disfrutar el placer que nos tocaba de esa copulación en trío, de ese sándwich humano, por así decirlo. Los gritos y las palabras cachondas inundaban el espacio de nuestra recamara. Desde mis gritos y sollozos hasta, "mamita qué buena estás". Desde el ruido del choque de nuestros cuerpos, hasta el "su pinche madre" que no dejaba de decir Aarón. Desde "te quiero tanto", hasta "que pinche putita eres". Desde "cójanme", hasta "siento que me vengo".

Mis líquidos bañaban el pelambre y testículos del padre de mi hijo cuya cara veía en ocasiones arrugada por las muecas, jadeando, sudando, gimiendo.

Me percaté que la suavidad de las embestidas de Aarón había desaparecido para convertirse en bombeadas salvajes que conmovían nuestros cuerpos y la cama entera.

¿Querías verga, no? Pues gózala, gózala toda muñequita hermosa

Si . . . si . . . culéame, dámela toda.

Cabrona, estás exquisita, tu vagina me aprieta bien rico

Tu culo también

Me vengo

Yo también

Yo igual

Cójanme, llénenme de leche . . .denme sus mecos . . . si cabrones, chínguenme hasta morir . . . que rico cogen . . . UF, otro orgasmo, aaaayyyy

Los borbotones de semen golpeaban contra mis paredes vaginales y rectales. Los bufidos y gemidos de ambos hombres me decían que estaban eyaculando simultáneamente. Era imposible contenerse pues las embestidas de Aarón eran bestiales e interminables. Mi ano estaba completamente acostumbrado al grosor de su verga y no sentía otra cosa que no fuera placer. El calor de su semen me llevó a un orgasmo todavía mas profundo pues los dos se movían como poseídos al tiempo que vaciaban sus líquidos en mis entrañas.

Al terminar sus eyaculaciones, yo me recosté sobre Andrés y Aarón sobre mí. Continuamos ensartados largo rato hasta que sus erecciones fueron desapareciendo y sus penes fueron evacuando mis cavidades. Solo nos dedicábamos a recuperar el aliento, a acariciarnos y ocasionalmente a besar nuestros labios.

Después de rato, quedé acurrucada entre los cuerpos masculinos de ambos. Sus manos me seguía acariciando y mimando. Yo atendía sus penes con caricias sutiles. Nos quedamos dormidos profundamente. El amanecer nos encontró entrelazados unos con otros. Éramos el trío más feliz del mundo. Yo me sentí mas amada y deseada que nunca.

Desperté hace media hora. Ellos siguen en mi recamara dormidos. Los dejaré descansar de su actuación espectacular y desganstante. Me voy a duchar para estar lista pues no deben tardar en despertar y dudo que no quieran volver a cogerme, yo estoy excitada y quiero que lo vuelvan a hacer.

Querido Diario, luego te platico que pasó.