Querido papá. 3

Última parte de mi historia. Realmente, la espera ha merecido la pena...

Buenos días mundo.  Me estiré, aun frotándome el pelo con la  toalla húmeda por la rápida ducha. Tenía que hacerlo a diario, si no, no había forma de que me despejara.

Fui hacia la cocina a buscar algo que comer. Eran las nueve, aún. Soy gilipollas,  lo sé. Que una chica de diecisiete años, se despierte madrugona,  un domingo, estando aún de vacaciones… no es muy normal. Pero es que las golondrinas dan mucho por culo por la mañana.

Cogí unas cuantas naranjas y las exprimí para hacerme un buen zumo. Me daba igual despertar a mis padres. Sobre todo a él.   Querido Juan Antonio. Que te jodan.

Estuve recordando la ostia que me dio anoche. Me la había buscado, pero me jugaba lo que sea a que más que rabia, en esos momentos, sentía más excitación.  ¿Qué se cree? ¿Qué no vi la carpa de su pijama? ¡Ja! Que ya no soy una niñita, papi, que he crecido.

Me relamí los dedos, que se habían puesto pegajosos a causa del  jugo de la fruta. Cogí un vaso y vertí el zumo. Me terminé de preparar el desayuno. Vi unos churros encima del mármol de la cocina. ¿Cuándo habían llegado ahí?

Me levanté de nuevo y los cogí. Hum… aún calentitos y con el chocolate casi fundido. Como apetecían. Cogí una nota que había debajo.

‘Nuria o Alan, quien lea esto primero. Anoche me llamó Araceli, la  profesora de filosofía, seguramente la recordáis. Bueno, lo que ha sucedido es que adelantaron la reunión del fin de semana que viene para este domingo. Así que dudo mucho que esté para comer… pues he tenido que madrugar para ir al instituto. Papá ya lo sabe, así que si no estoy aquí alrededor de las dos, él ya os hará la comida. No lo hagáis enfadar mucho, portaros bien.

Besitos,

Mamá.’

No pude evitar que se me esbozara una sonrisa en la cara. Sin mamá hasta la tarde.  Ahora sí que lo tenía a huevo. Aunque hubiera Alan pululando por casa… ¡bah! Hoy iba a llevarme mi merecido premio.

Cogí uno de los churros y le hinqué los dientes para degustar un trozo de ese chocolate negro.

-        Hum… -murmuré.

-        ¿Están buenos los churros? – sentí a mis espaldas.

Yo pegué un bote.

-         ¿Vas a dejar de hacer eso algún día? – le dije enfadada a mi padre. Aun que el enfado no duró mucho… el verlo despeinado, sin arreglar… con ese rastro de barba que empezaba a asomarse por su barbilla, sin jersey y bueno… la reacción que  causa la mañana a la mayoría de los hombres. Mi mirada se detuvo ahí. Me deleité con su imagen.

El tanga ya cubría poco de mi… ahora, empezando a mojarse, aún  me servía menos. Me imaginé cabalgando ese espécimen de homo, el cual era mi padre.

-        ¿Y tú?

-        ¿Yo qué?

-        ¿Vas a dejar de mirarme así? – dijo haciendo una mueca y cogiendo uno de los churros que yo sostenía  dentro del cucurucho de papel.

-        ¿Empezamos de nuevo? No me saques tema, que te lo dije todo ayer y mira como terminó. Me diste una  bofetada.

-        Hombre, es que no es muy normal. – dijo cogiendo un poco del café que había dejado preparado mi madre.  -  que tu propia hija te diga que… bueno, que eso.

-        ¿Qué eso, qué? Papá, puedes  decirlo. No soy una cría.

-        Para mí siempre vas a ser una cría. – dijo preparándose el cortado. – Mi cría. – concluyó dándole énfasis a ese posesivo.

Estuve observando su perfil.  Ese hombre…. Dios, cada vez me ponía más cachonda.

-        Si que es normal. Porque tú eres un hombre, y yo una mujer, y en teoría, los hombres y las mujeres nos atraemos y nos deseamos. Aunque seas mi padre, no te lo pienso negar. Es más, te  lo digo. Me gustas, me pones, me excitas.

-        Te la estás jugando… - dijo  él, intentando permanecer tranquilo. Pero vi como el café  de  la taza bailaba tembloroso. Mi padre estaba nervioso.

-        Papá. – lo cogí del brazo.

-        Nuria, siento lo de ayer, ¿Vale? No debí pegarte. Pero estás jugando con fuego.

-        Pues en este caso, ya te dije, que quiero quemarme. -  le contesté.

Él jugueteó con su cucharilla y dio un trago a su bebida. Yo cogí la taza y la dejé al lado de mi zumo.

-        Mírame y dime que no te gusto. Que no me quieres.

-        Por dios, corazón,  claro que te quiero.- dijo abrazándome.- te quiero  más que a nada en este mundo. Tú y Alan sois  lo  mejor que me ha pasado en la vida.

-        ¿Entonces? – dije emotiva. -¿No podrías darme lo que tanto ansiamos los dos?

-        Nuria, tesoro, eso es incesto. No podemos… no.

-        Te juro que no saldrá de aquí. – intenté que no dejara de abrazarme. Mis ojos se cristalizaron.  ¿Por qué?

Por qué lo quiero.  Por qué lo quiero tantísimo como padre y lo deseo como hombre.

-        Solo una vez. -  le pedí. – Por favor…. Tómame. Hazme tuya. Tu niña.

Sentía como su polla se había endurecido más.  La sentía rígida contra mi bajo vientre.

-        Tienes chocolate.  – me dijo de repente.

-        ¿Dónde?  -dije yo, sonrojándome un poco.

-        Aquí. – dijo acariciando con su pulgar mi labio inferior.

-        Lámelo.-  le contesté.

Mi padre se inclinó y succionó mi labio  inferior. Con rudeza, creí que hasta me sangraría. Estaba muriendo… mi padre estaba empezando a besarme. Mi cuerpo reaccionó de una forma brutal. Me arquee más hacia su cuerpo y le comí  la boca.  Como ansiaba esa boca…

Él se separó y apartó algunos de mis mechones de la cara con delicadeza.

-        No puedo creer que estemos haciendo esto. – suspiró él.

-        Pero sabes  que ambos lo deseamos. – murmuré yo.-  ¿te gustó verme mientras me masturbaba?

Mi padre me miró des de su altura. Tan frío  como solo él sabía ser. Se hizo un silencio demasiado incómodo.

-        Solo de recordarlo se me pone dura.- admitió. – No sé si debería decir esto.

-        Papá.- me quejé.

-        Por dios, Nuria, ¡Me follé a tu madre pensando que te lo hacía a ti! -   susurró.

Eso fue como un flechazo.

-        Pues aquí me tienes  ahora.  En carne viva, a  tu hija. – sonreí y lo cogí de la mano, sacándolo fuera de  la cocina.

-        Cómo tu hermano se despierte, se terminó el chollo.- me dijo cogiéndome de la cintura.  -¿Entendido, nenita?

Yo asentí. Creía que pronto mis flujos empezarían a deslizarse por mis muslos. Nunca nos habíamos tratado así… y presentía que eso no era lo mejor. Aún faltaba por  llegar…

Entré en su habitación. Aún olía a sexo puro de la  noche  pasada.

-        Prométeme que no te vas a quejar.- me dijo arrancándome la blusa.  Algún botón saltó al suelo, pero no me importó en esos momentos. – haga lo que haga, te lo he avisado… eres una niña, Nuria… te podría destrozar.

-        Eso es lo que deseo. – jadee, paseando mi mano por encima de su bulto. Joder… ¡joder! Creí que no podría aguantar más sin que me metiera ese  pedazo de carne y me follara bien duro hasta partirme en dos. – deseo un hombre de verdad, que me de placer del bueno.

Mi padre no dijo nada más.  Me tumbó en su propia cama… en esa cama donde  él y mamá lo habrían hecho tantísimas veces…

Me abrió el sujetador y lo quitó, con experiencia y facilidad.

-        ¿Te  siguen disgustando los pechos de tu hija? -  dije, intentando parecer ofendida.

-        Para nada- sonrió él. Se inclinó y succionó uno de mis rosados pezones.

Yo jadeé. La experimentada lengua de  mi padre empezó a hacer círculos, saboreando toda la aureola de mi pezón duro y ya arrugado, mientras que con el  dedo índice y pulgar de la otra mano, empezó a tirar y pellizcar el otro pezón. Me arqueé y froté mi muslo en su entrepierna. No  llevaba bóxers, y su polla se mecía con facilidad. Que ganas de probarla, que ganas de saborearla, de engullirlo,  a  todo él.

Papá me bajó los pantalones. Los echó a un lado y me abrió bien de piernas, observándome.

-        Es increíble lo grande y hermosa  que te  has puesto.

Dudó un momento en tocar en el sitio prohibido, pero finalmente, se decidió a juguetear conmigo. Tiró del  tanga, haciendo que el hilo rojo frotara mi clítoris.

-         Que ricura de chocho.  – dijo él, observando como mi coño se crispaba ante el contacto de la  tela.

-        Cómelo.  – le pedí.

Él sonrió. Una  sonrisa  que terminó  de rematarme.

-         Des  del otro día que te vi masturbándote, que solo pienso en eso. Devorártelo. Debes de ser tan estrecha…

Dos de sus dedos se deslizaron dentro de mi. Largos, dobles. Mis caderas se movieron automáticamente. Daba impresión. Una piel blanca como la mía, un cuerpo pequeño y delgado como el que yo tengo,  a contraste con una  piel bronceada como la de mi padre, y un cuerpo  grande y tonificado como el de él.

Se inclinó. Rozó mi clítoris con su nariz.  No dejaba de torturarme con sus dedos.

-         Hueles casi como tu madre. Veamos  que tal sabes.

Sin dejar de mirarme con esos ojos, sentí como adaptó su boca  bien abierta cubriendo todo mi coño húmedo. Yo jadeé. Empezó a pasear su lengua por mi raja, haciéndome gozar de lo lindo.

Nunca, repito… NUNCA me habían practicado un cunnilingus mejor que ese.  Sentía la practica de sus dientes  mordisqueando suavemente de mis labios inferiores,  como tiraban de mis carnes más sensibles, como chupaba y chupaba, alimentándose del  coño de su propia hija.

No paró hasta que me corrí. Nunca había saboreado nada igual. Cuanto placer, por dios.

Agotada, intenté incorporarme. Temía perder el conocimiento cuando me  penetrara. Si me había hecho sentir todo eso solo con la boca y un par de dedos… cuando aplicara su polla, ya… ¡buf!

Mi padre me cogió del pelo,  pillándome desprevenida.

-        Me  tienes a mil,  zorrita  mía. -  me  espetó.  Entonces fue cuando me di cuenta que mi padre estaba perdiendo lo poco de  cordura  que  le quedaba.  Se iba a follar a su hija sin ningún miramiento.  – Vas a chupármela muy, muy bien.

Yo no me opuse. Al contrario, me coloqué  bien en el pie de cama. Papá se quitó los  pantalones en un rápido movimiento. Su verga se sacudió en un erótico vaivén que casi golpea mi cara. Definitivamente, era  enorme. Abrí la boca y él empujó mi cabeza para meter ese grueso miembro dentro de mi cavidad bucal. Nunca había abierto tanto la boca, y nunca creí que pudiera llegar a tragar todo eso. Mi padre movió las caderas, incrementando el ritmo de las chupadas. Presionaba contra mi boca, sin dejar de mirarme y me ahogaba con su tranca, hasta llegar a rozar mi campanilla. Luego la  retiraba, no totalmente, y volvía a repetir el movimiento. Las babas se escurrieron por mi barbilla. Mis ojos se llenaban de  lágrimas,  pero quería seguirla chupando. Mi padre jadeó.

-        Tienes  unos ojos verdes preciosos.  -  dijo él. – me mata que me mires mientras  engulles mi polla. – embistió un par de veces más y la sacó de  mi dolorida boca.

La mandíbula casi se  me desencaja. Me acaricie las mejillas, sin apartar mi mirada de su polla, que ahora había quedado preciosa, reluciente, llena de saliva, lubricada y aún más apetecible. Me  la hubiera comido de buen gusto otra  vez.

-        Túmbate.- me ordenó papá.

Yo lo hice, boca arriba. Él tiró de mis piernas hasta que pude apoyar mis pies en sus hombros.

-        Prepárate, prepárate Nuria… nunca  volverás a sentir nada igual.

Yo inspiré profundamente. Mi padre me iba a dar bien bueno. Y sin condones ni mierdas.

Dio un meneo de caderas y se metió en mí de  golpe.

-        ¡OH DIOS SANTO! – sollocé abriendo mis piernas para  ver cómo casi toda la polla  de mi padre se escondía en mis adentros.

Eché la cabeza hacia atrás y disfruté de  la sensación. Me encantaba tener eso tan gordo y duro dentro de mí. Mi padre  apretó más, metiéndomela hasta el fondo. Creí morir. Intenté  no chillar,  por mi hermano, pero era  prácticamente inevitable.  Mi padre sacó su miembro de mi vagina. Yo abrí los ojos, quejándome.  Mi chocho estaba súper dilatado.

-        Ponte a cuatro patas.  –me ordenó.

Yo lo hice. Des de atrás volvió a penetrarme. Sentí como su mano me cogia de la cabeza, estiraba y tapaba mi boca. Se movió duro. Fuerte. Me embistió una vez tras otra sin saciar.  Un divino juego de  mete saca que haría que me corriera cinco veces antes de que él eyaculara. Mi padre iba jadeando cerca de  mi oreja, y eso solo incrementaba mi calentón. Me ardía todo el cuerpo. Aún no me hacía a la idea de que mi padre me estaba dando de buen gusto.

Mi coño se contraía apretando su miembro aún más. Y lo escuchaba,  dejando escapar cosas guarras cerca de mi oído, mientras yo gemía sin parar, pero mis súplicas eran más  ahogadas  pues mi padre me tenía bien tapada la boca.

-        Tienes  un coño bien estrecho… como me gustaría rompértelo. – dijo succionando mi cuello mientras me seguía penetrando más y más. – Oh,  mi niña… menudo polvazo. – jadeó  ahora con la mano libre cogiéndome una teta.- vas a correrte  ahora mimo, ¿verdad  putita?

Que mi padre me llamara puta…. Oh ¡joder! Sentía como mis jugos resbalaban por su polla, la empapaban más y más y terminaban por gotear en mis muslos.

-        ¡Ahhhhh! – chillé contra su mano,  mientras la  otra bajaba y pinzaba mi clítoris mientras su polla se adentraba hurgando en   mis adentros.  Si  mi padre no había encontrado ya mi punto G… es que ya nadie  podría  hacerlo. – Me corro, me corro.

-        ¿Qué dices? – dijo riendo.- ¿te he dicho lo bueno que está tu chochito? Joven, estrecho, caliente y empapado. Ha sido una exquisitez comértelo bien comido.

Esas palabras culminaron en mí. Me retorcí como una perra en celo, me arquee hasta  elpunto que pensaba que iba a romperme. Me moría.  Dios, era  increíble. Chorretes de flujos se caían por mis piernas  y empezaban a mojar las sábanas. Mi cuerpo acababa de tener el mejor orgasmo de su vida.

Pero él no se había corrido ni una vez. Y aún no había terminado.

Me derrumbé  en la cama, boca abajo. Y no tardé en sentir como las manos de  mi padre me rodeaban el culo y lo levantaban.

-         Si tu coño estaba estrecho. – jadeó,  con una fina capa de sudor que le rodeaba el cuerpo. – no quiero saber  cómo está este delicioso culito.

Se inclinó. Di un respingo al sentir la  lengua de papá chuparme el ano.

-        No.- protesté  intentando moverme.  – No,  papá.

-        ¿Qué  pasa? ¿No te  lo han hecho nunca  por aquí? – dijo burlándose.  Escupió en mi ano y frotó  con  el dedo pulgar.  Pronto sentí una pequeña molestia. Un intruso, hurgando en mi trasero. – Bufff… ya veo que no. Esto está jodidamente cerrado.

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

-        Tienes suerte de que tu papi se ofrezca  para abrírtelo. Voy a estrenar el delicioso culo de mi hija, ¿te parece?

Antes de que pudiera decir un ‘¡No!’ rotundo, sentí como su glande presionaba en mi estrecho agujero y se hacía paso a través del cerrado túnel. Siseé de  dolor.

-         Para, para… duele demasiado. – dije. – Papá, sácalo, no podría con toda.

-        ¿No?

-        No, por favor. – lloriqueé,   llena de sudor.

Mi padre  cogió mi mano y la llevó a mi trasero. Noté como sus  huevos casi rozaban mis nalgas.  Abrí los ojos. El culo me escocía como nunca, y sentía una terrible  molestia.  ¡Pues claro! Tenía  metida casi toda  la tranca de mi padre…

Se empezó a mover suavemente.  Pero pronto empezó a acelerar. El culo me escocía un montón, pero el placer que me daba al  masturbarme con sus ágiles dedos compensaba el dolor que sentía más atrás.

Sentí como los huevos de   mi padre setensaban en una de las últimas embestidas. Me frotó rápida y  forzosamente el  coño para que me  volviera a  correr. Me sentí tan apretada de  atrás que todo mi cuerpo se estremeció.

-        ¡Oh nena! – mi padre jadeó, sacando su polla de mi culo y tumbándome boca arriba para follarme de nuevo el coño.  Lo hizo como una bestia salvaje,  primitiva.

Yo me volví a retorcer debajo de él. Había perdido la cuenta de los orgasmos, pero había vuelto a temblar, mi coño había vuelto a chorrear por  el clímax. Mi padre se incorporó, mostrándome su hinchadísima polla.  Dios, eso debía hasta de doler. ¿Cómo cojones había aguantado tanto?  Decidí a mamársela bien bueno otra  vez.

Él entreabrió la boca  y echó  la cabeza hacia atrás, clavándome su falo hasta  lo más hondo, sentí como chorretes de semen caliente empezaban a  llenar mi boca. Me la saqué  de  ahí pero la seguí pajeando para que su hermoso pene terminara de bombear toda  esa leche que había guardado para mí y la repartiera en mi cara, pechos, vientre.

Juan Antonio se dejó caer a mi lado, extasiado por completo. Su falo estaba medio erecto, y aún y así, era grande. Me tumbé en silencio a su lado y paseé mi dedo por una larga  y espesa gota que me recorría la barbilla. La cogí con el dedo y lo succioné, sin dejar de mirar a mi padre.

-        Eres fascinante.- dijo él.

-        Y  tú.  – susurré yo.

Le di la espalda y entrecerré los ojos.  Acababa de acostarme  con mi padre. Había sido el mejor polvo de mi vida, sin duda. Pero ¿Y ahora qué? Supongo que todo terminaba aquí. Seguiríamos conviviendo como una familia feliz.  O no. Quién sabe. Quizás nos volvamos a acostar de nuevo.