Querido diario. Día 3
El juego por fin llega al final. ¿Pero será el que yo quería?
Séptima imagen: Holly me mira con una sonrisa luminosa en la cara y unos profundos ojos grises. Desnuda de cintura para arriba, se aprieta los pechos entre las manos. Grandes y acogedores, no puedes no imaginarte colocando tu polla entre ellos. Y algo parecido es lo que te ordena: Siéntate, escupe en la palma de tus manos y coloca la polla entre ellas, como si fueran mis tetas. Fóllatelas… pero solo moviendo tus caderas, ¡las manos quietas! Dos minutos.
…y la siguiente carta no ha mejorado demasiado mi suerte, por lo que se ve. Resoplo. En realidad esto es lo que hace adictivo este juego: que consigue que lo odies y te encante a partes iguales. Aunque hoy está realmente poniéndome a prueba. Me incorporo y me siento en la cama. Al menos tengo la pequeña satisfacción de sentir el plug un poquito más dentro. Me muevo un poco y sonrío. Me gusta. Me escupo con ganas en las manos. Voy a hacerlo bien, voy a dejarme a punto y en la siguiente, sea lo que sea, conseguiré correrme. Estaré tan caliente que no me va a costar, seguro.
Coloco la polla entre mis manos, cojo aire. Hago una pequeña prueba antes de empezar subiendo las caderas. Me muevo para colocarme mejor… ahora sí. Se desliza perfectamente, llevando la piel hasta abajo del todo, con la presión y el roce justos. Me sonrío de nuevo. El orgasmo no se me va a escapar en la siguiente carta. Empiezo a subir y bajar las caderas, las manos bien quietas. Lento, confiado, mirando los segundos pasar. La sensación es muy placentera, noto como el deseo se va incrementando con cada golpe. Poco a poco, follándome bien esas manos mojadas, como si fueran los preciosos pechos de Holly los que se la tragaran. Me acelero, me muevo con ganas, el roce me hace gemir… los botes en la cama me hacen sentirme más y más lleno. ¡Dios! Es como si me estuvieran rompiendo a la vez por detrás. Qué gusto… el tiempo pasa y casi no me doy ni cuenta de que suena el aviso. Podría haber seguido así hasta correrme. Pero no pasa nada, porque falta muy poco. Ahora no se me escapa, seguro.
Octava imagen: Araya se recoge el pelo en lo alto de la cabeza con las dos manos, como si fuera un moño. Te mira y sonríe, porque sabe que estás sufriendo, porque te la estás comiendo con los ojos y no puedes tocarla, no puedes arrojarte sobre esos pequeños pechos y los pezoncitos duros que se marcan bajo la camiseta de tirantes, blanca, casi transparente. Sabe que estás sufriendo y te va a hacer sufrir: “Llévalo al límite. Diez veces. Mastúrbate, tan rápido como quieras, pero cuando estés a punto… levanta las manos como hago yo. Espera. Coge aire. Y otra vez. Así hasta diez. Pero como soy buena, te voy a dar una oportunidad. Échate después sobre la cama, boca abajo. Tienes un minuto, pero con las manos a la espalda. Muévete, frótate, haz lo que quieras. Eres libre de correrte en ese tiempo. Si no, cinco minutos de descanso… viendo videos de sexo oral.
Definitivamente no tengo suerte. Mi plan se ha vuelto en mi contra. Sí, estoy tan caliente que apenas me costaría correrme… pero es que no puedo hacerlo. Voy a tener que llevarme al límite, pero no una, ni dos… diez veces. Puta mala suerte. No debería haber cantado victoria tan pronto. Me muerdo el labio inferior hasta que me duele. Me recuerdo a mí mismo no volver a ser tan jodidamente soberbio, porque luego pasan estas cosas. Araya… esa carita fina, ese pelo moreno, esos ojos me recuerdan a una compañera de la facultad. Era odiosa, con esa superioridad con la que trataba a todo el mundo. Pero su capacidad para resultar desagradable era directamente proporcional al morbo que te provocaba. No fueron pocas las veces que pensaste en follártela, en las ganas que tenías de cambiarle esa sonrisa prepotente de la cara por un gesto de súplica y verla pidiéndote más, pidiéndote por favor que la dejaras correrse. Nunca pude hacerlo, claro. No tenía ni nombre ni libros publicados. Y ahora encima vuelve de entre mis fantasmas para seguir jodiéndome.
Es difícil poner por escrito los minutos siguientes, porque ni yo mismo tengo claro lo que pasó. Se mezclan en mi cabeza imágenes sueltas: yo, tumbado hacia atrás en la cama, retorciéndome, una y otra vez, acariciándome, jugando con mi polla y con el plug a la vez, gimiendo, sintiendo la sangre acumularse, más y más, provocando una presión insoportable. Una vez, dos, tres… la piel enrojecida, tan sensible que ya el más leve roce me hace estremecerme, temblar con un placer casi doloroso. Cuatro, cinco. Un par de veces estoy a punto de echarlo a perder. Casi parece que la sonrisa de Araya se agranda. Está disfrutando, lo sé. Y yo también, en el fondo, aunque me desespere al mismo tiempo. Seis, siete, ocho. Dedico un rato a jugar con las gotas que surgen en la punta, cada vez más espesas, más brillantes. Cambio de postura, me arrodillo, aún sobre la cama. Aprieto los muslos, muevo las caderas adelante y atrás. Nueve. Alterno una y otra mano, aumento y reduzco la velocidad. Me noto casi mareado. Pero ya falta poco y no voy a desaprovechar mi oportunidad. Un minuto será suficiente, estoy seguro. Diez… Inmediatamente me giro y me dejo caer. Miro durante un segundo a Araya. Se te va a congelar esa sonrisa, cabrona. Soy yo el que va a reír el último. Empiezo a moverme como si me fuera la vida en ello. me froto contra la cama, cada vez más caliente, más a punto. Lo tengo… me deslizo hasta donde estaba colocada la almohada y me pongo sobre ella. La abrazo fuerte y comienzo a follármela. Sí… lo noto llegar, noto como me empieza a llenar por dentro y a desbordarse. Un poco más y ya… un poco solo… ¡Mierda! El puto minuto se ha pasado ya. Lo tenías calculado, ¿verdad? Me he confiado y se me ha ido el tiempo. ¿Y qué hago ahora? La tentación de mandarlo todo al carajo y hacer los dos o tres movimientos que me faltaban para correrme es grande. Pero no. No te voy a dar esa satisfacción. Voy a controlarme, a respirar y a aguantar dignamente, aunque por dentro me esté cagando en todo… Además, tengo cinco minutos de mamadas por delante para coger aire, o lo que sea.
Lo que sí me preocupa es que solo quedan dos oportunidades más. A ver qué pasa ahora.
Novena imagen: Arrodillada con las manos a la espalda, el pelo revuelto y los ojos maquillados en negro, bien abiertos y clavados en los míos. Chanel. Ella es la que va a liberarme de esta tortura. Desnuda por completo, los muslos bien separados y mostrando dos finas ramas de hiedra tatuadas que enmarcan unos pechos grandes y firmes, redondeados y de apariencia suave. Y su boca bien abierta, alrededor de una polla hinchada y enrojecida que está a punto de entrar en ella hasta el fondo. Me recreo unos instantes en la imagen antes de leer la orden. La última orden del juego: “Coloca el dildo frente a ti y empieza a chuparlo. Hazle una buena mamada. Empieza a masturbarte lo más rápido que puedas y prepárate para correrte. Eso sí, asegúrate de que está bien dentro de tu boca cuando llegues al orgasmo.
Se acabó. Por un momento temí que llegara la última carta y no poder correrme. Me tiemblan las manos y las piernas cuando cojo el dildo y vuelvo a colocarlo como al principio, sujeto a la puerta. Me arrodillo con la mirada en el suelo, como la putita sumisa en la que me estoy convirtiendo. Separo las piernas y el gesto me arranca un gemido y un movimiento de mi polla en respuesta a la descarga de placer que me provocado. Estoy tan caliente que casi ha bastado para correrme. Llevo las manos atrás, rozando el borde del plug. Empiezo a notar la falta de humedad, pero a estas alturas no me importa. lo rozo, jugueteo con él un poco llevándolo de un lado a otro. Mi polla se levanta, baja y sube sin que yo quiera. No voy a durar nada. Empiezo a lamer la punta del glande que tengo frente a mí. Lo saboreo, lo recorro una y otra vez, en círculos. Aún no he empezado a tocarme siquiera. Abro la boca y lo dejo entrar, poco a poco, ensalivándolo bien. Ya está toda la cabeza dentro. Me rozo con la punta de los dedos, pero el gemido queda ahogado porque tengo la boca llena. Mi cabeza comienza a moverse, un vaivén lento pero constante. Y mi mano se acompasa a ella. Una y otra vez, cada vez creo que voy a estallar. Sigo lamiendo, chupando, tratando de meterla lo más adentro posible, porque estoy a punto, me… me voy a correr… ya no aguanto más. Noto mi polla latiendo en mi mano, los músculos se tensan por un instante, siento una oleada de calor desde las tripas abriéndose camino… Sin sacarla de la boca acaricio la punta con la lengua. La miro fijamente, la aprieto… un gesto más de la muñeca… y reviento. Las dos primeras descargas resbalan hacia el suelo desde la madera de la puerta, la tercera cae entre mis muslos, caliente, viscosa. Me echo hacia atrás, buscando aire. Me late el pecho, me laten las sienes. Cojo aire a bocanadas… y me dejo caer allí mismo, apoyado a medias en la cama.
¿Entendéis ahora por qué me encanta este juego?