Querido diario

[Subcategoría: amor filial] Un encuentro sexual sin límites...y tres modos muy distintos de recordarlo.

QUERIDO DIARIO

Querido Diario (1ª Versión De Los Hechos):

Esta tarde ha sido la mejor de todas con diferencia. No eran las ocho de la tarde y mi cuerpo ya andaba del todo caliente. Directamente fui a por papá. Estaba de lo más tranquilo viendo la TV y apenas me vio venir. Por supuesto estaba desnuda, pero como no estarlo, si con el calor de este mes de julio lo que cuesta es estar vestido jejeje. Los ojos de papá se posaron en mis pezones, que ya estaban duros del calor y de algún que otro roce que yo misma me he dado antes de ir a verle para excitarle. Me siento arder, y no es por el intenso calor de este verano que sufrimos desde el mes pasado. Necesito un hombre. Necesito a mi padre. Él, cuando me vio, supo de inmediato lo que quería. Dejó la TV y me llevó a mi cama en brazos. Nunca entenderé porqué le gusta tanto llevarme así a mi habitación, pero ya he aprendido a dejárselo hacer. ¿Si le hace ilusión, porque se la voy a quitar?.

En cuanto me posó suavemente en la cama, no lo dudó a la hora de besarme con él y aprender nuevamente de su arte para morrearme y ponerme caliente. Era una total y abierta invitación al amor, sin palabras. Estaba loca por él y así se lo hice saber. Una vez estuve en sus manos, dirigió una de las suyas hacia mi entrepierna. El tacto de su mano me puso como loca. Era fuerte, segura de sí misma, y tal mismo era tan delicada con mi chochito, tan atenta en sus mimos…Me fue imposible no gemir de placer al sentir como me estaba masturbando, es un maestro en ese arte y cada vez que me lo hace, me enseña una cosa nueva con la que me pone al borde de la locura. Cuando pienso en el tiempo que he perdido sin tenerlo entre mis piernas, sin sentir lo que es ser follada y gozada por un hombre de verdad, me dan ganas de darme de cabezazos contra la pared. Mi padre es un hombre con todas las de la ley, me folla con una maestría asombrosa…la misma que estoy deseando volver a sentir.

Nuestra tanda de besos terminó bruscamente cuando tomé el control. Detuve su maniobra pajilleril en mi coñito y paso a devolverle el favor. Me centré de forma única y exclusiva en esa preciosidad de polla de 18’5 cm. de largo que se convirtió en todo mi mundo, como el resto de veces. No es la más grande que he visto en mi vida, pero desde luego sí que es la que mejor sabe satisfacerme. Empecé con una mano nada más, con la paciencia de una santa. Su cara lo decía todo, aquella caricia infernal y eterna lo tenía en mi poder, y pocas cosas me calientan más que tener a un hombre bajo mi control. En el momento en que pasé a cascársela con ambas manos, acariciándole sus testículos para complementar mi maniobra, veía que lo tenía sometido al 200% a mi voluntad. Él, mi padre, era mío, mi esclavo sexual, mi juguete particular…y me encantaba.

Los meneos de mi mano cogieron fuerza en cuanto noté que ya no estábamos los dos solos. Al girar mi cabeza y mirar a la puerta de la habitación. Allí estaba mamá, que acababa de llegar a casa de su paseo vespertino. Mis ojos se cruzaron con los suyos y le hice saber que su hombre ahora era mío. Su marido, mi amante. Ella no hizo nada salvo quedarse mirando, aunque los leves movimientos de los dedos de sus manos delataban su ansiedad por acariciarse en su entrepierna. Ella no me habló, no me riñó ni protestó, solo siguió mirando, así que di el siguiente paso y me lancé a comerme esa rica morcilla con la que sueño todas las noches. No habían pasado 24 horas de la última vez que me la había tragado y ya quería más. Papá me detuvo un poco, me hizo girar, y se puso en situación para tomar posesión de mi almejita caliente.

Ni siquiera me acordaba de mamá en ese momento, ella solo era un recuerdo lejano, pero sabía que estaba ahí, a un par de metros de distancia, quizá incluso estaría tocándose viéndonos, quien sabía. Pensar en eso me excitaba más. Imaginar que ella nos veía y apoyada en el umbral comenzaría a darse placer ella sola era algo que me volvía loca, tanto o más que la magistral felación que le estaba practicando a mi padre. ¿Hay algo mejor en la vida que entregarme que me dio la mía y agradecérselo dejando que él hiciese lo que quisiese conmigo?. No hay amor como el amor de un padre…y mi padre me ama profundamente. La forma en que me comía el coño, metiendo su lengua en mis extrañas, me decía de todas todas que aquello era puro amor y lo demás cuento. Era tan especial sentir su boca pegada a mi entrepierna que me hacía chorrear de gusto, siempre que me lo hace deseo pasarme la vida así, con su boca entre mis piernas o con mi padre corriéndose a todo correr dentro de mí, follándome como un demente. Sé que lo vuelvo loco…y yo quiero que me folle como a una loca.

Cuando le noté a punto de correrse dentro de mi boca me detuve, pero no porqué me diese asco su semen, si no porque quería torturarlo y desde luego que no iba a dejar que se corriese tan pronto. Le morreé un poco más y entonces, desnuda y lasciva, fui a ver lo que hacía mamá. Tal y como yo pensaba, se estaba tocando. No solo eso, estaba apoyada contra la puerta con la ropa medio quitada, con la mirada perdida y con una de sus manos dándose fuerte en su coñito de guarra. La otra mano la usaba para acariciarse el culo o pellizcarse con fuerte sus pezones, rozando el límite del dolor. Casi le arranqué la cabeza del morreo que le di. Busqué su lengua con ardor y comencé a jugar con ella mientras mi padre veía a las dos mujeres más importantes de su vida dándose el lote con él delante. Antes de salir de la cama le había ordenado que nada de correrse, que solo se limitara a mirarnos, y que como se corriese, se las iba a tener que ver con una servidora. Me ponía al rojo vivo hacerme un lésbico tanto como me pone ahora, y con el cuerpazo que se gasta mi madre, entiendo que papá se la folle del modo en que se la folla. Incluso yo me la follaría todas las noches si fuese hombre.

La llevé a la cama, la terminé de desnudar y a menos de medio metro de papá, abrí las piernas de mi madre y le metí mano, con mis ojos clavados en los de él. Quería que viese lo que era capaz de hacer, lo que su querida hijita de alma estaba haciendo. El coñito de mamá palpitaba a cada caricia y meneo de mis dedos a lo largo y ancho de su superficie. Fui a comerle sus tetas para ponérselas más duras, y en cuanto noté como su mano izquierda buscó mi chochito húmedo y lo encontró, aquello fue el delirio. Papá no se perdía el show que le estábamos dando, su polla se mantenía bien dura mientras veía como su hija estaba tirándose a su esposa, su propia madre. No dejé ni un momento de meterle mano, estaba encendida de deseos por hacer que se corriese, por follarla hasta verla agotada y sudorosa, incapaz de moverse. El filetazo que me estaba dando con ella me dejaba entrever una vez más lo bueno que era mamá a la hora de besar. Que grande es mi madre, que bien besa…y que caliente me pone. Hice bien mis deberes y mi madre estaba a punto para el segundo asalto…porqué el primero era mío.

Me eché a la larga en la cama y llamé a papá para que me hiciera su amante, al igual que las otras veces. Mamá se puso de rodillas sobre mi cara, y en un abrir y cerrar de ojos no solo tenía a papá taladrándome a más no poder, si no que además le hacía a mamá la mejor comida de coño de toda su vida. Usando tanto manos como mi boca, me la estaba trajinando como yo quería. Me volvería loca si no tuviese sexo al menos una vez al día, mi cuerpo me pide tanta caña que creo que me volvería loca si pasase un par de días sin un buen revolcón…y que fantástica follada hacía papá, se notaba que tenía unas ganas enormes de beneficiárseme y yo me dejaba de él, cedía a todas sus órdenes y peticiones. Mamá, por cierto, estaba sentada sobre mi rostro de cara a papá. Si lograba quitar la cabeza de debajo de su chochito jugoso, podía verlos morreándose e incluso veía sus tetas sobadas y acariciadas por las manos de él, que las alternaba con las mías. Papá era un cerdo, le iba el vicio más que a un tonto un caramelo…y yo estaba feliz por ver aflorar sus depravaciones. Y más que verlas, sentirlas en mi propia piel.

Estaba loca por gozar ya, no podía esperar a sentir la espesa leche caliente de mi padre, corriéndose y casi hasta llenándome por dentro. Sabiendo como sabía que era una chica lista y tomaba mis precauciones, él tenía carta libre, porqué yo misma se lo había dicho, para correrse dentro de mí hasta que se hartase. Incluso, pero esto ya en secreto, había considerado alguna vez dejar de tomarlas y, por qué no, tener un hijo suyo y más tarde fingir que fue un polvo de una noche que tuve por ahí. La idea no me desagradaba antes, y ahora tampoco, aunque en esos momentos no pensaba, ni hablaba, solo gemía y jadeaba muerta de ganas de sentir esos orgasmos que solo un hombre como él me sabe dar. Las penetraciones de papá eran muy intensas, estaba haciéndolo cada vez con más prisa, con más energía, y yo entendí que estaba a punto para correrse. Le rodeé con mis piernas por sorpresa y él aceleró sus acometidas tanto como yo las lamidas en mamá. Al mismo tiempo, o por muy poquito, los tres estallamos de alegría (yo la que más) y sentí pletórica la corrida de papá dentro de mí, gocé como una hija de perra sintiendo todo el semen papá derrocharse en mi interior, y como mamá chorreó sobre mi cara cuando mis manos y mi lengua provocaron un visceral orgasmo que la dejó medio muerta.

Pero el trío no acabó ahí, faltaría más. Yo aún seguía con ganas de más guerra, y desde luego quería ver más cosas. Una de ellas, la que he aprendido a valorar y disfrutar como una guarra (y no tengo reparos en admitirlo), es ver montárselo a mis padres, ver a mamá tragando rabo y luego dándole su cuerpo a su hombre. Mamá ya estaba agotada y eso me facilitaba el trabajo, pues solo tuve que encender los deseos de papá acariciando su en ese momento fláccido miembro, buscando endurecerlo de nuevo, y a mamá…con pasar la yema de mi dedo corazón por su clítoris y sus labios mayores era suficiente. Sin brusquedades, solo una (muy pero que muy) delicada caricia, alargada hasta lo indecible y lo insufrible. Con algo tan sencillo, mi madre podía correrse varias veces seguidas, si bien era algo que no siempre conseguía fácilmente. En esta ocasión valió para que ella me protestase diciendo que terminase ya de una vez o que me dejase en paz, que era ya incapaz de seguir aguantando todo aquello. Sonriendo y metiéndole lengüetazo a saco, acepté parar a cambio de que fuese a por papá y que se lo follase a base de bien. Con tal de cesar aquella diabólica caricia aceptó, se giró, agarró la polla de papá…y le dio una mamada que ni en sueños yo hubiese sido capaz de hacerle.

Fue tan extrema que hasta la punta de su nariz tocó el bajo vientre de él. Toda la polla de papá dentro de su boca, quizá tocándole hasta la campanilla. Dios, que caliente me estaba poniendo de nuevo. Sentí deseos de ir al cajón de mi mesita de noche, pero la sorpresa quería desvelarla mañana, no hoy, así que no fui a por ella. En su lugar, llevé ambas manos a mi chochito, con las piernas puestas en alto en el aire, dejando que tanto papá como mamá me viesen masturbarme como una cerdita que soy. Papá me ordenó que me pusiera al revés, cabeza abajo pero con el culo totalmente en pompa, con mi cara pegada a la cama. Le obedecí sin rechistar aunque no entendí su intención hasta que empezó a darme cachetes en el culo. Eso me recordó la propuesta (doble) que tenía para él, y que le susurré al oído. Los ojos de papá se iluminaron, y aceptó. Mamá lo seguía chupando y pajeando al mismo tiempo, sin saber la que se le venía encima, pues el asunto (el primero de ellos) que le propuse tenía que ver con ella.

Papá buscó masturbarla un poco más y decidiendo que ya estaba bien a tono, se dispuso a follársela delante de mí. Lo hizo con brío, con la energía de saber el extra que yo le proporcionaría a cambio de un favor que él tenía que hacerme. Aquello cogió por sorpresa a mamá en el instante en que, a mitad de polvo, la puso a cuatro patas contra el cabecero de la cama y apuntó con su polla al culito de mamá. Ella protestó, se resistió e hizo todo lo que pudo por evitarlo, pero la recompensa que le tenía prometida a papá era algo a lo que él jamás renunciaría, y ganó la batalla. Anonadada y fascinada contemplé a mamá recibir aquel rico pollón dentro de su culito. Llevaba semanas planeando que papá la sodomizara y ahora lo había conseguido al precio de mi propio culo, que será suyo mañana. Me pegué a la derecha de mamá mientras papá le trabajaba a conciencia su ahora perforado culito, y con mucho morbo la besé y acaricié sus tetas diciéndole lo orgullosa que estaba de ella por dejarse encular así. Mi mano derecha la llevé a su vulva y le hice una estupendísima paja para que ella estuviese bien mimada y colmada de mis atenciones. Mamá correspondió, y pegó su mano derecha a mi entrepierna de tal modo que incluso me hizo un poco de daño…pero que me gustó.

Loca de placer sentía como me estaban masturbando al tiempo que yo le estaba devolviendo el favor…y papá viendo absorto algo que yo sabía recordaría siempre: no solo la estaba dando por culo a su mujer, si no que ésta y su hija se estaban masturbando entre sí. Conociendo a los hombres como siempre los he conocido, sé que la mente de papá estaba en ese momento sacando fotografías mentales de todo lo que sus ojos veían: el culito de mamá bien penetrado, la mano de ésta en mi coñito, la de él en mi culo con ganas de acariciar lo que mañana será suyo, y ambas volviendo a estar enzarzadas en la guerra de lenguas que yo deseo que nunca termine. De vez en cuando abría los ojos y me asombrada ante aquella visión celestial, de ver a mamá enculada por papá, de ver su ano penetrado y gozado sin remedio. Papá está exultante, es un hombre, es mi hombre, mi semental, mi macho, mi potro, mi dueño…lo quiero, lo deseo, haría lo que fuese por él. Soy su mujer, su hembra, su golfa, su perra sumisa…y adoro serlo.

Cuando papá se corrió y a mamá la regó por dentro con su preciada lefa, tanto él como yo nos ocupamos en que ella estuviese lo mejor posible, cómoda y atendida. Me tiré a sus pezones para metérmelos en la boca y chupetearlos a lo bestia, mientras él consuela a su mujer dándole un buen morreo y unos últimos toquecitos en su cuquita. Me ayudé con las manos y acaricio sus melones, que increíblemente siguen siendo más tersos y redondos que los míos (maravillas de la genética, que espero heredar). Dando finalizada la fantástica jornada sexual nos fuimos a cenar para recuperar fuerzas y poco más tarde me fui a dormir, pero esta vez con algo diferente. Abriendo el cajón de mi mesita saqué el enorme consolador que me compré ayer, y la braga de cuero que me parecía increíblemente sexy y que de seguro llevaré algún fin de semana, a ver como los hombres reaccionarán ante ellos (espero que se pongan como burros). Me las puse a la altura de las rodillas, y luego comencé a jugar solita con el consolador hasta que me lo metí completamente. Tras eso me subí la braga, encendí el vibrador que el consolador tenía y tras un fantástico trabajo y un último orgasmo que me dio mientras me sobaba yo mismo, apagué el vibrador. Me voy a dormir con el consolador bien metido dentro de mi coñito, y si me gusta, mañana mismo iré a comprarme otro para el culo. Y sobre mañana, pienso sodomizar a mamá con el consolador mientras papá se la folla o me está enculando a mí. Eso de entrada. El resto, ya lo pensaré por el camino. Va a ser la leche.

Querido Diario (2ª Versión):

Me encuentro al borde de la quiebra mental, ya no puedo más. Tengo que hacer algo para acabar con esto, pero no sé el qué. Esta tarde, cuando volví de mi paseo, me encontré de nuevo la misma imagen que lleva seis meses repitiéndose todos los días: mi marido se estaba follando a mi hija…y yo me quedé petrificada, indefensa e indecisa entre la vergüenza y el horror de ver esa estampa, y el placer morboso e inconfesable que me producía contemplar a mi marido con mi hija. ¿Hasta cuándo durará esa pesadilla, cuando más tendré que soportar los abusos de mi propia hija?. Abusos que no sé si estoy consintiendo porqué me gusta o por lo límite de la situación. Dios mío, ya hace casi siete meses del accidente de coche que tuvo y que hizo de mi vida un infierno. Ni siquiera recuerdo el término clínico que el médico (no sé si en broma o en serio, pero que por su cara, parecía extrañamente contento) usó para describir lo que me pasó a mi pequeña, mi amor, mi tesoro del alma: salió ilesa físicamente, pero dentro de ella se produjo un cambio atroz, espantoso…y soy víctima de él desde hace medio año.

Pérdida total de las inhibiciones y furor uterino. Literalmente, una ninfómana que no tiene límites para su sexualidad. Ella, que siempre había sido una chica modelo, un ejemplo para los demás en conducta y formas, había sufrido una especie de lesión en el cerebro que los médicos no han sido aún capaces de curar, y que ha convertido a mi niña en una chica obsesionada con el sexo incapaz de controlar sus impulsos sexuales. Cuando lo hablé con mi marido a solas, su gesto de preocupación se volvió doble una vez tomó la demencial decisión de ser nosotros quienes satisficiéramos las necesidades sexuales de nuestra hija, que mejor era eso a que ella lo buscase en la calle con un tío que le hiciese daño o que la maltratase físicamente. Me horrorizó la idea de que él se acostase con ella, pero amo a mi hija más que a nada y a regañadientes accedí a lo que él propuso. Por desgracia, mi horror no terminó ahí, pues al segundo día de estar ella en casa, mientras me duchaba, se me acercó a traición y básicamente fui su juguete sexual más tiempo del que puedo recordar. Hizo lo que quiso de mí…y yo me dejé.

Recuerdo entre aterrada y gozosa como sus manos se pegaron a mis caderas y como su boca se puso en contacto con la mía hasta que logró arrancarme uno de esos besos de tornillo que me dejaban sin aliento y que hasta entonces solo mi marido sabía darme. Luego bajó su boca, me dio un chupetón en el cuello que me dejó marca y bajó hacia mis pezones. Me los comió con una ansiedad que parecía que tuviese una pistola en la nuca obligándole a hacerlo. Quise echarla y parar todo aquello, pero las riadas de sensaciones que me producía dejaron desarmada antes de lo que esperaba. Caí sin poder remediarlo en la trampa del placer, la misma en la que había caído con 16 años cuando mi prima se lo había montado conmigo a escondidas, en un asqueroso cobertizo. De tal vergüenza que pasé salí corriendo una vez terminó conmigo y había jurado que jamás volvería a pasarme algo parecido…nunca había pensado que mi propia hija sería quien me hiciese lo mismo, ni que se convertiría en mi dueña a raíz de aquello.

Esa noche, después que mi marido volviera del cuarto de mi hija tras habérsela follado, le tuve que confesar entre lágrimas lo que había sucedido. Él reaccionó de una manera que me hizo amarlo mucho más, se limitó a consolar mi sufrimiento, y decirme que por cosas como esas era mejor satisfacerla en casa, al margen de riesgos, que dejar que se fuese con el primero que pasase por la calle. Solo entonces, recordando todo lo que me hizo en la ducha (incluso me masturbó analmente, cosa que jamás le confesé) entendí el alcance de lo que mi hija padecía, pero eso no me libró de ser su juguete en otras ocasiones. Suerte hemos tenido de que no solemos recibir visitas familiares ni de amigos en casa, y que a nadie hemos contado lo que le ocurre, me moriría de vergüenza si alguien ajeno a nosotros tres se llega a enterar. Peor aún, conociendo a algunos de los amigos de mi marido (meros conocidos míos) y lo soeces que llegan a ser a veces, quien sabe lo que le harían a ella. Antes prefiero que me viole a dejarla en manos de toda esa chusma de pervertidos desalmados.

Esta tarde, mientras inevitablemente me masturbaba viendo a mi hija aplicando su saber mamándosela a su padre, los recuerdos de las otras veces pasaron de nuevo por mi mente, lo mismo que cuando voy de paseo intentando encontrar solución al infierno que vivo día a día, noche a noche. En mitad de mis ensoñaciones ella vino a por mí, me dominó y yo enseguida me dejé hacer entre asqueada y excitada por que mi hija fuese a follarme de nuevo. Nunca he sido lesbiana, y ahora hay días en que pienso si soy bisex o si soy en verdad un ser humano por permitir todo esto, pero cuando ella viene a por mí el remordimiento se desvanece, solo queda el placer. No tengo ni idea de donde ella fue a aprender lo que sabe, quizá es su lesión, no lo sé, pero realmente me asusta lo buena que es en la cama, me hace olvidar mis pudores y mis prejuicios, me hace olvidarme de mí misma…y no sé si eso es alguno bueno o malo.

La perversión de hoy fue que mi marido me diese por culo. Yo, modelo sexual del recato, que hasta hace siete meses solo había hecho el misionero en toda mi vida, me vi a cuatro patas en la cama, sintiendo el dolor de la sodomía mientras mi ángel se puso a mi lado y me folló con su mano. Ya no recuerdo la cantidad de perversiones que me ha hecho en seis meses, he perdido la cuenta, y si fuese a un cura a confesarme, lo más probable saliese espantado del confesionario ante tal cantidad de tropelías que me han hecho entre los dos. Ignoro si es adrede o no, pero cuando ellos se juntan, yo siempre pago el pato. Me pregunto cuando ella volverá a ser la misma, y también si en verdad deseo que vuelva…porqué no sé si a una parte de mí le gusta lo que me hacen. Lo de hoy prueba esa duda: mi marido me dio por culo, mi hija folló…y creo que a una parte de mí le gustó lo que me hicieron.

Querido Diario (3ª Versión):

Si hace ocho meses me hubiesen predicho la situación que vivo actualmente, con toda probabilidad habría llamado pervertido miserable a quien me lo hubiese soltado. A mis años, estoy disfrutando como un loco de una nueva relación con mi hija, relación la cual se limita a una sola cosa: sexo. Tras una lesión cerebral fruto de un accidente de coche, mi ángel se ha vuelto una ninfómana insaciable que ha perdido todas sus reglas morales y mentales. El médico que le descubrió la lesión me confesó en secreto que cuando estuvieron a solas ella se lo folló varias veces, y que esa obsesión la llevaría a buscar al primer hombre al que echase el guante para satisfacerse. Nunca se lo confesé a mi esposa, y por la cara del médico, deduje que ella sería buena amante. Lo comprobé la primera noche: mi esposa se había ido a dormir tras pasarse horas llorando al enterarse de la lesión cerebral de nuestra hija. Ella apareció por sorpresa, ya desnuda, me cogió en la sala de estar y me echó tres polvos (cada cual más largo que el previo) con tanta gana que a la mañana siguiente sugerí a mi mujer que nosotros satisficiésemos la ansiedad sexual de nuestra hija para evitar que lo buscase por la calle por miedo a que alguien la pegase, maltratase o peor aún, embarazase.

Mi mujer no aceptó de buen grado la idea pero sí que accedió a ella por amor a nuestra pequeña (aunque de pequeña ya solo tiene el recuerdo). Quise que ella viese las posibilidades, y ordené en secreto a mi hija que fuese a por su madre un día que yo no estuviese en casa, que se la cepillase. Ella aceptó y esa misma tarde, que yo estaba con mis amigos en el bar (y lo sé porqué me lo contó a la noche, tras follármela un par de veces), mi hija cogió a su madre en la ducha y al parecer la dominó como si fuese una muñeca de trapo. Solo de saberlo se me puso tan dura que me la tuve que volver a follar. Mi mujer, una arpía frígida que solo me había dejado hacerle el misionero, ahora iba a saber lo que era follar de verdad, y en estos últimos meses no hemos parado de vejarla. Hoy incluso he podido darle por el culo. Dios, casi me muero del gusto. Siempre había deseado sodomizarla, y gracias a mi hija pude hacérselo. Como premio, mi hija mañana me dejará que la encule, y también ha accedido en secreto a montarse una orgía con mis amigos la semana que viene. Estoy loco porque se la follen todos. Va a ser la leche.

Cuando mañana mi hija venga a pedirme sexo la llevaré en brazos a su cama. Es algo que me encanta hacer porqué me siento como el marido que llevase a su esposa a celebrar la noche de bodas. La mía con mi mujer fue de lo más típica y tópica. Ahora tengo una noche de bodas todos los días. Es cierto que a lo primero accedí a ser amante de mi hija por cariño, por miedo a que le hiciesen daño. Ahora lo hago porqué me gusta. Me encanta follarme a mi hija, y no pienso nunca dejar de hacerlo.