Querido diario

Dos turistas norteamericanas en las Highlands, una aristócrata escocesa presa del aburrimiento... ¿Qué puede salir mal?

Este relato fue publicado hace ya la friolera de 25 años en la web BDSMlibrary con el título "Parker 1: Dear diary". Su autor es Parker y tiene una larga serie de relatos que con un poco de sado, dominación y no consentido, casi nunca con "final feliz". Espero lo disfuten.

22 de Mayo

Querido diario:

Esta mañana me ha sucedido algo de lo más extraordinario. Me encontraba en el jardín podando mis plantas (el jardín va a ponerse muy bonito este año, los rosales vas a estar preciosos) cuando vi a dos niñas, con grandes mochilas a la espalda, deambulando por mis tierras. Aunque he dicho niñas, más bien debería decir mujercitas, ¡crecen tan rápido hoy en día! La mayor parecía haber superado ya la veintena mientras que la más joven debía rondar los dieciocho o diecinueve años. Lo que no dejaba lugar a dudas es que eran demasiado mayores como para andar vagando penosamente por los campos como lo estaban haciendo.

Arrogantes y descaradas, como las pavitas que eran, la pareja avanzó hacia donde me hallaba y, sin ni siquiera presentarse, exigieron usar mi teléfono. ¡Pero qué…! Bueno, la razón de su falta de modales era evidente: ¡Eran norteamericanas! En realidad, nunca he visitado ese horrible país, estoy totalmente a gusto en mis posesiones de Braemor, aunque para ser honesta, debo confesar que a veces echo de menos mi pequeño apartamento de Londres, sin embargo, Nigel sí que ha visitado los Estados Unidos varias veces por motivos de negocios y conoce con más detalles a los habitantes de nuestras antiguas colonias. De hecho, en estos momentos se encuentra allí, las obligaciones de la empresa le han obligado a abandonar nuestras tierras.

Fue en ese momento cuando, bueno, decidí que a aquellas dos niñas había que enseñarles algo de modales. Además, sin Nigel en la finca, las cosas estaban muy tranquilas y ello me supondría, al menos, un poco de entretenimiento.

— ¿Qué os trae por Escocia? — pregunté mientras conducía a las dos jóvenes norteamericanas a través de la entrada trasera, dejando atrás la despensa y entrando en la cocina del servicio.

La mayor, que se llamaba Karen (finalmente se habían presentado y su compañera se llamaba Jennifer), me explicó que estaban haciendo un tour por las Highlands y que se habían separado accidentalmente de su grupo durante una de las paradas del viaje. Al parecer, habían estado vagando, perdidas, durante la mayor parte de la tarde y no tenían la menor idea de donde se encontraban.

¡Pobrecitas!

Les pedí que se acomodasen alrededor de la mesita pequeña de la cocina de servicio mientras yo me dispuse a tomar una taza de té. Supongo que era una grosería mantener a las invitadas en la habitación del servicio, pero, en realidad, no sentía que fuesen dignas de entrar en la casa. Nigel siempre dice que para esas cosas soy una terrible Snob, pero eso es lo que siento…

Ellas no parecían darse cuenta de ello.

Las dejé allí y pasé al comedor para llamar a Darcy. Es un tesoro. Ni siquiera pestañeó cuando le ordené disolver media docena de las pastillas para dormir de Nigel en el te. Como de costumbre, fue el sirviente perfecto, trayendo la tetera y sirviendo tres tazas.

Como siempre, fui astuta y simulé beber mi te mientras que las chicas, evidentemente sedientas tras su largo paseo, rápidamente se encargaban de la tetera. Unos minutos más tarde, ambas se encontraban aturdidas y pronto cayeron dormidas con sus cabezas apoyadas en la mesa.

Después de eso, le di algunas instrucciones a Darcy y éste se llevó a las chicas a las habitaciones de invitados para prepararlas mientras yo hurgaba en sus mochilas.


La mayor de las jóvenes se llamaba Karen Jenson y, según su carné de conducir, proviene de un pueblo llamado Point Home en California. Su amiga también es californiana. Podría haberlo imaginado. Ambas poseen un profundo e intenso bronceado muy inusual en esta parte del mundo. El clima de la montaña, a menudo nublado, no es el más adecuado para conseguir un buen bronceado. Bueno, espero que el bronceado se desvanezca con la suficiente rapidez en los próximos meses.

En la foto de carnet, Karen luce una larga melena rubia, pero ha pasado bastante tiempo desde entonces y ahora lo lleva muy corto. ¡Perra estúpida! Luce mucho más femenina con el pelo largo. Habrá que dejárselo crecer de nuevo.

Según su permiso de conducir, tiene veinticinco años, mide un metro ochenta y pesa unos cincuenta kilos (¿Cómo puede estar tan en los huesos?). Darcy, después de dejar preparadas a nuestras invitadas en las habitaciones de arriba, me sugiere que quizás sea algún tipo de atleta o bailarina.

También me entrega la ropa de las chicas (totalmente horribles, le ordeno con asco que la queme en el jardín) y un gran anillo de compromiso que, según me dijo, salió de la mano izquierda de Karen. Bastante ostentoso, pensé, pero en fin, son americanas. Finalmente le digo a Darcy que tire aquella cosa tan hortera al estanque que tenemos en la parte de atrás del jardín; nuestra Karen no lo va a necesitar ya más.

La más joven, Jennifer Blackstone, también californiana, procede de una ciudad diferente: Bakersville. Su pelo castaño y ondulado le cae ondulante hasta los hombros. Debo decir que apruebo su estilo de peinado, es mucho mejor que el de su amiga. Tiene veinte años (¡Anda! ¡Y yo que le había aventurado dieciocho o diecinueve!). Es más baja que su amiga, mide uno sesenta y cinco, y no llega a los cincuenta kilos. No lleva anillo de compromiso, así que supongo que es libre. Bueno, eso quizás sea una deducción apresurada por mi parte. Con las jóvenes de ahora, las sutilezas de un compromiso formal son, a menudo, ignoradas. Sin embargo, yo tiendo a pensar lo mejor de la gente. Ese es uno de mis defectos.

Darcy acaba de comunicarme que se ha deshecho de todos los efectos personales de las jóvenes, tal y como le he ordenado. Ha llegado el momento, creo, de echar un vistazo a mis nuevas adquisiciones.


Todavía duermen cuando las veo y muestran signos de seguir haciéndolo durante algún tiempo más. Tal vez se me fue la mano con las pastillas. No importa, despertarán pronto.

Sin duda Darcy ha hecho un brillante trabajo de preparación. Ha desnudado a ambas y las ha encadenado sobre sus camas, en aspa, en dormitorios separados. Tras ver el cuerpo denudo de Karen me hago una idea de dónde sacó Darcy su opinión acerca de la profesión de la joven.

Debo decir que Darcy ha hecho un buen uso de los diversos artefactos del malogrado intento de Nigel (y mira que se lo advertí) de adentrarse en el mundo de la cría de perros. Cada joven lleva al cuello un collar de perro y ha sujetado cada extremidad a las esquinas de la cama mediante unos collares modificados unidos a unas pesadas cadenas de plomo.

Darcy es tan bueno con ese tipo de cosas.  La visión de las chicas me sugiere un gran número de ideas acerca de cómo aprovechar los desechados equipos de Nigel. Le he hecho algunas sugerencias a Darcy y este se ha puesto enseguida a hacer las oportunas modificaciones. Espero que a Nigel no le importe.

Incluso podríamos sacarles provecho a esas viejas perreras suyas.

Debo de confesar que la visión de las dos chicas me ha dado una idea bastante traviesa. Me sonrojo con tan solo escribir esto, pero si no puedo ser sincera conmigo misma, ¿con quién más puedo serlo? A menudo me siento bastante sola cuando Nigel se ausenta durante periodos prolongados en sus viajes de negocios. Es un hombre muy comprensivo y, en nuestro último viaje a Londres, hicimos una excursión a algunas tiendas del Soho para comprar (esto me resulta algo vergonzoso) algunos juguetes sexuales.

Son de gran utilidad cuando Nigel está ausente.

Decidí probarlos con las chicas. Para Karen fue el vibrador rosa, el más grande. Bueno, ella está, o estaba, comprometida, y sin duda tiene algo más que alguna pequeña experiencia (una chica de su clase siempre la tiene). Tuve que lubricarlo un poco para introducírselo, pero finalmente entró como un conejo en su madriguera. Configuré el temporizador para que se pusiera en marcha durante dos minutos y luego permaneciese tres apagado antes de volverse a encender. Luego lo puse en marcha. Inmediatamente comenzó a vibrar dentro de la “cosita” (no sé qué palabra usar aquí) de la chica. Ella lanzó un gemido y movió un poco la cabeza, pero no se despertó.

Para Jennifer pensé que algo más pequeño era lo más adecuado, pero, básicamente, lo configuré de la misma manera y lo dejé encendido. El delicioso zumbido era claramente audible en la oscuridad cuando cerré la puerta.

Estoy deseando que llegue mañana.

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23 de Mayo.

Querido diario:

Buenas y malas noticias, me temo. Como sospechaba, la mayor de las jóvenes está causando algunos problemas. Se resiste sin cesar y se niega a cooperar de ninguna manera. ¿Por qué? Me a obligado a…

Ahh, tal vez me estoy adelantando. Relataré los eventos tal y como sucedieron. Una debe organizarse bien, incluso en su propio diario.

A primera hora de la mañana revisé a la joven Jennifer. Se veía tan apetitosa atada allí, en la cama, retorciéndose locamente mientras mi “amiguito” vibraba alegremente dentro de ella. Su bien formado cuerpo, aunque no tan elegante y musculoso como el de su amiga mayor, estaba cubierto con un fino brillo de transpiración.

Cuando me incliné para quitarle el vibrador, noté que estaba resbaladiza y húmeda. Obviamente se había estado divirtiendo. “¿Cómo?”, pensé, “¡una chica tan joven!”. Estuve tentada de enfadarme con ella, pero tiene unos ojos marrones tan encantadores que no pude enojarme. Es tan adorable. Y, quizás, al menos de una manera artera, he sido yo la culpable de su comportamiento. Como ya he dicho, me gusta pensar bien de las personas.

Suavemente, deseando no asustarla, le aparté el rizado pelo de la cara y le quité la mordaza. Debo mencionar aquí que Darcy, una vez más, había hecho un maravilloso trabajo al convertir algunos de los equipos deportivos de Nigel en, esta vez, una maravillosa y pequeña mordaza de bola.

— Por favor…

Su voz era un ronco susurro. Llevé una taza a sus resecos labios y le di un sorbo de mi té. Agradecida, bebió y luego me miró.

— Por favor — susurró —, ¿dónde estoy?

Poseía una voz suave y encantadora, tan solo estropeada por su duro acento norteamericano.

— En Escocia, querida — respondí —. Estás en mi propiedad, a las afueras de Braemar.

Ella, desconcertada, miró a su alrededor. Casi distraídamente comenzó a luchar contra sus ataduras.

— ¿Quién eres? ¿Qué estoy haciendo aquí? — tardíamente se acordó de su amiga —. ¿Dónde está Karen?

— Tu amiga está en otra habitación — le dije —, y con respecto a mi nombre, eso ahora no es importante. Debes dirigirte a mí como (pensé que ese era un aspecto importante) “Ama”. Ahora trabajas para mí.

— ¿Ama?

Al principio pareció más curiosa que asustada, sin embargo, luego brotaron las lágrimas de sus grandes ojos marrones y comenzó a sollozar. Pobrecita, al principio siempre es un shock.

Le volví a colocar la maravillosa mordaza de Darcy, cerrando los clips de la correa de cuero.  Jennifer mi miró, gimiendo entre lágrimas, pero no me conmovió. Una no puede mostrarse débil con el servicio.

Antes de marcharme, volví a colocarle el vibrador. Ella se resistió y sacudió la cabeza, pero me atrevería a decir que le gustaba. Un detalle encantador.

Lamentablemente no puedo decir lo mismo de lo sucedido con Karen, la mayor de las chicas. Cuando entré en la habitación, inmediatamente comenzó a patalear en la cama, lanzándome insultos bajo la mordaza, ¡usando un lenguaje de lo más grosero! ¡Fíjate! Además, había logrado expulsar a mi pequeño amigo de dentro de ella. Éste yacía vibrando inútilmente sobre la cama, entre sus abiertas piernas.

Dios sabe que traté de calmarla. Me senté en la cama, junto a ella, y le susurré unas palabras tranquilizadoras mientras le acariciaba la frente, pero no sirvió de nada. Ella simplemente me lanzó, con sus pequeños ojos verdes, una mirada cargada de odio. Quién sabe qué hubiese pasado si llego a retirarle la mordaza.

¿Qué podía hacer?

Finalmente decidí darle más tiempo con el vibrador. Para asegurarme de que no lo volviese a expulsar llamé a Darcy y él, bastante ingeniosamente, logró construir un improvisado arnés utilizando algunas de las antiguas cadenas de plomo de Nigel. Un tramo recorría la delgada hendidura del trasero de esa odiosa chica y otro, sujeto al vibrador, se metía debajo de su entrepierna y estaba sujeto por delante y por detrás. Ella gritó y se revolvió como una chiquilla, pero el intruso permaneció dentro de ella.

Ahora, tal vez, aprenda algo de modales.

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28 de Mayo.

Querido diario:

¡Qué ocupada he estado estos últimos días! ¿Quién hubiese imaginado que sería tan lento entrenar a las nuevas sirvientes? Me temo que he sido un poco descuidada en mantener actualizadas estas entradas, pero intentaré compensarlo ahora.

Jennifer se ha adaptado muy bien. Tras dos días en la cama con su “amiguito”, se ha vuelto la más cooperativa. Estoy convencida de que es una joven muy sensata. Confieso que eso me ha sorprendido un poco. Esperaba que todas las estadounidenses fuesen ruidosas y groseras (como Karen, aunque ya hablaré más tarde sobre ella). Sospecho que tendré que reconsiderar mi opinión al respecto.

Llevaba a Darcy conmigo cuando la liberamos de la cama. Éste le colocó una correa al collar que llevaba puesto y luego le quitó las muñequeras y las tobilleras. Jennifer se limitó, simplemente, a juntar sus manos tratando de ocultar sus pequeños pechos lo mejor que pudo. ¡Encantador!

  • Jennifer  - le dije, tratando de mantener un tono firme con ella — la modestia es innata en una joven de buena posición, pero es algo anacrónica en una sirvienta.

Ella se sorbió los mocos como si fuese a echarse a llorar, pero luego, lentamente, apartó las manos de sus pechos.

  • Así está mejor - asentí con aprobación -. Ahora, ¿estás hambrienta, jovencita?

Ella asintió.

  • S… sí… Ama.

¡Se había acordado! Que chica tan lista.

  • Bien, entonces - le dije -, será mejor que acompañes a Darcy. Él te dará de comer y te instruirá en tus obligaciones.

Sus ojos se abrieron de par en par al oír mis palabras. Pero obedeció de inmediato, moviéndose lenta y rígidamente sobre sus pies. Darcy tiró de la correa y ella comenzó a seguirlo.

  • Un momento, querida - intervine -. ¿No te estás olvidando de algo?

Ella me miró, obviamente desconcertada.

  • Tu “pequeño amigo” - le expliqué señalando a su entrepierna -. Quizás deberías quitártelo.

Sonrojándose, ella se inclinó y lentamente sacó el vibrador de su… (bueno, supongo que puedo decirlo) coño. Estaba resbaladizo y mojado.

  • Ah - le dije -, ¿te ha ido bien, entonces?

Si hubiese sido posible, el color rojo de su ya sonrojado rostro se hubiese hecho más intenso. Bajó la mirada y asintió vacilante. Se giró para seguir a Darcy, pero le agarré la barbilla con la mano y la obligué a mirarme a los ojos.

  • Jovencita, cuando te hago una pregunta espero que me mire y responda. ¿Me has entendido? -. Es mejor mostrarse firme desde el principio. Ahorra muchos problemas más adelante.

  • S… sí… Ama - tartamudeó.

  • Bien. Entonces, ¿te llevas bien con tu pequeño amigo?

  • Sí, Ama… Me gusta tenerlo… dentro de mí - dijo sonrojándose de nuevo, pero esta vez no bajó la mirada. Una lágrima resbalaba por su mejilla.

Se la aparté con el dedo. Podría llegar a encariñarme bastante con esta chica.

Darcy dio otro tirón a la correa y la joven lo siguió fuera de la habitación.

Karen, por otro lado, al igual que la última vez, reaccionó violentamente ante mi presencia.

Sin embargo, esta vez le quité la mordaza para darle algo de beber. Sedienta, se tragó el vaso de agua, pero cuando acabó comenzó a gritarme.

  • ¿Quién coño eres? - gritó - ¿Por qué me retienes, puta?

Bien.

Traté de explicarle la situación, pero ella se negó en redondo a escuchar. Continuó gritándome mientras se esforzaba en liberarse de sus ataduras. Instantes más tarde, Darcy entró en la habitación y me ayudó a colocarle de nuevo la mordaza. No fue tarea fácil. Incluso, en un momento dado, trató de morderme. Pero finalmente logramos colocársela.

  • Señora - comenzó a decir Darcy resoplando ligeramente después del esfuerzo hecho -, ¿deberíamos quizás usar una forma… más enérgica de persuasión?

Se refería, por supuesto, a la vara. Nigel guardaba una en su despacho como recuerdo de sus días como maestro de escuela.

Miré a la desgraciada chica debatirse sobre la cama. El arnés que sostenía el vibrador en su coño aún estaba intacto, pero ella mostraba pocos signos de excitación sexual. La cama estaba mojada, pero mi sentido del olfato me decía que no era por la excitación.

“Bueno”, decidí, “no queda otro remedio”.

Asentí con la cabeza a Darcy.

  • Y trae a Jennifer - ordené -. Debería ver esto.

Darcy salió de la habitación para buscar la vara. Miré de nuevo a Karen. Ella me fulminó con la mirada.

  • No le eches la culpa a nadie más que a ti misma - le dije -. Si te hubieses esforzado un poco con tus modales, nada de esto hubiese pasado.

Siempre siento que debo explicar el motivo de un castigo antes de proceder a ejecutarlo. Es mucho más efectivo si el sujeto tiene conocimiento de las razones que están detrás de él.

Darcy volvió a entrar en la habitación, llevando en una mano la vara y en la otra la correa que tiraba de Jennifer, que trastabillaba detrás de él. Los ojos de mi querida niña se abrieron de par en par, presos del pánico, cuando vio a su amiga por primera vez en días, pero no dijo nada.

Salí de la habitación cuando Darcy comenzó a dibujar con la vara un patrón de rayas sobre la barriguita de la niña rebelde.

Después de aquel día, Jennifer comenzó a hacer progresos de manera rápida.

No sé cómo lo logró, pero Darcy encontró para ella un maravilloso uniforme de doncella, todo lleno de volantes y encajes. Apenas tapaba un poquito de sus partes traviesas. Debo decir que se ve adorable vestida con él.

Todavía le tenemos restringidos los movimientos mediante una corta cadenita que une los grilletes que lleva en los tobillos, y que le impide dar pasos largos, mientras trabaja en la casa, aunque creo que realmente no es necesario que las lleve por mucho más tiempo. Aun así, es mejor prevenir que curar.

Darcy tan solo ha tenido que usar la vara con ella una vez, el otro día. Fue sugerencia suya, y muy buena, por cierto, que a la joven Jennifer se le dieran algunas lecciones sobre como complacer a un hombre. Nigel, seguramente, esperará una cierta cantidad de ese tipo de habilidades en su hogar para cuando regrese.

Estuve de acuerdo con él, pero solo le autoricé a usar su boca. Jennifer no es virgen, pero estoy segura de que Nigel querrá tratar personalmente con ella de esa otra manera.

A Jennifer se le dieron las oportunas instrucciones, pero se negó a cumplirlas, incluso cuando la amenazaron con la vara. Supongo que era inevitable. En cualquier caso, solo se necesitó una docena de golpes sobre su encantador trasero para, toda llorosa, hacerla cambiar de opinión.

Darcy, siempre atento al deber, la daba ese entrenamiento especial al menos dos o tres veces al día. A menudo se le podía escuchar dando instrucciones con su voz tranquila y correcta.

  • Eso es, jovencita - le oía decir -, tómalo todo… debes succionar con la garganta y masajear la parte inferior con la lengua… Eso es todo, lo haces bastante bien ahora. Bastante bien. Ahora dilata la garganta y deja que se deslice hacia abajo… respira por la nariz… ahí lo tienes. No hay necesidad de agobiarse. Debes poder sentir mis testículos descansando sobre tu barbilla…

Y pronto Darcy me garantizó que la joven progresaba espléndidamente.

Sin embargo, con Karen no hay progresos, a pesar del hecho de que Darcy ha usado la vara con ella en otras tres ocasiones. No sé qué hacer con ella.

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29 de Mayo.

Querido diario:

Hoy nos ha sucedido algo de lo más aterrador.

Un agente de policía, Ned Smith, de Braemor (lo reconocí de la última fiesta en la aldea, aunque él no parecía acordarse de mí), pasó hoy por aquí haciendo preguntas acerca de dos chicas norteamericanas que habían desaparecido por la zona. Estaba preguntando, por supuesto, por Karen y Jennifer.

Desde mi posición en la puerta podía ver a las dos chicas en la sala de estar delantera.

Jennifer se encontraba arrodillada frente a Darcy, vestida con su uniforme de doncella, y su encantadora boca complacía al pene de Darcy.

Karen también estaba allí.

Finalmente habíamos decidido sacarla de la cama de invitados, aunque solo fuese para darle a Jenifer la oportunidad de cambiar las sábanas. La desdichada joven estaba ahora atada de una manera rigurosa ideada por el siempre ingenioso Darcy. Con las manos aseguradas tras la espalda, se encontraba arrodillada, doblada por la cintura hacia atrás gracias a la cadena de su cuello que había sido firmemente unida a una argolla del suelo. Dos correas elásticas tiraban hacia afuera de sus rodillas, obligándola a esforzarse por mantener sus piernas cerradas. Si se relajaba y sus piernas se separaban, su coño era invadido por un gran consolador (otro de mis “juguetes” del Soho) que Darcy había fijado al piso. Durante las últimas horas, ella había estado gruñendo y sudando, tratando desesperadamente de mantener sus piernas cerradas, pero inebitablemente las correas elásticas acababan ganado, e, inexorablemente, el consolador acababa deslizándose más y más profundamente en su sexo. Pasado un tiempo considerable, parece ser que se dio por vencida y se dejó empalar por completo (¡Imagínate!,   el “juguete” medía veinticinco centímetros de largo), gritando de ira presionando contra el intruso.

  • Lamento molestarla, señora - dijo el agente -, me preguntaba si habría visto usted a alguna de estas chicas por aquí -. Dijo enseñándome un afoto de Karen y Jennifer.

La verdad es que hablaba con un cerrado acento escocés, ¡pero no tan cerrado que las cicas no pudiesen oírlo y entenderlo! Karen fue la primera en reaccionar, gruñendo tan fuerte como pudo debajo de la mordaza y golpeándose energicamente la cabeza y los hombros contra el suelo. Jennifer gimió e intentó girar la cabeza, pero Darcy la sujetó y, rápidamente encendió el equipo estereo de Nigel. El sonido de la música ocultaba fácilemte cualquier ruido que pudieran hacer las chicas. Todavía podía verlas resistirse, pero no había manera de que el agente las escuchara.

Fingí examinar la fotografía.

  • No - contesté finalmente -. No puedo decir que lo haya hecho. ¿Han desaparecido, entonces?

  • Sí - asintió el agente. Luego cogió la fotografía y la guardó en el bolsillo de su chaqueta. En la sala de estar, Jennifer todavía trataba de separarse de la entrepierna de Darcy, pero él la mantuvo firmemente sujeta. Parecía a punto de alcanzar su orgasmo.

  • Desaparecieron hace una semana - continuó diciendo el agente -. En la zona de Loch Corivain. Estaban acampando con algunos amigos y se separaron de ellos.

  • Bueno - dije alegremente -, por aquí no han aparecido. Le llamaré si las veo.

  • Oh, sí, gracias - asintió el agente dándose la vuelta -, se lo agradeceríamos. Mis saludos.

El agente se alejó lentamente por el camino que conducía a la carretera. En la sala de estar, Darcy se hallaba, obviamente, en medio de un orgasmo. Jennifer había dejado ya de resistirse y tragaba tan rápido como podía. Como ya me había asegurado antes Darcy, estaba bien entrenada.

Karen, por otro lado, ¡parecía estar volviéndose loca!

Estaba tratando de liberarse de sus ataduras, llorando y gruñendo todo lo fuerte que podía. El consolador se deslizaba dentro y fuera de su seco coño mientras ella se echaba hacia atrás tratando de zafarse de él. Finalmente, tras dejar escapar un fuerte grito, se dejó caer empalar sollozando.

Entonces ocurrió algo muy desagradable. Con un fuerte pedo (me sonrojo incluso al escribir la palabra), la horrible chica aglojó sus esfínteres y comenzó a orinar y defecar sobre el suelo.

  • ¡Dios mío!

Darcy empujó a Jennifer lejos de él, causando que un largo hilillo de semen se extendiese desde su pene a la boca de la muchacha. Ignorándolo, se subió los pantalones y cruzó la habitación hasta donde Karen continuaba aliviándose.

Me avergüenza decir que me limité a mirar en silencio aturdida, incapaz de reaccionar. Aunque tampoco es que fuese el tipo de situación para la que una podría estar preparada. Especialmente una dama como yo.

Darcy se agachó y comenzó a azotar a la desgraciada chica en el trasero.

  • ¡Basta! - oprdenó alzando la voz -. Detente inmediatamente.

Darcy continuó azotándola mientras ella dejaba de defecar y el chorro d eorina se reducía a un goteo. Finalmente, una vez hubo parado, Karen se dejó caer sobre un montón de sus propios desperdicios.

  • ¡Pequeño animal!

Me di cuenta de que Darcy se había enfurecido. No solía enojarse a menudo, pero cuando lo hacía era algo terrible de contemplar. A él le correspondía mantener la casa límpia y ordenada, y era un trabajo que se tomaba muy en serio. Lo había visto golpear a una doncella por no quitar el polvo de forma adecuada.

  • Si no puedes controlarte  - continuó -, tal vez necesites que te controlen.

Darcy comenzó a mirar a su alrededor, buscando algo, hasta que finalmente cogió el plumero. Moviéndose con rapidez, se agachó y comenzó a meterle el mango en el sucio culo de Karen. La desgraciada chica comenzó a gemir de nuevo, pero no pudo evitar la intrusión. Cuando Darcy acabó, solo unos quince centíetros del amngo sobresalían de su trasero antes del penacho de plumas.

  • ¡Darcy! - grité recuperando finalmente el control de mi voz. El se puso rígido, se irguió en toda su estatura y se volvió hacia mí. Su rostro estaba enrojecido.

  • ¿Señora?

  • ¿Te has vuelto loco?

Le había prohibido expresamente usar a las chicas de esa forma. ¡Eso solo podía hacerlo su Amo!

A sus pies, Karen trataba de expulsar al intruso sacudiendo su trasero, pero solo lograba agitar el penacho de plumas. La visión resultaba extrañamente familiar.

  • ¿Señora? - repitió Darcy.

Necesitaba tiempo para pensar.

  • Jennifer - dije dándome la vuelta para mirar a nuestra pequeña criada de cabello castaño. Ella permanecía arrodillada donde Darcy la había dejado, con restos de semen en su bonita barbilla -. Aseate y luego limpia esto. Espero que cualquier señal de este desagradable incidente halla desaparecido de la sala de estar antes de una hora.

  • Sí, Ama - respondió poniéndose torpemente en pie. Se alisó la faldita y salió de la habitación, moviéndose con los pequeños y afectados pasitos que la cadena le obligaba a dar.

Luego me volví hacia Darcy.

El se puso en pie, mirándome directamente a los ojos. Karen seguía meneando el trasero, pero sin suerte. Estaba empezando a emoitir suaves sonidos, casi como si…

¡Entonces se me ocurrió la más maravillosa de las ideas! Quizás Darcy tenía razón. Quizás no fuese más que un pequeño animalillo. Y ya teníamos una doncella.

Tal vez, después de todo, podríamos sacar provecho de las perreras de Nigel…

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23 de Agosto.

Querido diario:

Estoy escribiendo esta entrada sentada en la cómoda silla de Nigel en el dormitorio. Mis piernas se hallan bien abiertas y nuestra Jennifer está realizando diligentemente sus tareas diarias. Darcy la ha entrenado bien. Es exquisita.

Jennifer ya no está encadenada.

Mi querida pequeña parece completamente resignada a su nueva posición en la vida como nuestra doncella y ya no muestra ni el más mínimo atisbo de rebelión. Bueno, eso no es del todo cierto. De vez en cuando, Darcy o yo la pillamos, cuando ella no sospecha de nuestra presencia, mirando por la ventana, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Ah… ¡las jovencitas son tan sentimentales!


Jennifer ha acabado ya entre mis piernas y ahora se halla preparando mi baño. Nigel regresa mañana a casa y quiero estar lo mejor posible para él.

Oigo un ladrido proveniente del jardín de atrás.

Es Darcy que continúa con el entrenamiento de Karen. Me ha dicho que va bastante bien. Mientras observo a través de la ventana de mi dormitorio, él la tiene correteando por el jardín. Le lanza un palo, ella lo recoge y se lo devuelve.

Se ha superado con ella.

Está desnuda, por supuesto (Darcy se jacta de que la joven nunca volverá a usar ropa), a excepción de un juego de gruesas almohadillas que protegensus rodillas y unas ajustadas manoplas sin dedos en sus manos. Esos artículos son imposibles de quitar. Darcy los ha cosido sobre las manos y rodillas y luego ha colocado una gruesa capa de adhesivo sobre la costura. Su boca se mantiene abierta por un bocado en forma de "O". Con él puede aun comer y mover la lengua, pero no puede morder ni hablar. Aunque esto último, por supuesto, Darcy no se lo iba a permitir en ningún caso. Solo le permite emitir los sonidos que haría un perro: ladrar, aullar y gruñir. Darcy dice que se ha vuelto bastante hábil gruñendo.

Sus brazos y piernas están asegurados por un ingenioso conjunto de cadenas y barras que la mantienen en todo momento a cuatro patas. Al igual que con los guantes y las rodilleras, este conjunto es fijo. Está unido a ella permanentemente. Nunca volverá a caminar erguida.

Finalmente, el plumero ha sido reemplazado por una cola de perro real. Darcy ha modificado uno de mis consoladores agregándole un largo mechón de cabello dorado. Intentó arduamente hacer que coincidiera con el color natural del pelo de la joven, pero no creo que haya tenido éxito. Sin embargo, lo que cuenta es la intención. Nuestra Karen puede mover ahora su colita de manera bastante convincente. Darcy me ha dicho que solo se la quita cuando necesita defecar, lo que ella indica gimoteando de cierta manera.

Por supuesto, ella también lleva puesto su collar de perro hecho de cuero.

Darcy ha hecho maravillas con ella. Se ha convertido absolutamente en una pequeña perra. Darcy, incluso, ha estado hablando acerca de adquirir un perro de verdad para que la acompañe en su solitaria perrera. Creo que es una idea maravillosa, pero le dejaré la decisión final a Nigel. Sospecho que opinará lo mismo que yo.

Oh, Nigel. No puedo esperar para enseñarte las nuevas incorporaciones a nuestro hogar.

El sonido del agua del baño se detiene y Jennifer entra en el dormitorio.

  • Ama - dice en voz baja, con la mirada baja -, su baño está listo - su hermoso cabello castaño cae tentadoramente sobre su enrojecida cara.

En el jardín, a Karen le han quitado la cola y, con una pierna alzada, se está apoyando contra un árbol.

Nigel va a estar tan contento…

FIN